lunes, 15 de abril de 2019

“Morir matando”, Rafael Correa dixit

Lenin Moreno en tanto fue subordinado de Correa todo daba a entender que era un hombre correcto. En cuanto tuvo el poder se percató de lo que tenía en sus manos y principios, acuerdos, convicciones y moralidad; volaron por los aires. Nada le importó, solo su egoísmo.


“MORIR MATANDO”, RAFAEL CORREA DIXIT


Por Luciano Castro Barillas

Quien renuncia a sus “convicciones” es porque realmente nunca las tuvo. Hay dos casos patéticos y bastante explicables: el de Mario Vargas Llosa y el de Lenin Moreno. El primer enorme desencanto y sorpresa ocurrió con uno de los escritores del boom literario latinoamericano, el escritor peruano Vargas Llosa. Fue un decidido y ferviente, en apariencia, defensor y admirador de la Revolución Cubana. Luego, para sorpresa de no pocos, se constituyó en un deleznable renegado de las ideas libertarias de la juventud de la década de los sesenta del siglo pasado y ahora, en el otoño de su vida, en un delirante y bien informado abanderado del neoliberalismo. No se puede pasar por alto su talento literario. Es realmente grandioso. Lástima grande que sea de la especie de “villanos literarios” que no han sido pocos en el mundo. Su grandeza creadora va de la mano de su mezquindad humana, lamentablemente. No cree que un poeta, por ejemplo, antes que nada, es una categoría moral.

También hay casos menos importantes, aunque no por ello menos escandalosos, de personas que se retractan de lo que han proclamado. De lo que han afirmado creer y que son desmentidos por sus hechos avasalladores y execrables. Es el caso de Lenin “Ruedas” Moreno. Un señor que peina canas, que pasa de los sesenta años, donde ya nada a un hombre como a un roble, hace mover su tronco. No hay rama que oscile ante los vendavales ya con esos años. Permanece impertérrito. Imperturbable. Como la roca inconmovible en medio del océano. Así pensaría uno. Pero no es así. El señor Lenin Moreno sorprendió a todo el mundo cuando a las 72 horas, ya siendo presidente de la Revolución de Ciudadana, un movimiento cívico y político dirigido por Rafael Correa; se decantó por el neoliberalismo sin ningún disimulo ni pena, habiendo sido electo por un partido cuyo programa político progresista, democrático, de consagración a la soberanía nacional, contra el imperialismo y de solidaridad con los pueblos de América del Sur y del Caribe, que había sacado adelante a muchos ecuatorianos de la pobreza.

La salud, la educación, el ingreso, la vivienda y tantas cosas más hacían lucir al Ecuador como una nación que se enrumbaba hacia una vida mejor. Que iba en la búsqueda decidida del desarrollo integral de sus ciudadanos. De pronto, todo, de sopetón se vino abajo y de sobra son sabidas las barrabasadas de este señor cuya limitación física no obsta su fuerte sustrato de maldad y resentimiento. Lo último fue lo de Julián Assange, un pobre hombre perseguido y acorralado por fuerzas imperiales (los Estados Unidos y Gran Bretaña) de gran saña. No le perdonarán nunca poner al descubierto sus hipocresías políticas y su falta del sentido de la amistad, por el hecho de espiar los gringos a sus “aliados” y “amigos” de Occidente. Por desembozar a los banqueros y mostrarlos tal cual son, unos consumados pillos carentes del mínimo componente de humanidad.

Lo peor de las acciones de Lenin Moreno es que no solo pone en riesgo la vida del periodista australiano-ecuatoriano, sino que pone en riesgo la libertad de expresión de todo los periodistas independientes y valientes, que se tendrán que autocensurar por el temor a las represalias de los poderes fácticos. El señor Moreno hizo trizas el sagrado derecho universal del asilo y ahora nadie podrá estar seguro que las embajadas son territorios inviolables. Ese será el legado real del señor Moreno y su pésima contribución al pueblo ecuatoriano, en primer lugar. ¿Resentimiento contra el mundo por no poder caminar? Es muy posible. ¿Intrínseco inclinación por el servilismo? Es bastante seguro. Hay personas que se realizan con ser serviles. En tanto fue subordinado de Correa todo daba a entender que era un hombre correcto. En cuanto tuvo el poder se percató de lo que tenía en sus manos y principios, acuerdos, convicciones y moralidad; volaron por los aires. Nada le importó, solo su egoísmo. ¿Y qué tal si caminara? Dios, pues, sabe, porque tiene a los sapos bajo las piedras, dicen un viejo refrán guatemalteco.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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