En la frontera, un
territorio de nadie, con muro o sin muro, la muerte, como destino final, está
al acecho de vidas, aspiraciones y sueños para fulminarlos de golpe.
LA FRONTERA DE LA MUERTE
Es una descripción terrible pero muy real, muy apta para describir la
frontera sur de los EE.UU, una de las más más transitadas del mundo, sino la
más transitada, por miles de migrantes que a diario intentan cruzarla
ilegalmente para poder llegar a la tierra prometida. Es el destino que aguarda
a muchos de aquellos seres humanos que desafían o arriesgan todo al cruzarla. La
frontera donde todo muere, los sueños, la esperanza, la vida misma. Un joven
padre y su pequeña niña, sus cuerpos inertes, sin vida, son los mudos testigos
de esa terrible realidad.
Eran dos inmigrantes indocumentados procedentes de un agujero de los
descritos con desdén por el supremo jefe del Norte –de uno de los tantos
agujeros que se esparcen por la geografía terrestre y que no son el producto o
la creación de fuerzas o voluntades extraterrestres. Son de este mundo, de
diseños y voluntades que mercantilizan y explotan insaciablemente todo aquello
que les signifique cuantiosos beneficios económicos, sin reparar por un momento
en las terribles consecuencias de su ambición desmedida. En su defensa dirán
que es el orden natural de las cosas, que siempre habrá ganadores y perdedores,
en fin se trata de un sistema que premia al más apto, al más fuerte y castiga
al débil de voluntad.
Ellos eran dos inmigrantes indocumentados, sin visado, cuyo único delito
era ser pobres que soñaban con una vida mejor en la tierra de la abundancia y
el despilfarro, donde la pobreza existente no se asemeja a la de los agujeros
al sur de la frontera. A la del Triángulo Norte, donde las grandes
desigualdades sociales y económicas, la pobreza, la marginalización y la
violencia crónicas son parte inseparable del diario vivir de una gran mayoría de
personas que negados de un mínimo de bienestar y dignidad en sus vidas, sin
opciones en un sistema estructurado para ignorar sus necesidades y existencia,
no tienen más alternativa que la ruta de la emigración al Norte opulento en
busca de una mejor vida para ellos y los suyos. Pero en la frontera, un
territorio de nadie, con muro o sin muro, la muerte, como destino final, está
al acecho de vidas, aspiraciones y sueños para fulminarlos de golpe.
Esa dolorosa escena de los cuerpos sin vida del joven padre y su pequeña
hija, es una muestra muy clara, no solo, de lo trágico implícito en la
migración indocumentada, sino del cinismo y oportunismo de aquellos que buscan
afanosamente beneficiarse política y económicamente de quienes, en busca de una
mejor vida en tierras extrañas, terminan convirtiéndose en inmigrantes “ilegales”
con todos los riegos que esa designación implica. Pero sin duda lo más
sobresaliente de todo esto es que pone al descubierto las consecuencias
nefastas de las políticas económicas implementadas a todo lo largo y ancho de
la región, no para salir del subdesarrollo y la pobreza, como a menudo se dice,
sino para acrecentar la brecha económica entre los que tienen y los que nada
tienen; entre el Norte opulento y soberbio
que impone su voluntad y el Sur pobre y en total estado de sumisión.
Bajo esas condiciones, es imposible que miles de personas no tomen la
decisión de salir de sus países y arriesgar sus vidas en busca de mejores
horizontes. Las condiciones de pobreza generalizada en el campo y las ciudades
son los grandes estímulos que provocan las masivas oleadas de migrantes hacia
el norte, y mientras esas condiciones permanezcan inalterables, la migración y
la muerte continuaran siendo cosa de todos los días, no importa cuántos planes
de la Prosperidad o Marshall se busque implementar o cuanto se fortifique la frontera con muros y
militares. La frontera será mortal, pero no infranqueable, sobre todo cuando es
desafiada por la desesperación y el anhelo de miles por una vida mejor; un
derecho que no se le puede negar a ningún ser humano.
Publicado por La Cuna del Sol
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