viernes, 29 de noviembre de 2019

La derecha y la práctica de la violencia

En Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia y Honduras la violencia sin límites que despliega la derecha está a la vista de todos, no solo como un  ejemplo, sino como una práctica represiva de extrema violencia que la ha caracterizado a lo largo de la historia de América Latina para sostenerse o arrebatar el poder.


LA DERECHA Y LA PRÁCTICA
DE LA VIOLENCIA



En estos días tumultuosos de revueltas y golpes de Estado que estremecen a varios países latinoamericanos, algo ha quedado muy en claro: que la derecha recurre, sin escatimar un ápice, a todo su arsenal de violencia cuando de proteger o defender los intereses del orden burgués proimperialista se trata. En Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia y Honduras la violencia sin límites que despliega la derecha está a la vista de todos, no solo como un  ejemplo, sino como una práctica represiva de extrema violencia que la ha caracterizado a lo largo de la historia de América Latina para sostenerse o arrebatar el poder.

A diferencia de la pusilanimidad que muestran los gobiernos de izquierda ante las amenazas o acciones desestabilizadoras que ponen en riesgo su existencia, la derecha no titubea y pone inmediatamente en práctica todo su poder represivo hasta eliminar, a cualquier costo, el último reducto de resistencia al orden político y económico reinante. Ya lo estamos viendo en Chile donde las sanguinarias fuerzas del orden al servicio del régimen derechista, proyanqui del pinochetista Piñera, recurren al asesinato, detenciones, desapariciones, violaciones y hasta -al mejor estilo del liberal Macron contra los Chalecos Amarillos en Francia- disparan balines de goma directamente a los ojos de los manifestantes -táctica represiva que ya ha ocasionado unos 200 heridos, algunos de los cuales con la perdida permanente de uno de sus ojos. Lo hemos visto en Ecuador donde al régimen derechista del impostor Lenin Moreno no le ha temblado la mano a la hora de hacer uso del aparato represivo del Estado para reprimir violetamente las manifestaciones en contra del orden neoliberal que él preside, con el consabido saldo de muertos, heridos, detenidos, torturados, desaparecidos, refugiados en consulados extranjeros y cacería de opositores.

En Bolivia tras el golpe de Estado, y desde antes, hemos visto como la derecha fascista, con el ingrediente del fanatismo religioso cristiano, ha desatado una ola de violencia salvaje, una cacería literalmente hablando, en contra de la población indígena, activistas y líderes políticos que apoyan al depuesto presidente, Evo Morales. El nivel de violencia y la saña desplegada por el aparato represivo del régimen golpista boliviano, masacrando como perros a los bolivianos que se oponen al golpe ha dejado a más de alguno estupefacto, como si esto fuera algo nuevo o sin precedentes en la historia de Bolivia o de Latinoamérica en general. No es así, la historia de Latinoamérica está plagada de numerosos episodios que dan cuenta de la violencia sin límites que la derecha en su afán de conservar o mantener la hegemonía de la clase dominante ha desatado contra todos aquellos que se han atrevido a desafiar y luchar contra su dominio político y económico. Los ejemplos abundan por doquier: desde el genocidio indígena en Guatemala, la Guerra Sucia en Argentina, la represión de Pinochet en Chile, la masacre de El Mozote en el Salvador, el Caracazo en Venezuela, los 40 de Ayotzinapa en México,  hasta lo de hoy en día con la cacería de indígenas en Bolivia, y las decenas de muertos, de violaciones y mutilaciones en Chile. En Honduras la violencia de la derecha narco terrateniente  y proyanqui no ha cesado de ensañarse contra el pueblo hondureño desde el golpe de estado contra Manuel Zelaya en 2009. Y qué decir de Haití, donde una de las burguesías más descaradas y cruentas desde hace un buen rato viene masacrando al empobrecido pueblo haitiano.

 En todos estos casos como en otros tantos que han pasado a formar parte del violento historial de la derecha en Latinoamérica, la impunidad con la que ha actuado ha sido su mayor aliado, pues a diferencia del trato que recibe la izquierda cuando timoratamente hace uso de la fuerza para defenderse -precisamente de los acciones violentas de la derecha- siempre ha contado con el respaldo inequívoco de todos sus compinches de la derecha  internacional encabezada por Estados Unidos, quienes escudándose en falsos pretextos democráticos, como la libertad y los derechos humanos, avalan todas sus atrocidades, calificándolas de acciones en pro de la democracia. Así, por ejemplo, vemos como el imperialismo y su maquinaria propagandística y organizaciones como la OEA, la ONU, la UE y el Grupo de Lima que le sirven de fachada certifican como justas y legítimas todas las acciones violentas de la derecha, mientras que a gobiernos democráticos que aspiran a construir sociedades más justas, como el caso particular de Venezuela -que sufren el asedio de las fuerzas reaccionarias- les es arrebatada toda legitimidad y se les considera una amenaza extraordinaria e inusual para la democracia (intereses del imperialismo) que debe ser eliminada.

La historia no puede ser ignorada y seguir repitiendo los mismos errores del pasado que tanta sangre les ha costado a los pueblos latinoamericanos. Los gobiernos de izquierda tienen que  entender que mientras sigan vacilando, mostrando señales de debilidad a la hora de enfrentar a sus enemigos mortales -la derecha y el capital- solo servirá para envalentonarlos, provocando que más temprano que tarde, inevitablemente, recurran sin titubear al uso de la violencia para llegar al poder. Ninguna revolución o proceso auténticamente democrático que aspire a cambios profundos podrá resistir el embate del enemigo si no se hace uso de todo la fuerza y el poder del que dispone. Pretender apaciguar al enemigo con concesiones o llamados al dialogo es como ponerse un tiro en la sien.






Publicado por La Cuna del Sol

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