martes, 21 de enero de 2020

Israel y El Salvador: Amor en tiempos de genocidio

A pesar de una considerable presencia de palestinos en El Salvador, este pequeño país centroamericano continúa siendo seducido por un pequeño país genocida al otro lado del mundo.


ISRAEL Y EL SALVADOR: AMOR EN
TIEMPOS DE GENOCIDIO


Por Belén Fernández

En enero de 2016, el portal Ynet de Israel informó que El Salvador estaba amenazando con cerrar su embajada en Tel Aviv y trasladarla a Ramallah en la Cisjordania ocupada.

La amenaza no tenía nada que ver con solidaridad con Palestina; según Ynet, los salvadoreños buscaban tomar represalias, pues estaban furiosos porque Israel había decidido reducir los costos al cerrar su embajada en San Salvador.

El Salvador negó la información y la embajada se quedó en Tel Aviv, donde, cabe mencionar, se había mudado de Jerusalén solo una década antes. De hecho, durante un breve período en 2006, El Salvador fue el único país del mundo con una embajada en Jerusalén. Digamos que le llevaba la delantera a Trump.

Israel un grave problema

Los israelíes probablemente tenían razón al calcular que en realidad no requieren una presencia diplomática en El Salvador, ya que tienen el país prácticamente "en la bolsa". (Afortunadamente, el sitio web de la antigua embajada todavía está activo y cuenta con un video educativo en español sobre importantes logros israelíes, como la prohibición del uso de “modelos con bajo peso”. Los habitantes de Gaza con bajo peso, por otro lado, aparentemente están bien, igual que las constantes masacres de civiles palestinos cometidas por los militares israelíes.)

Actualmente me encuentro en San Salvador, y puedo decir sin impedimentos que, cuando uno comienza a ver Estrellas de David por todas partes e incluso en los parabrisas de las furgonetas de las farmacias con lemas como el “Todopoderoso de Israel”, en un país con una población judía estimada en 150 individuos, uno se da cuenta que está en un lugar gravemente afectado por el problema de Israel.

Esto es sorprendentemente irónico si se toma en cuenta la considerable comunidad palestina en El Salvador, en su mayoría inmigrantes de Belén, que comenzaron a llegar a fines del siglo XIX. En la actualidad hay más palestinos en El Salvador que en el propio Belén, incluido el nuevo presidente del país, Nayib Bukele, un personaje evidentemente nauseabundo que piensa que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, es “muy simpatico y genial”, a pesar de que Trump ha clasificado a El Salvador como un “shit-hole country”.

En febrero de 2018, Bukele, entonces alcalde de San Salvador, viajó a Israel, en un viaje patrocinado por el gobierno israelí para asistir a una conferencia sobre "seguridad" y otros asuntos. Allí, Bukele pudo participar en encantadoras sesiones fotográficas con el entonces alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, del partido ultraderechista Likud, y además provocar enormes simpatías en las redes sociales.

Una historia de amor de décadas

Pero la historia de amor salvadoreño-israelí se remonta a muchas décadas atrás. Si bien El Salvador, en términos de votos en las Naciones Unidas en apoyo de la barbarie de Israel, no ha alcanzado el mismo estatus de lamebotas que otras naciones diminutas, como Palau, a menudo se abstiene convenientemente de votar. De hecho, se abstuvo del voto en la ONU en 1947 sobre la partición de Palestina, y sin embargo, de los países que se abstuvieron, fue el primero en reconocer a Israel.

Israel también tiene mucho afecto por El Salvador debido a José Arturo Castellanos, un diplomático salvadoreño en Europa que salvó a miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial al proporcionarles certificados de ciudadanía salvadoreña.

Esto, dicho sea de paso, fue durante la dictadura del general salvadoreño Maximiliano Hernández Martínez, quien recientemente se había dado a la tarea de matar a decenas de miles de campesinos en El Salvador, principalmente indígenas, las víctimas históricas del robo de tierras y la brutal opresión de la élite gobernante del país.

En otras palabras, cosas que pronto sonarían muy familiares para los palestinos.

Según Haaretz, la historia del gran rescate de Castellanos solo salió a la luz en 1974, cuando El Salvador "organizó un concurso de belleza" y uno de los jueces, el escritor Leon Uris, solicitó reunirse con el ex diplomático. Para ser exactos, era el año 1975, y el concurso de belleza fue la competencia Miss Universo, que terminó preparando otro escenario para el derramamiento de sangre.

El ex corresponsal del New York Times, Raymond Bonner, en su libro Weakness and Deceit: America and El Salvador's Dirty War, señala como las manifestaciones contra la decisión del gobierno de malgastar al menos $ 1 millón en el concurso, en un país de obscena pobreza y desigualdad, fueron ferozmente reprimidas. Luego, “cuando 3, 000 estudiantes marcharon por las calles de la capital para protestar por la represión... los soldados dispararon contra ellos con ametralladoras y fusiles automáticos, matando al menos a 12 personas”.

Políticas de “tierra arrasada”

Lo que nos lleva al papel de Israel en armar a las fuerzas de derecha en El Salvador. Un video reciente de Al Jazeera nos recuerda que, de 1975 a 1979, el período previo a la guerra civil salvadoreña de 12 años, “el 83 por ciento de las importaciones militares de El Salvador provenían de Israel”.

Además, los israelíes "ayudaron a entrenar a ANSESAL, la policía secreta que sentaría las bases de los escuadrones de la muerte" durante la guerra, en la cual al menos 75,000 personas perecieron. La mayor parte debido a la violencia asesina llevada a cabo por el estado y grupos paramilitares aliados y los escuadrones de la muerte.

En su informe titulado, “Israel’s Worldwide Role in Repression” (“El papel mundial de Israel en la represión”), la International Jewish Anti-Zionist Network (Red Internacional Judía Antisionista), documenta cómo Israel no solo proporcionó armas y capacitación en contrainsurgencia a la maniaca derecha salvadoreña, sino que también “ayudó a planificar e implementar políticas de 'tierra arrasada'”.

La federación nacional de trabajadores de Israel, mientras tanto, colaboró con la CIA y la AFL-CIO para “socavar las cooperativas rurales”. Por supuesto, gran parte del terror de derecha durante la guerra en El Salvador fue posible gracias al incondicional amigo de Israel, Estados Unidos.

Entonces, ¿por qué, El Salvador está plagado de semejante nivel de israelofilia, sobre todo teniendo en cuenta la considerable población palestina?

Gran parte de las muestras públicas de afinidad, como el “Todopoderoso de Israel” en las furgonetas de las farmacias, tienen que ver, obviamente, con razones de carácter  bíblico-religiosas y no políticas. Pero el problema es que, cuando se trata de un estado con orientación genocida como el de Israel, nada es apolítico.

Otro factor a considerar es que muchos de los inmigrantes palestinos en El Salvador pertenecen a los altos estratos de la sociedad. Adrienne Pine, antropóloga de la American University en Washington y experta en América Latina, me comentó que las élites palestinas centroamericanas tienen una “relación larga y compleja con Israel”. Como palestinos, dijo, “han permanecido junto a sus comunidades ancestrales en su lucha por la liberación y para poner fin al apartheid israelí”.

Pero “como capitalistas”, prosiguió, “ellos, al igual que sus contrapartes de las élites no palestinas, han visto el claro beneficio de aliarse con los esfuerzos de Israel, en el entrenamiento y el suministro de las fuerzas de seguridad para ayudar en la implementación de las políticas neoliberales que suscitan un amplio rechazo popular”.

De la Plaza Palestina a la Plaza Israel

Ciertamente, Palestina tiene presencia en El Salvador, aunque sea de manera ornamental. El otro día en la capital, fui a visitar la Plaza Yasser Arafat, que resultó ser algo difícil de localizar, ya que “plaza” resulta ser una exageración; de manera más acertada podría haber sido  llamada “busto desconocido de Yasser Arafat al borde de la calle”.

También hay una Plaza Palestina, un Club Árabe Salvadoreño y una embajada palestina. A decir verdad, nadie en las inmediaciones de la Plaza Yasser Arafat, sabía quién era Yasser Arafat.

No muy lejos de Plaza Palestina, sin embargo, se encuentra Plaza Israel, y en la ciudad salvadoreña de San Miguel, no solo hay una plaza llamada, Estado de Israel, sino también una avenida llamada, Menajem Beguin, en honor al ex primer ministro israelí que supervisó, entre tantas otras actividades nefastas, la invasión de Líbano en 1982 que mató a unos 20,000 libaneses y palestinos, la mayoría de ellos civiles. Y luego están las furgonetas de las farmacias, y todas las demás superficies adornadas con el simbolismo centrado en Israel.

Afortunadamente, no todos se encuentran bajo el hechizo sionista. Una mujer salvadoreña me contó cómo su madre había emprendido una peregrinación religiosa a Israel, sin ideas políticas preconcebidas, solo para quedar horrorizada por el trato que se daba a los palestinos y caer en una especie de crisis existencial.

Pero este tipo de discernimiento parece ser la excepción a la regla y, a medida que este pequeño país centroamericano continúa siendo seducido por el pequeño país del apartheid al otro lado del mundo, una cita del anarquista ruso del siglo XIX, Mikhail Bakunin, viene a la mente: “Cuidado con los estados pequeños”.






Publicado por La Cuna del Sol

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