sábado, 29 de octubre de 2022

Un nuevo mundo tenebroso

La demorada Estrategia de Seguridad Nacional de Biden, es el tipo de trivialidad que disfraza el peligro y tiene un precio.


UN NUEVO MUNDO TENEBROSO



Patrick Lawrence
Consortium News

La administración Biden -perdón, la administración Biden-Harris, por favor- al fin ha publicado su Estrategia de Seguridad Nacional, un documento que todos los presidentes deben publicar según una ley aprobada hace cuarenta y tantos años.

Se supone que estos documentos deben informarnos a nosotros, el pueblo, cuál es el plan, cómo se propone nuestra república abrirse camino en el mundo durante los cuatro años que el nuevo ocupante de la Casa Blanca residirá allí. 

Les tomó bastante tiempo: ya ha pasado casi la mitad del mandato de Biden, y sus asesores políticos han retrasado repetidamente la publicación de estas 48 páginas. Ahora que se han publicado, no puedo decir que les culpo. A mí tampoco me gustaría poner este embrollo en papel.

"Desde los primeros días de mi presidencia, he sostenido que nuestro mundo se encuentra en un punto de inflexión", comienza el texto que aparece sobre la firma de Biden.

"La forma en que respondamos a los tremendos retos y a las oportunidades sin precedentes a las que nos enfrentamos hoy determinará el rumbo de nuestro mundo y repercutirá en la seguridad y la prosperidad del pueblo estadounidense durante las próximas generaciones."

Hay que decir "Amén". Esto es una descripción exacta de nuestras circunstancias. Pero este es el problema de la nueva ESN. Es un gesto de asentimiento a nuestro tiempo de cambios trascendentales, pero es la obra de una administración evidentemente incapaz de conducir los asuntos de la nación en el exterior de una manera que sea totalmente diferente.

Estos documentos pretenden indicarle a los estadounidenses y al mundo hacia dónde nos dirigimos y asegurarnos que hay manos firmes en el timón. Yo no me siento tranquilo. Me siento asustado.

El liderazgo de Estados Unidos -y esto va más allá de las variadas ineptitudes del régimen de Biden- es sencillamente incapaz de dejar de lado su adicción a la primacía mundial y su búsqueda obsesiva de la misma incluso cuando el poderío de la nación está en declive.

Dos temas

Son dos los temas que definen la actual ESN. En primer lugar, el documento reconoce la necesidad de cooperar multilateralmente para abordar cuestiones de carácter transnacional. El cambio climático es el principal ejemplo en este sentido; otros incluyen los retos sanitarios mundiales, la delincuencia internacional y la variedad de crisis económicas transfronterizas que vemos con frecuencia en la actualidad.

Magnífico. Estos problemas son fáciles de resolver. Ninguno presenta un desafío al poder de EE UU., por su puesto.

Es el segundo tema el que debe preocuparnos. Aquí nos encontramos en el muy familiar territorio del antagonismo entre las grandes potencias, la "competencia estratégica" y la obligación de Estados Unidos de liderar el mundo en una confrontación casi bíblica entre democracia y autocracia. Todo esto es lo que Biden y su equipo de política exterior repiten a cada momento, nunca con ningún efecto persuasivo.

"El orden basado en normas", como era de esperar, hace su destacado acto de presencia.

"Nos asociaremos con cualquier nación que comparta nuestra idea fundamental de que el orden basado en normas debe seguir siendo el fundamento de la paz y la prosperidad global".

Así pues, un simulacro de cooperación, que ni siquiera es eso cuando desafía el papel tradicional que Estados Unidos se asigna a sí mismo. Esta es la tragedia que todos estamos condenados a compartir, la configuración de un nuevo mundo tenebroso, y espero que Biden se equivoque cuando dice que esto se mantendrá durante "generaciones".

Se pretende que los dos temas de la ESN semejen líneas paralelas, cuidadosamente trazadas para conducirnos hacia un futuro sólido. Pero no es así. Son perpendiculares entre sí y no pueden conducir a ningún lugar más que a un mayor desorden del que ahora nos acosa.

En un excelente artículo en Responsible Statecraft, Marcus Stanley, ofrece un severo diagnóstico de la nueva ESN. "Es sorprendentemente esquizofrénica", escribe, "alternando -a veces casi frase por frase- entre ambiciosas promesas de liderar la cooperación global para abordar los retos transnacionales, y describiendo un mundo de rivalidades casi inextricables".

El Dr. Lawrence tiene una opinión diferente. El superego colectivo de Washington entiende que una nueva época ha arribado en la historia humana. Pero su superego está atascado en una etapa obsesivo-compulsiva, aferrándose obsesivamente al poder que ejercía en las décadas posteriores a 1945 como un niño con una manta de apego hecha jirones. Este documento es el ego tratando de traducir la irracionalidad del id en una versión pulcra de la razón.

No es posible.

Provocar a China  

La administración Biden intentó esta rutina con los chinos unos meses después de la toma de posesión. Como todo el mundo sabe, el Secretario de Estado, Antony Blinken, y el Asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, dejaron saber a los chinos que Estados Unidos cooperaría con ellos en algunas cuestiones, competiría con ellos en otras y se enfrentaría a ellos como adversarios estratégicos en otras.

Los chinos replicaron que no estaban de acuerdo con nada de esto a la primera oportunidad que tuvieron, en aquel absurdo pero revelador encuentro en Anchorage, en marzo de 2021. En retrospectiva, fue la decisión más inteligente que pudo tomar Pekín.

Biden, en cuatro ocasiones distintas, ha declarado abiertamente que la política Sobre Taiwan, imperfecta pero no obstante útil, llamada "ambigüedad estratégica" ha muerto. Según Biden, Estados Unidos se ha comprometido a defender militarmente a Taiwán en caso de que China ejerza su derecho legal de reintegrar la isla a la nación china.

Las provocaciones estadounidenses sobre esta cuestión -visitas de congresistas, sobrevuelos de la Fuerza Aérea, los llamados viajes de "libertad de navegación" por el estrecho de Taiwán- son casi con toda seguridad más constantes ahora que durante los años del ex Secretario de Estado, Mike Pompeo, quien fue el que puso de moda la provocación en el otro extremo del Pacífico.

En cuanto a la competencia en el plano económico, la recién anunciada ley que regula las exportaciones de alta tecnología a China, es un esfuerzo totalmente indigno para impedir que los chinos completen el clásico ascenso en la escala de desarrollo que todas las naciones aspiran a realizar.

El informe del New York Times sobre este tema contenía un par de citas escogidas de ambos bandos que evaluaban el asunto.

Liu Pengyu, en nombre de la embajada china en Washington, declaró al Times que Washington pretende "utilizar su pericia tecnológica como ventaja para frenar y suprimir el desarrollo de los mercados emergentes y los países en desarrollo. Estados Unidos probablemente espera que China y el resto del mundo en desarrollo permanezcan para siempre en el extremo inferior de la cadena industrial".

Si no podemos competir con ellos, en otras palabras, los sofocaremos. En cuanto a las políticas degradantes, esta es una de las peores.

A este respecto cabe señalar que: cualquier esfuerzo de cooperación en cuestiones transnacionales queda anulado, imposibilitado, por el supuesto pensamiento paralelo de que Estados Unidos debe seguir siendo el hegemón mundial indiscutible. El tema uno y el tema dos sólo pueden coexistir en teoría, no en la práctica.

No olvidar la retórica

¿Recuerdan toda la retórica durante la campaña de Biden para la presidencia en 2020? Primero será la diplomacia, decían sus responsables políticos, la opción militar una alternativa final cuando se hayan agotado todas las demás opciones. Prometieron restablecer el acuerdo que rige los programas nucleares de Irán y dejar de suministrar armas a los saudíes en su guerra contra Yemen. Como nos recuerda Marcus Stanley, el hombre que llevó la cartera de Ucrania como vicepresidente de Barack Obama se comprometió a "una relación estable y predecible con Rusia".

La retórica, como debería ser evidente ahora, era solo eso. Y esto es todo lo que constituye la nueva ESN. Se basa en generalidades y en una abyecta falta de sinceridad del tipo que Biden siempre ha esperado que los estadounidenses olviden en muy poco tiempo. Poco más puedo encontrar en este documento.

Sí, se dio la retirada de Afganistán el año pasado, algo bueno. Pero entendámoslo por lo que fue, y lo que no fue. Fue la retirada de un imperio de una guerra de dos décadas que nunca pudo ganar. Nada más cambió, ni un solo principio de los objetivos globales del imperio.

En cuanto a la rutina de demócratas vs autoritarios, la ESN tiene esto que decir:

"Algunas partes del mundo se encuentran inquietas por la competencia entre Estados Unidos y las mayores autocracias del mundo. Comprendemos estas preocupaciones. Nosotros también queremos evitar un mundo en el que la competencia se convierta en una arena de bloques rígidos. No buscamos un conflicto ni una nueva Guerra Fría".

Lo siento, pero no es así: hay que estar con los chinos y con otros países no occidentales, cuando -seamos francos- el mentiroso más implacable que ha ocupado la Casa Blanca en la era de la posguerra (e incluyo a Richard Nixon) se conduce de esta manera.

Esta administración ya ha consolidado la nueva Guerra Fría que el Estado Profundo ha anhelado desde la caída del Muro de Berlín. Biden y el circulo de amateurs que le rodean estarían perdidos sin sus bloques rígidos, que es el único principio organizativo lo suficientemente sencillo que pueden entender.

No esperaba mucho más de esta ESN mientras esperábamos su ya demorada publicación. Pero, sin embargo, es angustioso verlo ahora en papel. Eta es nuestra repulsa manifestada ingeniosamente. Este tipo de discurso, nos daremos cuenta, si no es que ya lo hemos hecho, disfraza el peligro y tiene un precio.




Publicado por La Cuna del Sol

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