Un candidato presidencial se atribuye el mérito del muro fronterizo. Pero en Nogales, Arizona, el muro que se ve es un monumento a muchos presidentes y a 30 años de construcción de muros, escribe el periodista Todd Miller.
CÓMO CLINTON, BUSH, OBAMA, TRUMP Y BIDEN
CONSTRUYERON UN MURO FRONTERIZO
Todd Miller
Zócalo Public Square
Varias hiladas de alambre de púas enrollado
cubren el muro fronterizo entre Estados Unidos y México en Nogales, Arizona. La
administración Trump las colocó allí en 2018. Más tarde, cuando Biden asumió el
cargo, el alcalde de Nogales le pidió que
retirara el alambre de púas, ya que, además de ser visual y
emocionalmente abrasivo, era peligroso, especialmente para los niños.
Pero las filosas espirales permanecieron.
Hace poco, estuve frente al muro con un grupo de unos 30 maestros, mirando el
alambre en estado de deterioro, sus púas sujetando jirones de ropa,
presumiblemente de las personas que ocasionalmente intentaban escalarlo (la
mayoría no lo intenta). Los maestros y yo estábamos allí para hablar de la
historia del muro fronterizo y de cómo se convirtió en lo que es hoy. Aunque
pueda ser popular pensar que el muro fronterizo empezó con Trump, el muro es en
realidad un monumento a muchos presidentes. De pie frente a él, se pueden apreciar
páginas de la historia que se remontan a más de tres décadas, algunas asociadas
con administraciones presidenciales individuales, algunas difuminadas a través
de líneas partidistas.
Faltaban poco más de dos semanas para las
elecciones de 2024, y yo estaba entusiasmado por estar en Nogales con
educadores de todo Estados Unidos y del mundo para hablar sobre la inserción
del análisis de la frontera en sus planes de estudio. Mientras tanto, las
campañas seguían distorsionando la frontera con mucha intensidad. Nogales,
Arizona, y Nogales, Sonora, son en realidad una sola ciudad, con familias,
geografías y circunstancias compartidas, divididas por una línea política. Pero
las caracterizaciones sin matices ni contexto de la frontera que dominan la
temporada electoral rara vez reflejan esta realidad.
Esta es la tercera contienda presidencial
consecutiva en la que la frontera se ha convertido en el villano principal. Si
vemos la televisión en Arizona, los interminables anuncios de la campaña parecen películas de terror,
cargados de imágenes granuladas de muros fronterizos, que describen a las
personas que cruzan la frontera como criminales. Los anuncios de Kamala Harris manifiestan
que Donald Trump no se toma en serio la frontera, y que ella -una ex fiscal- sí
lo hará. Harris indica que trabajará para aprobar un proyecto de ley
bipartidista que haga cumplir la ley en la frontera (rechazado a principios de este
año por los republicanos a instancias de Trump). Contratará a más agentes de la Patrulla
Fronteriza, construirá más muros e incorporará más tecnología.
En el otro extremo, Trump sigue siendo Trump.
Él ha prometido deportaciones
masivas de 15 a
20 millones de personas. Menciona la frontera tanto como puede, pintándola como
un lugar de caos y
violencia.
Repite comentarios profundamente eugenistas sobre que los inmigrantes “contaminan la
sangre de nuestro país”.
A la sombra del muro resulta absurdo contemplar
la retórica de Trump denunciando las “fronteras abiertas” de Estados Unidos. Cuesta
arriba, desde donde me encontraba con los profesores, un poste alto con varias
cámaras -un sistema de videovigilancia remota, en lenguaje oficial- vigila a lo
largo de la frontera internacional con México. Llevo 30 años viniendo a esta
frontera, a una hora de mi casa en Tucson (Arizona), y estas cámaras han estado
aquí todo el tiempo. Bajo ellas, agentes de la Patrulla Fronteriza vigilan la
línea fronteriza, inmóviles durante turnos de ocho horas. Esta lógica
tripartita del control fronterizo se remonta a la administración Clinton de los
años noventa: barrera, agentes armados y tecnología.
Aunque Trump hizo campaña en 2016 como si no
hubiera muro, su construcción aquí comenzó en 1995, cuando
llegué a la frontera de Nogales por primera vez. Ese año, el Gobierno sustituyó
las vallas de alambre por un muro de planchas de metal de 15 pies de altura y de
aspecto oxidado que en su día se utilizaron como pistas de aterrizaje
improvisadas durante las guerras de Vietnam y del Golfo Pérsico. Era el esbozo
de una nueva estrategia, aún vigente: la prevención
mediante la disuasión. Bloquear las rutas de cruce tradicionales en las ciudades
fronterizas y los desiertos circundantes serían potencialmente “mortales”,
explicaba un memorando de la Patrulla Fronteriza de 1994. Era una profecía: Al
menos 10 000 personas han muerto cruzando la
frontera desde entonces.
Durante la era Clinton, los presupuestos para
la aplicación de las leyes de fronteras e inmigración casi se triplicaron,
pasando de unos 1 500 millones
de dólares a más de 4 200 millones en 2000. Luego vino el 11 de septiembre. Tras
esos sucesos, el gobierno de George W. Bush condujo la aplicación de la ley a
niveles nunca vistos, convirtiendo la frontera en otro flanco de la Guerra contra el Terror.
Por aquel entonces y por cuestiones de
trabajo cruzaba la frontera varias veces a la semana, veía la frontera transformarse
y deformarse ante mis propios ojos. Los días en que los desfiles del Cinco de
Mayo y del Día de la Independencia de México cruzaban la línea fronteriza
habían quedado atrás. A finales del gobierno de
Bush, en 2008, el presupuesto anual combinado de la Oficina de Aduanas y
Protección de Fronteras (CBP, por sus siglas en inglés) y el Servicio de
Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) ascendió a 14 400 millones
de dólares, la
mayor cantidad de dinero invertida en la frontera bajo un solo presidente. Esta
inversión impulsó el mayor aumento de contrataciones en la historia de la
Patrulla Fronteriza: 8 000 nuevos
agentes en tres
años. Mientras tanto, el gobierno adjudicó un contrato de casi 2 000 millones
de dólares a Boeing Corporation para emplear la tecnología en la construcción
de un muro virtual, y el Congreso financió la construcción de más barreras
físicas a través de la Ley de la Valla
Segura de 2006
(aprobada con los votos a favor de los futuros presidentes demócratas y de los
candidatos presidenciales Joe Biden, Barack Obama y Hillary Clinton).
En 2011, durante el gobierno de Obama,
observé cómo la maquinaria de la Ley de la Valla Segura llegaba a Nogales,
retirando con facilidad el muro original como si se tratara de arrancar una
dentadura postiza. Gruesos barrotes de
acero, parecidos a las de una celda de prisión, sustituyeron a las oxidadas planchas
de metal. Poco después, en 2012, un agente de la Patrulla Fronteriza disparó a
través de esos barrotes y mató a un muchacho desarmado de 16 años. Cuando los maestros
y yo subimos la colina -dejando atrás al agente y la torre de vigilancia-
encontramos flores artificiales en el muro fronterizo en honor a José Antonio
Elena Rodríguez, y cuando miramos hacia Nogales, Sonora, una pequeña cruz y un
altar. Diez balas alcanzaron a José Antonio en la espalda y la
cabeza cuando
caminaba por el lado mexicano del muro; la Patrulla Fronteriza afirmó que
estaba lanzando piedras.
Aunque el gobierno de Biden ignoró la
petición del alcalde de Nogales de retirar el alambre de púas enrollado en
2021, a principios de este año -por un momento- pareció que algo había
cambiado. La CBP retiró el alambre de púas de una gran franja del muro. Los
observadores especularon con la posibilidad de que
finalmente se retiraría. Pero cuando llamé a la CBP para averiguar qué estaba
pasando, un funcionario me indicó que no era así. Sólo lo estaban
quitando para colocar lo que él llamó una nueva “capacidad”.
Señalé a los maestros la sección en la que el
alambre había sido sustituido por una cubierta metálica y un cable negro. La
CBP no ha hecho pública mucha más información, pero en mayo fui a El Paso a la Border
Security Expo (Exposición de Seguridad Fronteriza), un acontecimiento anual que
reúne a altos mandos de la CBP y el ICE con la industria privada. Allí conversé con representantes de una empresa cuyo producto era exactamente igual
al que había visto extendido a lo largo del muro fronterizo de Nogales. Se
trataba de un sistema de sensores, un muro “inteligente”. Puede detectar si una persona está tocando el
muro o “cortándolo”, me dijo el vendedor. En la exposición, tuve la sensación
de vislumbrar cómo serán los próximos 30 años de control fronterizo,
especialmente los futuros niveles tecnológicos que se añadirán al muro. Aunque
los dos partidos tienen posturas y retórica distintas sobre la frontera, está
claro que avanzarán, como sus predecesores, en la misma dirección. Puede que se
convierta en algo sacado de la ciencia ficción, pero el alambre de púas está
aquí para quedarse.
Todd Miller es cofundador de The Border Chronicle, que ha coeditado este artículo. Escritor y periodista en Tucson (Arizona), es autor de cuatro libros sobre cuestiones fronterizas, entre ellos Border Patrol Nation: Dispatches from the Front Lines of Homeland Security.
Publicado por La Cuna del Sol
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