Los valores de Hausmann se
insinúan cuando castiga a Nicolás Maduro, llamando al presidente un “matón
tropical”. Uno puede y debe denunciar la conducta matonezca, pero su uso del
adjetivo “tropical” pone las cosas bajo una luz diferente. Aquellos de nosotros
desde el Sur Global o familiarizados con el racismo de la clase dominante
reconocemos fácilmente qué se entiende con el uso de la palabra.
COMO HARVARD EJERCE EL PODER
Por Suren Moodliar
Comenzó con una llamada de su hija angustiada, escribe el profesor de
Harvard Ricardo Hausmann. En la televisión nacional, Nicolás Maduro, presidente
de Venezuela, había amenazado al buen profesor con una investigación legal. Y
la hija del profesor estaba preocupada. También lo estaban el Harvard Crimson, cuyos editores
desafiaron el presunto “bullying” del Presidente Maduro, y el Boston Globe que de inmediato publicó de
una misiva de Hausmann. En caso de que se tema por el bienestar del profesor, él nos asegura que esta libre y sin temor,
añadiendo que tiene “la protección de los EE.UU... la protección de Harvard”.
Ahora todos podemos sentirnos bien, la robusta libertad de prensa de los EE.UU,
junto con sus augustas instituciones académicas, y el propio Estado, parecen
estar en defensa de la libertad académica y el empoderamiento de un humilde
profesor para confrontar el poder presidencial. Un examen más detallado sugiere
que todo lo contrario puede ser cierto.
Entonces, ¿cómo el profesor llegó a bailar el Joropo con el presidente? Este último estaba muy indignado por un artículo de opinión que el profesor
Hausmann co-escribió para Project
Syndicate, “¿Debería Venezuela declarase en default? El presidente Nicolás
Maduro reconoció que Hausmann es un actor influyente en la escena de la banca
internacional y que su prescripción de declararse en default sólo causaría más
miedo, incertidumbre y duda.
Y la percepción de riesgo tiene un precio. El artículo de Hausmann inicia
con exactamente ese criterio. “Los mercados temen” que Venezuela no pueda pagar
su deuda y el precio de este temor es que las tasas de interés de los bonos
venezolanos sean significativamente más altos que los de México o Nigeria.
Esto, a su vez, tiene un impacto negativo en las vidas de la gente común y corriente.
Aunque Hausmann falla en tomar en cuenta las contramedidas gubernamentales para
proteger a los pobres, la idea central de su discurso es cierta -tasas de
interés más altas lastiman a la gente común... mientras que los réditos de los
acreedores son incluso más seguros.
En una inusual inversión de papeles, Hausmann, un consultor de JPMorgan
Chase y ex principal economista del Banco Interamericano de Desarrollo,
concluye que “declararse en default con 30
millones de venezolanos, en vez de Wall
Street, es una… señal de bancarrota moral”. El artículo tuvo un resultado predecible. Las tasas de
interés se dispararon aún más, estabilizándose un poco sólo después de las enérgicas
garantías del presidente Maduro.
Todo esto debe disipar de inmediato cualquier imagen de Hausmann como un académico
aislado analizando resmas de impresos de computadora en alguna oficina del
sótano o perdido en las estanterías de la Biblioteca Widener. De hecho,
Hausmann es una figura de peso en el escenario mundial y su danza con el
liderazgo revolucionario de Venezuela comenzó hace mucho tiempo.
Algo que no se hace inmediatamente patente de su curriculum vitae de
Harvard, es la gravedad de su participación en la década de 1980 en el gobierno
de Venezuela. En concreto, a finales de 1980, Hausmann era parte del gabinete
económico del presidente Carlos Andrés Pérez. Ellos implementaron un programa
de austeridad al estilo FMI que provocó el Caracazo
de 1989 -una rebelión popular que fue reprimida con una masacre que dejó como
saldo más de mil vidas. Seguramente, dada
la determinación que demuestra, esto es un hecho impresionante que merece su propia
referencia en su CV!
Este éxito fue seguido por su ascenso a Ministro de Planificación en la
década de 1990 y luego, después de que Carlos Andrés Pérez fue destituido de su
cargo por malversación de fondos, la carrera de Hausmann avanzó convirtiéndose
en el Economista Jefe del Banco Interamericano de Desarrollo. Hoy en día,
además de su empleo de Harvard, Hausmann es asesor de muchos bancos, gobiernos
y organismos intergubernamentales.
Aparte de la masacre, nada de
esto es particularmente objetable. De hecho estos son los sellos distintivos de
una exitosa carrera dentro del mandarinato internacional que gobierna la
economía global. Por supuesto, esto se contradice con la inocua y vulnerable
imagen del profesor con la que abre la pieza de Hausmann en el Globe. Allí también sugirió la improbabilidad
de un presidente estadounidense
atacando a un profesor; si esto llegara a suceder, el especula que un juicio político
podría seguir. Pero existe un
precedente que implica a un poderoso presidente atacando a un profesor de
verdad.
Ronald Reagan y el Profesor
Consideremos el caso de Ronald Reagan y E. Bradford Burns. Un historiador de
América Latina de la UCLA, Burns desmintió las afirmaciones de Ronald Reagan
sobre la Nicaragua Sandinista en un breve artículo de 1985. En un momento
peligroso en la Guerra Fría, esto fue un acto verdaderamente valeroso, que
podría dañar carreras y ser aun peor. De hecho, un conocido y premiado actor,
Edward Asner, tuvo que experimentar la cancelación de su serie en la CBS, el
Show de Lou Grant, tras criticar las políticas centroamericanas de Reagan en
1982. Activistas solidarios en Los Ángeles en donde residía Burns vivían en una
atmósfera cargada frente a la amenaza real de represión violenta proveniente de
un sinnúmero de fuentes. Durante 1988, los activistas informaron de amenazas de
muerte y presuntos casos de secuestro y violación. Al mismo tiempo, el
establishment en el sur de California prosperó como resultado de la inversión
federal en la economía de guerra de Reagan. La oposición de Burns, que socavó
la razón para la intervención en Centroamérica y de este modo, parte de la justificación
de la carrera armamentista que hizo a Reagan tan popular entre las élites
regionales, era, por tanto, un ejemplo real de un humilde profesor que confrontaba
al poder.
La respuesta de Ronald Reagan fue un ataque televisado que etiquetó a Burns
como un mercader de la desinformación, y en el clásico estilo de Reagan, el
presidente prometió “orar por los estudiantes” [de Burns]. Esto también
alimentó el macartismo académico y los resentimientos edípicos reemergentes de
gente como David Horowitz, que más tarde publicaría su infame, Los Profesores: Los
101 académicos más peligrosos de América. Pero la gente
se defendió; con buen humor, Burns evocó la respuesta de un estudiante, “como
ciudadano, pido a Dios que ayude al presidente Reagan; profesor Burns los
estudiantes están bien”.
Mientras ponderamos las diferencias entre Burns y Hausmann, vale la pena
señalar la forma en que cada uno ha ejercido el poder. Dos años después del
ataque de Reagan, Burns ganó un premio distinguido de enseñanza. A pesar de su
bien recibido trabajo de investigación, la pasión de Burns era la enseñanza. Un
antiguo alumno recuerda la idea de Burns sobre que, “tenemos que aprender a enseñar
mejor... tenemos que transferir constantemente nuestra convicción de la
importancia y relevancia de la historia a los jóvenes. El tedio no tiene lugar
en nuestras aulas... debemos transmitir esa emoción”. Y esto fue parte de una
perspectiva más amplia sobre el cambio social, “sigan adelante y hagan su
investigación, publiquen sus libros”, el aconsejaba a sus colegas académicos,
“algunos de sus colegas los leerán y los disfrutaran, pero si quieren cambiar
el mundo... enseñan a los estudiantes de pregrado”. Para el cínico, este
idealismo puede ser el largo juego de una izquierda debilitada en la
actualidad, pero es cierta de la imagen que uno se imagina al escuchar la
palabra “profesor”.
Más que un afable profesor o un editorialista engañoso, Hausmann es un
hombre de acción. No hay premios de enseñanza que adornen su CV. Tal vez haya
recibido algunos, pero estos no se consideran lo suficientemente importantes
como para agregarlos. Desde principios de los 2000, él se ha asociado con la
ultraderecha de la oposición venezolana. Al trabajar para Súmate de María Corina Machado y predecir rutinariamente la derrota
de los chavistas a través de análisis
estadísticos anticipándose a los resultados de las elecciones, para que luego
sus pronósticos sean declarados falsos por los votantes del mundo real,
Hausmann ha demostrado ser un actor partidista. Habiendo fracasado en el manejo
de la economía venezolana en los años 80 y en los años 90, el ahora ataca desde
los seguros parapetos de Harvard. Como se ha señalado, su ensayo impactó los
mercados de manera totalmente predecibles.
Harvard como una empresa imperial
Les tocaría a los interesados en el desarrollo de la economía mundial
examinar más de cerca, de hecho, forensicamente, las conexiones entre Harvard,
su facultad, y las políticas económicas de muchos gobiernos. Más allá del
alcance de este artículo y la capacidad de este autor, tal escrutinio debe ir
más allá de la mera influencia intelectual para descubrir los intereses
relacionados con la institución, sus inversiones, su cuerpo docente, los consejos
que ofrecen, y el flujo real de beneficios materiales.
Uno obtiene una idea de lo que estos pueden ser en VERITA $: Everybody Loves Harvard, un documental
que explora las conexiones entre Harvard y las políticas económicas de Rusia.
El fallecido director Shin Eun-jung
examinó la relación entre el Instituto de Harvard para el Desarrollo
Internacional y la conversión de Rusia a una economía de mercado. Este fue el
mayor proyecto del Instituto de Harvard. Anteriormente, estuvo involucrado en
la liberalización financiera de Indonesia y ayudó a extender el Consenso de
Washington a Zambia, Kenia y Pakistán.
Recibiendo más de $ 40 millones en subvenciones por su labor en Rusia, las
políticas del Instituto de Harvard fueron adoptadas evadiendo el proceso democrático
y ayudaron a enriquecer al privatizador de la economía rusa, Anatoly Chubais.
Hoy en día un rico empresario, Chubais es también asesor de JPMorgan Chase.
Junto con Chubais, el Instituto estableció el Centro de Privatización Ruso, que
recibió más de $ 147 millones en fondos extranjeros que tendrían que ser
devueltos en algún momento por el pueblo ruso. Sin un rol definido
constitucionalmente, el Centro de pronto resultó totalmente envuelto en la
corrupta transición de Rusia a una economía de mercado... y en beneficiar a la
Harvard Management Company en el orden de millones de dólares hasta la crisis
bancaria asiática de finales de los 90. Así de extrema fue la corrupción que
incluso el Departamento de Justicia de Estados Unidos investigó el desastre.
Más tarde les echo el guante a Harvard y al Instituto imputándoles cargos por
falsos reclamos y conflictos de interés. Se demandó por $ 1.2 mil millones y en
el 2005 se selló la disputa por $ 31 millones, la demanda más grande en la
historia de Harvard de acuerdo con Shin.
Nada de lo anterior sugiere ningún tipo de comportamiento similar por parte
Hausmann el compañero asesor de JPMorgan Chase de Chubais. Pero disipa el mito
de Harvard como una institución puramente
académica. En su lugar, Harvard es claramente un actor económico a escala
global. Su cuerpo docente, especialmente aquellos con el curriculum vitae de
Hausmann, tiene que ser evaluado a causa de esto.
Para aquellos de nosotros que respetamos la soberanía venezolana y admiramos
el intento de ese país por transformar su economía en una que funcione para la
gente trabajadora, tenemos que reconocer que este es un momento difícil. La Revolución Bolivariana de Venezuela se enfrenta
a decisiones difíciles entre la profundización de la transformación económica
con sus dislocaciones concomitantes y el acomodamiento de sectores de la escindida
oposición. En este contexto, la intervención de Hausmann y su preocupación
fingida por “30 millones de venezolanos” es un hábil movimiento probablemente
dirigido a agravar la aguda escasez en divisas y provocar una crisis política.
Si hay alguna duda en cuanto a las preocupaciones de Hausmann por los
pobres, nosotros debemos preguntarnos donde se encontraban estas cuando él estaba
en el poder implementando un draconiano programa de austeridad. Los valores de
Hausmann se insinúan cuando castiga a Nicolás Maduro, llamando al presidente un
“matón tropical”. Uno puede y debe
denunciar la conducta matonezca, pero su uso del adjetivo “tropical” pone las
cosas bajo una luz diferente. Aquellos de nosotros desde el Sur Global o
familiarizados con el racismo de la clase dominante reconocemos fácilmente qué
se entiende con el uso de la palabra.
En lugar de sugerir cualquier debate sobre la libertad académica y los
derechos del profesor Hausmann, mejor seria que los medios de comunicación le
presten atención a su intervención y a la repulsa del presidente Maduro en
vista de la extendida guerra de clases que se está desarrollando a escala global.
Un análisis crítico de los medios revelará que el partisano Hausmann sabe cómo
navegar entre la retórica súper cargada de un país en medio de una intensa
lucha de clases y el mundo plácido de su universidad a orillas del Charles River
de Cambridge. La retórica venezolana refleja la lucha de clases y también una
retórica política diferente. Alma Llanera,
el “segundo” himno de Venezuela, celebra claveles
de pasión -“carnations of passion”- mientras que los juegos de números de Hausmann
en el Charles River hablan del calmado
ejercicio del poder de un bien peinado banquero protegido por los Estados
Unidos, protegido por Harvard.
Suren Moodliar reside en Boston y encuentra que hay mucho
que admirar en la Universidad de Harvard. Él puede ser contactado en suren
<a.t> fairjobs >d o t< org. Aunque no son responsables por ninguno
de los errores, Suren está muy agradecido de Dave Burt, Umang Kumar, Mirna
Lascano, Ben Manski, Jorge Marín, Christine O’Connell, Jason Pramas and Sandra
Ruiz-Harris por sus comentarios previo a la publicación.
USA.