Antes de la masacre acaecida en la editorial de la revista satírica
francesa, Charlie Hebdo, probablemente ninguno de los que ahora se han amarrado
el eslogan del “Todos somos Charlie”, se tomó un minuto para considerar lo
contraproducente de abusar de ese concepto burgués que ahora dicen defender con
todo; la libertad de expresión. Asumían entonces, como ahora, que disponían de
un derecho ilimitado para mofarse, denigrar y demonizar a todo un conglomerado
de humanos, su religión y su cultura, sin dar un centavo por la sensibilidad de
los ofendidos a quienes siempre se les ha considerado como seres que viven muy
por debajo de los estándares civilizatorios del Occidente iluminado, aunque la
historia diga otra cosa muy distinta. Ahora después del ataque contra la publicación
satírica todo el mundo se siente herido en lo más íntimo ante lo que perciben
como el salvajismo de la respuesta ejecutada por un grupo de supuestos
terroristas islámicos. Es que acaso se han olvidado de la historia del salvajismo
occidental contra los pueblos islámicos disfrazado de libertad y democracia, y acaso
también se han olvidado de la ley de acción reacción. Sin embargo, lo peor de
todo y lo más degradante es que en su intento por repudiar la irracionalidad
del Islam y reafirmar su sagrado derecho a la blasfemia ilimitada, convocan a
una gran manifestación de solidaridad en la que irónicamente quienes se roban
el show son algunos de los peores violadores de los derechos democráticos de
esos pueblos largamente abusados. Extrañamente el presidente Nobel de la Paz
brilló por su ausencia.
LA BROMA DONDE NO SE DEBE:
EL CASO DE CHARLIE HEBDO
Por Luciano Castro Barillas
Todas las publicaciones de humor, de todos los tiempos y lugares, disponen
de una esencialidad: resaltar el lado
cómico o ridículo de las cosas y su ejercicio como libertad de expresión y
pensamiento, tiene indudablemente sus límites, como toda en la vida. Cuando se
exceden esos límites en la irreverencia, que no es otra cosa que el derecho
ajeno; y no se puede distinguir si es un
insulto o un cáustico sentido del humor; se debe tener mucho cuidado para no
caer en el abuso.
Eso pasó con la revista de humor francesa Charlie Hebdo que atravesada por
un poco disimulado viento islamofóbico dio por diez años de reírse, de
ridiculizar, de presentar como chiste creencias muy sagradas para la filiación
de fe de los musulmanes que no veían ninguna gracia a la puya constante sobre
su más sagrado profeta, como lo es Mahoma. El desenlace no sorprende a nadie con
un mínimo de sensatez, por la segunda gran expansión del islam en el siglo XX y
XXI de hecho, ya tiene lugar. La primera, del siglo VII, sentó su presencia
cultural, política y militar en la península ibérica y su reflujo 800 años
después fue un aporte total y vital a la cultura occidental y de la humanidad.
Nadie puede negar la presencia de los pueblos árabes en la cultura y la ciencia
y Europa Occidental es lo que es, gracias a los árabes. Pero la incultura es el
más grave problema de Europa. Se les olvida su pasado y todo lo que le deben a
la civilización islámica; porque en tanto los europeos se debatían en la
ignorancia y superstición de la Edad Media, en Córdoba, España los árabes
tenían la primera universidad occidental y practicaban las matemáticas, las
álgebras, la filosofía inspirada en los clásicos griegos, florecían también la
poesía en los inspirados versos de Mocadem de Cabra y Judá Levy. Bueno, los
europeos occidentales les deben mucho a los árabes pero se les ha olvidado por
asuntos de llana ignorancia, de esas naciones que se dicen tan civilizadas.
La paranoia terrorista por los asesinatos sacude la moral y la conciencia
de los europeos desinformados y de dudosa vocación democrática, quizá por eso
apareció Mariano Rajoy y Netanyahu encadenados de los brazos con el idiota
palestino de Abás. ¿Acaso hubo semejante solidaridad con los más de dos mil
palestinos asesinados hace menos de seis meses? Me temo que no. Y me preocupa
la desmemoria no solo francesa sino de la mayoría del mundo. Francia ha
organizado, armado y financiado generosamente al Ejército Libre de Siria que ha
matado a miles de ciudadanos de este país. Más lo que hacen con sus tropas en
Afganistán e Irak, o la ocupación de Mali y Ruanda.
No están a mano europeos y árabes con esos de sus muertos. La resta es
pasmosamente desproporcionada en relación con los doce franceses caídos. Y la
revista testaruda o quizá envalentonada por los apoyos masivos en las calles de
París incurre en la misma provocación: ridiculizar al caro profeta de la fe
musulmana, por lo que no esperen otra cosa que más de lo mismo, pues aquél que
siembra tormentas cosechará, inevitablemente, tempestades.
Es asunto de respetar, lector amigo, para que la paz sea posible. De
lo contrario las consecuencias serán devastadoras.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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