domingo, 8 de noviembre de 2015

El plan funcionó a la perfección, el comediante llega al poder

El arribo de Jimmy Morales al poder no constituye sorpresa alguna, todo esto fue parte de un plan bien elaborado desde Washington. Morales no fue encontrado en su camino por el movimiento anticorrupción, él estaba a la expectativa listo para saltar al entarimado en el momento oportuno y montar su show  del político no tradicional, inexperto, y no manchado por la corrupción.


EL PLAN FUNCIONÓ A LA PERFECCIÓN,
EL COMEDIANTE LLEGA AL PODER


La Cuna del Sol

Por esta época hace un año, nadie esperaba o se imaginaba que un casi total desconocido en el sórdido mundo de la política guatemalteca, de forma apabullante venciera a su rival en el balotaje final de las elecciones presidenciales del 25 de octubre y se convirtiera en el próximo presidente de Guatemala. Aunque este escenario haya sido trabajado con anticipación por quienes han movido los hilos tras bambalinas, nadie, ni ensueños, se imaginaban semejante desenlace. Sin embargo, en un país donde una línea muy tenue separa lo inverosímil de la realidad, Jimmy Morales, el comediante evangélico conservador, nacionalista, sin ninguna experiencia política previa, pero con la bendición de Dios, de los militares más retrógrados, de las fuerzas paramilitares de las PAC y del también inverosímil pueblo de Guatemala, que recién había provocado la caída de un presidente militar, está próximo a ceñirse la banda presidencial por los siguientes cuatro años.

Lejos de ser una sorpresa, la repentina irrupción de Morales en la contienda electoral en el preciso momento en que se iniciaba el movimiento de protesta social contra la corrupción en el gobierno y que exigía las cabezas del binomio presidencial Pérez-Baldetti, obedeció más bien a un plan perfectamente articulado desde las instancias del poder hegemónico asentado en Washington, con el motivo ulterior de crear las condiciones para reafirmar su dominio sobre el patio trasero.  Todo funcionó a la perfección. Los oportunos destapes de la CICIG sobre la rampante corrupción del Estado, la activa participación de la fiscalía a cargo de una funcionaria vinculada al partido de gobierno -el derechista Partido Patriota de Pérez Molina y Roxana Baldetti, el activismo generado en las redes sociales, fueron elementos que coincidieron para dar lugar al surgimiento “espontaneo” del movimiento de protesta no violento -estilo revolución de color- sobre cuyo lema central del “basta ya” a la corrupción del gobierno, surge la figura de Jimmy Morales  con su discurso de “ni corrupto, ni ladrón”. Fue esa imagen bien trabajada del político desconocido, no tradicional, “el outsider” (término favorito de los anglófilos en los medios de comunicación afines al proyecto de Jimmy), no contaminado por el virus de la corrupción de los políticos tradicionales, la que cautivó la atención y el voto de la gente harta e indignada del latrocinio perpetrado por las bandas de delincuentes enquistadas en las instituciones del Estado.

Pero ya enfocándonos en el plan, un aspecto que es importante mencionar es que en Guatemala como en otros lugares donde han tenido lugar revoluciones de colores, la presencia de funcionarios estadounidenses del alto rango manifestando su apoyo a las protestas ha sido una característica sobresaliente de las mismas. En este sentido, la participación directa del embajador estadounidense en Guatemala, haciendo las veces de procónsul, ha sido conspicua y evidenció no solo el grado de entrometimiento de los Estados Unidos en los asuntos internos de otro país, sino que al mismo tiempo dejó en claro su preocupación por que las cosas se dieran de acuerdo a lo planeado. Es decir, la caída del régimen corrupto de Pérez Molina y su posterior sustitución por un gobierno de transición que mantendría el sistema a flote mientras se llegaba a las ansiadas elecciones generales, en las que al novicio político y candidato abanderado de la campaña anticorrupción desatada contra dos de los principales contendientes, se le despejó el camino para erigirse como el triunfador.

Aunque no muchos concuerdan que lo sucedido en Guatemala fue un cambio de régimen o golpe blando orquestado por los EE.UU, la forma en cómo se sucedieron los eventos que culminaron con la defenestración de Pérez Molina, le dan mucha validez a esta hipótesis. Es muy fácil desestimar esto como una teoría de la conspiración, pero los hechos están ahí para ser analizados fríamente sin apasionamientos de ninguna clase. Hay que tener en cuenta que en la táctica de las revoluciones de colores, de acuerdo a Joaquín Flores y su excelente análisis del “Electric Yerevan” en Armenia, los países designados para el cambio de régimen no únicamente son aquellos con los cuales los EE.UU tiene relaciones problemáticas, también incluye países con los que generalmente mantiene relaciones amigables pero que rehúsan comprometerse con determinadas agendas que buscan transformar el balance de fuerzas de una región, como el caso de Mubarak en Egipto que se rehusó a interferir en Siria. En conclusión, añade Flores, la táctica de las revoluciones de colores es compatible con cualquier número de estrategias, y puede ser una parte en la producción de cualquier número de los resultados deseados, y como tal es un arma muy útil de poseer.

En el caso de Guatemala, se sabe que el país se encuentra en la zona inmediata de influencia de los EE.UU -su patio trasero- y por consiguiente sus relaciones con el gran poder hegemónico del norte tienden por lo general, por obediencia, a ser muy buenas. Históricamente todos los gobiernos guatemaltecos, a excepción del gobierno revolucionario de Jacobo Árbenz, han sido aliados naturales de los EE.UU y el gobierno de Pérez Molina no podía ser la excepción. El problema con Pérez Molina era que debido a su renuencia en acatar el pedido de la Casa Blanca para reinar sobre la corrupción e impunidad en su gobierno, lo había convertido en un presidente indeseable. Alguien que representaba un obstáculo para la buena marcha del plan Alianza para la Prosperidad concebido como una estrategia de seguridad (militarización) y desarrollo económico, mediante la cual los EE.UU buscan reafirmar su dominio en el llamado Triángulo Norte de Centro América. Esa es a la larga la razón del cambio de régimen perpetrado en Guatemala, situación que el defenestrado ex presidente Pérez Molina aduce ahora, fue una conspiración montada en su contra por los Estados Unidos.

Reflexionando sobre la táctica de la revoluciones de colores -avanzada por Gene Sharp en Darmouth y Harvard- como vehículo para el cambio de régimen, Joaquín Álvarez nos dice, que mediante esta táctica, los EE.UU pueden efectivamente ocultarse detrás de sí mismos, obrando para crear o al menos impulsar la misma situación la cual explotan posteriormente. Más adelante en su análisis, Flores indica que la gente por lo general entiende que un actor (tal como los EE.UU) puede beneficiarse al posicionarse detrás de un participante en un determinado conflicto. Pero la idea que un actor pueda simultáneamente generar el problema, provocar una reacción pública, y luego apoyar una solución previamente planeada que se ajuste a sus deseos, les parece a muchos difícil de entender o de naturaleza conspiratoria. De esta manera, argumenta Flores, los EE.UU pueden con un grado relativo de sigilo público, ser el promotor y el principal beneficiario, mientras simultáneamente hace uso del descontento público que esto lógicamente produce, como un vehículo para ejercer una presión prolongada sobre ese mismo gobierno, hasta e incluyendo el “cambio de régimen”.

Conocedor de que la corrupción es una característica sobresaliente que define el accionar de los gobiernos de turno en Guatemala, y que puede ser también su Talón de Aquiles para presionarlos, los Estados Unidos como parte de su cruzada anticorrupción global (Jimmy Morales declaró a Breibart News que su candidatura era parte del movimiento anticorrupción que está teniendo lugar en el mundo) decide hacer uso del tema de la corrupción como mecanismo para activar y manipular, a través de la CICIG y las redes sociales, la respuesta del público genuinamente descontento que no tardó en materializarse en un movimiento social de protesta -la Primavera Azul y Blanco- contra la corrupción en el gobierno que de inmediato contó con el apoyo abierto del embajador estadounidense y de otros funcionarios importantes del gobierno de Obama. Pérez Molina, en algún momento al servicio de los EE.UU como colaborador de la CIA, erróneamente decidió resistir las presiones y quemarse las manos, aunque finalmente terminó rindiéndose, cayendo en desgracia.  

Los EE.UU no solo fueron el promotor de la crisis política que ha sacudido a Guatemala, sino que ha resultado ser el gran beneficiario. Primero, a través del tema de la corrupción logra levantar un movimiento de protesta ciudadano vital para sus planes del cambio de régimen, segundo, subrepticiamente, a la sombra del movimiento de protesta, quita de en medio a  las figuras visibles de la estructura criminal que opera en el Estado que se creía intocable. Y tercero, se establece un gobierno de transición encabezado por gente de reconocida trayectoria ultraderechista que, entre otras cosas, se encargaría de prepararle la mesa al recién elegido presidente que llega sin plan de gobierno y cuyo discurso de “ni corrupto ni ladrón” que le valió para ganar la presidencia, guarda una enorme semejanza con el “no robo, no miento” del general genocida, cuyos camaradas en crímenes de lesa humanidad, están a la sombra de Jimmy. Esto presagia el establecimiento de un régimen de extrema derecha de carácter represivo que se encargará de responder militarmente cuando los verdaderos y nocivos efectos del plan Alianza para la Prosperidad, impulsado por los Estados Unidos y avalado por la oligarquía nacional, empiecen a generar el descontento entre las comunidades que resultaran directamente afectadas por la masiva presencia y la rapiña desmedida del capital foráneo en sectores como la minería, las hidroeléctricas y el agro negocio en gran escala.


El arribo de Jimmy Morales al poder no constituye sorpresa alguna, todo esto fue parte de un plan bien elaborado desde Washington. Morales no fue encontrado en su camino por el movimiento anticorrupción, él estaba a la expectativa listo para saltar al entarimado en el momento oportuno y montar su show  del político no tradicional, inexperto, y no manchado por la corrupción. Ahora bien, el hecho que Estados Unidos se haya decido por un candidato rodeado de los militares más reaccionarios, violadores de los derechos humanos y de otras personalidades con nexos con el crimen organizado y actos de corrupción, aparte de demostrar que la promoción de la democracia, los derechos humanos y la lucha contra la corrupción es pura retórica vacía que únicamente utiliza para generar situaciones de caos en aquellos países designados como blanco de sus operaciones desestabilizadoras, es por otra parte, una indicación que Estados Unidos le apuesta a los cuadros más reaccionarios de la derecha como estrategia imperialista para establecer su dominio sobre lo que sigue considerando como su patio trasero, sobre todo en los actuales momentos en los que busca contener la creciente presencia de Rusia y China en el Istmo Centroamericano y por ende en toda América Latina.






Publicado por La Cuna del Sol
USA. 

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