En un discurso en las
Universidad Estatal de Kansas en 1986, el Secretario Schultz planteó la
justificación de la agresión a Nicaragua, según lo que podría describirse como
“asistencia democrática” o “democratización por la fuerza”, dependiendo del
punto de vista.
LA DEMOCRACIA COMO PRETEXTO
PARA JUSTIFICAR LA AGRESIÓN
Por Brad Blankenship (AlMasdar
News)
A lo largo de la historia del colonialismo, numerosas potencias extranjeras
han anunciado en territorios coloniales políticas con pretensiones
civilizadoras (como la llamada “carga del hombre blanco” y otras ideas
similares). En Estados Unidos, no hace falta rebuscar para encontrar restos de
esa historia en políticas como la Doctrina Monroe, en la que Estados Unidos se
autoproclamó única potencia en el continente. La Doctrina del Destino
Manifiesto, que se entendía la expansión territorial como derecho fundamental
de Estados Unidos, es otra de las ideas que han marcado el discurso popular
estadounidense. Ambas ideas disfrutaron de gran apoyo y aprobación de las
instituciones de poder y de interés por parte de la sociedad estadounidense.
Los intereses contrapuestos surgidos después de la Segunda Guerra Mundial
dieron lugar a que tanto Estados Unidos como la Unión Soviética pusieran en
marcha sus propias misiones civilizadoras para establecer y expandir estados
que representaban sus propios intereses. Un interesante ejemplo de ese choque
de intereses es el caso de América Latina, y concretamente Nicaragua, país con
el que Estados Unidos había mantenido tradicionalmente lazos estrechos (como
resultado de la ya mencionada Doctrina Monroe), pero donde un movimiento
autóctono contaba con el apoyo de la Unión Soviética tras una injustificada
agresión estadounidense.
En un discurso en las Universidad Estatal de Kansas en 1986, el Secretario
Schultz planteó la justificación de dicha agresión, según lo que podría
describirse como “asistencia democrática” o “democratización por la fuerza”,
dependiendo del punto de vista. Schultz afirmó que la Unión Soviética y sus
satélites que se habían creído “inmunes a presiones populares” experimentaban
entonces olas de resistencia popular, por lo que Estados Unidos se encontraba
en posición de cultivar las semillas de la democracia en el extranjero y hacer
crecer los “ideales a los que nos sentimos tan cercanos”. Schultz propuso
numerosos ejemplos de cómo debería producirse su recomendación de asistir
militarmente a la oposición: venta de armas y otras formas de ayuda encubierta
de la CIA, planes que posteriormente se vieron realizados. Una parte
especialmente instructiva del discurso de Schultz es su afirmación de que “la
fuerza y la diplomacia van de la mano” (1).
Ese mismo año, en el caso “Nicaragua contra Estados Unidos” (1986), la
Corte Internacional de Justicia declaró a Estados Unidos culpable de actuar de
forma criminal al apoyar a la Contra frente el Gobierno de Nicaragua y por
minar las aguas territoriales nicaragüenses. El juez Schwebel, en su voto
particular, llamó la atención a la legalidad del apoyo sandinista a la
insurgencia en El Salvador, que luchaba contra el régimen financiado por
Estados Unidos. Concretamente, el juez afirmó que El Salvador, Honduras,
Guatemala y Costa Rica habían denunciado el comportamiento criminal de
Nicaragua en su apoyo de las rebeliones socialistas. Además, afirmó también que
los Sandinistas no cumplían con los estándares de sociedad libre y democrática
y se basaban en medidas autoritarias. El juez añadió también las
inconsistencias entre la representación nicaragüense, que había negado ante el
tribunal cualquier apoyo a las revoluciones, y la representación de Nicaragua
en la ONU, que había realizado afirmaciones opuestas (2).
Un año antes, la CIA había publicado un informe en el que explicaba, de
forma perfectamente detallada, el apoyo militar de la Unión Soviética a
Nicaragua. Según dicho informe, el apoyo soviético había aumentado en más de un
30% entre 1984 y 1986. Se apuntaba también que los asesores militares rusos se
encontraban sobre el terreno entrenando al ejército Sandinista (3).
En un estudio sobre las elecciones en Nicaragua realizado en 1984 y
publicado inmediatamente después de dichas elecciones, la Asociación de
Estudios Latinoamericanos (Latin American Studies Association, LASA) analizó
varias acusaciones planteadas por Estados Unidos y grupos de la oposición a los
sandinistas para desacreditar el proceso electoral. Ante las acusaciones de
falta de representación de muchos partidos políticos, LASA analizó al detalle
las elecciones para determinar qué partidos se registraron, cuáles abandonaron
y cuáles se negaron a presentar candidatos.
Estados Unidos empujó a Arturo Cruz, el candidato apoyado por Washington, a
abandonar la carrera electoral para desacreditar el proceso electoral y hacer
que pareciera injusto (4).
La realidad es que se trató de unas elecciones justas. De hecho, los
sandinistas financiaron y protegieron las campañas de sus opositores. Las
sanciones impuestas contra el Gobierno nicaragüense hizo necesario para su
defensa recurrir a Rusia, Cuba, Libia, República Democrática Alemana y otros
países, que a su vez sufrían dificultades esperando un ataque estadounidense.
De hecho, el motivo de unas elecciones libres celebradas tan rápidamente era la
esperada reelección de Ronald Reagan, a quien los sandinistas veían dispuesto a
librar una guerra contra su pueblo. No era un temor infundado, teniendo en cuenta
que la administración Reagan había financiado a grupos terroristas
antigubernamentales. Los regímenes de la región que habían condenado a los
sandinistas eran o marionetas de Estados Unidos que habían cometido atrocidades
contra su propio pueblo, como El Salvador, o respondían a la creciente
presencia militar, causada por la constante agresión estadounidense, directa o
utilizando a otros países.
Solo puede describirse como mínima la intervención soviética en la región,
provocada además por el intervencionismo estadounidense. En realidad, apenas
existió intervención. Hoy, académicos y publicistas de los principales medios
de comunicación podrán utilizar este ejemplo histórico como evidencia de la
amenaza exterior a las puertas del Imperio Americano. Lo que vemos en este
ejemplo es lo que vemos hoy en día: falsificación de los hechos para reforzar
la opinión pública y permitir la conquista sin oposición.
[1] Secretary Shultz “Moral
Principles and Strategic Interests: The Worldwide Movement Toward Democracy,”
State Dept. Bureau of Public Affairs, Current Policy no. 820, address at Kansas
State University, 14 de abril de 1986; LeMoyne, NYT, 7 de febrero de 1988.
[2] Dissenting Opinion of Judge
Schwebel, Nicaragua v. United States of America – Merits, ICJ, 27 de junio de
1986, Apéndice, párrafos. 15-8, 22-5.
[3] “Nicaragua: Soviet Bloc and
Radical Support for the Sandinista Regime.” Central Intelligence Agency, 1985.
[4] “The Electoral Process in Nicaragua,” LASA, 19 de noviembre de 1984.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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