lunes, 14 de marzo de 2016

Los reformismos de América del Sur, que han presumido de “revoluciones”, parecen asomarse al principio del fin

Hoy que los reformismos  -sin mala fe- se han querido aderezar como “revoluciones”,  de una manera un tanto pomposa e influidos por el rechazo a la violencia (eso lo practican las naciones pequeñas, porque las grandes invaden y matan) de los grandes colectivos sociales  de nuestra época, a través  de la acción del voto depositado en las urnas; de hecho, consciente o inconscientemente contraponen  las verdades históricas de que el mundo se ha construido después de la violencia con firmes y decididas acciones de paz.


LOS REFORMISMOS DE AMÉRICA DEL SUR,
QUE HAN PRESUMIDO DE “REVOLUCIONES”,
PARECEN ASOMARSE AL PRINCIPIO DEL FIN


Por Luciano Castro Barillas

Salvo un uso indirecto del lenguaje, que sea figurativo o literario; toda revolución, sea del signo político e ideológico que fuere; es un cambio violento de las instituciones políticas, económica y sociales del Estado. Los reformismos, por la profundidad que bien intencionadamente quieran darles a las direcciones políticas del momento, atacarán, siempre, con timidez; la contradicción fundamental de la sociedad, que es la riña eterna entre el capital y el trabajo.  De allí que la vida de los regímenes políticos de ese cuño siempre son imprevisibles porque la latencia capitalista está allí presente, larvaria y con capacidad reproductiva al momento en que como germen patógeno oportunista, aparecerá con virulencia ante un organismo social, económico y político debilitado.

De los muchos dictum clásicos marxistas sobre la toma del poder por la acción revolucionaria, merece especial atención en esta coyuntura el de la lucha de clases. Marx, gigante del intelecto y la honradez, fue honesto al afirmar que él no había inventado la teoría de la lucha de clases, únicamente las había redescubierto y posicionado como artefacto cultural y político­. Estaban allí, desde siempre, esas ideas, aunque desintelectualizadas y desorganizadas,  por los siglos de oscurantismo, aunque prestas a la hora de reactivación para servir como formidables herramientas teóricas y prácticas para la transformación de la realidad, de esa realidad mesosecular que le tocó vivir al capitalismo y su etapa de consolidación expansiva como lo fue el imperialismo.

Le tocó vivir a Marx las páginas más gloriosas de esa lucha de clases inicial ya teorizada entre el capital y el trabajo. No hubo desde el régimen esclavista, pasando por el régimen feudal y régimen capitalista que lo sustituyó; otro camino para resolver las contradicciones entre el capital y el trabajo, ni con la asesoría de Dios a los reformistas socialdemócratas que desatara el nudo gordiano de la producción social y la apropiación individual, sin que desatar ese nudo pudiera hacerse con palabras amables y nobles sentimientos. Solo hubo y habrá un camino: la lucha de clases a su más alto nivel: la lucha armada. ¿Trasnochada pretensión? Creo, personalmente, que nunca lo será. Porque hay que remitirnos a lo que dijo Acacio, el guardia pretoriano, dos mil años atrás: “Mientras los hombres sean como son, hay que mantener desenvainada la espada”. 

Hoy que los reformismos  -sin mala fe- se han querido aderezar como “revoluciones”,  de una manera un tanto pomposa e influidos por el rechazo a la violencia (eso lo practican las naciones pequeñas, porque las grandes invaden y matan) de los grandes colectivos sociales  de nuestra época, a través  de la acción del voto depositado en las urnas; de hecho, consciente o inconscientemente contraponen  las verdades históricas de que el mundo se ha construido después de la violencia con firmes y decididas acciones de paz. ¿Acaso no es la guerra la continuidad de la política por otros medios? ¿Acaso no es el aplastamiento del enemigo el que crea cultura y civilizaciones distintas? Toda guerra principia  -cierto también- y termina en la mesa de negociaciones. ¿Verdades imperturbables y perdurables la de los socialismo del siglo XXI de América del Sur? Apenas si llegan a los 20 años y ya están de bruces.

No habrá iniciativa política alguna que revierta en el actual momento la tendencia objetiva de la realidad, que es la inevitable restauración conservadora. El momento de la malsana restauración está en marcha, querámoslo o no. ¿Y quién tiene la culpa de lo que pasa? Todos. Directores y conductores políticos y el pueblo llano que supo hacer bien la desproletarización de su vida y compromiso con estos regímenes reformistas por muchas razones. Entre otras, una de muy alto nivel intelectual: no tener disponible la suficiente comida ni papel para la última consecuencia.

La revolución bolivariana a partir de diez años se burocratizó y a los diez ocho años empezó a escribir el principio del fin. Los excesos retóricos de cultor a la personalidad del difunto presidente Chávez promovidos por Maduro fueron, al final, insuficientes para obtener una victoria estrechísima contra la oposición, que de haber contado con un mes de propaganda electoral hubiera conseguido la victoria. Nadie quiso ver lo que pasaba al interior del corazón humano, de las grandes mayorías. Y de repente el cerotazo de la elección parlamentaria, que hizo que se dejaran de cantar de inmediato las glorias bolivarianas porque, no hay tal confusión del imperio a través de los medios (ni que fueran tan idiotas la mayoría de venezolanas o eso se les quiere decir cuando se afirma que fueron engañados). Es que no crearon las bases de toda revolución, por donde se empieza: un fuerte mercado interno para que los bienes  y servicios básicos abunden y todo mundo esté contento.

Hoy se inventan paliativos, como las unidades de producción agrícola urbanas, cuando ya el mal está hecho. Y van camino en las próximas elecciones a la derrota, si no es que antes Maduro sale por encargo del imperio, tal como parece ser. La lección es la siguiente: o se hacen verdaderas transformaciones revolucionarias de la sociedad o se opta por el reformismo, que por sí mismo se agota, porque la cuerda espiritual de esos regímenes no ha dado, ni dará para mucho, como lo ha demostrado la historia.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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