La reacción de Rusia fue
categórica rechazando la prolongación de las sanciones como una política miope
de Bruselas, e ilegales desde el punto de vista de las leyes internacionales.
Para el Kremlin es un absurdo relacionar estas medidas discriminatorias contra
Rusia que no es parte del conflicto
domestico de Ucrania con la implementación de los acuerdos de Minsk, sobre todo
cuando es obvio que es la falta de voluntad política de Kiev para cumplir con
sus compromisos
AL PROLONGAR LAS SANCIONES ECONÓMICAS
LA UNIÓN EUROPEA
PREFIERE CONTINUAR EN LA
RUTA DEL ENFRENTAMIENTO CON RUSIA
Después de conocerse los resultados del referendo del Brexit del 23 de
junio 2016, los críticos del presidente Putin en occidente se apresuraron a
declarar, tal como lo había hecho con anterioridad el primer ministro británico
David Cameron, que Putin era el más feliz con los resultados del referendo,
implicando con ello que la salida de Gran Bretaña de la asociación europea
dejaría en su camino una UE débil y dócil con la que Rusia podría lidiar a su conveniencia,
específicamente en el caso de la eliminación de las sanciones económicas
impuestas a Rusia a raíz de la crisis en Ucrania. Sin embargo, todas esas aseveraciones,
hechas más con la intención de continuar con la demonización del presidente
Putin y ofuscar las causas de la confrontación con Rusia, quedaron muy pronto en
entredicho por la propia actuación de la Unión Europea en el tema de la
continuacion de las sanciones contra Rusia.
Efectivamente, el 1º de julio la Unión
Europea anunció oficialmente su decisión de extender las sanciones económicas
contra Rusia por un periodo de 6 meses hasta finales de enero 2017. La decisión
de la UE, que no fue ninguna sorpresa, se fundamenta en el falso pretexto del
incumplimiento de Rusia en la implementación de los acuerdos de Minsk,
establecidos con el propósito de
solucionar el conflicto en la región del
Donbas en Ucrania. La reacción de Rusia fue categórica rechazando la
prolongación de las sanciones como una política miope de Bruselas, e ilegales
desde el punto de vista de las leyes internacionales. Para el Kremlin es un
absurdo relacionar estas medidas discriminatorias contra Rusia que no es parte del conflicto domestico de
Ucrania con la implementación de los acuerdos de Minsk, sobre todo cuando es
obvio que es la falta de voluntad política de Kiev para cumplir con sus
compromisos. En efecto, aducen los rusos, la UE ha convertido las relaciones
UE-Rusia en rehén de las irresponsables maniobras políticas de las autoridades
de Kiev.
Y aunque Rusia ha señalado que las sanciones han fracasado en lograr
resultados políticos tangibles para la UE y solo han servido para golpear las
economías europeas, es evidente la frustración que ha causado en Moscú esta última
decisión de la UE. Sobre todo si se toma en cuenta el gran esfuerzo diplomático
desplegado por Rusia especialmente con aquellos países miembros de la unión que
podrían finalmente adoptar una clara posición en favor de levantar las
sanciones. Desafortunadamente para la diplomacia rusa su intento fracasó, ya
que países como Francia e Italia que a nivel de sus senados habían adoptado
resoluciones en favor de levantar el bloqueo, al igual que lo hicieron
influyentes líderes europeos en su capacidad individual, llegado el momento de
la verdad en Bruselas, ninguno tuvo la valentía de manifestar su oposición a la
continuidad de las sanciones, lo que habría implicado el rompimiento del
consenso en la UE.
La frustración y el enojo en Moscú es palpable, pues al final y después de
un arduo trabajo diplomático, llegando incluso al otorgamiento de un lucrativo
contrato por valor de 1,500 millones de dólares a Italia que se pensaba tenía
el potencial de romper el consenso en Bruselas, todo quedó en la nada pues la
UE escogió continuar con su equivocada lógica de la contención y la confrontación
en contra de Rusia. En Moscú se sospecha con mucho enojo que podría ser la
canciller de Alemania, Ángela Merkel la que estaría liderando todo el complot
en contra de Rusia en la UE. Sus credenciales de atlantista incorregible y
furibunda rusofoba en línea con la estrategia anti-Rusia de Washington, le dan
credibilidad a la sospecha rusa. Sin embargo, todo el mundo entiende que son
los EE.UU quienes se encargan de mantener el consenso en la UE, o sea presionar
o amenazar a sus miembros para impedir que alguno de ellos pueda romperlo y
hacer tambalear todo el edificio de la estrategia anti-Rusia desarrollada por
los EE.UU. El gobierno de Obama entiende que en todo esto cuenta con la
entusiasta colaboración de la señora Merkel quien manifiestamente ha expresado
su deseo por colaborar con el liderazgo trasatlántico de los EE.UU.
Es muy importante tener en cuenta que para Obama y lo que resta de su
presidencia el seguir manteniendo la tirantez y el tono antagonista en la
relaciones entre Rusia y la UE ha sido un éxito de su política anti-Rusia. Esta
situación de antagonismo crea el telón de fondo ideal para que la OTAN pueda
continuar reforzando el cerco militar en las proximidades de la frontera de
Rusia, mientras que al mismo tiempo le permite a Washington sumarse al Kremlin en
aquellos asuntos de su vital interés, como la guerra contra el Emirato Islámico
en Siria.
En la Casa Blanca existe la determinación de seguir presionando
incesantemente a Rusia para que modifique sus políticas que la administración
de Obama cataloga como revanchistas y agresivas. Por su parte Rusia ha dicho
que es inútil creer que las medidas que se han tomado en su contra, como el
embargo económico, harán cambiar su política exterior. El gobierno de Obama
estima que la mejor forma de contener el errático comportamiento de Rusia es a
través del endurecimiento del castigo que se está aplicando al oso ruso. Poco o
ningún impacto positivo han generado en Washington los deseos demostrados de
Rusia de cooperar, ya sea en la solución del conflicto en Siria, como también en
Ucrania, o incluso en el Mar del Sur de
China donde Rusia se ha mostrado neutral en la confrontación entre los EE.UU y
China. Desafortunadamente par los rusos, nada de esto ha provocado un cambio de
actitud en el gobierno de Obama como para aminorar el volumen de la presión que
se le está obligando a soportar.
El presidente Vladimir Putin ha denunciado con fuerza la injusticia del
trato que se le está aplicando a Rusia, sus recientes declaraciones en Helsinki
sobre el cerco militar de la OTAN y la amenaza que representa para su país el
despliegue de sistemas de defensa de misiles en países como Rumania y Polonia
con el fin de neutralizar las capacidades nucleares de Rusia, indican la
preocupación y frustración del líder ruso con los que él llama sus “socios”
estadounidenses, a quienes, por otra parte acusa de no querer entablar un diálogo
sobre este asunto. Ante esta situación de creciente amenaza el presidente Putin
ha expresado que a Rusia no le queda otra alternativa que responder como
corresponde.
Los justos reclamos del presidente Putin parecen no hacer mella en la
determinación de Obama de hacer pagar a Rusia un precio alto por su rebeldía.
La continuidad de las sanciones económicas, el aumento del cerco militar de la
OTAN, que fue el tema principal en la recién finalizada cumbre de la
organización en Varsovia, más la amenaza de una nueva ofensiva militar de
Ucrania en la región del Donbas y las truculentas maniobras estadounidenses en
Siria buscando empantanar a Rusia en ese conflicto, son elementos que forman
parte de la estrategia de la administración de Obama que contempla, en el corto
periodo que le resta de su presidencia, dejar una Rusia abrumada en todos los
frentes, con el propósito de simplificarle a su sucesor o sucesora la tarea de
doblegar la resistencia de Rusia
Sin embargo, los EE.UU no son omnipotentes, y si el Brexit genera un
contagio provocando, por ejemplo, la salida de Francia (Frexit) esto podría
socavar la integridad de la OTAN y el rompimiento del consenso en contra de
Rusia en la UE. Algo de esto quedó de manifiesto en Varsovia donde el
presidente francés Hollande declaró que “la OTAN no tiene ningún papel en
absoluto en indicar cuáles deben ser las relaciones de Europa con Rusia”. “Para
Francia”, expresó Hollande, “Rusia no es un adversario, ni una amenaza”. Estas
expresiones del presidente francés podrían ser una indicación del resentimiento
existente contra las políticas de los
EE.UU de llevar hasta el límite las problemáticas relaciones entre Europa y Rusia.
Por otra parte, el tono abrupto de las palabras de Hollande en Varsovia delata
el recelo francés sobre un nuevo eje que está tomando forma entre los EE.UU y
Alemania, que dejaría a Francia al margen. Este nuevo eje es del supremo
interés de Washington sobre todo ahora que Gran Bretaña se está separando de la
UE. Para los EE.UU es imperativo impedir la formación de un eje ruso-germano que
ha sido el foco de la diplomacia del Kremlin como mecanismo para socavar el
dominio de los EE.UU-OTAN sobre Europa.
Que tanto podría el Brexit ayudar a Rusia a romper el consenso europeo es
un punto a debatir. En algunos sectores en Moscú existe, no sin merito, una
buena dosis de escepticismo en el sentido de que los EE.UU harán todo lo que
tengan que hacer con el fin de asegurarse de que su liderazgo trasatlántico se
mantenga intacto y así seguir profundizando su estrategia de la contención de
Rusia. Tomando en consideración que la UE y la OTAN son procesos
complementarios, inseparables, es inconcebible que Washington se permita el
lujo de observar impasiblemente como la UE se desintegra. En todo caso, de
darse una ruptura en el seno de la alianza occidental, la estrategia anti-Rusia
de los EE.UU recaería sobre un eje estadounidense-germano que es lo que
precisamente se viene trabajando ahora que el Brexit amenaza la “inseparable
alianza” entre los EE.UU y Gran Bretaña.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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