Fidel Castro fue un gigante
que caminó a través de dos siglos. Era un gigante de intelecto y humanidad,
cuya compasión por los oprimidos y su liberación de la explotación y la
hegemonía a causa del hombre era tan luminosa como en los días de su juventud.
Fidel fue una luz para el mundo, e incluso en la muerte resplandece su luz por
la justicia social. Ni siquiera sus formidables enemigos políticos pueden
disminuir a este radiante revolucionario.
AUN EN LA MUERTE FIDEL
CASTRO DESAFÍA
EL IMPERIALISMO DE LOS EE.UU
Por Finian Cunningham
A los 90 años, falleció Fidel Castro después de décadas de lucha heroica
por la justicia social, no sólo para su Cuba natal, sino para todas las
personas de todo el mundo. Incluso en su última década de enfermedad, el revolucionario
icónico todavía estuvo luchando activamente; escribiendo artículos sobre
política internacional y defendiendo la causa del socialismo.
La magnitud de su importancia histórica queda de manifiesto en el hecho de
que sobrevivió a 10 presidentes de Estados Unidos en el momento de su retiro
oficial de la política en 2008, debido al deterioro de su salud. Contando al titular Barack
Obama, la vida política de Fidel abarcó 11 presidencias de los Estados Unidos.
Todos ellos dirigieron una política bárbara para estrangular económicamente a Cuba
con un bloqueo comercial sobre la pequeña nación caribeña. Varios de estos líderes
estadounidenses autorizaron planes criminales para asesinar a Fidel e incitar
al cambio de régimen. Todos fracasaron. Castro los derrotó a todos y murió
pacíficamente en su cama habiendo vivido su vida al máximo.
A medida que las noticias de su muerte reverberaban en todo el mundo,
incluso los países occidentales que habían conspirado en mayor o menor medida
para frustrar la revolución cubana, se vieron obligados a reconocer el
imponente legado de Fidel. Las noticias en los canales fueron interrumpidas con
«noticias de última hora» a cerca de su muerte. La estadounidense CNN y la BBC
de Gran Bretaña publicaron inmediatamente retratos biográficos del hombre y su
pasado revolucionario. Entre los predecibles desaires que hacían referencia a
una «figura autoritaria», incluso los propagandistas occidentales debieron
admitir que Fidel liberó a su pueblo de la miseria y la pobreza, legando a Cuba
con un desarrollo social inmenso y, lo que es más importante aún, dotando a los
pueblos del mundo de una inspiración monumental para esforzarse continuamente para
hacer de este mundo un lugar de justicia para todos. Defendió el socialismo
hasta el final, al tiempo que denunciaba la explotación capitalista, la
destrucción y su guerra imperialista.
Dos titulares matinales sobre su muerte fueron prominentes. El Washington
Post no podía abstenerse de denigrarlo: «El ex dictador cubano Fidel Castro ha
muerto». El uso de la palabra «dictador» era fútil y, sin duda, con la
intención de perjudicar la grandeza del hombre, incluso en el momento de su muerte.
El New York Times parecía un poco más magnánimo con su titular: «Fidel
Castro murió a los 90 años. El revolucionario cubano fue un enemigo de 11
presidentes estadounidenses».
Pero sus floridas palabras de aparente tributo contenían el veneno de la
difamación. El Times de Nueva York atribuyó al «ardiente apóstol de la
revolución» el haber «traído la Guerra Fría al hemisferio occidental en 1959...
y empujar brevemente al mundo al borde de la guerra nuclear [en 1962]».
No fue Castro quien trajo la Guerra Fría al Hemisferio Occidental, ni tampoco
fue él quien casi provocó la guerra nuclear. En ambos casos, fueron los
gobiernos de los Estados Unidos. Sin embargo, insidiosamente, los medios de
comunicación estadounidenses atribuyen a Fidel la maldad de sus propios gobiernos.
En 1960, meses después de que Fidel derrocó al corrupto dictador Fulgencio
Batista, el líder de la revolución hizo una visita oficial a Estados Unidos en
un gesto de amistad regional. Pero fue desairado por el entonces presidente
Eisenhower quien se negó a reunirse con él.
Eisenhower promulgó entonces embargos diplomáticos y comerciales contra
Cuba en venganza por las políticas económicas de Fidel dirigidas a sacar a la
mayoría de los cubanos de décadas de pobreza inducida por Estados Unidos.
En abril de 1961, bajo la nueva presidencia de John F. Kennedy, la CIA y el
Pentágono lanzaron la invasión de Bahía de Cochinos con un ejército mercenario
privado compuesto por leales de Batista. JFK dio marcha atrás al ataque militar
a gran escala, y las fuerzas de Fidel eventualmente derrotaron a los atacantes.
La CIA y los exiliados cubanos nunca perdonaron a JFK por esta
"traición" y en venganza le explotaron la cabeza al presidente
mientras su caravana pasaba por Dallas el 22 de noviembre de 1963.
Contrariamente al retrato anterior en el NY Times, fueron los EE.UU bajo
Eisenhower y posteriormente Kennedy, los que trajeron la Guerra Fría al
Hemisferio Occidental, no Fidel Castro.
Si Castro respondió a la agresión estadounidense abrazando a la Unión
Soviética y sus misiles nucleares, fue evidentemente una política de
autodefensa. La crisis de los misiles cubanos en octubre de 1962, cuando JFK y
el líder soviético Nikita Khrushchev se encararon en un dramático enfrentamiento
nuclear, fue como resultado de que Estados Unidos ya había emprendido una
política de guerra contra Cuba. La instalación de armas nucleares soviéticas en
territorio cubano, a 90 millas del territorio continental de los Estados Unidos,
fue en primer lugar, un acto legítimo de soberanía del gobierno cubano y, en
segundo lugar, un acto razonable de legítima defensa ante la agresión criminal estadounidense
del año anterior en la Bahía de Cochinos.
De nuevo, no fue Fidel Castro quien <<llevó al mundo al borde de la
guerra nuclear>>. Fue la política agresiva de Estados Unidos hacia una
nación empobrecida recientemente independiente, cuyo pueblo ejerció su derecho
a la autodeterminación apoyando un gobierno socialista.
A la arrogancia oficial estadounidense le gusta recitar que JFK obligó a
los soviéticos a retirar sus misiles nucleares de Cuba. Pero un hecho
importante que se soslaya es que el acuerdo para evitar la guerra nuclear,
elaborado por Kennedy y Khrushchev, se basó en el compromiso de Estados Unidos
de abandonar sus planes de guerra encubierta contra Cuba.
Estados Unidos nunca cumplió completamente con su promesa de dejar a Cuba
en paz. Los intentos de asesinato contra Castro y otros líderes cubanos
continuaron durante las subsiguientes administraciones estadounidenses, al
igual que otros actos de sabotaje y terrorismo de estado, como el derribo de un
avión civil cubano en 1976. El embargo impuesto por Estados Unidos a la nación
isleña de 11 millones de habitantes que comenzó en 1961, continúa hasta el día
de hoy bajo el gobierno de Barack Obama, aunque con un ligero -algunos dirían
«cosmético»- relajamiento.
Sin embargo, una pequeña consideración que se obtuvo del "borde de la
guerra nuclear" en 1962, fue que Estados Unidos desistió de repetir el
tipo de agresión manifiesta que se presenció en la Bahía de Cochinos.
Fidel Castro fue un gigante que caminó a través de dos siglos. Era un
gigante de intelecto y humanidad, cuya compasión por los oprimidos y su
liberación de la explotación y la hegemonía a causa del hombre era tan luminosa
como en los días de su juventud. Fidel fue una luz para el mundo, e incluso en
la muerte resplandece su luz por la justicia social. Ni siquiera sus formidables
enemigos políticos pueden disminuir a este radiante revolucionario.
El NY Times dijo que "atormentó a 11 presidentes de Estados
Unidos". Es otro intento despreciable de difamación. Fidel no los acosaba;
él trascendió a todos ellos y sus esquemas malévolos con una humanidad que
eclipsa su corrupción.
De su espléndido legado, tal vez un atributo es que la vida y la lucha de
Fidel demuestran con claridad elocuente la naturaleza agresiva, destructiva y
belicista del sistema político estadounidense. Durante su vida, el mundo pudo
ver claramente que, a pesar de los intentos de difamar, fueron los gobiernos
estadounidenses los que desataron la hostilidad de la Guerra Fría y que fueron de
sobra temerarios criminales como para empujar el mundo a una guerra nuclear.
Esta es una lección histórica legada por Fidel, que es tan importante ahora
como lo fue entonces.
La agresión que Estados Unidos infligió a Cuba está vigente hoy en su
beligerancia hacia Rusia, China o cualquier otro país que desafíe su conducta
hegemónica. Comprender la historia de Cuba y la desafiante revolución de Fidel
Castro nos permite comprender la causa real y los culpables de la agresión en
el mundo actual.
Aun en la muerte, el espíritu revolucionario de Fidel vive, enseña,
inspira.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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