De la serie Diario de un
Escribiente
ENSAYOS DE MANUEL JOSÉ ARCE
TINAJAS
Pedro Sicay:
Mire usted qué cosa: usted es alfarero y su mujer está estrenando una
tinaja plástica.
Resulta más barato para todos y además no se quiebra y pesa menos.
-Estos es en bien del pueblo.
A no ser los turistas -y lo dudo- ,
nadie más va a comprarle sus tinajas de barro en las que el agua tiene sabor de
nacimiento en las montaña.
-Esas son babosadas.
Las suyas, además, salen más caras. ¿Qué van a hacer ustedes, todos los
alfareros, todos los indios que modelan barro como hace dos mil años sus
abuelos? ¿Por qué no montan una fábrica inmensa de tinajas de plástico y entran
al juego de la competencia?
-Tal vez un banco les otorgue un crédito…
O en último caso, pueden buscar trabajo en fábricas de plástico existentes,
aunque dudo que alcancen las plazas para todos los indios alfareros. ¿Qué se va
a hacer, Pedro Sicay, qué hacemos?
Y todo es culpa del subdesarrollo…
ESTATUA
Pedro Sicay:
Usted, frente a la Aurora, con ojos desconfiados siente el gran jet que
pasa partiendo en dos su tarde de domingo. ¡Cuánto hace que llegó a la capital!
Para el servicio, dice. Y aquí se fue quedando. Se volvió marrullero. Aprendió
cosas que en el monte no sirven para nada; vender chicles, manías y cigarros,
robar carteras, aguantar el hambre, ir a la zarabanda los domingos y dormir en
los quicios de las puertas.
Últimamente dio en la charamila
-pasó la chiricuta, por supuesto-. Claro. Se siente mal. Arden las
tripas. Un cuajarón de sangre se le sube. Y el IGSS no lo recibe. No está
afiliado, dicen.
Bueno, Pedro Sicay, no más remedios: muérase despacito, aquí, cómodamente,
frente a la estatua de Tecún Umán (el de las plumas verdes, verdes, verdes) que
fundió para usted Gonzalo Goyri.
CARTA
Tengo treinta y cinco años y sueño escribir versos.
Un día de estos me moriré y dejaré (además de los zapatos, los hijos y las
deudas) lo que escribí cuando estuve vivo. Muchas veces he dicho lo que siento
de gente como usted, Pedro Sicay, que vive en una aldea, un caserío, de no sé
cuál municipio. He sentido que tengo el deber de decir que no soporto que
usted, Pedro Sicay, viva con su familia de ese modo. Las gentes me hacen caras,
me han quitado el saludo y me han considerado un enemigo. Jamás le he
aconsejado que tome su machete y que vuele cabezas. Me he dicho simplemente,
que me duele que usted, Pedro Sicay, y su familia vivan de esa manera. Que su
mujer, después de trece partos, tenga
vivo tres hijos y que éstos, a su vez, estén enfermos. Y que usted llore cuando
se emborracha, en vez de estar alegre.
Tengo treinta y cinco años, Pedro Sicay; he hablado mucho de gente como
usted y de usted mismo. De mí, también.
Pero sucede que me voy a morir un día de éstos y usted también, sin que
sepa leer lo que yo he escrito. Yo, yo sin saber lo que usted piensa.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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