sábado, 17 de febrero de 2018

Cuestión de opiniones

Dos extremos han desvirtuado la validez de la opinión: por una parte, las comanditas del mutuo bombo, del elogio recíproco; las conspiraciones del silencio.


CUESTIÓN DE OPINIONES


Por Manuel José Arce
(De la serie “El Solar Conocido”)

¡Qué difícil resulta opinar en este tiempo!
               
Todos sabemos que, hasta cierto punto, la opinión personal puede alcanzar determinada influencia en la opinión colectiva cuando se divulga con alcance colectivo.
               
Si en días pasados me quejé de la nula aceptación que las opiniones desinteresadas  -la mía en cuenta-  pudieran tener, fue porque en torno a esta tarea de opinar se han enturbiado y desviado las aguas.
               
Quiero agradecer, de paso, la estimulante y comprensiva carta de la señora Thelma Avila de Paredes, carta que tuvo la virtud de levantarme el ánimo en momentos de incertidumbre en relación con mi cotidiano hacer de columnista.
               
Dos extremos han desvirtuado la validez de la opinión: por una parte, las comanditas del mutuo bombo, del elogio recíproco; las conspiraciones del silencio.
               
En todo esto entra en juego la condición de propaganda que la opinión pública puede llegar a tener. O se defiende o se ataca, o se elogia o se desacredita, injustificadamente, por estrategia, por consigna, por “cuestión de línea”, de “grupo”, de “partido”, de “fafa”.
               
Es decir, se pierde el carácter imparcial de la opinión, se tuerce la objetividad crítica, se anula el valor social de la opinión.
               
Nos encontramos divididos en bandos ferozmente antagónicos, en cuya diferencia priva el fanatismo, la pasión de bando, los intereses de poder, de posición, de plata, todo, menos la razón.
               
Y la opinión, si no es producto de la razón y de la serenidad, no puede tener validez. La opinión si está solo funda en los intereses, en la pasión o en el fanatismo, tampoco puede tener validez.
               
Dentro del tal  contexto, qué difícil resulta opinar.
               
Si la opinión señala y censura errores, de inmediato aparece  -por parte del criticado-  el argumento de que tal opinión es un ataque y que hay ocultos móviles detrás de los razonamientos.

Si la opinión es favorable, los adversarios ciegos de la persona o de la institución juzgadas, argumentarán parcialidad, venta, móviles o intenciones dudosas.

Todo ello denuncia lo mucho que la opinión supuestamente personal se ha desacreditado por la frecuente simulación propagandística. Todo ello es índice de la actitud de prevención que hay contra toda opinión que no coincida totalmente con las pasiones, los fanatismos, los intereses sectarios.


Y, naturalmente, qué duro resulta querer mantener una actitud imparcial, serena, objetiva. Qué solo se queda el individuo con su dignidad, con su opinión, con su honestidad y su desinterés.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario