MACRON ESTÁ SIENDO CASTIGADO POR DONALD TRUMP
POR MEDIO DE LOS CHALECOS AMARILLOS
Por Luciano Castro Barillas
En política no hay movimientos espontaneístas, químicamente puros. Todos tienen liderazgos o dirigencias ocultas. Extremismos más que todo de derecha muy interesados en sembrar el caos, la zozobra y la inestabilidad. Son liderazgos no tan visualizados. No tan expuestos, como conviene a este tipo de movimientos. Estos movimientos “espontáneos” son motivados en ocasiones por causas nacionales profundas de hartazgo por una política tradicional que sirve a las elites políticas y económicas y que no toma en cuenta las necesidades y urgencias de las grandes mayorías. Las políticas neoliberales o ultramonetaristas privilegian el dinero, la ganancia, por encima de todas las necesidades sociales como alimentos, vivienda, educación, etc. Entonces que mejor sino acudir a la insumisión ciudadana y coger un pretexto, una excusa, por aquí, por allá; de las tantas que pone en bandeja la contradicción fundamental capitalista. Lío por el ingreso entre dos clases sociales antagónicas: los capitalistas y los trabajadores.
La protesta no va más allá en términos políticos porque ningún movimiento revolucionario puede salir a luz sin previa organización. En cuatro semanas que llevan los chalecos amarillos en las calles de París, principalmente, y en otras ciudades del interior de Francia donde se han tomado carreteras, autopistas y rotondas. Pero no hay que confundirse con esta algarada, con este tumulto de revoltosos, con una acción cuestionadora del sistema de hondo calado, de necesaria profundidad. No es así. Es el desfogue emocional de sectores social y económicamente deprimidos afectados por la subida de precio del gasoil o diesel, el cual no solo lo utiliza el transporte pesado para el transporte de mercancías, sino los coches familiares para desplazarse hacia sus centros de trabajo y consiguiente retorno al hogar al terminar su jornada laboral. En Francia no tienen la misma preocupación ambiental como en Alemania por las emisiones de gases de monóxido de carbono.
En Francia ha dejado de gustarles este presidente que hizo ofrecimientos de una vida mejor dentro de la órbita neoliberal y los resultados saltan a la vista con el encarecimiento de la vida en Francia en el consumo de bienes y servicios. Los lemas revolucionarios confunden a alguien que, confundido, cree que está a las puertas de una revolución cuando pintarrajea sobre las paredes del Arco del Triunfo, símbolo de la república francesa, una frase antisistema: ¡Estamos contra el capitalismo!. Nada más lejano. Hay mucha inconformidad porque Macron, el supuestamente educado caballero francés, los ha tratado de manera degradante, insultativa y humillante. O afirma inequívocamente: “Dinero lo hay en las arcas de la patronal! La movida de Macron de retirar la medida de incremento del gasoil es tardía, porque luego de cuatro semanas de indiferencia y represión (mil detenidos y 400 interrogados, heridos con balas de goma e intoxicados con gases lacrimógenos, más comercios cerrados y bienes particulares destruidos). O gritar, entonando La Marsellesa en la plaza de La Bastilla ¡Fuera Macron! O ¡Aquí decapitamos a los nobles de Francia! Nada será perdurable.
Marine Le Pen, la ultraderechista se frota las manos porque caiga su medio hermano ideológico y Jean-Luc Málenchon el socialista, porque ese movimiento sea el punto de partido para reformas profundas. Los movimientos espontáneos, nos enseña el marxismo, crecen como la espuma y el otro día están al nivel de agua, totalmente deshechos. Sencillamente porque no tienen dirección ni conducción, son inconformidades sociales de gran envergadura, grandes, con gran fuerza; pero sin una dirigencia que les dé dirección y conducción. Ese es el problema. Pero hay algo que si nos enseñan estos movimientos espontáneos de gran empuje inicial: ante los capitalistas, no pueden manejarse las reivindicaciones con pacifismos extremos. Se necesita la fuerza, cómo si no, la violencia. De lo contrario ni te escuchan, ni te oyen. Esa es la lección por aprender. Francia estará en paz en no muchos días y Trump muy satisfecho de poner en orden a su insubordinado: no tiene por qué Macron apoyar el acuerdo nuclear suscrito con Irán hace algunos años, ni tiene que estar pensando en un ejército europeo. Y, claro, no sería un triunfo del pueblo francés movilizado, sino de Donald Trump, ese don ridículo del tupé pintado y fijado con abundante laca.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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