Año tras año, el 9/11 es
esencialmente una ceremonia ritual del “tienes derecho a aceptar solo la
versión oficial”, aunque la evidencia generalizada sugiere que el gobierno de
EE.UU sabía que el 9/11 sucedería y no hizo nada por evitarlo.
TODOS SOMOS REHENES DEL 9/11
Por Pepe Escobar
Pakistaníes levantan sus armas en la ciudad fronteriza de Bajour mientras
gritan consignas antiestadounidenses antes de partir hacia Afganistán en
octubre de 2001. Miles de personas de esta zona tribal se unen a los talibanes
en su "guerra santa" contra Estados Unidos. Foto: AFP / Tariq Mahmood.
Después de años de informar sobre la Gran Guerra contra el Terrorismo,
muchas preguntas relacionadas con los ataques en Estados Unidos siguen sin
esclarecerse.
Afganistán fue bombardeado e invadido a causa del 9/11. Estuve allí desde
el principio, incluso antes del 11 de septiembre. El 20 de agosto de 2001,
entrevisté al comandante Ahmad Shah Massoud, el "León de Panjshir",
quien me habló a cerca de una "alianza impía" de los talibanes,
al-Qaeda y el ISI (inteligencia paquistaní).
De regreso en Peshawar, me enteré de que algo muy importante estaba por
suceder: mi artículo fue publicado por Asia Times el 30 de agosto. El
comandante Massoud fue asesinado el 9 de septiembre: recibí un breve correo
electrónico de una fuente de Panjshir, que solamente decía: "le han
disparado al comandante”. Dos días después, ocurrió el 9/11.
Y, sin embargo, el día anterior, nada menos que Osama bin Laden, en
persona, estaba en un hospital paquistaní en Rawalpindi, recibiendo
tratamiento, como informó la CBS. A las 11 am del 9/11 y sin ninguna investigación, Bin Laden era
proclamado el autor. No debería haber sido del todo difícil localizarlo en
Pakistán y "llevarlo ante la justicia".
En diciembre de 2001, me encontraba en Tora Bora siguiéndole la pista a Bin
Laden, bajo bombarderos B-52 y al lado de los muyahidines pashtunes.
Posteriormente, en 2011, reexaminaría el día en que Bin Laden desapareció para
siempre.
Un año después del 9/11, me encontraba de regreso Afganistán para una
investigación a fondo sobre el asesinato de Massoud. Para entonces, era posible
establecer una conexión saudita: la carta de presentación de los asesinos de
Massoud, que se hicieron pasar por periodistas, fue facilitada por el
comandante Sayyaf, un agente saudí.
Durante tres años mi vida giró en torno a la Guerra Global contra el Terrorismo;
la mayor parte del tiempo viví literalmente viajando, en Afganistán, Pakistán,
Irán, Irak, el Golfo Pérsico y Bruselas. Al comienzo de "Shock and
Awe" en Iraq, en marzo de 2003, Asia Times publicó mi investigación
detallada sobre como los neoconservadores fraguaron la guerra contra Iraq.
En 2004, en un recorrido por los Estados Unidos, examine de nuevo el viaje
de los talibanes a Texas y cómo una de las principales prioridades, desde los
años de Clinton hasta los neoconservadores, era lo que yo había bautizado como
"Pipelineistan" -en este caso, cómo construir el gasoducto
Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India (TAPI), sorteando a Irán y Rusia, y
extendiendo el control estadounidense sobre Asia Central y Meridional.
Posteriormente, ahondé sobre aquellas preguntas complicadas que la Comisión
del 9/11 nunca abordó, y cómo la campaña de reelección de Bush de 2004 estuvo
totalmente condicionada y subordinada al 9/11.
Michael Ruppert, un delator de la CIA, que puede o no haberse suicidado en
2014, fue uno de los principales analistas del 9/11. Intercambiamos mucha
información, y siempre enfatizamos los mismos puntos: Afganistán tenía que ver
con heroína (existente) y oleoductos (inexistentes).
En 2011, el fallecido Bob Parry se encargaría de desacreditar muchas de las
mentiras sobre Afganistán. Y en 2017, me encargué de pormenorizar sobre una de
las principales razones por las que Estados Unidos nunca abandonará Afganistán:
la línea de la ruta de la heroína.
Actualmente, el presidente Trump parece haber vislumbrado un posible
acuerdo afgano -que los talibanes, que controlan dos tercios del país, están
resueltos a rechazar, ya que permite la retirada de solo 5,000 de los 13,000
soldados estadounidenses. Además, el "Estado Profundo" estadounidense
está absolutamente en contra de cualquier acuerdo, así como la India y el
precario gobierno de Kabul.
Pero Pakistán y China están a favor, sobre todo porque Pekín planea
incorporar a Kabul en el Corredor Económico China-Pakistán y que Afganistán sea
admitido como miembro de la Organización de Cooperación de Shanghái, de esta
manera conectando el Hindu Kush y el Paso Khyber al proceso de integración en
curso de Eurasia. .
Suplicando por un nuevo Pearl
Harbor
Dieciocho años después del hecho que cambió la reglas del juego, todos
continuamos siendo rehenes del 9/11. Los neoconservadores estadounidenses,
agrupados en el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, habían estado rezando
por un "Pearl Harbor" para reorientar la política exterior
estadounidense desde 1997. Sus suplicas fueron respondidas más allá de lo que
alguna vez se imaginaron.
Con anterioridad en The Grand Chessboard, también publicado en 1997, el ex
asesor de seguridad nacional y cofundador de la Comisión Trilateral, Zbigniew
Brzezinski, nominalmente no un neoconservador, había señalado que el público
estadounidense "apoyó la participación de Estados Unidos en la Segunda
Guerra Mundial en gran parte debido al efecto de la conmoción del ataque
japonés a Pearl Harbor”.
Por lo tanto, añadió Brzezinski, Estados Unidos "puede que tenga más
dificultades para lograr un consenso sobre temas de política exterior, excepto
en el caso de una amenaza externa directa realmente significativa y ampliamente
percibida".
Considerado como un ataque al suelo patrio, el 9/11 generó la Guerra
Mundial contra el Terrorismo, lanzada a las 11 de la noche del mismo día,
inicialmente bautizada como "The Long War" por el Pentágono, luego suavizada
como Operaciones de Contingencia en Ultramar por la administración de Obama.
Esto costó billones de dólares, mató a más de medio millón de personas y mutó
en guerras ilegales contra siete naciones musulmanas, todas justificadas por
"razones humanitarias" y supuestamente respaldadas por la "comunidad
internacional".
Año tras año, el 9/11 es esencialmente una ceremonia ritual del “tienes
derecho a aceptar solo la versión oficial”, aunque la evidencia generalizada
sugiere que el gobierno de EE.UU sabía que el 9/11 sucedería y no hizo nada por
evitarlo.
Tres días después del 9/11, el Frankfurter Allgemeine Zeitung informó que
en junio de 2001, la inteligencia alemana advirtió a la CIA que terroristas del
Medio Oriente "planeaban secuestrar aviones comerciales para usarlos como
armas para atacar símbolos importantes de la cultura estadounidense e
israelí".
En agosto de 2001, el presidente Putin ordenó a la inteligencia rusa que le
dijera al gobierno de los Estados Unidos "de la manera más enérgica
posible" sobre ataques inminentes en aeropuertos y edificios
gubernamentales, reveló MSNBC en una entrevista con Putin que se transmitió el
15 de septiembre de ese año.
Ninguna agencia del gobierno de EE.UU ha publicado información alguna sobre
quién utilizó el conocimiento previo del 9/11 en los mercados financieros. El
Congreso de los Estados Unidos ni siquiera planteó el tema. En Alemania, el
periodista de investigación financiera, Lars Schall, ha estado trabajando durante
años en un estudio extenso que detalla en gran medida el uso de información privilegiada
antes del 9/11.
Mientras NORAD duerme
Desacreditar la inmutable versión oficial del 9/11 sigue siendo el último
tabú. Cientos de arquitectos e ingenieros involucrados en una refutación
técnica meticulosa de todos los aspectos de la historia oficial del 9/11 son
desestimados como "teóricos de la conspiración".
En contraposición, el escepticismo arraigado en la tradición griega y
latina ha producido posiblemente el mejor documental del 9/11: Zero, una
producción italiana. Como también lo es, probablemente el libro más estimulante
sobre el 9/11: El mito del 11 de septiembre, de Roberto Quaglia, que ofrece una
historia delicadamente matizada del 9/11 como un mito estructurado como una
película. El libro se convirtió en un gran éxito en Europa del Este.
Interrogantes cruciales sugieren que es bastante creíble la existencia de sospechosos
a ser investigados con respecto al 9/11, más que los 19 árabes con navajas
multiusos. Hace diez años, en Asia Times, formulé 50 preguntas, algunas de
ellas muy detalladas, sobre el 9/11. Después de las peticiones y sugerencias de
los lectores, agregué 20 más. Ninguna de estas preguntas fueron abordadas de
manera convincente, mucho menos respondidas, por la versión oficial.
A la opinión pública mundial se le ha hecho creer que en la mañana del 9/11
cuatro aviones, presumiblemente secuestrados por 19 árabes con navajas
multiusos, viajaron sin ser molestados, durante dos horas, a través del espacio
aéreo más controlado del planeta, supervisado por la maquinaria militar más
devastadora de la historia.
El vuelo 11 de American Airlines se desvió de su trayectoria a las 8:13
a.m. y se estrelló contra la primera torre del World Trade Center a las 8:57
a.m. Solo hasta las 8.46 a.m., el NORAD, el Comando de Defensa Aeroespacial de
América del Norte, ordenó que dos interceptores F-15 despegaran de la base
militar Otis.
Por una extraña coincidencia, en la mañana del 9/11 el Pentágono realizaba
un simulacro de guerra, por lo que los radares de los controladores aéreos
pueden que hayan registrado solo "señales fantasma" de aviones
inexistentes simulando un ataque aéreo. Bueno, fue mucho más complicado que
eso, como lo demostraron pilotos profesionales.
“Angel era el siguiente”
A la opinión pública mundial también se le ha hecho creer que un Boeing
757, con una envergadura de 38 metros, logró penetrar en el Pentágono a través
de un agujero de seis metros de ancho y a la altura del primer piso. Un Boeing
757 con el tren de aterrizaje tiene 13 metros de altura. Los aviones de pasajeros electrónicamente rehúsan chocar, por lo que es
toda una hazaña lograr que un avión vuele entre cinco a 10 metros por encima
del suelo, con el tren de aterrizaje desplegado, a una velocidad de 800
kilómetros por hora.
De acuerdo al relato oficial, el Boeing 757 literalmente se pulverizó. Sin
embargo, incluso después de la pulverización, logró perforar seis paredes de
tres anillos del Pentágono, dejando un agujero de dos metros de ancho en la
última pared pero dañando levemente el segundo y el tercer anillo. La versión
oficial es que el agujero fue causado por la nariz del avión –todavía bastante
difícil incluso después de la pulverización. Sin embargo, el resto del avión -una
masa de 100 toneladas viajando a 800 kilómetros por hora- se detuvo
milagrosamente en el primer anillo.
Todo eso sucedió bajo el mando de un tal Hani Hanjour, quien tres semanas
antes había sido juzgado por sus instructores de vuelo como incapaz de pilotear
un Cessna. Hanjour, sin embargo, logró ejecutar un descenso en espiral ultrarrápido
a 270 grados, nivelándose a un máximo de 10 metros sobre el suelo, calibrando minuciosamente
la trayectoria y manteniendo una velocidad de crucero de aproximadamente 800
kilómetros por hora.
A las 9.37 a.m., Hanjour impactó precisamente la oficina de analistas de
presupuesto del Pentágono, donde todos estaban ocupados trabajando en la
misteriosa desaparición de no menos de $ 2.3 billones que el secretario de
Defensa Donald "Known Unknows" Rumsfeld, en conferencia de prensa el
día anterior, dijo que no podía ser rastreado. Así que no solo los Boeings se
pulverizaron dentro del Pentágono.
A la opinión pública mundial también se le ha hecho creer que el 9/11 la
física newtoniana fue suspendida como un bono especial para el WTC 1 y WTC 2 (sin
mencionar el WTC 7, que ni siquiera fue impactado por avión alguno). La torre del
WTC (de 411 metros de altura) que se desplomó más lentamente tardó 10 segundos
en caer, desde el punto de inmovilidad. Lo que quiere decir que cayó a una
velocidad de 148 kilómetros por hora. Teniendo en cuenta el tiempo de
aceleración inicial, fue una caída libre, sin que el corazón de la estructura
de la torre, compuesto por 47 enormes vigas verticales de acero sirviera de obstáculo.
A la opinión pública mundial también se le ha hecho creer que el vuelo 93
de United Airlines de 150 toneladas de peso, con 45 personas a bordo, 200
asientos, equipaje, una envergadura de 38 metros, se estrelló en un campo en Pennsylvania
y también literalmente se pulverizó, desapareciendo completamente dentro de un
agujero de seis metros por tres metros de ancho y solo dos metros de
profundidad.
Repentinamente, Air Force One, era "el único avión en el cielo".
El coronel Mark Tillman, que estaba a bordo, recordó: "Recibimos este
informe de que hay una llamada que dice que ‘Angel’ era el siguiente. Nadie
sabe realmente de dónde vino el comentario: fue mal traducido o embrollado en la
Casa Blanca, la Sala de Crisis, los operadores de radio. ‘Ángel’ era nuestro
nombre en clave. El hecho que supieran sobre "Ángel", en verdad,
tenías que ser parte del círculo íntimo".
Esto significa que 19 árabes con navajas multiusos, y sobre todo quienes
estaban a cargo de ellos, seguramente deben haber sido parte "del círculo
íntimo". Desde luego, esto nunca fue investigado a fondo.
Ya en 1997, Brzezinski había advertido, "es imperativo que ningún
rival eurasiático emerja capaz de dominar Eurasia y, por lo tanto, también
desafiar a Estados Unidos".
Al final, para la gran frustración de los neoconservadores estadounidenses,
toda la vocinglería del 9/11 y de la Guerra Global contra el Terrorismo/Operaciones
de Contingencia en Ultramar, en menos de dos décadas, terminaron
transformándose no solo en un adversario sino en una asociación estratégica
entre Rusia y China. Este es el verdadero "enemigo", no Al Qaeda, un débil
producto de la imaginación de la CIA, rehabilitado y suavizado como
"rebeldes moderados" en Siria.
Publicado por La Cuna del Sol
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