El manejo de la
pandemia del coronavirus se le está yendo totalmente de las manos al presidente
de Guatemala, Alejandro Giammattei, quien lidera en su calidad de presidente de
la Nación, la lucha contra la mortal enfermedad.
A LAS PUERTAS DEL CAOS
SANITARIO
EN GUATEMALA CON LA
COVID-19
Por Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
El manejo de la pandemia del coronavirus se le
está yendo totalmente de las manos al presidente de Guatemala, Alejandro
Giammattei, quien lidera en su calidad de presidente de la Nación, la lucha
contra la mortal enfermedad. Pareciera que sus más cercanos colaboradores no
tienen la inspiración para trabajar con denuedo y responsabilidad en estos
momentos en que la curva de contagios va, sin contratiempos, para arriba.
Cualquier lugar o sitio es fuente de contagio en los actuales momentos en el
país, desde los hospitales, pasando por la Intendencia de Administración
Tributaria, SAT, que es la institución de los recaudadores de impuestos de
Guatemala, el Ministerio Público, tiendas de barrios, mercados y, en fin, todo
lugar donde se mueven o concentran seres humanos.
Y ante la presión de las cámaras empresariales
que están urgidas de hacer negocios y “mantener el empleo”, el presidente
y sus colaboradores hacen ensayos para crear la nueva normalidad, pero
cometiendo un gravísimo error, como Donald Trump en los Estados Unidos: iniciar
desescalada de los confinamientos y restricciones, aunque sin aplanar la curva,
es decir, que los contagios alcancen un punto estacionario o que vayan en
descenso. En Guatemala esta semana que termina se vio marcada por la gran
cantidad de contagios y fallecimientos diarios, muchos o quizá demasiado para
este país que llega ya a los 9,000 contagiados. Con una red hospitalaria
colapsada por todo. Médicos y personal auxiliar trabajando largas horas de
trabajo sin la debida protección y que ha dado como resultado a decenas de
operadores sanitarios infectados. Personal contratado para los nuevos
hospitales a los cuales luego de tres meses no se les hace efectivo su salario,
cuando debiera este sector de trabajadores públicos ser los más estimulados no
solo con un mejor salario pagado con puntualidad, sino además dotados con otros
incentivos para alentarlos a seguir laborando en las condiciones precarias en
que desempeñan su trabajo.
La burocracia nacional no facilita las cosas
sino que las complica, indiferente, ajena, insensible y a contrapelo de la
voluntad de las más altas autoridades ejecutivas, según dan a entender el
presidente y ministros relacionados. ¿Cuánto hay de cierto? Pues ahora muchos
aspectos del tratamiento que tienen las autoridades contra la pandemia se están
poniendo en duda, al punto que el jefe de epidemiología del Ministerio de
Salud, el doctor Manuel Sagastume, ha renunciado a su cargo por algo
escandaloso: el gobierno oculta la cifra de muertos y contagiados. Es una
denuncia grave que nos indica que los términos de la pandemia están mucho más
graves de lo que se declara oficialmente. Y los dineros fluyen por miles de
millones desde hace tres meses, lo último hace 72 horas fue el préstamo
otorgado por el Fondo Monetario Internacional por más de cuatro mil millones de
quetzales.
La danza de los millones de quetzales no acaba,
pero ese dinero se esfuma, no se sabe para dónde coge, porque la red
hospitalaria, para la que está destinado ese dinero, parece hundirse cada día
más. El dinero llega a cuentagotas y los casos de corrupción, esa dinámica de
mucha fuerza en países como el nuestro, parece tener una fuerza irresistible.
Los ciudadanos cooperan poco y los jóvenes y viejos están inclinados a
quebrantar la ley, verbigracia el caso de los niños fresas de la
burguesía cuyos nenes ya aburridos de algunas restricciones que observan
relajadamente, la noche del viernes se desenfrenaron, desfogaron a lo loco en
una fiesta clandestina en el exclusivo sector de la ciudad llamado Condado
Concepción (porque hasta allí llega la enajenación de las clases
poseedoras guatemaltecas de pretender tener condados como en los Estados
Unidos) en una barahúnda tal, con el apadrinamiento del diablo, donde
jovencitas de 16 o 17 años, a lo sumo, engullían con fruición, con muchas
ganas, grandes garrafones de licor.
Y así está todo en el país. Comuneros indígenas
quichés de Nahualá y Santa María Ixtahuacán matándose desde hace más de un
siglo por pedazos de tierra, sin que se aplaquen unos ni otros, sin que salga a
relucir por ningún lado la hermandad y los lazos de sangre
ancestrales. En San Pablo Jocopilas, violando la ley y la dignidad
humana, los pobladores no permitieron enterrar en el cementerio, como es
debido, a un ciudadano fallecido por coronavirus. Le dieron un puesto en un
lugar para su entierro: el basurero de San Pablo Jocopilas. ¿Qué nos pasa? Nos
pasa mucho. Es una nación que está arrumbada, entre las cosas de poca utilidad,
en el rincón de la indiferencia, el individualismo y la total falta de humanidad.
Guatemala ya no sirve, o quizá desde ya hace muchos años los guatemaltecos no
servimos, y hasta hoy ante la pandemia nos estamos dando mejor cuenta de eso.
Publicado por La Cuna del Sol
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