martes, 1 de septiembre de 2020

Un diablo llamado Uribe

Ahora, los gringos parecen estar cansados del caudillo chiquitín y han desclasificado lo que siempre se supo y ahora es oficial: Alvaro Uribe, ese hijito de puta, es un paramilitar consagrado, respetado por los bandidos y que no ha pasado de moda.

 

UN DIABLO LLAMADO URIBE



Por Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
La Cuna del Sol

Todo un señorito de la oligarquía colombiana. Sus primeros años de formación transcurrieron entre Medellín y las fincas de su familia. Era un chiquitín muy listo, inteligente, aplicado en sus estudios y de gran voluntad. Su talle menudo no le hacía atraso para nada. Se graduó como el mejor bachiller de su promoción y luego como un competente abogado, cuyo ejercicio profesional fue bastante corto. Muy joven se interesó en la política y era de filiación liberal. Ni por asomo se intuía que al paso de los años iba a militar con espanto de la mano de los mafiosos Salvatore Mancuso y Carlos Castaño, dos auténticos maniáticos de la violencia paramilitar que desangró a diferentes sectores de la sociedad colombiana, entre otros, indígenas, afrocolombianos, izquierdistas y promotores de los derechos humanos. No jalaba el gatillo personalmente, pero le gustaba que otros sin ningún asco ni remordimiento lo hicieran.

A su paso como gobernador del departamento de Antioquia y alcalde de Medellín fue pensando seriamente en la cámara senatorial y por supuesto en la presidencia de la república, aspiración que tuvo lugar del 2002 al 2010, pues fue reelecto con presidente, previamente haber manipulado algunas reformas constitucionales.

Su ambición política sin límites y sustentada en una política antidemocrática, cuyo brazo armado era un grupo heterogéneo, y al mismo tiempo el mismo. En primer lugar, el paramilitarismo, como fuerza más importante para vencer a la guerrilla de las FARC y el ELN. El narcotráfico que era la arteria nutritiva económica que pagaba sueldos a ese ejército irregular y aportaba en menor grado hombres, asesinos, que se sumaban en contra de la lucha revolucionaria. Otra fuerza militar y política de menor escala, pero sí muy útil, fueron los grupos de limpieza social y los mafiosos criminales. Cuatro fuerzas armadas que se confabularon siempre en contra de las negociaciones de paz y luego en contra de la implementación de los Acuerdos de Paz, cuando ésta ya se había suscrito con el respaldo de la comunidad internacional.

La vida de Colombia, de su sociedad, siempre estuvo marcada por la violencia y ni proyectos políticos liberales como el de Luis Carlos Galán o Pizarro iban a ser tolerados, mucho menos acuerdos suscritos con revolucionarios marxistas. Colombia ha vivido, como Guatemala, en una crisis permanente. Nunca realmente ha tenido un período de paz. El eterno pleito, la lucha de clases, ha sido persistente y no tiene visos de aplacarse.

El uribismo (la ultraderecha) sigue estando presente en la vida de Colombia, pero ahora representado en ese pequeño caudillo reaccionario de nombre Álvaro Uribe, cuya tozudez en contra de la paz, la democracia y el mejoramiento social no tiene parangón en ningún país de América.  Este señor se ha ramificado, extendido, diversificado y son el mismo uribismo Juan Manuel Santos e Iván Duque. De hecho, son cuatro períodos ejerciendo el poder, con enfermizos egos de por medio, principalmente el mantenido con Juan Manuel Santos, pero en el fondo, a regañadientes y fingiendo una enemistad, contó con su aquiescencia.

Los Acuerdos de Paz se concibieron como la oportunidad de grandes negocios, de grandes inversiones y de amortiguación, no solución, de los grandes problemas sociales. Ahora, los gringos parecen estar cansados del caudillo chiquitín y han desclasificado lo que siempre se supo y ahora es oficial: Alvaro Uribe, ese hijito de puta, es un paramilitar consagrado, respetado por los bandidos y que no ha pasado de moda. Las Cortes colombianas tiemblan. La justicia vacila. Y lo imprevisible ocupa su lugar. Esa es la vida de Colombia, llena de realismos mágicos que siempre terminan en desencanto, al menos para los humildes.




Publicado por La Cuna del Sol

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