La propuesta de Biden es de largo alcance y su aprobación significaría un norme logro para un presidente que fue parte de un gobierno (el de Obama) que no tuvo el coraje de utilizar el poder político del que gozaba en ese momento para aprobar una reforma migratoria.
¿SE HARÁ REALIDAD EL PLAN DE
REFORMA MIGRATORIA DE BIDEN,
O SERÁ MÁS DE LO MISMO?
La Cuna del Sol
A diferencia de su antecesor, el ahora caído en desgracia Donald Trump, que
prometió limpiar el país de criminal
aliens, el recién estrenado presidente Joe Biden ha iniciado su mandato presentando
un plan que le otorgaría a los millones de inmigrantes indocumentados que
residen en el país la oportunidad de regularizar su situación migratoria. La
propuesta de Biden es de largo alcance y su aprobación significaría un norme logro para un presidente
que fue parte de un gobierno (el de Obama) que no tuvo el coraje de utilizar el
poder político del que gozaba en ese momento para aprobar una reforma
migratoria, terminando por doblegarse ante la oposición republicana que ni
siquiera llegó a aceptar las migajas a
las que quedaron reducidas sus grandes promesas de reforma migratoria integral.
Después de las desastrosas políticas antiinmigrantes implementadas por el
gobierno de Trump, cuyo enfoque principal fue acabar con la inmigración
indocumentada, el arribo de los demócratas a la Casa Blanca abre una ventana de
esperanza para la gran mayoría de personas que experimentaron días aciagos ante
la feroz embestida antiinmigrante desatada por Trump y los funcionarios de su
gobierno encargados de diseñar e implementar sus draconianas e inhumanas medidas.
Es por esa razón que el anuncio de la presentación de la propuesta de
legalización del presidente Joe Biden ha generado mucho entusiasmo y optimismo
en la comunidad inmigrante que espera que esta vez si se haga realidad su
anhelado sueño de la residencia legal. Lo que está por verse es si los
demócratas pueden materializar ese anhelo.
Sin embargo, debido a la
explosividad de la situación política que se vive actualmente en Estados
Unidos, más otros ingredientes como la crisis sanitaria a causa del COVID-19,
la crisis económica y el desempleo que golpea a grandes sectores de la
población, no será nada fácil lograr la aprobación de una propuesta de tal
magnitud. A lo anterior habrá que agregarle la complejidad del tema de la
inmigración ilegal, las posiciones encontradas que genera entre demócratas y republicanos,
y en la población en general, al grado que la mayoría de las propuestas
terminan diluyéndose en la nada. La última vez que un proyecto de legalización
pudo ser aprobado fue durante el gobierno de Ronald Reagan, en 1986, cuando
fueron legalizadas 3 millones de personas. Los sucesivos gobiernos fue poco o
nada lo que lograron, situación que ha desembocado en un impase con escasas
posibilidades de solución.
Nada augura que esta vez sea diferente, ya que a raíz de los últimos
acontecimientos que han estremecido a Washington, las animosidades y los
antagonismos se han agudizado aún más. Los demócratas van a tener que hacer
malabares para poder conseguir el apoyo de al menos 10 republicanos en el
Senado pues su tenue mayoría no le alcanza para convertir en ley el plan de
Biden. El juicio político a Trump complicara las cosas aún más, ya que los
republicanos, muchos de ellos sus fieles seguidores y furiosos antiinmigrantes,
en retribución rehusarían comprometerse en un proyecto que le otorgaría una
gran victoria a los demócratas y a Biden en particular, a quien de paso no
dejan de considerar como un presidente ilegitimo, por el supuesto fraude
electoral que le permitió arrebatarle la presidencia a Donal Trump.
La respuesta de los republicanos al plan de Biden no se hecho esperar,
denunciando el proyecto como “imposible”, “amnistía total”, o “amnistía masiva”.
Sin siquiera haberlo leído, mucho menos debatido lo declaraban un caso perdido.
Incluso, Stephen Miller, uno de los personajes más funestos del gobierno de
Trump y arquitecto de las más crueles políticas anti inmigrantes tuvo la osadía
de opinar contra el proyecto de legalización. Estas muestras iniciales de rechazo
son solo el preludio de lo que será la ofensiva en contra de la legalización de
los republicanos para obstaculizar o liquidar cualquier intento de los demócratas
por modificar el estatus migratorio de los millones de indocumentados que
residen en el país.
Será una larga batalla que decidirá no solo el futuro de millones de
personas que por décadas han vivido en la sombras con el estigma de la ilegalidad
sobre sus espaldas, sino que también la perspectivas de un país que tras el
desastre de la anterior administración, necesita corregir urgentemente el rumbo
de sus políticas migratorias, hoy más que nunca, cuando el país se encuentra
navegando en un mar tormentoso que amenaza con llevarse a pique al gran buque
estadounidense. No se trata de amnistiar a criminales, o de fronteras abiertas
de par en par, como argumentan los fanáticos religiosos de la ultra derecha
supremacista, sino de ser un poco más humanos y tratar con dignidad a aquellos
que han arriesgado todo para venir a este país en busca de un mejor futuro -“el
sueño americano”- y cuyo único delito ha sido trabajar duro sin importar las
condiciones en las que tengan que hacerlo.
Los demócratas tienen en sus manos la gran oportunidad de resolver de una vez por todas el viejo y complejo
problema de la inmigración indocumentada; un primer y gran paso en ese sentido
tendrá que ser el establecimiento de mecanismos adecuados para la legalización
de aquellos inmigrantes en condición de ilegalidad; la seguridad en las
fronteras y otras medidas para atenuar el flujo de migrantes al país son
prioritarias y deben ser atendidas como parte de una reforma integral que no
puede seguir siendo postergada. Sin embargo, no hay certeza que los demócratas
empujaran con todo para lograr la aprobación del plan de Biden, o si en su
defecto cederán ante el chantaje de los republicanos y terminaran conformándose
con pequeñas concesiones o migajas (como
DACA) que le lanzaran a los votantes latinos como grandes logros cuando en realidad
son una burla, una bofetada en el rostro a una comunidad que una y otra vez han
creído en sus grandes promesas.
Al final, es muy probable que todo continúe como antes, las grandes
propuestas serán solo eso ya que no trascenderán más allá, porque la cuestión
de la inmigración indocumentada se ha convertido en un problema que nadie
quiere resolver, no porque sea irresoluble, sino porque de por medio hay muchos
intereses políticos y económicos que prefieren que las cosas sigan como están.
La inmigración indocumentada es pues un asunto político y económico del que se
benefician tanto los políticos oportunistas que lo explotan impunemente, como
también los empresarios que tienen a su disposición una mano de obra barata y
dócil que no está en condiciones de exigir ningún derecho laboral. Por otra
parte es una mano de obra desechable, sujeta a la deportación, pero que constantemente
se está renovando con el constante arribo de nuevos inmigrantes indocumentados.
Es un interminable ciclo vicioso que genera grandes dividendos políticos y
económicos.
Publicado por La Cuna del Sol
No hay comentarios.:
Publicar un comentario