martes, 23 de febrero de 2021

¿Se hará realidad el plan de reforma migratoria de Biden?

La propuesta de Biden es de largo alcance y su aprobación significaría un norme logro para un presidente que fue parte de un gobierno (el de Obama) que no tuvo el coraje de utilizar el poder político del que gozaba en ese momento para aprobar una reforma migratoria.

 

¿SE HARÁ REALIDAD EL PLAN DE
REFORMA MIGRATORIA DE BIDEN,
O SERÁ MÁS DE LO MISMO?



La Cuna del Sol

A diferencia de su antecesor, el ahora caído en desgracia Donald Trump, que prometió limpiar el país de criminal aliens, el recién estrenado presidente Joe Biden ha iniciado su mandato presentando un plan que le otorgaría a los millones de inmigrantes indocumentados que residen en el país la oportunidad de regularizar su situación migratoria. La propuesta de Biden es de largo alcance y su aprobación  significaría un norme logro para un presidente que fue parte de un gobierno (el de Obama) que no tuvo el coraje de utilizar el poder político del que gozaba en ese momento para aprobar una reforma migratoria, terminando por doblegarse ante la oposición republicana que ni siquiera  llegó a aceptar las migajas a las que quedaron reducidas sus grandes promesas de reforma migratoria integral.

Después de las desastrosas políticas antiinmigrantes implementadas por el gobierno de Trump, cuyo enfoque principal fue acabar con la inmigración indocumentada, el arribo de los demócratas a la Casa Blanca abre una ventana de esperanza para la gran mayoría de personas que experimentaron días aciagos ante la feroz embestida antiinmigrante desatada por Trump y los funcionarios de su gobierno encargados de diseñar e implementar sus draconianas e inhumanas medidas. Es por esa razón que el anuncio de la presentación de la propuesta de legalización del presidente Joe Biden ha generado mucho entusiasmo y optimismo en la comunidad inmigrante que espera que esta vez si se haga realidad su anhelado sueño de la residencia legal. Lo que está por verse es si los demócratas pueden materializar ese anhelo.

Sin embargo,  debido a la explosividad de la situación política que se vive actualmente en Estados Unidos, más otros ingredientes como la crisis sanitaria a causa del COVID-19, la crisis económica y el desempleo que golpea a grandes sectores de la población, no será nada fácil lograr la aprobación de una propuesta de tal magnitud. A lo anterior habrá que agregarle la complejidad del tema de la inmigración ilegal, las posiciones encontradas que genera entre demócratas y republicanos, y en la población en general, al grado que la mayoría de las propuestas terminan diluyéndose en la nada. La última vez que un proyecto de legalización pudo ser aprobado fue durante el gobierno de Ronald Reagan, en 1986, cuando fueron legalizadas 3 millones de personas. Los sucesivos gobiernos fue poco o nada lo que lograron, situación que ha desembocado en un impase con escasas posibilidades de solución.

Nada augura que esta vez sea diferente, ya que a raíz de los últimos acontecimientos que han estremecido a Washington, las animosidades y los antagonismos se han agudizado aún más. Los demócratas van a tener que hacer malabares para poder conseguir el apoyo de al menos 10 republicanos en el Senado pues su tenue mayoría no le alcanza para convertir en ley el plan de Biden. El juicio político a Trump complicara las cosas aún más, ya que los republicanos, muchos de ellos sus fieles seguidores y furiosos antiinmigrantes, en retribución rehusarían comprometerse en un proyecto que le otorgaría una gran victoria a los demócratas y a Biden en particular, a quien de paso no dejan de considerar como un presidente ilegitimo, por el supuesto fraude electoral que le permitió arrebatarle la presidencia a Donal Trump.

La respuesta de los republicanos al plan de Biden no se hecho esperar, denunciando el proyecto como “imposible”, “amnistía total”, o “amnistía masiva”. Sin siquiera haberlo leído, mucho menos debatido lo declaraban un caso perdido. Incluso, Stephen Miller, uno de los personajes más funestos del gobierno de Trump y arquitecto de las más crueles políticas anti inmigrantes tuvo la osadía de opinar contra el proyecto de legalización. Estas muestras iniciales de rechazo son solo el preludio de lo que será la ofensiva en contra de la legalización de los republicanos para obstaculizar o liquidar cualquier intento de los demócratas por modificar el estatus migratorio de los millones de indocumentados que residen en el país.

Será una larga batalla que decidirá no solo el futuro de millones de personas que por décadas han vivido en la sombras con el estigma de la ilegalidad sobre sus espaldas, sino que también la perspectivas de un país que tras el desastre de la anterior administración, necesita corregir urgentemente el rumbo de sus políticas migratorias, hoy más que nunca, cuando el país se encuentra navegando en un mar tormentoso que amenaza con llevarse a pique al gran buque estadounidense. No se trata de amnistiar a criminales, o de fronteras abiertas de par en par, como argumentan los fanáticos religiosos de la ultra derecha supremacista, sino de ser un poco más humanos y tratar con dignidad a aquellos que han arriesgado todo para venir a este país en busca de un mejor futuro -“el sueño americano”- y cuyo único delito ha sido trabajar duro sin importar las condiciones en las que tengan que hacerlo.

Los demócratas tienen en sus manos la gran oportunidad de resolver  de una vez por todas el viejo y complejo problema de la inmigración indocumentada; un primer y gran paso en ese sentido tendrá que ser el establecimiento de mecanismos adecuados para la legalización de aquellos inmigrantes en condición de ilegalidad; la seguridad en las fronteras y otras medidas para atenuar el flujo de migrantes al país son prioritarias y deben ser atendidas como parte de una reforma integral que no puede seguir siendo postergada. Sin embargo, no hay certeza que los demócratas empujaran con todo para lograr la aprobación del plan de Biden, o si en su defecto cederán ante el chantaje de los republicanos y terminaran conformándose con pequeñas concesiones  o migajas (como DACA) que le lanzaran a los votantes latinos como grandes logros cuando en realidad son una burla, una bofetada en el rostro a una comunidad que una y otra vez han creído en sus grandes promesas.

Al final, es muy probable que todo continúe como antes, las grandes propuestas serán solo eso ya que no trascenderán más allá, porque la cuestión de la inmigración indocumentada se ha convertido en un problema que nadie quiere resolver, no porque sea irresoluble, sino porque de por medio hay muchos intereses políticos y económicos que prefieren que las cosas sigan como están. La inmigración indocumentada es pues un asunto político y económico del que se benefician tanto los políticos oportunistas que lo explotan impunemente, como también los empresarios que tienen a su disposición una mano de obra barata y dócil que no está en condiciones de exigir ningún derecho laboral. Por otra parte es una mano de obra desechable, sujeta a la deportación, pero que constantemente se está renovando con el constante arribo de nuevos inmigrantes indocumentados. Es un interminable ciclo vicioso que genera grandes dividendos políticos y económicos.




Publicado por La Cuna del Sol

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