sábado, 12 de noviembre de 2022

El viaje de Scholz a China levanta ampollas

Es evidente la angustia en Washington, ya que la visita de Scholz a China puede debilitar el diseño geopolítico de Estados Unidos para repetir la impresionante hazaña de la unidad occidental sobre Ucrania, si las tensiones estallan en Asia-Pacífico y China se ve obligada a actuar.

 

EL VIAJE DE SCHOLZ A CHINA
LEVANTA AMPOLLAS



M. K. Bhadrakumar
Indian Punchline

La diplomacia alemana exhibió un fascinante espectáculo de "contrastes" con la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, recibiendo a sus socios del G7 en Münster los días 3 y 4 de noviembre, mientras el canciller, Olaf Sholz,  abordaba un avión desde Berlín a Pekín para una visita de un día.

La foto mostraba al secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, flanqueando a Baerbock en la mesa principal, con la subsecretaria de Estado Victoria Nuland -más conocida como la maestra de ceremonias en el golpe de Estado del "Maidan" de 2014 en Kiev- mirando desde atrás.

Alemania está alcanzando los niveles del fotoperiodismo. Francamente, la foto no podría haber capturado de forma más significativa para la audiencia mundial, la doble personalidad de la diplomacia alemana, en momentos en que el actual gobierno de coalición tira en diferentes direcciones.

En definitiva, Baerbock, ha puesto de manifiesto su descontento con la visita de Scholz a China al reunirse con sus homólogos del G7 que piensan de manera similar. Se trata de un gesto excesivo, incluso según las normas de la política de coalición. Cuando el máximo dirigente de un país está de visita en el extranjero, una muestra de disonancia afecta negativamente la diplomacia.

Del mismo modo, los homólogos del G7 de Baerbock, decidieron no esperar el regreso de Scholz a casa. Aparentemente, tienen la mente cerrada y las noticias de las discusiones de Scholz en Pekín no cambiará eso.

Sin ninguna demora, Scholz,  debería pedir la dimisión de Baerbeck. Mejor aún, ésta debería presentar su dimisión. Pero ninguna de las dos cosas va a suceder.

Previo a su visita a China, Scholz, se enfrentó a duras críticas por emprender una misión de este tipo a Pekín con una delegación empresarial de poderosos directores ejecutivos alemanes. Evidentemente, la Administración Biden recurrió a Baerbock y a los influyentes círculos "atlantistas" integrados en la economía política alemana para que encabezaran el ataque.

¿Ha mordido Scholz más de lo que podía masticar? La respuesta depende de una contrapregunta: ¿Está Scholz contemplando un legado en la gran tradición de sus predecesores en el Partido Socialdemócrata, Willy Brandt (1969-1974), Helmut Schmidt (1974-1982)?

Estas dos figuras titánicas impulsaron iniciativas pioneras hacia la antigua Unión Soviética y China, respectivamente, en momentos decisivos de la historia moderna, desafiando las ataduras del atlantismo que frenaron la autonomía estratégica de Alemania y consignaron a ese país como subalterno en el sistema de alianzas liderado por Estados Unidos.

La diferencia fundamental hoy en día es que Brandt (que navegó la Ostpolitik ignorando las furiosas protestas estadounidenses por el primer gasoducto de la historia que conectaba los yacimientos de gas soviéticos con Alemania) y Schmidt (que aprovechó el momento para sacar provecho de la normalización entre Estados Unidos y China) -y también el canciller Gerhard Schroeder (1998-2005), que amplió y profundizó la expansión de las relaciones comerciales con Rusia y estableció una relación de trabajo sin precedentes con los dirigentes del Kremlin, para irritación de Washington- fueron líderes que mostraron firmeza.

Dicho de otro modo, todo depende de la voluntad colectiva de Alemania de romper el techo de cristal de la OTAN, que Lord Ismay, el primer secretario general de la Alianza, había resumido de forma sucinta como la intención de "mantener a la Unión Soviética fuera, a los norteamericanos dentro y a los alemanes abajo". Actualmente, la interacción de tres factores influye en la política alemana.

En primer lugar, la estrategia Indo-Pacífica. No nos equivoquemos, la guerra por delegación en Ucrania es un ensayo general del inevitable enfrentamiento entre Estados Unidos y China por la cuestión de Taiwán. En ambos casos, que involucran el equilibrio estratégico global, lo que está en juego es la hegemonía global de Estados Unidos y la multipolaridad en el orden mundial.

Alemania juega un papel fundamental en esta lucha histórica, no sólo por ocupar la extremadamente volátil posición en el centro de Europa, que también arrastra restos de la historia, sino por ser la potencia económica del continente en el umbral de convertirse en una superpotencia.

Es evidente la angustia en Washington, ya que la visita de Scholz a China puede debilitar el diseño geopolítico de Estados Unidos para repetir la impresionante hazaña de la unidad occidental sobre Ucrania, si las tensiones estallan en Asia-Pacífico y China se ve obligada a actuar.

Por supuesto, ninguna analogía es completa, ya que es poco probable que China opte por una operación militar especial gradual de 9 meses de duración para "triturar" al ejército taiwanés, similar a Rusia para destruir el Estado ucraniano. Será una guerra mundial desde el primer día.

Sin embargo, la analogía es completa, cuando se trata de las terribles sanciones  que la Administración Biden impondrá a China y el bandolerismo de la confiscación de los "activos congelados" de China (que superan el billón de dólares como mínimo), además de paralizar las cadenas de suministro de China.

Baste decir que una "estratagema al estilo Ucrania" en China, posee la clave para la perpetuación de la hegemonía global de los EE UU., ya que los activos financieros de China serían expropiados para revitalizar la maltrecha economía de los EE UU., mientras el estatus del dólar como moneda mundial y el neo-mercantilismo y el control del movimiento de capitales, etc. permanecen intactos.

En segundo lugar, una de las grandes victorias diplomáticas de la Administración Biden hasta ahora ha sido en la política transatlántica, donde logró consolidar su dominio sobre Europa al poner en el centro de la escena la cuestión de Rusia. Se avivaron los temores maniqueos de los países europeos a un resurgimiento histórico del poder ruso.

Después del famoso discurso del presidente Vladimir Putin en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en febrero de 2007, pocos esperaban un resurgimiento ruso en tan poco tiempo

La versión occidental en ese momento, era que Rusia simplemente carecía de la capacidad de regenerarse como potencia mundial, ya que la modernización militar de Rusia era inviable. Podría decirse que toda la diplomacia de la canciller Angela Merkel hacia Rusia (2005-2021) se fundamentó en esa versión simplista.

Por lo tanto, cuando Putin, inesperadamente anunció, en una reunión de la Junta del Ministerio de Defensa en Moscú, el 24 de diciembre de 2019, que Rusia se ha convertido en líder mundial en armamento hipersónico y que "ni un solo país posee armas hipersónicas, por no hablar de armas hipersónicas de alcance continental", Occidente lo escuchó con indisimulado horror.

El equipo de Biden aprovechó el profundo malestar en las capitales europeas para reunirlas y fomentar la "unidad occidental" respecto a Ucrania. Pero la visita de Scholz a Pekín ha abierto una brecha. Blinken se apresuró a volver a meter a Scholz en el redil.

En tercer lugar, tras lo anterior, una contradicción fundamental se hace presente en este momento cuando las "terribles sanciones" de Occidente contra Rusia han tenido un efecto bumerán sobre Europa, empujándola a la recesión. Alemania se ha sido golpeada severamente y se enfrenta al espectro del colapso de sectores enteros de su industria, con el consiguiente desempleo y la agitación social y política.

El milagro industrial alemán se basaba en la disponibilidad de un suministro de energía barato, ilimitado y garantizado desde Rusia, y la interrupción está causando graves estragos. Por si fuera poco, el sabotaje de los gasoductos Nord Stream descarta una reactivación del nexo energético entre Alemania y Rusia (que la opinión pública alemana favorece).

Sin duda, con todos los datos disponibles del lecho marino del Mar Báltico, Scholz tiene que estar muy consciente de las implicaciones geopolíticas de lo que Estados Unidos ha hecho a Alemania. Pero no está en condiciones de armar un escándalo y, en cambio, ha optado por interiorizar el sentimiento de amargura, sobre todo porque Alemania se encuentra hoy en la humillante posición de tener que comprar GNL a un precio espantosamente caro a empresas estadounidenses para sustituir el gas ruso (que EE UU. comercializa en Europa a precios entre tres y cuatro veces superiores al precio nacional).

La única opción que le queda a Alemania es contactar a China en una búsqueda desesperada por reactivar su economía. Por cierto, la misión de Scholz tenía como objetivo principal el traslado a China de las unidades de producción de BASF, la multinacional química alemana y el mayor productor de productos químicos del mundo, para que sus productos sigan siendo competitivos.

Sin embargo, es muy improbable que Washington le dé  carta blanca a Scholz. Afortunadamente para Washington, los socios de la coalición de Scholz -el Partido Verde (ecologista) y el neoliberal, Demócratas Libres (FDP)- son atlantistas sin ambages y también están dispuestos a jugar el juego estadounidense.

Brandt o Schroeder habrían contraatacado, pero Scholz no es un luchador callejero, aunque intuye el gran diseño de Estados Unidos de transformar a Alemania en un apéndice de la economía estadounidense e integrarla en una única cadena de suministro. En pocas palabras, Washington espera que Alemania sea una pieza indispensable en el engranaje del Occidente colectivo.

Mientras tanto, Washington goza de una posición ventajosa, ya que el sector corporativo alemán se encuentra muy dividido, con muchas empresas bien situadas para beneficiarse del cambio de modelo económico que Washington está promoviendo, mostrando reticencias para apoyar a Scholz, aunque él mismo sea un canciller al servicio de las corporaciones.

Estados Unidos tiene experiencia en explotar esas situaciones de "divide y vencerás". Al parecer, algunas empresas alemanas del sector de alta tecnología no aceptaron la invitación de Scholz para acompañarle a Pekín, entre ellas los directores generales de Mercedes-Benz, Bosch, Continental, Infineon, SAP y Thyssen Krupp.




Publicado por La Cuna del Sol

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