jueves, 10 de diciembre de 2015

Izquierdas 3 veces estúpidas: Francia, Argentina, Venezuela

Va siendo hora de que los comunistas cada vez tengamos más claro que una cosa son las izquierdas y otra muy distinta nosotros y que el camino de lucha hacia el socialismo pasa, de nuevo, como en el siglo XIX y en XX por diferenciarnos de ellas.


IZQUIERDAS 3 VECES ESTÚPIDAS:
FRANCIA, ARGENTINA, VENEZUELA



Hace algún tiempo que he decidido no fustigar a nadie con mis larguísimos textos de 11 a 16 páginas. Prometo cumplir la promesa también esta vez. En algún momento habré de recuperar aquellas largas reflexiones para mostrar que lo que parece evidente no lo es tanto, que vivimos bajo la lógica de las ideas dominantes del capital y trataré de desmontar sus falacias. Hoy será algo más apresurado. Una especie de lunch para adelantar algunas conclusiones sobre lo que le han pasado a las opciones “anticapitalistas” en estas breves y recientes semanas.

Grecia debió haber enseñado algo sobre la diferencia entre ganar unas elecciones y tomar el poder. Voy a aclarar por enésima vez qué es ocupar el poder:

“La Comuna ha demostrado, sobre todo “que la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines”. (Manifiesto Comunista. Marx y Engels. 1848).

“Si te fijas en el último capítulo de mi 18 Brumario, verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla. Y esta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente” (carta a Ludwing Kugelman. Karl Marx)

En esa carta fue donde Marx expresó la idea de “tomar el cielo por asalto” o “asaltar el cielo” -según traducciones- en referencia al intento de la clase obrera parisina de tomar el poder en la insurrección de la Comuna de París de 1848 al inicio de la II República Francesa. Obviamente no se refería a ninguna coleta que en año y medio pasó de incendiario del sistema a bombero preventivo de cualquier intención socialmente pirómana que pudiera aparecer en un hipotético futuro, razón por la cuál esta siendo recompensado por el capital y sus voceros.

Francia tras tal intento revolucionario, por incompleto que fuese, no ha conocido ningún otro momento que mereciese tal nombre, salvo para los hijos universitarios de la pequeña y mediana burguesía que empezaron una protesta más de indigestión que de rabia. Lo llamaron Mayo del 68 y se inició porque a los chicos de los colegios mayores no les dejaban pasar a follar con las chicas de las habitaciones cercanas. Tiempo libre+aburrimiento+rebeldía generacional (no revolución, que es otra cosa)+ “picores” acaban dando una revolución “al pedo”, que dirían los argentinos.

En nuestra Europa, a la clase trabajadora no le ha hablado nadie en muchos decenios, salvo para pedirle el voto (ya no la nombran para tal cosa) o pedirle los sindicatos mayoritarios que apoye una huelga que pronto abandonarán a la primera oferta de pacto social mínimamente ventajosa para la aristocracia obrera que dirige esas organizaciones.

Hoy Francia es un país que avanza hacia una fascistización moderna que guarda las formas del discurso; un fascismo que muchos tildarían de civilizado porque ya no viste de Hugo Boss sino de Cacharel; un fascismo que, como en los años 30 en Alemania, roba sus ideas a los comunistas. Con una terrible y desoladora diferencia: los supuestos comunistas oficiales y pseudoziquierdistas europeos han renunciado a las ideas que en el pasado defendieron los viejos comunistas y que denunciaron como intento de usurpación por parte del fascismo y del nazismo.

Hoy, mientras las izquierdas ex comunistas, los falsos izquierdistas y los social-liberales se han convertido en defensores del orden republicano y burgués, en Francia y en toda Europa los neofascistas y los neonazis aparecen como las voces que gritan la rabia social que ya las izquierdas de origen obrero no hacen.

Sí en 2013 el Front National defendía la salida de Francia de la OTAN, ¿creen ustedes que alguna de esas izquierdas defendía tal cosa? NO.

El Front National de Marine Le Pen postula la nacionalización de grandes sectores productivos, los impuestos a grandes fortunas,la salida de la UE y las coberturas sociales a los sectores más desprotegidos de la clase trabajadora.

No hay dirección política de la rabia desde las ex izquierdas francesas, hoy casi tan partidarias del orden republicano como los Republicanos de Sarkozy.

La ex izquierdas francesas, como las españolas, tampoco apelan a las necesidades subjetivas de la clase trabajadora ahora defienden un concepto vomitivamente neutro y burgués: los ciudadanos. Hace ya muchos años que Marx y Engels explicaron que la burguesía creaba conceptos universales, aparentemente para el conjunto social, con el fin de imponer sus propios intereses de clase. El ciudadanismo escamotea la existencia de clases sociales y sus antagonismos dentro de esa ciudadanía. ¿Les suena a los españoles de IU y de Podemos esta basura ideológica que les venden en torno a la Constitución sus partidos en lugar de hablar de explotación y de lucha de clases? De lo que en profundidad significan estos conceptos no podría hacer piedra de toque ningún partido fascista. He aquí un territorio de lucha política, si se quisiera defender y, si al hacerlo, no se estuviera defendiendo mera terminología vacía de contenido sino un proyecto de derribo del capitalismo.

El punto de antagonismo actual entre el fascismo europeo y la racionalidad es la xenofobia, el racismo y el antiislamismo de los que el Front National hace bandera.

Convertida en una corriente de opinión pequeñoburguesa, bienpensante y “civilizada”, la “izquierda sistémica” francesa, tan repulsiva y acobardada ideológicamente por el empuje reaccionario como la española y europea, recurre a los lugares comunes progres y “cumbayás”. Defiende, no a los árabes en tanto que tales, sino a los musulmanes, cuando pide laicismo interno en sus sociedades. Ignora que oponerse a la guerra de religiones no es aceptar que el fanatismo religioso cree “zonas liberadas” en las zonas deprimidas de las ciudades y abandona la visión unitaria de clase que impida que los desposeídos caigan en ocasiones en las peores respuestas posibles. Cuando no existe una voluntad laica de emancipación de la explotación capitalista y de voz para los marginados sociales que unifique a todos ellos por encima de credos, culturas y etnias, lo peor está por llegar.

Esa izquierda francesa. española y europea ha dado lugar, en el mejor de los casos, a un “Sos Racismo” moñas del tipo “no toques a mi amigo”. El día en el que el dirigente del mayor sindicato de cualquier país citados del continente sea un latinoamericano, un árabe o un africano habremos avanzado algo. Sobre todo si no se trata de un asunto cosmético sino consecuencia de que la clase trabajadora, la absolutamente mayoritaria, ya no distingue a los trabajadores por su procedencia sino por la fraternidad que les lleva a elegir a los mejores de la misma como sus dirigentes sin mirar de dónde vienen.

Resultado de todo ese comportamiento político de las “izquierdas sistémicas” francesas: 43% de obreros y 38% de empleados han votado al Front National francés.

Una clase obrera que está desapareciendo y una nueva clase trabajadora cada vez más amplia, como consecuencia de la proletarización de amplias capas profesionales, ya no se reconocen en unas izquierdas defensoras del "status quo" del orden burgués que se conforman con una crítica sin daño al poder del capital. Denunciar la ausencia de “justicia social” no es otra cosa que rogar redistribución de un Estado capitalista que ya ni puede ni quiere redistribuir, pero que no cuestiona la base elemental de la desigualdad: la propiedad privada de los medios de producción y distribución.

Sin integrar a todos los oprimidos, explotados, desposeídos en un proyecto emancipador que acabe con la miseria, la necesidad, la falta de perspectivas y horizontes vitales, sin darles una bandera por la que luchar con todas sus energías, voluntades y esperanzas no se sorprendan que abracen el fascismo y el yihadismo. Les da fuerza por la que morir, cuando una ideología humanista debiera dárselas por la que luchar.

Lo peor de todo es que esas izquierdas, y más aún una sociedad mentalmente entumecida y cómplice de sus verdugos mira al nuevo fascismo con la mentalidad de pensar que ya se han civilizado, en lugar de entender que necesitan tomarse su tiempo para derramar el tarro de sus esencias.

Y ahora hablemos de Argentina y Venezuela.

Saber que un tipo serio y con el intelecto muy bien amueblado como Lula da Silva ha dicho que “Podemos me recuerda los el PT de los orígenes en 1980, eso es lo que me parece ahora Podemos en Barcelona o Madrid” me hace pensar en el Lula de las luchas (cuya radicalidad y honradez ninguno de los dirigentes de Podemos alcanzaría) y en lo que ha acabado siendo su partido. Me recuerda al “OTAN de entrada no” de Felipe González y a la asistencia a la reunión antiyihadista de Madrid con Podemos de asistente pero sin su firma o al “le dí caladas -al canuto de hierba- pero no me tragué el humo” de Bill Clinton. La misma estrategia mentirosa de un reformismo hipócrita.

Sí he de reconocerle a Lula da Silva y a Dilma algo que no es posible admitirle al señor de la coleta. Han sido amigos de la revolución bolivariana hasta su final. Ya se ha producido, por mucho que sus herederos no lo admitan. Quizá la clave de esa lealtad esté en que Lula vino de la lucha obrera y Dilma de la guerrilla, mientras Iglesias venía del espacio pretencioso de la Universidad.

En común tienen Argentina y Venezuela una línea política respecto a la que parece que quienes no somos latinoamericanos no estamos en el derecho de criticar: el populismo.

Siempre he sido infinitamente más respetuoso con el populismo latinoamericano que con el europeo, aun estando muy lejos de ambos.

Mientras en Europa el populismo ha dado en el fascismo o le ha abierto sus puertas, en América Latina con frecuencia no ha sido así. En muchas ocasiones ha dado paso a gobiernos que han legislado a favor de las clases trabajadoras, el campesinado y otros sectores populares como los artesanos.

Pero en los últimos 15 años, el populismo se ha alimentado de las tonterías de un peronista como Laclau -lo de su “marxismo” es tan auténtico como la condición intelectual de Monedero- que, a partir de mitos (pueblo, nación, voluntad popular,…) ha construido una enorme ficción donde las clases sociales desaparecían dentro de un “colectivo” nosotros que no habría paso a una auténtica transformación material de la sociedad sino a un movimientismo permanente.

En ese proyecto nacional, y sólo antiimperialista como antineocolonialista (antiimperialismo nacionalista), faltaba una perspectiva de clase desde las que proyectar un sujeto transformador más ambicioso hacia otra sociedad: el socialismo.

Nacidas del pueblo (la nación. La categoría pueblo incluye a todas las clases desde la Revolución francesa), las voluntades del mal llamado socialismo del siglo XXI (Venezuela y Bolivia, principalmente), y apoyadas por sus aliados (Argentina, Brasil, Ecuador,..) dieron un impulso social, económico (en términos de mejora de situación de clase) y político (voces múltiples antes negadas) a los sectores oprimidos y pobres de América Latina, en su conjunto, mucho más allá de las naciones citadas.

Estar con aquellos proyectos era no una cuestión ideológica -había muchas razones para criticar sus insuficiencias- sino de moral revolucionaria. Un comunista formado jamás hubiera llamado a aquello socialismo, ni siquiera repúblicas populares, pero lo que estaban haciendo en favor de los desposeídos debía poner toda nuestra voluntad a su servicio: educación, salud, vivienda, acceso al transporte,…

El período de redistribución de la riqueza social fue muy dependiente en Venezuela y en Argentina de los buenos precios del petróleo y del período de transferencias de capital especulativo desde el centro a la periferia. Ambas cuestiones acabaron.

Hay que decir que Argentina y Venezuela son muy distintas. La primera es sólo la ficha del dominó pensada, alternativamente también Brasil, para hacer caer la ficha, ya derribada de Venezuela, con el objetivo de derribar la cubana o de chinizar económicamente ésta, algo que ya se está produciendo.

El capìtalismo jamás ha sufrido tal crisis pero tiene una vocación de Sansón derribando consigo el templo de los filisteos, mientras asume la posibilidad de acabar medioambientalmente con el Planeta, increíble. Jamás un sistema senil había llegado a tal grado de psicosis. Y con él de casi toda una población mundial cómplice de sus crímenes.

Si Argentina se agotó en el proyecto sempiterno de un populismo que amañaba hacia las clases trabajadoras, pero que sólo atendía a las clases medias, y más allá de las contradicciones del peronismo, de los efectos de la crisis y de los sucios montajes contra Cristina Kirchner, a Venezuela le pasó lo mismo tras la muerte del dirigente que galvanizaba un proyecto de construcción nacional digno pero inacabado, cuyos continuadores mediocres y aburguesados carecieron de la voluntad de dejar de hablar del socialismo y empezar a aplicarlo, pasando a una radicalización de la revolución cuando era posible. Hoy ya no.

Podría ser mucho más crítico hacia la revolución bolivariana. Públicamente no lo haré. La lealtad también pasa porque cierto grado de crítica expresada abiertamente dé un aviso a los compañeros pero no pueda ser fácilmente utilizada por nuestros enemigos.

Argentina volverá sobre su esencia “democrática” en períodos sin golpes: alternancia entre populismo que legisla para las clases medias, sin descuidar su integración en el “sistema global”, mientras ignora a las clases trabajadoras, y disciplinamiento económico bajo la más brutal dictadura del FMI contra las clases populares. No le veo salida a corto plazo.

A Venezuela le puede pasar algo mucho peor. Dependiendo de qué sectores de la MUD se impongan en la nueva situación y de que el PSUV y los sectores de izquierda resistan o no, es posible que se pase a cuchillo a los militantes bolivarianos o que la revolución pacte y se convierta en una especie de FSLN (sandinistas), ajena ya a las razones que la vieron nacer y entregados sus dirigentes a una alternancia caciquil entre élites. Hoy tú, mañana yo. La revolución no merece tal destino. Quisiera pensar en una opción distinta para un proyecto que pudo ser hermoso pero temo que ya ha sido escrito su destino.


Va siendo hora de que los comunistas cada vez tengamos más claro que una cosa son las izquierdas y otra muy distinta nosotros y que el camino de lucha hacia el socialismo pasa, de nuevo, como en el siglo XIX y en XX por diferenciarnos de ellas.






Publicado por La Cuna del Sol
USA. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario