Va siendo hora de que los
comunistas cada vez tengamos más claro que una cosa son las izquierdas y otra
muy distinta nosotros y que el camino de lucha hacia el socialismo pasa, de
nuevo, como en el siglo XIX y en XX por diferenciarnos de ellas.
IZQUIERDAS 3 VECES
ESTÚPIDAS:
FRANCIA, ARGENTINA,
VENEZUELA
Hace algún tiempo que he decidido no fustigar a nadie con mis larguísimos
textos de 11 a 16 páginas. Prometo cumplir la promesa también esta vez. En
algún momento habré de recuperar aquellas largas reflexiones para mostrar que
lo que parece evidente no lo es tanto, que vivimos bajo la lógica de las ideas
dominantes del capital y trataré de desmontar sus falacias. Hoy será algo más
apresurado. Una especie de lunch para adelantar algunas conclusiones sobre lo
que le han pasado a las opciones “anticapitalistas” en estas breves y recientes
semanas.
Grecia debió haber enseñado algo sobre la diferencia entre ganar unas
elecciones y tomar el poder. Voy a aclarar por enésima vez qué es ocupar el
poder:
“La Comuna ha demostrado, sobre todo “que la clase obrera no puede
simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha
para sus propios fines”. (Manifiesto Comunista. Marx y Engels. 1848).
“Si te fijas en el último
capítulo de mi 18 Brumario, verás que expongo como próxima tentativa de la
revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina
burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla. Y esta
es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el
continente” (carta a Ludwing Kugelman. Karl Marx)
En esa carta fue donde Marx expresó la idea de “tomar el cielo por asalto”
o “asaltar el cielo” -según traducciones- en referencia al intento de la clase
obrera parisina de tomar el poder en la insurrección de la Comuna de París de
1848 al inicio de la II República Francesa. Obviamente no se refería a ninguna
coleta que en año y medio pasó de incendiario del sistema a bombero preventivo
de cualquier intención socialmente pirómana que pudiera aparecer en un
hipotético futuro, razón por la cuál esta siendo recompensado por el capital y
sus voceros.
Francia tras tal intento revolucionario, por incompleto que fuese, no ha
conocido ningún otro momento que mereciese tal nombre, salvo para los hijos
universitarios de la pequeña y mediana burguesía que empezaron una protesta más
de indigestión que de rabia. Lo llamaron Mayo del 68 y se inició porque a los
chicos de los colegios mayores no les dejaban pasar a follar con las chicas de
las habitaciones cercanas. Tiempo libre+aburrimiento+rebeldía generacional (no
revolución, que es otra cosa)+ “picores” acaban dando una revolución “al pedo”,
que dirían los argentinos.
En nuestra Europa, a la clase trabajadora no le ha hablado nadie en muchos
decenios, salvo para pedirle el voto (ya no la nombran para tal cosa) o pedirle
los sindicatos mayoritarios que apoye una huelga que pronto abandonarán a la
primera oferta de pacto social mínimamente ventajosa para la aristocracia
obrera que dirige esas organizaciones.
Hoy Francia es un país que avanza hacia una fascistización moderna que
guarda las formas del discurso; un fascismo que muchos tildarían de civilizado
porque ya no viste de Hugo Boss sino de Cacharel; un fascismo que, como en los
años 30 en Alemania, roba sus ideas a los comunistas. Con una terrible y
desoladora diferencia: los supuestos comunistas oficiales y pseudoziquierdistas
europeos han renunciado a las ideas que en el pasado defendieron los viejos
comunistas y que denunciaron como intento de usurpación por parte del fascismo
y del nazismo.
Hoy, mientras las izquierdas ex comunistas, los falsos izquierdistas y los
social-liberales se han convertido en defensores del orden republicano y
burgués, en Francia y en toda Europa los neofascistas y los neonazis aparecen
como las voces que gritan la rabia social que ya las izquierdas de origen
obrero no hacen.
Sí en 2013 el Front National defendía la salida de Francia de la OTAN,
¿creen ustedes que alguna de esas izquierdas defendía tal cosa? NO.
El Front National de Marine Le Pen postula la nacionalización de grandes
sectores productivos, los impuestos a grandes fortunas,la salida de la UE y las
coberturas sociales a los sectores más desprotegidos de la clase trabajadora.
No hay dirección política de la rabia desde las ex izquierdas francesas,
hoy casi tan partidarias del orden republicano como los Republicanos de
Sarkozy.
La ex izquierdas francesas, como las españolas, tampoco apelan a las
necesidades subjetivas de la clase trabajadora ahora defienden un concepto
vomitivamente neutro y burgués: los ciudadanos. Hace ya muchos años que Marx y
Engels explicaron que la burguesía creaba conceptos universales, aparentemente
para el conjunto social, con el fin de imponer sus propios intereses de clase.
El ciudadanismo escamotea la existencia de clases sociales y sus antagonismos
dentro de esa ciudadanía. ¿Les suena a los españoles de IU y de Podemos esta
basura ideológica que les venden en torno a la Constitución sus partidos en
lugar de hablar de explotación y de lucha de clases? De lo que en profundidad
significan estos conceptos no podría hacer piedra de toque ningún partido
fascista. He aquí un territorio de lucha política, si se quisiera defender y,
si al hacerlo, no se estuviera defendiendo mera terminología vacía de contenido
sino un proyecto de derribo del capitalismo.
El punto de antagonismo actual entre el fascismo europeo y la racionalidad
es la xenofobia, el racismo y el antiislamismo de los que el Front National
hace bandera.
Convertida en una corriente de opinión pequeñoburguesa, bienpensante y
“civilizada”, la “izquierda sistémica” francesa, tan repulsiva y acobardada
ideológicamente por el empuje reaccionario como la española y europea, recurre a
los lugares comunes progres y “cumbayás”. Defiende, no a los árabes en tanto
que tales, sino a los musulmanes, cuando pide laicismo interno en sus
sociedades. Ignora que oponerse a la guerra de religiones no es aceptar que el
fanatismo religioso cree “zonas liberadas” en las zonas deprimidas de las
ciudades y abandona la visión unitaria de clase que impida que los desposeídos
caigan en ocasiones en las peores respuestas posibles. Cuando no existe una
voluntad laica de emancipación de la explotación capitalista y de voz para los
marginados sociales que unifique a todos ellos por encima de credos, culturas y
etnias, lo peor está por llegar.
Esa izquierda francesa. española y europea ha dado lugar, en el mejor de
los casos, a un “Sos Racismo” moñas del tipo “no toques a mi amigo”. El día en
el que el dirigente del mayor sindicato de cualquier país citados del
continente sea un latinoamericano, un árabe o un africano habremos avanzado
algo. Sobre todo si no se trata de un asunto cosmético sino consecuencia de que
la clase trabajadora, la absolutamente mayoritaria, ya no distingue a los
trabajadores por su procedencia sino por la fraternidad que les lleva a elegir
a los mejores de la misma como sus dirigentes sin mirar de dónde vienen.
Resultado de todo ese comportamiento político de las “izquierdas
sistémicas” francesas: 43% de obreros y 38% de empleados han votado al Front
National francés.
Una clase obrera que está desapareciendo y una nueva clase trabajadora cada
vez más amplia, como consecuencia de la proletarización de amplias capas
profesionales, ya no se reconocen en unas izquierdas defensoras del
"status quo" del orden burgués que se conforman con una crítica sin
daño al poder del capital. Denunciar la ausencia de “justicia social” no es
otra cosa que rogar redistribución de un Estado capitalista que ya ni puede ni
quiere redistribuir, pero que no cuestiona la base elemental de la desigualdad:
la propiedad privada de los medios de producción y distribución.
Sin integrar a todos los oprimidos, explotados, desposeídos en un proyecto
emancipador que acabe con la miseria, la necesidad, la falta de perspectivas y
horizontes vitales, sin darles una bandera por la que luchar con todas sus
energías, voluntades y esperanzas no se sorprendan que abracen el fascismo y el
yihadismo. Les da fuerza por la que morir, cuando una ideología humanista
debiera dárselas por la que luchar.
Lo peor de todo es que esas izquierdas, y más aún una sociedad mentalmente
entumecida y cómplice de sus verdugos mira al nuevo fascismo con la mentalidad
de pensar que ya se han civilizado, en lugar de entender que necesitan tomarse
su tiempo para derramar el tarro de sus esencias.
Y ahora hablemos de Argentina y Venezuela.
Saber que un tipo serio y con el intelecto muy bien amueblado como Lula da
Silva ha dicho que “Podemos me recuerda
los el PT de los orígenes en 1980, eso es lo que me parece ahora Podemos en
Barcelona o Madrid” me hace pensar en el Lula de las luchas (cuya
radicalidad y honradez ninguno de los dirigentes de Podemos alcanzaría) y en lo
que ha acabado siendo su partido. Me recuerda al “OTAN de entrada no” de Felipe
González y a la asistencia a la reunión antiyihadista de Madrid con Podemos de
asistente pero sin su firma o al “le dí caladas -al canuto de hierba- pero no
me tragué el humo” de Bill Clinton. La misma estrategia mentirosa de un
reformismo hipócrita.
Sí he de reconocerle a Lula da Silva y a Dilma algo que no es posible
admitirle al señor de la coleta. Han sido amigos de la revolución bolivariana
hasta su final. Ya se ha producido, por mucho que sus herederos no lo admitan.
Quizá la clave de esa lealtad esté en que Lula vino de la lucha obrera y Dilma
de la guerrilla, mientras Iglesias venía del espacio pretencioso de la
Universidad.
En común tienen Argentina y Venezuela una línea política respecto a la que
parece que quienes no somos latinoamericanos no estamos en el derecho de
criticar: el populismo.
Siempre he sido infinitamente más respetuoso con el populismo
latinoamericano que con el europeo, aun estando muy lejos de ambos.
Mientras en Europa el populismo ha dado en el fascismo o le ha abierto sus
puertas, en América Latina con frecuencia no ha sido así. En muchas ocasiones
ha dado paso a gobiernos que han legislado a favor de las clases trabajadoras,
el campesinado y otros sectores populares como los artesanos.
Pero en los últimos 15 años, el populismo se ha alimentado de las tonterías
de un peronista como Laclau -lo de su “marxismo” es tan auténtico como la
condición intelectual de Monedero- que, a partir de mitos (pueblo, nación,
voluntad popular,…) ha construido una enorme ficción donde las clases sociales
desaparecían dentro de un “colectivo” nosotros que no habría paso a una
auténtica transformación material de la sociedad sino a un movimientismo
permanente.
En ese proyecto nacional, y sólo antiimperialista como antineocolonialista
(antiimperialismo nacionalista), faltaba una perspectiva de clase desde las que
proyectar un sujeto transformador más ambicioso hacia otra sociedad: el
socialismo.
Nacidas del pueblo (la nación. La categoría pueblo incluye a todas las
clases desde la Revolución francesa), las voluntades del mal llamado socialismo
del siglo XXI (Venezuela y Bolivia, principalmente), y apoyadas por sus aliados
(Argentina, Brasil, Ecuador,..) dieron un impulso social, económico (en
términos de mejora de situación de clase) y político (voces múltiples antes
negadas) a los sectores oprimidos y pobres de América Latina, en su conjunto,
mucho más allá de las naciones citadas.
Estar con aquellos proyectos era no una cuestión ideológica -había muchas
razones para criticar sus insuficiencias- sino de moral revolucionaria. Un
comunista formado jamás hubiera llamado a aquello socialismo, ni siquiera
repúblicas populares, pero lo que estaban haciendo en favor de los desposeídos
debía poner toda nuestra voluntad a su servicio: educación, salud, vivienda,
acceso al transporte,…
El período de redistribución de la riqueza social fue muy dependiente en
Venezuela y en Argentina de los buenos precios del petróleo y del período de
transferencias de capital especulativo desde el centro a la periferia. Ambas
cuestiones acabaron.
Hay que decir que Argentina y Venezuela son muy distintas. La primera es
sólo la ficha del dominó pensada, alternativamente también Brasil, para hacer
caer la ficha, ya derribada de Venezuela, con el objetivo de derribar la cubana
o de chinizar económicamente ésta, algo que ya se está produciendo.
El capìtalismo jamás ha sufrido tal crisis pero tiene una vocación de
Sansón derribando consigo el templo de los filisteos, mientras asume la
posibilidad de acabar medioambientalmente con el Planeta, increíble. Jamás un
sistema senil había llegado a tal grado de psicosis. Y con él de casi toda una
población mundial cómplice de sus crímenes.
Si Argentina se agotó en el proyecto sempiterno de un populismo que amañaba
hacia las clases trabajadoras, pero que sólo atendía a las clases medias, y más
allá de las contradicciones del peronismo, de los efectos de la crisis y de los
sucios montajes contra Cristina Kirchner, a Venezuela le pasó lo mismo tras la
muerte del dirigente que galvanizaba un proyecto de construcción nacional digno
pero inacabado, cuyos continuadores mediocres y aburguesados carecieron de la
voluntad de dejar de hablar del socialismo y empezar a aplicarlo, pasando a una
radicalización de la revolución cuando era posible. Hoy ya no.
Podría ser mucho más crítico hacia la revolución bolivariana. Públicamente
no lo haré. La lealtad también pasa porque cierto grado de crítica expresada
abiertamente dé un aviso a los compañeros pero no pueda ser fácilmente
utilizada por nuestros enemigos.
Argentina volverá sobre su esencia “democrática” en períodos sin golpes:
alternancia entre populismo que legisla para las clases medias, sin descuidar
su integración en el “sistema global”, mientras ignora a las clases
trabajadoras, y disciplinamiento económico bajo la más brutal dictadura del FMI
contra las clases populares. No le veo salida a corto plazo.
A Venezuela le puede pasar algo mucho peor. Dependiendo de qué sectores de
la MUD se impongan en la nueva situación y de que el PSUV y los sectores de
izquierda resistan o no, es posible que se pase a cuchillo a los militantes
bolivarianos o que la revolución pacte y se convierta en una especie de FSLN
(sandinistas), ajena ya a las razones que la vieron nacer y entregados sus
dirigentes a una alternancia caciquil entre élites. Hoy tú, mañana yo. La
revolución no merece tal destino. Quisiera pensar en una opción distinta para
un proyecto que pudo ser hermoso pero temo que ya ha sido escrito su destino.
Va siendo hora de que los comunistas cada vez tengamos más claro que una
cosa son las izquierdas y otra muy distinta nosotros y que el camino de lucha
hacia el socialismo pasa, de nuevo, como en el siglo XIX y en XX por
diferenciarnos de ellas.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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