Cuando países imperialistas
intervienen en los asuntos de países oprimidos, las justificaciones no solo
emanan del gobierno de Estados Unidos y de las corporaciones de los medios de
prensa. En cada instancia, fuerzas variadas e individuos con credenciales
progresistas y liberales sucumben a las campañas de propaganda imperialista y
proponen argumentos pro intervencionistas, no obstante el uso de análisis que
suenan progresistas y de lenguaje liberal/izquierda.
Mientras que es importante
refutar los argumentos pro intervencionistas de la “izquierda”, es necesario
que empecemos con la amplia observación de que son parte de una larga y
continua tendencia política en los países imperialistas. En la invasión a Iraq,
esta tendencia recibió el nombre de “liberalismo de los misiles crucero”, pero
100 años atrás Lenin, lo refirió como “social-imperialismo”.
En el mundo de hoy dominado
por el imperialismo de los Estados Unidos, es muy poco probable que una
potencia imperialista apoye a un verdadero movimiento revolucionario. Sería
imposible que todos los poderes imperialistas apoyen y financien un verdadero
movimiento revolucionario. Hacerlo así, sería desafiar la lógica del sistema
imperialista.
CUANDO SE ERRA AL JUSTIFICAR
LAS INTERVENCIONES
IMPERIALISTAS
Por Mazda Majidi
Julio 17, 2012
En julio 1, un artículo con el título “Libia y Siria: Cuando el
antiimperialismo se equivoca” fue publicado por el website de The North Star,
firmado por “Pham Binh de Ocupando Wall Street, Class War Camp”. El artículo
argumenta que las intervenciones imperialistas en Libia y Siria son
justificadas porque así lo demandan las fuerzas que, el autor llama
revolucionarias. Mientras que afirma ir a contracorriente, el formula lo que es
la posición común entre liberales, progresistas e incluso entre algunos que se
autodenominan socialistas y antiimperialistas. Ante tal situación es importante
responder.
Cuando países imperialistas intervienen en los asuntos de países oprimidos,
las justificaciones no solo emanan del gobierno de Estados Unidos y de las
corporaciones de los medios de prensa. En cada instancia, fuerzas variadas e
individuos con credenciales progresistas y liberales sucumben a las campañas de
propaganda imperialista y proponen argumentos pro intervencionistas, no
obstante el uso de análisis que suenan progresistas y de lenguaje
liberal/izquierda.
Aun si los argumentos “progresistas” a favor de la intervención se originan
alejados de los pasillos del poder, y no tienen mucha audiencia entre las
clases gobernantes, estos sin embargo juegan un papel importante en la campaña de
guerra imperialista. Esto porque tales argumentos van dirigidos a una audiencia
especifica: gente con inclinaciones progresistas y anti-guerra quienes son
mucho menos susceptibles a la incesante propaganda a favor de la guerra de
Washington y Wall Street. Al propagar confusión a cerca de la naturaleza de la
intervención y las tareas del movimiento progresista, aquellos que normalmente
serían los primeros en responder en el movimiento anti-guerra se vuelven
pasivos e inactivos. Este es el valor de esta clase de propaganda para la clase
gobernante.
En los momentos previos e inmediatamente después de cada intervención,
dichas fuerzas emergen para explicar que mientras, el antiimperialismo en
general y en situaciones pasadas es bueno, esta vez es diferente. Cada vez
ellos presentan sus argumentos como nuevos y poco ortodoxos. Mientras que es
importante refutar los argumentos pro intervencionistas de la “izquierda”, es
necesario que empecemos con la amplia observación de que son parte de una larga
y continua tendencia política en los países imperialistas. En la invasión a
Iraq, esta tendencia recibió el nombre de “liberalismo de los misiles crucero”,
pero 100 años atrás Lenin, lo refirió como “social-imperialismo”
No todas las demostraciones
y movimientos de oposición son progresistas
La idea central del artículo de Binh es que, la izquierda occidental debe
respetar los deseos de los
“revolucionarios” sirios por la intervención extranjera. Esto, según él,
constituiría solidaridad real y apoyo por la autodeterminación. En todo su
artículo, Binh convenientemente asume lo que precisamente necesita ser probado
-que lo rebeldes libios y la oposición son revolucionarios. Esta falsa premisa,
una vez aceptada, conduce a toda suerte de falsas conclusiones.
¿Cuál es el carácter político del
CTN -liderado por los rebeldes en Libia? ¿Qué los califica como
revolucionarios? ¿Cómo determina Binh que la oposición en Siria es
revolucionaria y el gobierno contrarrevolucionario? Cuando se analiza un
movimiento de oposición en cualquier parte del mundo, esta es la primera
cuestión que necesita ser preguntada. Solo porque parte de la población de un
país dado sale a la calle o toma las armas no significa que ellos sean
revolucionarios o progresistas. Esto es así, aun si ellos están respondiendo
realmente a problemas sociales y
políticos. Fuerzas de la derecha rutinariamente movilizan partes de la población
-predominantemente elementos desafectos de la, digamos, un tanto privilegiada
“clase media” y otros- para promover agendas derechistas.
Los fascistas en Italia y Alemania usaban mítines, marchas y acciones de
militantes en la vía pública como tácticas efectivas para eventualmente tomar
el poder. En esos casos, los fascistas no eran la oposición dirigida a
socialistas o algún tipo de gobiernos revolucionarios, sino, a los gobiernos
democráticos burgueses que habían sido forzados otorgar algunas concesiones a
la clase trabajadora. En los Estados Unidos, el Tea Party ha realizado
concentraciones de hasta decenas de miles de personas en oposición a la
administración de Obama. Nadie que se considere liberal, progresista o
revolucionario, consideraría a los seguidores del Tea Party como
revolucionarios.
Inmediatamente después del desmoronamiento de la Unión Soviética, el
gobierno de EE.UU se embarcó en una serie de campañas de desestabilización
–hoy muy a menudo llamadas “revoluciones de colores”. La mayoría de esas
revoluciones ocurrieron en las ex repúblicas soviéticas como la Revolución Rosa en Georgia, la
Revolución Naranja en Ucrania y la Revolución de los Tulipanes en Kyrgyzstan.
Pero también ha habido (exitosas o intentadas) revoluciones de colores en otros
países como, la Revolución de los Cedros en Líbano, en el 2005 y la Revolución
Verde en Irán, en el 2009.
Usualmente las revoluciones de colores incluyen la formación coherente y
unificada de fuerzas políticas pro imperialistas, que recurren al descontento
público, como la mala situación económica, corrupción y coerción política. Ellas
implican varias operaciones, incluyendo crear divisionismo y desunión en el
ejército y una intensa campaña de desinformación. Hasta qué punto las
revoluciones de colores son exitosas, depende mayormente en el grado de
desestabilización que el país designado como blanco haya experimentado en el
momento que las protestas callejeras tengan lugar. Elementos que participan en
tales protestas callejeras son a menudo una pequeña parte de la población y no
representan los sentimientos de la mayoría de la gente, mucho menos los
intereses de la clase trabajadora. De hecho, muchos participantes en las
protestas puede que no apoyen la agenda del liderazgo derechista y de sus
patrocinadores imperialistas. Aún más, la campaña de propaganda imperialista
utiliza las protestas, por pequeñas o grandes que estas sean, para promover
cambio de régimen y la ascensión de un estado clientelar. Los imperialistas no
son tontos, esto es precisamente lo que estos movimientos “democráticos”
producen ante la ausencia de una alternativa de la clase trabajadora y de la
oposición anti imperialista.
En resumen: revolucionarios y progresistas deben permanecer firmes en sus
principios y, efectuar una evaluación política de los movimientos en cuestión.
Aun si la mayoría de la población fuera arrastrada por un movimiento
reaccionario, ese movimiento no es revolucionario. Aun si la mayoría de la
población libia apoyó la intervención imperialista -lo que es muy
improbable - aquello no justificaría el apoyo de los progresistas a la
intervención imperialista.
Los proponentes del intervencionismo “humanitario”, claramente, no sufren
de falta de capacidad analítica. De lo que carecen es, determinación, para
hacer frente a una campaña de demonización imperialista que todos los
sectores de la clase gobernante apoyan.
¿Cuál es el carácter
político de los rebeldes sirios y libios?
El ejemplo de las revoluciones de colores, movimientos fascistas, y
movimientos del ala derecha concluyentemente refuta la noción que,
manifestantes, disidentes y fuerzas de oposición, son automáticamente
revolucionarios. El Consejo Nacional de Transición Libio y el Consejo Nacional
Sirio caen en esta categoría. Estas fuerzas han apostado toda su existencia al
auspicio imperialista. Sus declaraciones en abierto apoyo a la intervención
imperialista, penetración del capital y “libre” mercado, demuestran el
contenido de su visión, como también, la priorización de las relaciones
diplomáticas con los Estados Unidos y sus aliados, incluyendo, la potencial
normalización de relaciones con Israel. Ellos dejan pocas dudas a cerca de su
orientación política y de clase.
Lo que ocurrió en Libia, previo a la campaña de bombardeos de la
OTAN, tenía los elementos de una revolución de colores neoliberal, mientras que
al mismo tiempo también se explotaba las tradicionales fallas de la sociedad
libia (mayormente, la competición regional del este rico en petróleo como también
el fundamentalismo islámico de larga data).
En las etapas tempranas, la revuelta incluyó protestas callejeras en
Benghazi, la deserción de oficiales políticos y militares de alto rango (de la
facción neoliberal del gobierno) a las filas rebeldes y, la formación del pro
imperialista Consejo de Transición Nacional. Inmediatamente después que los
rebeldes tomaron control de Benghazi, numerosos libios y migrantes africanos
del sub–Sahara de piel oscura, fueron linchados en las calles de la ciudad en
una extendida campaña de terror. Conocidos partidarios del liderazgo de Muamar
Gaddafi fueron sumariamente ejecutados; durante meses sus cuerpos fueron
encontrados en fosas, dentro y en los alrededores de Benghazi. A pesar de unas
cuantas victorias iniciales, esta rebelión carecía del poder para deponer al
gobierno de Libia por sus propios medios, de ahí la necesidad de la
intervención militar foránea.
El CTN invitó al senador republicano de EE.UU. John McCain al área “liberada”
de Libia, dándole una bienvenida de héroe. En un país que por mucho tiempo
había proyectado enemistad o, una inestable relación con el imperialismo, los
rebeldes levantaron un inmenso rotulo que decía: “USA: Tú tienes un nuevo
aliado en el Norte de África”. Los líderes del CTN viajaron extensivamente por todas las
capitales de Europa, prometiendo de manera convincente a los poderes
occidentales que, sus compañías petroleras tendrían irrestricto acceso al
petróleo de Libia. El mensaje era: si tomamos el poder, no habrá más
“nacionalismo económico” al estilo
Gaddafi.
Izquierdistas de EE.UU
adoptan confusos eslóganes
¿Qué clase de revolucionarios, que se han ganado la reputación por su
violencia racista, entregarían los recursos de su país a los poderes
imperialistas suplicándoles bombardearlo? Ante esos incontrovertibles hechos,
algunos en la izquierda, ansiosos en demostrar su solidaridad con la
“revolución”, falsamente desestimaron al CNT como meramente una “camarilla”
entre un diverso y amplio movimiento de oposición. Enceguecidos por su odio a Gaddafi y, doblegándose a la
propaganda imperialista continuaron describiendo la revuelta, como del “pueblo”
o “revolución democrática”.
Mientras Binh escribe que la Izquierda has sido imposibilitada por un
“antiimperialismo reflexivo” con respecto a Libia y ahora Siria, nosotros
observamos lo contrario. Con pocas excepciones, la Izquierda falló en
movilizarse en contra del ataque imperialista y el cambio de régimen en Libia
y, parece ir en la misma dirección en Siria. Al aceptar sin sentido crítico la
etiqueta de la “Primavera Árabe” y las historias de una inminente catástrofe
humanitaria, aun aquellos que afirmaban oponerse a la intervención hicieron muy
poco en la práctica.
Grupos como la Organización Socialista Internacional promovieron el
contradictorio -y eslogan académico - de “Si a la Revolución, No a la
Intervención”, que solo ayudó a
propagar la confusión entre el movimiento anti-guerra. Después de todo, la
“revolución” libia fue la más sonora campeona de la intervención. Su destino,
si fue exitosa o fracasó, estuvo basado
en el éxito relativo de la intervención. Todos los actores del conflicto en Libia (el gobierno, las masas
que se manifestaron en contra de la intervención, los rebeldes y los
imperialistas) comprendieron rápidamente que la “revolución” y la intervención
se habían vuelto indisolublemente entrelazadas.
Los únicos que negaron esta realidad fueron grupos como el ISO, que llegaron
a creer que podían mágicamente separarlas con un artilugio retorico.
Mientras los imperialistas bombardeaban, el ISO ignoraba las masas de
libios que manifestaban en defensa de la soberanía nacional y en contra del
imperialismo, ya que ellos no encajaban convenientemente en el esquema inventado
por los medios de prensa imperialistas de, el “pueblo versus el dictador”. En
la práctica, en vez de incorporarse a un frente unido con todos aquellos firmes
en oposición a la intervención, ellos formaron un frente unido anti Gaddafi con
los exiliados libios que abogaban por la intervención.
En un reciente artículo, el ISO diferenció su posición de los
argumentos pro intervencionistas de Binh. Pero su centrismo pavimentó el
camino para tal imperialismo socialista (socialista en nombre, imperialista en
la práctica). Ellos aceptan todas las premisas: que el gobierno de Libia no
tenía una significante base de apoyo y que la revuelta fue una “revolución
popular” con un “comprensible” deseo por la ayuda foránea. Es más, el ISO
encabezó el ataque contra el “exabrupto
imperialista” de grupos como el Partido por la Liberación y el Socialismo,
liderando la arremetida en contra de nosotros en el momento que los tambores de
guerra empezaban a sonar a finales de febrero pasado. Mientras se dedicaban a
engañar a sus lectores con el cuento de que Estados Unidos Y Gran Bretaña “en
verdad, en verdad no quieren que Qadaffi caiga” (febrero 24, 2011) y restándole
importancia a las crecientes evidencias sobre los linchamientos racistas
cometidos por los rebeldes, ellos de forma deshonesta, la arremetían en contra
de los grupos anti imperialistas como el PSL.
Incluso cuando el bombardeo había comenzado, ellos se dedicaron a atacar
repetidamente a las pocas fuerzas que estaban en acción contra la guerra en Libia por haber polemizado con los libios
"activistas de la solidaridad", que instaban a la guerra. ¿Cuál es el
objetivo de un movimiento contra la guerra, si no causar "polémicas"
precisamente con esas fuerzas favorables a la guerra?!
La ISO, en lugar de ofrecer la autocrítica o reflexionar sobre sus propias
confusiones y la inactividad durante el asalto a Libia, está ahora tratando de
presentarse como organizadores firmes contra la intervención. (Incluso ahora,
cuando el carácter político de derecha del movimiento rebelde ha quedado en
claro, todavía atacan al PSL por no apoyar la "revolución".)
Social-imperialistas como Binh llevan la errónea posición centrista de la
ISO un gran paso más hacia la derecha, con un llamado a todo pulmón a respaldar
al CNT y al imperialismo. Él nos insta a aceptar como una cuestión de fe que,
debido a que los rebeldes libios eran revolucionarios, el bombardeo de la OTAN
fue un acto revolucionario y la oposición a la misma “¡contra-revolucionaria!” Como
un "izquierdista" Binh no está solo en su apoyo a la intervención imperialista,
Solidaridad, una organización no-leninista que viene de una tradición política
similar a la ISO, publicó dos posiciones opuestas; a favor de la intervención y
contra la intervención en Libia.
¿Una revolución secuestrada?
Binh escribe: "Cuando las cosas se pusieron difíciles y los F-16 se
fueron sobre Libia, los amigos de los buenos tiempos de la revolución en Occidente
la repudiaron, alegando que había sido secuestrada por la OTAN." Al
principio algunas fuerzas progresistas erróneamente tomaron partido con los
rebeldes, pero sabían que no debían apoyar el bombardeo de la OTAN. La
posición, "secuestrada por la OTAN", fue para esas fuerzas una forma de
corregir su error con gracia y retóricamente oponerse, o por lo menos no
apoyar, la intervención imperialista.
Pero no todas las fuerzas políticas en Occidente comenzaron defendiendo a
los rebeldes de Benghazi. Desde el principio, el PSL, se encontraba entre una
pequeña minoría que insistió en analizar el carácter político de la oposición,
señalando lo nacionalista y contradictorio de los elementos del Estado libio,
y exponiendo las motivaciones
imperialistas de la intervención. Poco después, a medida que más hechos surgían
de Libia, el PSL y unos cuantos más expusieron el carácter derechista de la
oposición.
Los rebeldes libios no eran una fuerza revolucionaria que fuera
"secuestrada por la OTAN." Independientemente de las motivaciones
individuales de los manifestantes/rebeldes, como movimiento político definido
por sus acciones, políticas y alianzas estratégicas, la orientación
contrarrevolucionaria de la oposición se hizo aparente rápidamente. El NTC era
una fuerza de derecha, incluso antes de que se desempeñaran como las fuerzas de
tierra de los invasores de la OTAN. Hizo uso del descontento entre sectores de
la población, mucho de ello con una base regional, para revertir los elementos
restantes del proceso nacionalista iniciada por el golpe progresista de 1969,
también llamado la Revolución al-Fatah, liderado por Gaddafi.
Los que afirman que el CNT era una camarilla atípica deben enfrentar el
hecho de que nunca ningún liderazgo progresista se originó de él (¡lo que
presumiblemente pasaría si un movimiento progresista fuera abiertamente
"secuestrado" por los contrarrevolucionarios!), tampoco ningún rebelde
protestó por el bombardeo de su país. Aun con las inevitables quejas de descontento
o de disconformidad dentro de las filas de la oposición contra el CNT, esto no
ha cambiado ni una pizca la trayectoria total del movimiento hacia la
contrarrevolución.
¿Apoyo popular a los
rebeldes libios?
Binh escribe: "la campaña aérea de la OTAN tuvo un apoyo masivo entre
los libios revolucionarios”. Apoyo popular casi unánime a la oposición es otra
suposición no comprobada de los apologistas de la intervención imperialista en
Libia, así como Siria. El CNT no contaba con el apoyo de toda la población
libia -tampoco el SNC cuenta con el apoyo de toda la población siria. Hay
pruebas abrumadoras que refutan tales afirmaciones. El 1 de julio de 2011, en
medio de los bombardeos masivos, cientos de miles -tal vez hasta un millón de
personas- se manifestaron en Trípoli contra la OTAN. Los grandes medios de
comunicación dieron a la protesta escasa cobertura. Las manifestaciones de esta
magnitud en un país de sólo seis millones de personas destruye el mito de que
la oposición contaba con el apoyo de todo el pueblo.
Es un hecho incontrovertible que Libia, bajo el liderazgo de Gaddafi, tenía
una muy pequeña, casi insignificante fuerza militar. Después de que comenzó el
bombardeo de la OTAN, el liderazgo libio abrió los depósitos de armas en
Trípoli para la población, exhortando a todos a defender el país contra los
atacantes extranjeros. Esta es una prueba clara de que, al menos en Trípoli, el
gobierno gozaba de una gran popularidad. De lo contrario, ¿por qué un
"dictador impopular" armaría a las masas que probablemente usarían
las armas para luchar contra el Estado?
Binh sugiere que los rebeldes fueron los actores claves en el derrocamiento
de Gaddafi. Pero cuando, ante la insistencia de las potencias imperialistas, la
Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue adoptada el
17 de marzo de 2011, los rebeldes libios estaban al borde de la derrota total.
Las fuerzas leales a Gadafi habían ido ganando control y moviéndose rápidamente
hacia Bengasi después de haber pasado
por Brega. Todos estos son hechos establecidos y reconocidos incluso por los
medios imperialistas pro-guerra.
De hecho, el colapso inminente de los rebeldes fue la razón por la que
Estados Unidos y sus socios menores apresuraron frenéticamente la resolución
más allá de lo dispuesto por CSNU. Si la OTAN no hubiera iniciado su campaña de
bombardeos sin piedad, los rebeldes habrían perdido todo su territorio
restante.
En el transcurso de los siete meses la OTAN llevó a cabo miles de
bombardeos e incursiones, dando golpes muy severos, difíciles de resistir para
el estado libio. La OTAN no tomó el liderazgo de un grupo de rebeldes
desarrapados del NTC que la propia OTAN
salvó de la aniquilación. Por el contrario, durante los meses de la campaña de
bombardeos, los rebeldes libios no sólo recibieron entrenamiento militar y
asesoramiento, sino que además funcionaban bajo el mando operativo de la OTAN.
De manera coordinada, la OTAN proporcionó apoyo aéreo -es decir, asesinando a
las fuerzas pro-Gaddafi por medio de los
bombardeos- que despejó el camino para
que los rebeldes se movieran sobre el terreno. El sitio final de Trípoli fue
planeado y operado por unidades de fuerzas especiales de Estados Unidos y
Europa. ¿No es esto prueba de que las potencias imperialistas, no los rebeldes
NTC, estaban en control?
Binh incluso alaba "la postura de CNT contra la invasión extranjera y
a favor de ataques aéreos extranjeros". Mientras que la OTAN no desplegó
tropas de tierra en su campaña militar en Libia, esto no se debió al respeto de
la OTAN por los deseos de los rebeldes libios. En la medida de lo posible, los
imperialistas siempre intentan minimizar sus bajas utilizando parte de la
población del país que están invadiendo / ocupando / bombardeando para que
combatan en su nombre. Esto es lo que "la política de Vietnamización"
de Nixon fue diseñada para lograr.
El autor correctamente se refiere a las ocupaciones de Afganistán e Irak
como "ejercicios transparentes de construcción imperial”. Sin embargo, los
Estados Unidos no pusieron sus fuerzas en suelo afgano hasta que las fuerzas de
los talibanes ya habían sido derrotadas por una combinación de fuertes
bombardeos EE.UU. y el apoyo en el terreno de las fuerzas afganas de la"Alianza
del Norte". Las preferencias de la CNT en el caso de Libia, o la Alianza
del Norte en el caso de Afganistán, fueron insignificantes a los planes
imperialistas. Los imperialistas quieren minimizar las bajas, no porque se
preocupan por la pérdida de vidas de su personal militar, sino para minimizar
la posibilidad del crecimiento del movimiento contra la guerra en casa.
En su afán por atacar a los antiimperialistas, Binh ofrece otra defensa de
la campaña de bombardeos de la OTAN: "Los métodos de la OTAN y el
resultado de la guerra estaban totalmente en conflicto con lo que los
anti-intervencionistas imaginaban: No hubo bombardeos masivos de la OTAN contra
objetivos civiles, no hubo ninguna carretera libia de la muerte, ninguna Caída
del Halcón Negro, ninguna atrocidad al estilo del helicóptero de combate de
Wikileaks”. Mientras que la información precisa es difícil de encontrar, es difícil
imaginar que 10.000 bombas arrojadas en un país de 6 millones no causaron
víctimas civiles a gran escala. Las fotos de la destruida ciudad de Sirte valen
mil palabras más que las garantías de Binh.
El significado de la
autodeterminación
Algunos suponen que las víctimas civiles, inevitables en todas las campañas
de bombardeo, son la única o la principal razón por la que los
antiimperialistas se oponen a la intervención. Incluso si ni un solo civil
murió en un determinado bombardeo imperialista, (una virtual imposibilidad),
sigue siendo injusto.
Los revolucionarios y progresistas no sólo deben estar con los civiles,
sino reconocer el fin máximo de la justicia de aquellos que luchan contra los
imperialistas por la independencia de su país. Las multitudes en apoyo del
gobierno libio aumentaron cuando comenzó el bombardeo imperialista, un
testimonio de su sentido de la dignidad nacional. Ellos no merecían morir. Pero
en la mente de Binh, los libios que arriesgaron y perdieron sus vidas para
defender la independencia de su país en contra de la OTAN y los rebeldes bajo
su mando eran blancos legítimos.
Binh escribe: "En el momento que las revoluciones siria y libia
pidieron ataques aéreos y armas imperialistas para neutralizar la ventaja
militar que gozaban los gobiernos sobre los pueblos revolucionarios, el
anti-intervencionismo se convirtió en contrarrevolucionario porque significaba
oponerse a la ayuda a la revolución." De acuerdo con esta extraña lógica,
el derecho a la autodeterminación, un derecho que todos los progresistas
defienden, al menos de palabra, significa nada menos que, el apoyo a la
intervención militar imperialista.
En la época imperialista, el derecho a la libre determinación se ha
vinculado con la "cuestión nacional-colonial", que es la división
global específica de poder entre naciones imperialistas opresoras y oprimidas.
Esto ha sido durante mucho tiempo una cuestión cardinal para los
revolucionarios dentro de los países imperialistas: qué actitud tomarán hacia
los planes imperialistas de su propia clase dominante, y hacia los movimientos
de independencia entre las naciones oprimidas. Lenin, la Revolución Rusa y la Primera
Internacional Comunista reconocieron que estos movimientos independentistas
debilitaban el imperialismo y podrían precipitar su caída. Ellos ofrecieron un
frente unido, aunque no necesariamente el apoyo político a los movimientos
independentistas en la lucha contra el imperialismo. Este es el significado
concreto de la autodeterminación en la época del imperialismo.
Independientemente de las propias diferencias políticas u oposición de uno
al gobierno libio, aquellos que llevaban la bandera verde se convirtieron en un
movimiento de independencia cuando los imperialistas empezaron a prestar apoyo
material a los rebeldes, y finalmente atacaron.
El imperialismo es un
sistema
Binh no trata de explicar por qué, en el caso de Libia y Siria, las
potencias imperialistas se encuentran en el "lado bueno". ¿Por qué
los imperialistas por unanimidad apoyarían, no sólo militarmente, sino,
diplomáticamente, a los movimientos revolucionarios genuinos?
Al parecer, para aquellos como Binh, el imperialismo es sólo una mala
elección política que puede ser revertida por las buenas. En realidad, es un
sistema que pretende dominar el mundo con el fin de asegurar el control de los mercados
y la apropiación de los recursos. Se persigue el derrocamiento de los estados
independientes, incluso de aquellos que únicamente bloquean parcialmente la
penetración y realización de ganancias de los gigantes del petróleo y de otras
corporaciones que únicamente buscan beneficios económicos. Esta búsqueda de
mercados y recursos es la motivación para un conjunto de políticas racionales y
asesinas, que no están sujetas a ningún cambio fundamental por este o aquel político,
o de tal o cual conjunto de circunstancias.
Los verdaderos antiimperialistas se oponen a todas las tácticas que el imperialismo
utiliza para subyugar a los pueblos oprimidos, ya sean invasiones directas,
ocupaciones y bombardeos, o sanciones económicas, golpes de Estado, asesinatos,
la financiación y la organización de las fuerzas de oposición pro-imperialista,
campañas de propaganda, etc.
Es posible que un país imperialista, o una agrupación de los países
imperialistas, ayuden temporalmente a los movimientos de independencia en el
mundo oprimido con el fin de debilitar el poder de sus rivales imperialistas en
un país diferente. Esto ocurrió en alguna ocasión antes de la Segunda Guerra
Mundial, cuando las diferentes potencias imperialistas estaban comprometidas en
una lucha intensa para expandir su esfera de influencia a expensas de los
demás. Al final de la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo estadounidense se
convirtió en la fuerza imperialista dominante. Los demás países imperialistas,
tanto los vencedores como los vencidos, fueron relegados al papel de socios
menores del imperialismo de los EEUU. En el mundo de hoy dominado por el
imperialismo de los Estados Unidos, es muy poco probable que una potencia
imperialista apoye a un verdadero movimiento revolucionario. Sería imposible
que todos los poderes imperialistas apoyen y financien un verdadero movimiento
revolucionario. Hacerlo así, sería desafiar la lógica del sistema imperialista.
En el caso de Libia no se trataba de una competencia inter-imperialista,
con uno de los poderes apoyando a un movimiento de liberación con la esperanza
de obtener ventajas frente a sus rivales. Todas las potencias imperialistas
apoyaron a los rebeldes y se han beneficiado con el establecimiento de un
Estado cliente. Contratos de petróleo altamente rentables han sido ya firmados,
y continuaran siendo otorgados a los gigantes del petróleo por el generoso nuevo
gobierno de Libia. Las compañías petroleras estadounidenses ConocoPhillips,
Marathon y Hess Energy, la francesa Total, la italiana ENI, British Petroleum y
otras gigantes petroleras están cada una
acaparando parte del botín. Los neoliberales libios, quienes tuvieron que
competir con las fuerzas de orientación nacionalista dentro del anterior
gobierno libio, están firmemente en control.
Binh considera lo que ocurrió en Libia como "un paso adelante",
pasando por alto los linchamientos racistas y la gran traición a Libia en beneficio del
imperialismo.
No es fácil mantenerse firme
contra la demonización imperialista
En su esencia, esto no es una cuestión teórica. Claramente, Binh y otros defensores de la
intervención "humanitaria" no sufren de una falta de capacidad
analítica. Lo que les falta es la voluntad revolucionaria para hacerle frente a
la campaña de demonización imperialista
que todos los sectores de la clase dominante han apoyado. En comparación,
ponerse del lado del intervencionismo imperialista es la cosa más fácil de
hacer, es el camino de menor resistencia para hacer una izquierda más
"convencional" y "respetable".
Binh, correctamente condena las intervenciones de Estados Unidos en
Somalia, Haití y los Balcanes, así como las ocupaciones de Afganistán e Irak.
Pero cualquiera puede oponerse a las intervenciones imperialistas del pasado
como cuestiones del debate académico e histórico. Cuando esas intervenciones no
van bien, incluso algunos políticos de la clase gobernante se convierten en
críticos.
Los Binhs del futuro, sin duda, miraran hacia atrás y condenaran la
intervención de Libia, como un crimen histórico, sólo para justificar la
próxima intervención imperialista. Los revolucionarios, antiimperialistas, por
definición, luchan contra las intervenciones imperialistas, no sólo desde una
perspectiva histórica, pero de manera más crítica, en el aquí y ahora.
Traducido del inglés por Marvin
Najarro
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.