Sin la banalización del
terrorismo que efectúan periódicos como el diario global-imperial, que han
llevado a trivializar la muerte de todos aquellos que enfrentan al capitalismo,
difícilmente personajes de un pasado y presente tan tenebroso podría ser
presentados como estadistas y demócratas.
LA BANALIZACIÓN DEL
TERRORISMO DE ESTADO
Por Renán Vega Cantor
En la medida en que la prensa de todo el mundo se pliega a los poderes
dominantes del capitalismo y del imperialismo se convierte en una apologista
incondicional del terrorismo de Estado, sobre todo cuando dicho terrorismo
beneficia a los Estados Unidos y a la Unión Europea. Eso precisamente es lo que
sucede con los diversos regímenes en Colombia, donde el terrorismo de Estado es
la pauta dominante desde 1945.
Adicionalmente, es un hecho indiscutible que el terrorismo de Estado en
Colombia se mantiene y se reproduce por la alianza estrecha con los Estados
Unidos, como está ampliamente documentado, y como se acaba de refrendar por las
revelaciones del periódico The Washington Post a finales del
año anterior. La esencia de estas revelaciones radica en que se reconoce en
forma abierta que Estados Unidos no sólo arma, asesora, financia y entrena a
las tropas oficiales del Estado colombiano, sino que participa directamente en
el asesinato de miembros de la insurgencia, como sucedió con los bombardeos
homicidas contra guerrilleros inermes y dormidos en Ecuador y a lo largo y
ancho de Colombia. Se esperaría que en una entrevista que se efectúa con uno de
los responsables de esa colaboración, que ejerce ahora como Presidente de
Colombia, el reportero-Director del Diario El País, ahondaría
críticamente en ese asunto, para que se buscara desentrañar a los responsables
de las acciones criminales que ejerce el terrorismo de Estado de Colombia y los
Estados Unidos.
Esto es como pedirle peras al olmo, porque como bien lo documenta con rigor
y paciencia en forma cotidiana Salvador López Arnal, el diario El País que se publica en España es un vulgar
defensor de la dominación imperialista de los Estados Unidos, enemigo acérrimo
y declarado de todos aquellos gobiernos y presidentes que considera enemigos
del mundo capitalista –entre los que sobresalen los gobiernos de Cuba,
Venezuela, Ecuador y Bolivia-, y acérrimo difusor de los “milagros” que
preservan el “libre mercado” y la “democracia” a la usanza de los Estados
Unidos. Tal es el caso, precisamente, de la política editorial deEl País con
respecto a los regímenes de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos,
caracterizados por la sistemática violación de los derechos humanos, y su
postración ante el imperialismo contemporáneo, los cuales son presentados como
“milagros” económicos y modelos de democracia.
Eso se evidencia en la entrevista realizada por Javier Moreno, director de El
País, a Juan Manuel Santos y publicada el 18 de enero de 2014i. Al mirar con algún detalle esta lamentable entrevista, en realidad una
vitrina de propaganda reeleccionista de Santos, no dejan de sorprender la
cantidad de estupideces que allí se dicen, entre las que, a manera de ejemplo,
pueden enumerarse dos o tres:
•“Santos, seguramente el presidente más anglosajón del país más
anglosajón de América Latina —con sus casitas de imitación estilo Tudor
pespunteando ciertos barrios de Bogotá— […]”. ¿Será que el Director de El
País ha caminado alguna vez por las barriadas pobres y abandonadas de
Bogotá –que son el 70 por ciento de la ciudad- y allí ha descubierto las casas
estilo Tudor, en donde millones de pobres toman el té, puntualmente al estilo
inglés?
•El periodista (sic), en verdad un adulador barato, sostiene que Santos es
un aficionado a las “biografías de Lincoln, Roosevelt y Churchill” y por ello
“le preguntaré cuánto de la vida y obra de estos santos laicos anglosajones de
su estudio y de su admiración por ellos le han servido de inspiración para
imaginar lo que podía hacer él, y lo que podía conseguir Colombia”. A lo que
Santos responde: “—Muchísimo, muchísimo. Yo muchas veces releo apartes que han
servido para mí de verdadera inspiración. Y digo: si estas personas lo
lograron, por qué no lo puede lograr uno. Es una fuente de inspiración
permanente y yo mismo me retroalimento de esa inspiración”. Y el periodista
adulador pregunta: “—¿Conoce usted a muchos gobernantes que hagan lo mismo?
Porque yo no”. Y Santos responde con esa arrogancia tan característica de los
súbditos coloniales: “—Yo tampoco”. Al final de la entrevista cita esta
“modesta” afirmación de Santos: “—Me copié de Lincoln. Yo me inspiré en Lincoln
y cuando gané las elecciones a mis rivales, los invité y les dije: aquí podemos
gobernar juntos porque yo puedo incorporar en mi programa de Gobierno lo que
usted estaba proponiendo en esto, en esto y en esto”. ¡Pobre Abraham Lincoln,
que sea comparado con uno de los responsables de los crímenes de Estado
conocidos como los “falsos positivos”, sobre lo que, por supuesto, nada
pregunta el periodista!
• Una mención especial requieren estas declaraciones de Santos, que desde
luego el periodista no cuestiona (¿las entendió?): “—[…] estamos de
acuerdo con un principio: Colombia sin coca. Imagínese usted lo que eso
significa. El primer productor de cocaína del mundo durante tantos años que de
la noche a la mañana pueda comenzar a desaparecer esa fuente de todo tipo de
mal, porque es una fuente de financiación y es un veneno que ha hecho mucho
daño, sobre todo a Colombia, pero al mundo entero”.
Es difícil leer tantas insensateces en tan corto espacio, porque una cosa
es la coca y otra la cocaína, y cuando se habla de Colombia sin coca, ¿eso
quiere decir que se va a matar a todos los campesinos e indígenas que siembran
la milenaria hoja de coca?, lo cual es un anuncio terrible que continúa con la
política antidrogas, criminal y ecocida, impulsada por los Estados Unidos. No
es raro que se esté hablando en estos días de la reanudación de la fumigación
con glifosato en las zonas coqueras del país. Decir que Colombia puede ser un
país sin cocaína es una quimera sin fundamento, algo similar a pensar que
Brasil puede vivir sin el fútbol o sin la samba, o México sin la tortilla y los
frijoles, o Francia sin el vino, o Estados Unidos sin las armas, o el Vaticano
sin los curas pedófilos… Como si el problema fuera la producción y venta de
cocaína, y no que es un negocio ilegal y eso es lo que lo torna violento, lo
cual, por cierto, ha enriquecido a diversas fracciones del capital, empezando
por el sector financiero. Suponer, además, que la cocaína y el narcotráfico
puedan desaparecer como negocio sin que Estados Unidos modifique su nefasta
política al respecto es una mentira, y Santos lo sabe, pero no dice nada al
respecto, ni el periodista tampoco indaga por el asunto.
Colocamos estos ejemplos simplemente porque indican el grado de
“profundidad” de las preguntas y de las respuestas de esta pieza maestra –por
su pobreza analítica y su superficialidad- de lo que es el periodismo en la
actualidad. Pero no es este el punto que queremos resaltar en esta nota, ni
referirnos a todo lo que se dice en esa entrevista-publicidad, sino al cinismo
que sale a relucir con referencia al terrorismo de Estado, de los Estados
Unidos y de Colombia, que el periodista-director banaliza y presenta como algo
normal, que debe ser aceptado.
En concreto, en el apartado relativo a la “La ayuda (sic) secreta de los EE
UU” el periodista-director de El País –que en esta ocasión oficia
como vocero del terrorismo de Estado– señala: “A veces hay que saber hacer la
guerra para lograr la paz”, ha repetido públicamente en muchas ocasiones Santos
(también lo hace en esta entrevista), sin que quizá muchos sospecharan hasta
qué punto la afirmación escondía un mensaje más allá de lo evidente: como
ministro de Defensa de Uribe, Santos dirigió una guerra feroz contra la
guerrilla, política que prosiguió luego como presidente. Tampoco nadie
ha dudado nunca, ni por un momento, de que la ayuda de Estados Unidos en los
últimos años ha resultado crucial para acorralar a la guerrilla hasta el punto
de forzarla a aceptar una negociación como la que actualmente se está
desarrollando en Cuba”. ¿Acaso no se nos había dicho durante una década,
para negar la participación directa de Estados Unidos en la guerra interna de
Colombia, que las Fuerzas Armadas habían actuado por sus propios medios y sin
ayuda de otros países? Eso no parece inquietar a nuestro desabrido periodista.
¡Gajes del oficio de plumífero a sueldo!
Aparte de que es un lugar común decir que los golpes militares son los que
han obligado a la insurgencia a dialogar, algo que necesitaría ser demostrado y
precisaría de cierto conocimiento sobre el estado de la guerra como se
desenvuelve en realidad en el terreno en Colombia, lo que habría que
preguntarse es más bien porque un ejército tan gigantesco (de medio millón de
soldados), uno de los que más ha aumentado su tamaño en el mundo en los últimos
diez años y con todo el presupuesto y la maquinara bélica y tecnológica a su
servicio, no ha sido capaz de derrotar a los grupos insurgentes, de los que se
dice en forma despectiva por los voceros oficiosos del régimen, que sus
integrantes son menos de diez mil.
Sin embargo, el punto central que nos llevó a escribir este comentario se
encuentra en las apreciaciones que hace el “periodista” y que muestra el
cinismo y la banalización del terrorismo de Estado a que ha llegado El
País de España, cuando dice textualmente: “A partir de 2006, el
programa secreto suministró a las Fuerzas Armadas colombianas un pequeño
artefacto que, instalado en una bomba de gravedad, convencional y de escasa
precisión, permite a ésta dirigirse con asombrosa exactitud hacia el objetivo
previamente localizado con la tecnología de la NSA. El programa está
clasificado como secreto y sigue vigente, según reveló en una extensa información The Washington Post. Una de esas bombas acabó con la vida de
Raúl Reyes, un alto jefe de las FARC, mientras dormía en un campamento en
Ecuador. Otros líderes guerrilleros también fueron eliminados (sic) de la misma
forma”. Nótese el lenguaje empleado, los insurgentes son “eliminados” (un
eufemismo de asesinados), porque no serían seres humanos, un lenguaje propio
del decálogo del terrorismo de Estado: deshumanizar al adversario, para
justificar su muerte.
Lo interesante radica en que este es un comentario que hace el periodista
para los lectores del pasquín que circula en España, pero no hay ninguna
pregunta a Santos, sobre la ilegalidad, ilegitimidad y sobre todo, los
asesinatos cometidos. En lugar de eso, el periodista continúa: “Para
camuflar ante la guerrilla y los observadores militares el uso de esa potente y
eficaz arma, el Ejército colombiano bombardeaba campos guerrilleros de forma
simultánea con otros aviones, que a su vez arrojaban centenares de bombas para
esconder que una sola de ellas, dotada con esta tecnología de precisión, se
dirigía en medio del fragor directamente hacia la cabeza del líder elegido”.
No sorprende el tono, aprobatorio y casi eufórico, que emplea el
periodista, porque eso forma parte ya del sentido común de los cultores del
terrorismo de Estado, aprobar y avalar la muerte del adversario, como si eso
fuera perfectamente válido y normal. Por eso nada se indaga ni se pregunta al
respecto. Simplemente se señala, de la propia cosecha del periodista-apologista
de la guerra: “Santos, que según el periódico estadounidense fue clave en el
desarrollo de este programa y en su uso contra la guerrilla, declinó comentar
detalles con la periodista del Post que publicó la noticia. Tras conocer los
pormenores de la historia publicada, no me cabe duda alguna de que más de uno,
dentro y fuera de las fuerzas armadas, se habrá hecho la inevitable pregunta:
¿por qué no seguir bombardeándolos hasta acabar con los principales
dirigentes?”. Esta es en realidad una seudo-pregunta, ya que es una opinión del
periodista, en verdad una vulgar apología del crimen.
Lo significativo, en lo que no ahonda el periodista, es la lacónica
respuesta que da Juan Manuel Santos: “—Porque han aprendido a
defenderse, por supuesto. Ya no es tan fácil”. Y ante esta respuesta que
ameritaría haber indagado otras cosas, como por ejemplo, la fragilidad del
discursos de los voceros militares del Estado colombiano quienes asegura que la
guerrilla está a punto de ser derrotada militarmente, si el mismo Santos
reconoce que han cambiado sus tácticas ante el nuevo escenario de guerra de
exterminio.
Y a renglón seguido, el periodista que oficia ahora como consejero militar
(¿ya no bastan ni alcanzan los más de mil consejeros de los Estados Unidos?),
señala: “—Pero esa tecnología sigue siendo muy potente. ¿Son los guerrilleros
conscientes de que si no aceptan un acuerdo de paz se enfrentan a una
liquidación segura, no en los próximos 50 años, como usted ha dicho alguna vez,
si no mucho antes? No parece que 50 años sea el plazo que de verdad usted cree
que necesita para derrotar a la guerrilla…”.
El “brillante” periodista, ahora convertido en estratega y consejero de
guerra en Colombia, vaticina, predice –peor aún amenaza– que les
sucederá a los guerrilleros si no aceptan las condiciones de muerte que les
ofrece el Estado colombiano, como si el futuro estuviera escrito de antemano
–según el guion indiscutible y certero de El País- y hace una
alabanzas sin mesuras sobre la contundencia de la tecnología aplicada para
asesinar y masacrar, como si ese fuera el único aspecto a tener en cuenta
cuando se libra una guerra, y máxime si esa guerra es irregular, como la que se
desenvuelve en Colombia. Esas mismas amenazas son las que realizan Juan Manuel
Santos, Álvaro Uribe Vélez y todos los cruzados de la guerra, que anuncian la
llegada del Armagedón de los bombardeos “inteligentes” en las selvas y campos
de Colombia para matar a diestra y siniestra a todo el que se oponga al capitalismo
colombiano y para obligar a claudicar a la insurgencia, algo que en realidad no
han podido hacer, a pesar de contar con un impresionante aparato de guerra
interno y externo (suministrado por Estados Unidos y la Unión Europea) y con
las manos libres que les proporciona la impunidad con la que cuentan.
Enseguida se le concede la palabra a Santos, quien señala, con la
arrogancia de aquellos que en Colombia miden su capacidad de gobernar de
acuerdo a los muertos y dolor que producen: “–[…] la guerrilla no estaría en la
mesa de negociaciones si creyera que por la vía de las armas puede ganar. Eso
es evidente, que ya se dieron cuenta que por esa vía no van a lograr sus
objetivos; y esa realidad ha sido ayudada por los golpes contundentes que hemos
dado en los últimos tiempos y yo he sido responsable de eso porque…”. En
ese momento, el periodista inserta lo que pretende ser una “trascendental
reflexión”: “Aquí el presidente se detiene, hace una pausa y por un momento (el
momento soñado por cualquier periodista), parece que se dispone a enhebrar el
relato secreto de los recientes y exitosos golpes a la guerrilla. Pero no.
Reflexiona durante un brevísimo instante, cambia de idea, o al menos así me lo
parece, quizá me equivoco, y luego continúa:
—Los golpes a la secretaría [la cúpula directiva, compuesta por siete
miembros] de las FARC comenzaron cuando yo asumí el Ministerio de Defensa.
Antes, en 45 años no le habíamos dado nunca a un miembro del secretariado, pero
tocaba hacer eso para poder lograr lo que estamos logrando… y a veces hay que
saber hacer la guerra para lograr la paz”.
En este instante, un periodista de verdad y no un amanuense del
terrorismo de Estado, habría podido recordarle a Santos la manera como se
produjeron los asesinatos de tres miembros del Secretariado de las Farc y
aprovechar la oportunidad dorada para hablar sobre ese tema: Raúl Reyes
masacrado en Ecuador, junto con otras 25 personas, mientras dormía, y con
bombas de los Estados Unidos, lanzadas desde aviones de los Estados Unidos y
por pilotos de ese país. Iván Ríos, asesinado por uno de sus subalternos, quien
le pegó un tiro en la frente y luego le cortó una mano que presentó como trofeo
de guerra, para cobrar la recompensa ofrecida por el Estado colombiano, y el
Ministerio de Defensa (sic), dirigido por Juan Manuel Santos, quien felicitó al
asesino en público, aplaudió ese hecho criminal y se comprometió a entregarle
una recompensa de varios miles de millones de pesos, que entre paréntesis
después nunca le dieron. Sobre este hecho en los cables de Wikileaks de los
Estados Unidos se dice que “el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos
decidió pagarle a Rojas $2.700 millones por decir el sitio dónde estaba el
cadáver , por haber entregado el computador de Ríos,
memorias USB y otra información […] El ministro dijo que el gobierno había
tenido que pagar la recompensa, porque de lo contrario se hubiera corrido el
riesgo de generar desconfianza a otros posibles desertores”. Según esos cables,
los comandantes de las Fuerzas Armadas indicaron: “Tenemos que pegarnos a
nuestro compromiso de recompensar a quienes colaboran en la captura y dada de
bajas de las cabezas de grupos armados”ii. Y Jorge Briceño, el Mono Jojoy, fue literalmente sepultado por un alud de
bombas, muchas de las cuales usaron fósforo blanco, lanzadas por unos sesenta
aviones y helicópteros, con participación directa de asesores de los Estados
Unidos, mediante una acción cobarde.
De hechos tan arteros y tan poco honorables se enorgullecen Juan Manuel
Santos y el periodista Javier Moreno, porque este último no pregunta nada sobre
tan “humanitarios métodos de guerra”, que muestran el grado de civilidad del
personaje que dice admirar a Abraham Lincoln. Más adelante, vienen unas cuantas
perlas que rematan esta espantosa entrevista, cuando el periodista dice: “—Todo
ello no hubiera sido posible sin esa ayuda decisiva de Estados Unidos”, y
Santos, sin ningún pudor agrega: “—No solamente la ayuda específica de Estados
Unidos con esa tecnología. Nosotros hemos recibido ayuda de muchos países en
muchos frentes, ayuda que apreciamos, ayuda que ha sido sumamente útil y hoy
podemos decir que tenemos las mejores Fuerzas
Armadas en nuestra historia, no solamente en sus capacidades
humanas sino en equipos, con tecnología”. Por supuesto, unas Fuerzas Armadas,
compuestas por medio millón de miembros, que se devoran un alto porcentaje del
presupuesto nacional, asesorados, armados, dirigidos y financiados por los
Estados Unidos. ¡Qué Fuerzas Armadas tan patrióticas y tan respetuosas de los
derechos humanos y de la vida!
Y para cerrar las “brillantes ocurrencias” del genial periodista, que ahora
nos resultó experto en conflictos y guerras internacionales, éste anota con la
crasa ignorancia que caracteriza a los “comunicadores” de nuestros días. “—Colombia
habrá sido pues uno de los pocos ejemplos en el mundo en el que los esfuerzos
de Estados Unidos han resultado un éxito”. A lo que Santos sólo tiene que
añadir: “—Sin duda. La iniciativa bipartidista de política exterior de
Estados Unidos más exitosa de los últimos 50 años sin duda alguna ha sido el
Plan Colombia. Y si logramos la paz, entonces es cerrar con broche de oro”.
Como puede verse, Javier Moreno, Director de El País, presenta
a Colombia como un modelo del éxito de las políticas contrainsurgentes de los
Estados Unidos, éxito que se muestra, agregamos nosotros, con los miles de
asesinados, torturados, desaparecidos, exiliados como resultado de la
participación directa del imperialismo del norte y de sus súbditos europeos en
los asuntos internos de Colombia, para mantener la riqueza y el dominio de una
minoritarias clases dominantes, a través de su Estado terrorista, y apoderarse
de las riquezas que se encuentran en este país. Claro, y este es el éxito que
busca el capitalismo del desastre, como dice Naomi Klein, y que suele
disfrazarse con retórica barata de “mercados libres” y “democracias abiertas”.
En últimas, todo esto muestra el grado hasta el cual ha llegado la
banalización del terrorismo de Estado por parte de la “prensa libre”, como
sucede con el que se practica desde hace décadas en Colombia, y que es
considerado, de manera implícita, como un recursos necesario para mantener las
formas de dominación oligárquicas que tanto le sirven a los poderes
imperialistas. Sin la banalización del terrorismo que efectúan periódicos como
el diario global-imperial, que han llevado a trivializar la muerte de todos
aquellos que enfrentan al capitalismo, difícilmente personajes de un pasado y
presente tan tenebroso podría ser presentados como estadistas y demócratas. No
hay de que sorprenderse, porque criminales confesos, como los Talibanes en la
década de 1980 o los dirigentes de Kosovo –que traficaban con órganos y con
cuerpos humanos– fueron catalogados como “combatientes por la libertad” por
parte de los Estados Unidos y su “prensa libre”, de la cual El País es
una de sus principales sucursales en castellano.
NOTAS
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/01/18/actualidad/1390080275_427674.html . Las cursivas son nuestras.
ii. Ver: El Gobierno de EE.UU. pagaba hasta US$5 millones por 'Iván Ríos'
pero no le pidieron el dinero El 'conejo' de EE.UU. a 'Rojas' por matar a 'Iván
Ríos', disponible en http://www.elespectador.com/noticias/wikileaks/articulo-268056-el-conejo-de-eeuu-rojas-matar-ivan-rios
Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la
Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los
libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico,
Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Editorial Pensamiento
Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario,
Ediciones Herramienta, 1999; entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008.
Su último libro publicado es Capitalismo y Despojo.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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