La élite gerencial ha
aplastado a la clase trabajadora y está a punto de reorganizar la sociedad a su
imagen.
LA NUEVA LUCHA DE CLASES
DE LA ÉLITE GERENCIAL
Por Thomas Klikauer – Nadine Campbell
Counterpunch
Desde el surgimiento de la "Administración
Científica", falsamente designada así por Frederic Taylor, la élite
gerencial ha experimentado un ascenso estratosférico. Con bastante astucia y, a
menudo, incluso de manera engañosa, Taylor llamó a su libro “científico” aun y
cuando el mismo no contiene un solo experimento científico. Lo que él presentó
fue el diseño de una ideología -no una ciencia. A pesar de esto, y junto con el
experto francés en administración de fábricas Henri Fayol, la gestión moderna
vio la luz del día. Pero los gerentes no son solo las personas que controlan a
los trabajadores y les dicen a los empleados qué hacer, sino que también son un
grupo poderoso de apparatchiks corporativos y, lo que es peor, se han
establecido como una clase social cada vez más poderosa.
Formada en una de las 13,000
escuelas de negocios del mundo, la élite gerencial lenta pero de manera
ininterrumpida, y hasta cierto punto implacablemente, se ha hecho del control
de un número cada vez mayor de instituciones de la sociedad. Poco a poco, están
reemplazando la democracia por el gerencialismo antidemocrático, el
conocimiento gerencialista y la ideología gerencialista. El conocimiento
gerencial se refiere a la administración de empresas y corporaciones; el
conocimiento gerencialista representa la ideología del gerencialismo. A diferencia
de la simple administración, el gerencialismo es una ideología aún más
peligrosa. Si bien la administración se preocupa principalmente de la
administración de un lugar de trabajo, el gerencialismo es diferente.
Se propaga rápidamente a instituciones
sociales como hospitales, escuelas, universidades, etc. El gerencialismo
reemplaza a la burocracia que antes estaba allí para servir al público. En
cambio, el conocimiento gerencialista se basa en la idea del lucro. Y en
aquellos casos en los que (todavía) no existe el ánimo de lucro, como las
escuelas primarias, el gerencialismo opera como la ideología del “como si”. Eso
significa que el gerencialismo y sus secuaces ideológicos tratan tal
organización como si fuera una empresa con fines de lucro.
Más allá de eso, el poder del
gerencialismo y las élites gerenciales infiltran tres áreas esenciales de la
sociedad. Estos son el gobierno, la economía y el ámbito de la cultura y los
medios de comunicación. En el ámbito de la economía, el capitalismo desarrolló
empresas de gran tamaño durante la primera mitad del siglo XX, lo que hizo
imposible que un capitalista individual como Henry Ford pudiera controlar grandes
grupos de trabajadores. Eso exigía una nueva clase de supervisores: el gerente
moderno. A medida que el capitalismo avanzaba, también creaba corporaciones
propiedad de accionistas invisibles. Esto aumentó el poder de una clase de
gerentes necesarios para administrar corporaciones en nombre de sus
propietarios.
Con el paso del tiempo, se
establecieron escuelas de comercio especiales que capacitaron a gerentes y, en
una movida bastante genial, estas escuelas comerciales-administrativas que
enseñan la simplicidad de la administración de empresas se asignaron ellas
mismas a las universidades. Con ello, ganaron la reputación de ciencia sobre una
materia que, desde sus inicios en adelante, nunca ha sido un tema científico.
Desde Taylor, sus argumentos de ser una "ciencia" siguen siendo
falsos. Aun así, la administración se vende a sí misma como ciencias
administrativas.
Año tras año tras año, estas
escuelas de negocios producen miles de apparatchiks corporativos capacitados en
la simplicidad de la administración corporativa. En la actualidad, su título
preferido todavía muestra los orígenes de la gerencia en la administración de
fábricas. La "A" en MBA (Master of Business Administration) significa
administración. Como tales, los gerentes con educación universitaria y los
profesionales administrativos han suplantado a los anticuados capitalistas
burgueses como la élite dominante. Hoy en día, esta clase ejecutiva gerencial
incluso ha establecido sus áreas especiales de descanso en los aeropuertos: el
salón de negocios. La élite gerencial y los apparatchiks corporativos también
se sientan adelante de los demás, en la clase ejecutiva de un avión. Todo eso
los hace sentirse únicos, privilegiados e inigualables. Los nuevos gobernantes
del mundo. Lo que han reemplazado -el pluralismo democrático- se ha convertido
en neoliberalismo gerencial.
A diferencia del neoliberalismo que
empuja al capitalismo desde arriba, desde la economía, la élite gerencial
empuja al capitalismo desde abajo, desde empresas y corporaciones. Mientras que
el neoliberalismo usa la democracia, el gerencialismo reemplaza a la
democracia. No hay democracia dentro de las empresas y corporaciones. Para los
apparatchiks corporativos, no hay necesidad de democracia. Es un obstáculo para
el impulso del gerencialismo hacia la llamada eficiencia, una de sus ideologías
preferidas.
Debido a ello, la élite gerencial
avanza. Muchos de los poderes de las legislaturas democráticas han sido
usurpados o delegados a agencias ejecutivas, tribunales u organismos
transnacionales. Los profesionales con educación universitaria y entre ellos la
élite gerencial, tienen mucha más influencia en estas instituciones que la
mayoría de la clase trabajadora. En otras palabras, a medida que la élite
gerencial toma residencia, la clase trabajadora y el público en general se
mudan. Vemos esto no solo en las instituciones económicas (FMI, Banco Mundial,
Davos, OMC, NAFTA, UE, etc.), sino también en hospitales, escuelas,
universidades, así como en lo que antes se consideraba el guardián de la
sociedad civil: los medios de comunicación.
Simultáneamente, los medios de
comunicación corporativos se han asegurado de que la cuestión de la clase haya
desaparecido prácticamente del discurso público. Así como también han
desaparecido palabras como sindicatos, huelga, revolución, clase trabajadora,
etc. Los medios masivos de comunicación corporativos las han eliminado casi por
completo de nuestro vocabulario. Si ya no tenemos palabras, ya no podemos
pensar en estos términos. Elimina cualquier revolución mucho antes de que se
piense siquiera en ella. Además, los medios de comunicación corporativos
siempre trabajan duro para asegurarse de que la raza y el nacionalismo se
superpongan a la clase. Modifica el pensamiento de clase vertical -burguesía vs
trabajadores- al pensamiento horizontal. Ahora son los trabajadores blancos contra
los trabajadores no blancos y los trabajadores domésticos contra los
trabajadores extranjeros, el grupo interno contra el grupo externo.
Mientras tanto, la élite gerencial
ha logrado el dominio. Es la verdadera nueva clase dominante de la sociedad. Junto
a los propietarios de empresas y corporaciones, estos apparatchiks corporativos
son las personas que controlan efectivamente los medios de producción. Dirigen
Tesla, mientras Elon Musk viaja al espacio y aparece en las charlas de TED
(Tecnología, Entretenimiento, Diseño). Dirigen Amazon, mientras Jeff Bezos
cuenta sus miles de millones de dólares.
La élite gerencial ha aplastado a la
clase trabajadora y está a punto de reorganizar la sociedad a su imagen. Esta
imagen se construye a través de la forma en que ellos han sido formados en las
escuelas de negocios. Para todo esto, es crucial el acceso a la élite gerencial
corporativa, que se otorga casi exclusivamente a aquellos certificados por un
agente de acreditación gerencial, generalmente una universidad o escuela de
negocios de élite. Aquí es donde se capacita y certifica a la nueva “superclase”.
No sorprende que el acceso sea a través del dinero: más de $ 200,000 en las
mejores escuelas.
La membresía en la superclase
gerencialista con educación universitaria representa no más del 10% o 15% de la
población en un país típico de la OCDE. Es una membresía muy exclusiva y una
minoría relativamente pequeña. Esta superclase acreditada de la élite gerencial
posee aproximadamente la mitad de la riqueza en los Estados Unidos.
Una de las cuestiones más
importantes es lo siguiente: los estudiantes universitarios estadounidenses
tienden a tener uno o más padres con educación universitaria. Igualmente en
otras democracias occidentales, la pertenencia a la clase gerencial con
educación universitaria también es en parte hereditaria. A medida que declina
la movilidad social, la élite gerencial se reproduce.
En otras palabras, existe una
barrera de clase y vale la pena ser privilegiado. Sin embargo, la élite
gerencial también permanece, al menos en parte, abierta al talento de abajo. En
otras palabras, ocasionalmente, personas que no pertenecen a la élite ingresan
a ella, pero esas son las excepciones, no la regla. En general, debe entenderse
lo siguiente:
Es posible que los títulos universitarios sean boletos para salir de la
pobreza, pero la mayoría de los boletos se entregan al nacer a los hijos de un
pequeño número de familias con mucho dinero. En los Estados Unidos, los
estudiantes con puntajes en matemáticas en la mitad inferior que provienen de
familias con el nivel socioeconómico más alto tienen más probabilidades de
lograr un título universitario que los estudiantes de familias con el nivel
socioeconómico más bajo que tienen puntajes en matemáticas en la mitad superior
del rango.
Peor aún, el ingreso familiar
promedio de los padres de un estudiante típico de Harvard es de $ 168,800. El
ingreso promedio de un estadounidense es de $ 40,000, una cuarta parte de eso.
No es una sorpresa que el 67% de los estudiantes de Harvard provengan del 20%
de los hogares estadounidenses con mayores ingresos. El resto de la Ivy League
será bastante similar.
La élite gerencial capacitada en la
escuela de negocios no solo recibe capacitación en universidades especiales y
vuela en clase ejecutiva, sino que también vive en áreas geográficas
especiales, en los llamados “hubs”. Estos son los lugares donde se ubican las
casas de la superclase gerencial. En estos centros o suburbios especiales,
encontramos personas dedicadas a servicios empresariales de alta gama. Ellos trabajan
en software, finanzas, seguros, contabilidad, mercadeo, publicidad, consultoría
y otros cuyos clientes suelen ser corporaciones, incluidas corporaciones
globales que administran cadenas de suministro.
Esto tiene impactos devastadores en
las ciudades a medida que estas se aburguesan. La brecha entre los más ricos y
los más pobres en la ciudad de Nueva York, por ejemplo, es comparable a la de
Swazilandia. Los Ángeles y Chicago son un poco más igualitarios. Ambos son
comparables a República Dominicana y El Salvador.
Todo esto es posible debido al
esfuerzo de los trabajadores pobres, en su mayoría en el Sur Global. Las
fortunas de muchos ejecutivos de la Tecnología de la Información (IT) y de
apparatchiks corporativos de San Francisco, por ejemplo, depende de las legiones
de trabajadores de fábricas mal pagados en China y otros países, de torres de
servidores que demandan grandes cantidades de energía ubicadas en áreas rurales
remotas, y de infraestructuras masivas de comunicaciones y transporte que se
extienden por vastas distancias entre ciudades y naciones y cuyo mantenimiento
está a cargo de obreros.
Junto con la élite económica que
representa el neoliberalismo, la élite gerencial corporativa ha marcado un
distanciamiento de la regulación y, por lo tanto, ha debilitado los sindicatos
en el país y en otros lugares. Esto, por supuesto, ha ayudado a mejorar los
márgenes del beneficio empresarial. Con mayor frecuencia, el dinero generado,
administrado y supervisado por la élite gerencial se guarda en paraísos
fiscales. Hoy en día, aproximadamente una cuarta parte de toda la riqueza del
mundo se encuentra en esos paraísos fiscales. Peor aún, el 43% de las ganancias
extranjeras se acumulan en solo cinco paraísos fiscales: Bermuda, Irlanda,
Luxemburgo, Holanda y Suiza. Los infames Papeles de Panamá son una parte
minúscula de una operación que priva a los países de la OCDE de impuestos muy
necesarios, lo que resulta en escuelas y hospitales con fondos insuficientes.
Más allá de eso, la élite gerencial
trabaja en instituciones internacionales las cuales han eliminado en buena
medida la democracia mientras que al mismo tiempo, mantienen vigente un
camuflaje democrático para no ser
acusados de antidemocráticos. La élite gerencial, haciendo las veces de cabilderos
corporativos, mantiene este estado de cosas para asegurar un marco regulatorio
positivo que apoye la maximización de ganancias.
En la Unión Europea, por ejemplo, ha
habido una erosión deliberadamente diseñada de las democracias nacionales. Con
la crisis financiera global de 2008/2009, este proceso solo se ha acelerado.
Desde sus inicios, la UE siempre ha mostrado un sesgo crónico y deliberado a
favor de las empresas y las finanzas y en contra de los sindicatos de
trabajadores. La fuerza laboral europea ha sido pacificada con los Comités de
Empresa Europeos. Estos consejos prácticamente no tienen poder. Emulan a los
comités de empresa alemanes que tienen algunos poderes sobre cuestiones
bastante intrascendentes -el infame color de la puerta del baño- y casi ningún
poder sobre cuestiones tan importante como sueldos, salarios de los directores
ejecutivos, reubicación de plantas, etc. En la UE, la pacificación de la fuerza
laboral avanza mientras la UE le da carta libre al capital. Esto denota la
mayor capacidad del capital, los inversores y los gerentes corporativos para
presionar y organizarse con bastante éxito a través de las fronteras
nacionales.
En Europa como en los Estados
Unidos, por cada dólar gastado por los sindicatos y los grupos de interés
público en cabildeo, las grandes corporaciones y sus cabilderos gastan 34 dólares.
Con una proporción de 34:1, no es sorpresivo que las leyes de la UE y los EE.UU
favorezcan a las empresas, no a los trabajadores. Como resultado de su cabildeo, las empresas y
corporaciones obtienen facturas de impuestos corporativos bajas o nulas, fácil
acceso a paraísos fiscales y un sinfín de regulaciones favorables a las
empresas, eufemísticamente catalogadas como desregulaciones. Esto perjudica a
los trabajadores de manera sistemática. Por su escaso cabildeo de $ 1, los
trabajadores obtienen salarios bajos, escasa seguridad laboral, desempleo
masivo, condiciones de trabajo horribles, el aumento del precariado, el
estancamiento de los salarios, trabajos temporeros en la economía gig, etc.
Durante décadas, la UE ha demostrado
una persistente predisposición a favor
del capital, las empresas, las finanzas y en contra de los sindicatos. Esto
pone de manifiesto la mayor capacidad de los inversores, los gerentes
corporativos y la élite gerencial para presionar a los políticos y eludir la
democracia. Por otra parte, el antidemocrático poder judicial también le ha
brindado un sólido apoyo a la élite gerencial, a las corporaciones y al
capitalismo corporativo. De la misma manera que el Estado como tal, como la
fuerza policial, en particular, la juristocracia actual -una democracia guiada
por el poder judicial- ha sido importante para la élite gerencial porque la
protege, así como a las empresas y corporaciones, de la mayoría democrática.
En resumen, la confianza en el
sistema legal y los tribunales en lugar de una legislatura elegida democráticamente
está configurando la política pública, económica y laboral al tiempo que le
resta poder a los votantes de la clase trabajadora. Cada vez más el poder se
desplaza hacia una súper clase no electa -a menudo de elite- de jueces
certificados universitarios. Son los nuevos gobernantes con túnicas que representan
otra súper clase acreditada que ayuda al surgimiento de la élite gerencial. Por
supuesto, todo esto se suma a lo que Warren Buffett admitió en 2006:
Hay una lucha de clases, definitivamente,
pero es mi clase, la clase rica,
la que está haciendo la guerra,
y estamos ganando.
La declaración de Buffett solo
muestra cuan seguro el capitalismo corporativo y su élite gerencial están en lo
que están haciendo: la lucha de clases. El único desafío razonable al poder de
la élite gerencial durante los últimos años no provino de la clase trabajadora.
Provino del populismo de derecha. Este desafió a la súper elite gerencial, pero
no al capitalismo corporativo. Sin embargo, es posible que uno se dé cuenta que
la élite gerencial no es una entidad monolítica. Consta, al menos, de tres
facciones:
La derecha: El primer grupo es la élite gerencial neoliberal de
extrema derecha que representa la ideología del neoliberalismo de Hayek, el
antisindicalismo extremo, la desregulación (es decir, la re-regulación de los
negocios), la imposición de impuestos solo a la clase trabajadora y no a los
ricos, etc. Esta facción está representada por la ideología de Milton Friedman
y financiada por los infames hermanos Koch. Ideológicamente, cuenta con el
apoyo de instituciones como el Instituto Cato.
Los moderados: La segunda facción de la élite gerencial son los
más moderados como los Clinton, Obama, etc. Ellos representan una versión un
poco más moderada del neoliberalismo favorable al mercado que vive con la
eterna esperanza de que el capitalismo pueda ser bueno.
El Centro: Finalmente, está el centro de la élite gerencial que
consiste en la dinastía Bush, el ex primer ministro británico David Cameron, la
alemana Merkel y el francés Macron. Estos representan una forma centrista de
neoliberalismo.
Mientras tanto, el repunte del
populismo de derecha es una lucha contra estos tres grupos de la élite
gerencial. La contrarrevolución de derecha de los populistas viene de fuera
utilizando fuerzas que se generan desde abajo, esas que Donald Trump llama, la
gente con poca educación. En resumen, los demagogos populistas de derecha
apuntan a la súper clase y, por lo tanto, al stablishment. Estos son
etiquetados como los enemigos. La lucha del populismo de derecha tiene lugar en
los tres ámbitos del poder que actualmente dirige la élite gerencial: la
política, la economía y la industria de la cultura mediática.
El populismo de derecha, ataca el
cosmopolitismo de la élite gerencial y su impulso hacia la globalización
actuando de manera decididamente nacionalista: America First! En Europa, los
populistas de derecha son decididamente anti-europeos. Su triunfo más
sobresaliente sigue siendo el Brexit. En la esfera de la cultura y los medios
de comunicación, los políticos populistas de derecha deliberadamente ignoran la
elaborada etiqueta política de la superclase política y gerencialista. El populismo
de derecha usa un lenguaje vulgar, insultante y agresivo. Los populistas de
derecha odian, rechazan y luchan contra la corrección política.
Mientras que Karl Marx veía la
religión como el opio de las masas, el populismo de derecha ha encontrado algunos
opiáceos nuevos y otros de antaño a los cuales recurrir, como la xenofobia, el racismo,
sexismo, antisemitismo, nacionalismo, etc. a diferencia de la Iglesia Católica
en el año 1622, Stalin y Hitler a principios del siglo XX, la propaganda de hoy
se puede distribuir rápida y ampliamente a través de Facebook, Twitter,
YouTube, etc. Ayer como hoy, la cuestión es de si el socialismo o la barbarie
todavía está entre nosotros.
Si se quiere evitar el
republicanismo bananero como destino de las democracias occidentales, es
necesario luchar tanto contra la élite gerencial como contra el populismo de
derecha. Por otra parte, el populismo de derecha de alguna manera tiende a ser autodestructivo.
Los populistas de derecha son mucho mejores haciendo campaña que gobernando.
Con bastante rapidez, Trump descubrió lo difícil que es dotar su administración
de tecnócratas competentes de la élite legal, política y gerencial dispuestos a
servir bajo un político despreciado por muchos expertos y funcionarios. En
resumen, la élite gerencial-administrativa de Washington no solo rechaza a
Donald Trump, sino que ni siquiera quiso trabajar para él.
Ya sea la élite gerencial, los
apparatchiks corporativos o los populistas de derecha, todos son un poco como
la medicina homeopática. Las supuestas curas que proponen para tratar nuestras
enfermedades sociales, económicas, políticas y ambientales que el libre mercado
del capitalismo ha causado deben ser tratadas con una fuerte dosis de más libre
mercado. Esto no va a funcionar.
En lugar de la falsa solución de los
populistas de derecha y la superclase gerencialista, el verdadero
empoderamiento solo puede provenir de los trabajadores organizados. Este
empoderamiento debería basarse en algo parecido a un acuerdo tripartito
empresa-trabajadores-gobierno que se involucre en la negociación colectiva.
Solo con un mecanismo de este tipo se puede mantener un control real sobre la
superclase gerencial y mantener a raya a los populistas de derecha. Para el
pluralismo democrático, las elecciones libres y justas siguen siendo
esenciales, pero de ninguna manera son una condición suficiente para una
democracia genuina.
La tripartita
trabajadores-empresa-gobierno como instituciones encargadas de la fijación de
salarios tiene que ajustarse al principio democrático de una persona un voto. Además
de controles y contrapesos políticos, debe haber controles y contrapesos
económicos y políticos para reducir y quizás eventualmente eliminar el poder de
la clase gerencial.
En la actualidad, esta superclase
gerencial sigue siendo una minoría. Pero ha adquirido un cuasi monopolio de riqueza,
poder político, experiencia, influencia en los medios y autoridad académica.
Dado su poder, puede reprimir con éxito y completamente a la mayoría de la
clase trabajadora numéricamente mayor pero políticamente más débil. Si esto
continúa en América del Norte y Europa, es muy posible que ambos se parezcan
mucho al Brasil actual. Un país dirigido por oligarquías nepotistas agrupadas
en unas pocas y extendidas áreas metropolitanas rodeadas de zonas remotas
abandonadas, deterioradas, despobladas y despreciadas.
Publicado por La Cuna del Sol