La grandeza política y revolucionaria de Chatún tendrá, a futuro, que ser bien ponderada. Un campesino que con su familia buscaron en las tierras inhóspitas del Ixcán tener un pequeño pedazo de tierra para cultivarla.
ISRAEL ÁVILA,
“CHATÚN”,
¡HASTA LA VICTORIA
SIEMPRE!
Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
La Cuna del Sol
La grandeza política y revolucionaria de Chatún
tendrá, a futuro, que ser bien ponderada. Un campesino que con su familia
buscaron en las tierras inhóspitas del Ixcán tener un pequeño pedazo de tierra
para cultivarla. Llegar a esa región del Quiché en la década de los años 70 no
era asunto fácil. Era una selva impenetrable, densa, tupida; y las siete
familias campesinas que emigraron de la Costa Sur de Guatemala a la zona del
parcelamiento Santo Tomás Ixcán, tuvieron que ir haciendo con las hojas de sus
machetes el camino. Esta es una de las razones del título del libro escrito por
el oficial guerrillero Israel Ávila, que lo intituló Los Brecheros del Ixcán, donde relataba la epopeya de la migración
de las siete familias que pudieron sobrevivir a las condiciones brutales de un
ambiente totalmente hostil para la vida humana.
Esas memorias de la vida campesina y la
historia de la posterior implantación de la guerrilla del Ejército Guerrillero
de los Pobres, EGP, se empezaron a escribir en la ciudad de Jutiapa, en el
barrio Latino, en una pequeñita máquina de escribir portátil marca Brother y se
terminaron de escribir en el municipio de Tiquisate, departamento de Escuintla.
Ese documento, a solicitud de Chatún, me tocó revisarlo y ver de qué manera se
le daba la mejor estructura y corregir algunos pequeños errores, claro está,
hasta donde mis capacidades lo permitían. Por esos años, 1989, tuvimos una
debacle con el movimiento estudiantil universitario Avanzada y se dejó a partir de todos estos hechos trágicos un mejor
tiempo para pensar en la publicación.
Lo registrado en esas memorias veraces era
realmente admirable porque reflejaba la entereza, el valor, la tenacidad y la
firmeza de convicciones de unas familias campesinas, principalmente la
encabezada por don Bernabé Avila (conocido después solo por don Berna), padre
de Chatún, Gil o Adán, sustantivo propio usado dependiendo de las
circunstancias de la lucha revolucionaria. Chatún hizo algo impensable y
desafiante por esos años: recuperó el prime fusil Galil para la guerrilla. Fue
el primer campesino incorporado al movimiento armado y enseñó a varios
guerrilleros las técnicas de la marcha nocturna y el manejo del monte para no
girar en círculo.
Hoy que Gil ha partido solo nos va quedando el
recuerdo de sus consecuentes acciones de hombre y revolucionario y recordar lo
vivido con él, como cuando en una marcha nocturna aquí en Jutiapa, iba entre
ese grupo de luchadores sociales, El
Tío, (Valentín Zamora era su nombre
real y había nacido en el pueblo extinto de Morán, del departamento de
Guatemala, de oficio repartidor de pan de la Panadería La Esperanza, del
español Saturnino Briz, gran colaborador de la guerrilla de los años 60). Al Tío, Mario Payeras lo hacía
aparecer como Pánfilo, en su novela Trueno en la Ciudad, quien ya contaba
con 80 años de edad y fuera en sus años mozos un aguerrido cuadro de la
guerrilla urbana de las Fuerzas Armadas Rebeldes, FAR.
Esa noche, Chatún que sabía manejar bien el
monte en las marchas nocturnas, cerca de una pendiente que imaginaban profunda,
El Tío tropezó y se fue rodando a la profundidad del abismo. Chatún, sumamente
preocupado, pidió que lo esperáramos mientras rescataba al Tío cuya voz se oía
lejana y quejumbrosa, casi inaudible. Al parecer se acababa de matar. Se había
de hecho despeñado. Al rato se oyó una risa estrepitosa, de Chatún, porque el
tal abismo no era más que un barranquito de tres o cuatro metros de profundidad
y El Tío realmente no podía hablar, solo pujaba, porque había dado de lleno con
una piedra en el estómago que le había sacado el aire.
O cuando recibimos la queja de nuestros
pequeños hijos, un día que teniendo con mi esposa un viaje urgente a la capital
le pedimos a Chatún que nos los cuidara. Dejamos en el refrigerador una libra
de carne para que se hicieran un bistec en el almuerzo. Al volver de la capital,
por la noche, luego de un largo trámite para un crédito bancario, una de mis
pequeñas hijas me puso una queja: ¡Don
Gil no sabe hacer bistec, estaba crudo!, concluyó con gran ira. Y así,
tantas cosas que se vivieron con el compañero Chatún que hoy nos antecede
investido de la gloria patriótica, solo reservada para hombres como él.
¡Hasta la victoria siempre compañero Chatún!
Publicado por La Cuna del Sol
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