martes, 19 de enero de 2021

Israel Ávila, “Chatún”, ¡hasta la victoria siempre!

La grandeza política y revolucionaria de Chatún tendrá, a futuro, que ser bien ponderada. Un campesino que con su familia buscaron en las tierras inhóspitas del Ixcán tener un pequeño pedazo de tierra para cultivarla.

 

ISRAEL ÁVILA, “CHATÚN”,
¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!



Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
La Cuna del Sol

La grandeza política y revolucionaria de Chatún tendrá, a futuro, que ser bien ponderada. Un campesino que con su familia buscaron en las tierras inhóspitas del Ixcán tener un pequeño pedazo de tierra para cultivarla. Llegar a esa región del Quiché en la década de los años 70 no era asunto fácil. Era una selva impenetrable, densa, tupida; y las siete familias campesinas que emigraron de la Costa Sur de Guatemala a la zona del parcelamiento Santo Tomás Ixcán, tuvieron que ir haciendo con las hojas de sus machetes el camino. Esta es una de las razones del título del libro escrito por el oficial guerrillero Israel Ávila, que lo intituló Los Brecheros del Ixcán, donde relataba la epopeya de la migración de las siete familias que pudieron sobrevivir a las condiciones brutales de un ambiente totalmente hostil para la vida humana.

Esas memorias de la vida campesina y la historia de la posterior implantación de la guerrilla del Ejército Guerrillero de los Pobres, EGP, se empezaron a escribir en la ciudad de Jutiapa, en el barrio Latino, en una pequeñita máquina de escribir portátil marca Brother y se terminaron de escribir en el municipio de Tiquisate, departamento de Escuintla. Ese documento, a solicitud de Chatún, me tocó revisarlo y ver de qué manera se le daba la mejor estructura y corregir algunos pequeños errores, claro está, hasta donde mis capacidades lo permitían. Por esos años, 1989, tuvimos una debacle con el movimiento estudiantil universitario Avanzada y se dejó a partir de todos estos hechos trágicos un mejor tiempo para pensar en la publicación.

Lo registrado en esas memorias veraces era realmente admirable porque reflejaba la entereza, el valor, la tenacidad y la firmeza de convicciones de unas familias campesinas, principalmente la encabezada por don Bernabé Avila (conocido después solo por don Berna), padre de Chatún, Gil o Adán, sustantivo propio usado dependiendo de las circunstancias de la lucha revolucionaria. Chatún hizo algo impensable y desafiante por esos años: recuperó el prime fusil Galil para la guerrilla. Fue el primer campesino incorporado al movimiento armado y enseñó a varios guerrilleros las técnicas de la marcha nocturna y el manejo del monte para no girar en círculo. 

Hoy que Gil ha partido solo nos va quedando el recuerdo de sus consecuentes acciones de hombre y revolucionario y recordar lo vivido con él, como cuando en una marcha nocturna aquí en Jutiapa, iba entre ese grupo de luchadores sociales, El Tío, (Valentín Zamora era su nombre real y había nacido en el pueblo extinto de Morán, del departamento de Guatemala, de oficio repartidor de pan de la Panadería La Esperanza, del español Saturnino Briz, gran colaborador de la guerrilla de los años 60). Al Tío, Mario Payeras lo hacía aparecer como Pánfilo, en su novela Trueno en la Ciudad, quien ya contaba con 80 años de edad y fuera en sus años mozos un aguerrido cuadro de la guerrilla urbana de las Fuerzas Armadas Rebeldes, FAR.

Esa noche, Chatún que sabía manejar bien el monte en las marchas nocturnas, cerca de una pendiente que imaginaban profunda, El Tío tropezó y se fue rodando a la profundidad del abismo. Chatún, sumamente preocupado, pidió que lo esperáramos mientras rescataba al Tío cuya voz se oía lejana y quejumbrosa, casi inaudible. Al parecer se acababa de matar. Se había de hecho despeñado. Al rato se oyó una risa estrepitosa, de Chatún, porque el tal abismo no era más que un barranquito de tres o cuatro metros de profundidad y El Tío realmente no podía hablar, solo pujaba, porque había dado de lleno con una piedra en el estómago que le había sacado el aire.

O cuando recibimos la queja de nuestros pequeños hijos, un día que teniendo con mi esposa un viaje urgente a la capital le pedimos a Chatún que nos los cuidara. Dejamos en el refrigerador una libra de carne para que se hicieran un bistec en el almuerzo. Al volver de la capital, por la noche, luego de un largo trámite para un crédito bancario, una de mis pequeñas hijas me puso una queja: ¡Don Gil no sabe hacer bistec, estaba crudo!, concluyó con gran ira. Y así, tantas cosas que se vivieron con el compañero Chatún que hoy nos antecede investido de la gloria patriótica, solo reservada para hombres como él.

¡Hasta la victoria siempre compañero Chatún!




Publicado por La Cuna del Sol

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