jueves, 4 de enero de 2024

No sólo en Gaza

En estos momentos estamos "viendo cómo se desarrolla un genocidio", una "condición genocida" acumulada durante décadas. Lo vemos en la embestida estadounidense/israelí contra Gaza. Mis recuerdos retornan y me hacen reflexionar sobre la conexión de Israel con la práctica genocida, no sólo en Gaza, sino también en Guatemala.

 

ISRAEL Y EL GENOCIDIO:
NO SÓLO EN GAZA



Mark Lewis Taylor
Counterpunch

Fue en las calles de Ciudad de Guatemala, en 1987, cuando empecé a darme cuenta de la colaboración que Israel mantenía con Estados Unidos en facilitar el genocidio.

En estos momentos estamos "viendo cómo se desarrolla un genocidio", una "condición genocida" acumulada durante décadas, como sostiene la profesora israelí de Cultura Moderna y Medios de Comunicación, Ariella Aisha Azoulay. Lo vemos en la embestida estadounidense/israelí contra Gaza. Mis recuerdos y conciencia retornan y me hacen reflexionar sobre la conexión de Israel con la práctica genocida, no sólo en Gaza, sino también en Guatemala.

En la Guatemala de los años ochenta, una campaña contrainsurgente llevada a cabo por gobiernos militares respaldados por Estados Unidos masacró a indígenas mayas y a decenas de miles de disidentes y de otros sospechosos de serlo. No existían las redes sociales para darle cobertura. La mayoría de los ciudadanos estadounidenses no sabían nada de ello. La matanza de este periodo en Guatemala ha sido reconocida como "genocidio" por analistas oficiales y por un exhaustivo informe de investigación de 12 volúmenes (CEH, 1999). Este último estudio dejó claro lo apropiado de la frase "actos de genocidio" para denominar los crímenes de los militares guatemaltecos contra los mayas, a pesar de la afirmación de los militares de que carecían de "intención" de cometer genocidio, que sólo estaba motivado por cuestiones económicas, políticas o militares (CEH, 1999, cap. 2, vol.3). Al igual que con Israel en Gaza, Palestina, así mismo con las élites guatemaltecas en relación con los indígenas mayas, es el registro histórico de décadas de asesinatos acumulativos, ocupación, traslado forzoso y deshumanización, lo que establece los actos y condiciones como los de un genocidio.

Los estudios sobre el genocidio de Guatemala, como mostraré, revelan también el papel especial de Israel en esa matanza bajo la égida de los intereses imperiales de Estados Unidos.

Estuve por primera vez en Guatemala en 1987 para entrevistar a educadores y activistas que eran importantes para mi investigación sobre el papel de las creencias religiosas entre los pueblos indígenas mayas al mismo tiempo que llevaban a cabo la resistencia en contra de la represión en curso. 1987 era una fecha en la que la última serie de gobiernos militares de Guatemala acababa de finalizar lo peor de la violencia masiva contra las comunidades mayas, la peor ocurrió entre 1981 y 1983 (véase el historiador Grandin y el antropólogo Schirmer). A este periodo suele llamársele "holocausto oculto/silencioso", "holocausto de Guatemala" u "holocausto maya". Y éste es sólo un lugar en donde Israel ha estado envuelto en la violencia y el terrorismo de estado masivos en toda América Latina. Yo había estado trabajando con guatemaltecos y otras personas en Estados Unidos para buscar el fin de la ayuda militar estadounidense a Guatemala.

Simultáneamente a mi investigación, también estuve en Guatemala para poner en marcha un programa para estudiantes, el cual dirigí en el Seminario Teológico de Princeton durante casi 15 años. Este programa colocaba a nuestros estudiantes en América Central, normalmente en Guatemala, durante ocho semanas de programas de aprendizaje de verano, no para misiones o proyectos de construcción, sino principalmente para acompañamiento, escucha y comprensión mutua. La creación de este programa a través de consultas con muchos guatemaltecos, y luego orientar a los estudiantes a través de este programa, sigue siendo una de las experiencias más valiosas de mis más de 40 años de enseñanza en Princeton.

Un día de 1987, mientras el polvo y el smog de una calle de Ciudad de Guatemala se arremolinaban a mi alrededor, entablé conversación con un amigo que era activista y mentor a la vez. Nos vimos interrumpidos, sobresaltados por una orden en voz alta dada por alguien con mucha autoridad, proyectada por un altavoz que vibraba estruendosamente. Un sonido parecido al de Darth Vader, pero más agudo, ligeramente más agudo, más amenazador a todo volumen.

"¿Qué?" grité con irritación.

"Ah, sí", aclaró mi colega, "sean testigos de nuestros nuevos vehículos policiales, cortesía del Gobierno israelí".

"¿Israel en Guatemala?" Esto me perturbó e inicié una forma de pensar, que persistió en mi investigación y escritos durante décadas. La destrucción por parte del Estado israelí de más de 400-500 aldeas en Palestina en 1947/1948 estaría vinculada en mi mente durante décadas posteriores con la destrucción de un número similar de aldeas destruidas en Guatemala a principios de la década de 1980. Mi pensamiento sobre esta parte de la intrincada red de sucesos genocidas en el mundo se convirtió en una preocupación de por vida en mis investigaciones y publicaciones (y aquí).

Poseía algún conocimiento de la historia sobre la guerra y represión de Israel en Palestina, pero en ese entonces no sabía, en 1987, sobre sus conexiones con el suministro de equipo policial y militar, así como de asesores en tecnología y vigilancia a Guatemala. Las instituciones policiales del país estaban interconectadas con agencias militares y de vigilancia. Estos agentes armados del Estado se convirtieron en temibles amenazas para sus ciudadanos y en actores brutales, especialmente tras el golpe de Estado orquestado por la CIA en 1954 contra el último gobierno democráticamente elegido de Guatemala.

Las peores masacres en las aldeas mayas formaron parte de grandes "barridas" militares en las tierras altas del norte y oeste de Guatemala. El coronel estadounidense George Maynes le confió al periodista Allan Nairn que había trabajado con el general guatemalteco Benedicto Lucas García para desarrollar esta táctica de barrido. Durante la presidencia del general pentecostal Efraín Ríos Montt, esta táctica de barrido se convirtió en marzo de 1982 en una estrategia sistemática contra los mayas, considerados el principal "enemigo interno" del Estado guatemalteco. Nairn también informa que el Boina Verde de EE UU., el capitán Jesse García fue aún más específico sobre cómo "estaba entrenando a las tropas guatemaltecas en la técnica de cómo 'destruir pueblos'". Los indígenas mayas sufrieron más de 625 masacres y también, según admite el propio gobierno, la destrucción casi total de más de 600 pueblos en las tierras altas rurales de Guatemala. 100 000 huyeron a México y más de un millón fueron desplazados dentro de Guatemala.

Los indígenas mayas no fueron los únicos en sufrir tales atrocidades. Los disidentes o sospechosos urbanos no indígenas también fueron apresados y a menudo interrogados, torturados y desaparecidos. Más de un millón de páginas de informes de los archivos policiales guatemaltecos -sí, más de un millón de páginas ahora recuperadas- lo confirman. En total, más de 200 000 personas murieron o desaparecieron en esta guerra en Guatemala entre 1960 y 1996.

En una visita posterior con estudiantes del seminario, en 1988, y acompañado por mi familia y mis dos hijos pequeños, visité la unidad forense del Grupo de Apoyo Mutuo en un pequeño edificio de Ciudad de Guatemala dirigido por las madres de los desaparecidos del país. A la mañana siguiente, vimos en los periódicos que el edificio había sido bombardeado por las fuerzas policiales. Familias que buscaban a sus seres queridos desaparecidos (lo hacían con el apoyo de delegaciones internacionales de las que yo formaba parte), todos en busca de información forense que pudiera desenmascarar a los culpables de los desaparecidos: esto era considerado un crimen en la Guatemala de esos años. La omnipresencia de la violencia en Guatemala, y el papel de Estados Unidos apoyándola, me marcaron profundamente.

La conexión de Israel con todo esto ha sido ampliamente documentada.

El involucramiento de Israel con el gobierno militar de Guatemala fue muy extenso, especialmente cuando el presidente estadounidense, Jimmy Carter, cortó en 1977 la mayor parte de la ayuda militar estadounidense a Guatemala debido a su notorio historial de abusos contra los derechos humanos. El periodista de investigación George Black, en sus reportes escritos para NACLA, informaba que Israel entusiasmadamente había sustituido a Estados Unidos, convirtiéndose en "el principal proveedor de Guatemala". En 1980, el Ejército fue completamente reequipado con fusiles Galil [de fabricación israelí] a un costo de 6 millones de dólares". En años subsiguientes, las élites militares guatemaltecas se enorgullecían de haber sofocado la insurgencia en gran medida sin ayuda estadounidense. Israel había desempeñado un papel muy apreciado como sustituto de los proveedores militares estadounidenses.

En una de las tantas infames masacres, la de la aldea Dos Erres, el 6 de diciembre de 1982, la conexión israelí estuvo claramente presente. Comandos entrenados por Israel quemaron la aldea en su totalidad, después de tirotear, torturar y/o violar a más de 200 aldeanos. Un equipo de investigación de la ONU informó: "Todas las evidencias balísticas recuperadas correspondían a fragmentos de bala de armas de fuego y casquillos de fusiles Galil, fabricados en Israel" (Traducción del informe en español, volumen 6, apéndice 1, p. 410). Esto fue sólo en la aldea de Dos Erres. La misma investigación de 12 volúmenes informa de que se utilizaron fusiles Galil de fabricación israelí en todo el altiplano, mientras que helicópteros de fabricación estadounidense transportaban tropas al altiplano para lo que, de acuerdo a lo que el informe sostiene, fueron "actos de genocidio" (informe, volumen 2, 314-423).

Desgraciadamente, tardé demasiado en enterarme de cuántas eran las otras maneras en que Israel había estado implicado en la masiva violencia estatal en Guatemala. El politólogo, Bishara Bahbah, formado en Harvard, en su libro, Israel y América Latina: The Military Connection (1986) calificó la ayuda militar israelí a Guatemala como "un caso especial" dentro de un escenario más amplio de ventas de armamento de Israel a América Latina a lo largo de décadas. Otros trabajos señalan aspectos similares, como el estudio de Milton Jamail y Margo Gutiérrez, It's No Secret: Israel's Military Involvement in Central America.

Los académicos siguen estudiando la contribución militar de Israel a la militarización del orden mundial actual. Israel tiene experiencia en promocionarse como proveedor de tecnología para la "pacificación" de los focos de conflicto que aquejan el orden mundial. El antropólogo israelí, Jeff Halper, lo documenta ampliamente en su libro War Against the People: Israel, The Palestinians, and Global Pacification (2015). Halper señala que, en Guatemala, la ayuda y el entrenamiento militar de Israel fueron fundamentales para la creación de comunidades de reasentamiento forzoso, "readaptación", o "aldeas modelo" diseñadas para supervisar a los supervivientes de las masacres. Los oficiales militares guatemaltecos incluso se refirieron a ello como la "palestinización" de las tierras mayas de Guatemala posterior a las masacres, donde las campañas de conmoción y pavor y de tierra arrasada dejaron un pueblo devastado (Halper, 154-155). El periodista guatemalteco, Víctor Perera, describió el resultado como "una réplica distorsionada del Israel rural". Ian Almond, que relató lo descrito por Perera, declaró que el coronel guatemalteco Eduardo Wohlers, entrenado en Israel y encargado del Plan de Asistencia a las Zonas en Conflicto, admitió: "El modelo del kibbutz y el moshav está firmemente plantado en nuestras mentes" (Bahbah, 164).

A continuación, algunas notas más sobre la conexión entre Israel y Guatemala:

Ya en 1978, las discusiones conjuntas que tuvieron lugar en Israel, entre los ministros de defensa israelí y guatemalteco, se centraron en "el suministro de armas, municiones, equipo de comunicaciones militares (incluyendo un sistema informático, tanques y carros blindados, cocinas de campaña, otros artículos de seguridad e incluso el posible suministro del avión de combate avanzado, el Kfir. También se habló de enviar personal israelí... para entrenar y asesorar al ejército guatemalteco y a la policía de seguridad interna (conocida como G-2) en tácticas de contrainsurgencia" (Rubenberg, n.33).

En noviembre de 1981, cuando se iniciaban las campañas de tierra arrasada contra los mayas en Guatemala, Estados Unidos e Israel firmaron el Memorando de Entendimiento sobre Cooperación Estratégica. Se centraba en sus esfuerzos conjuntos "fuera de la zona del Mediterráneo oriental".

Israel empezó a entregar sus aviones utilitarios Arava STOL en 1977, supuestamente sólo para transportar suministros no militares, pero según lo anunciaban los israelíes los aviones son "rápidamente convertibles" para otros fines, incluso para servir como "un sustituto del helicóptero". Los aviones se utilizaron para actividades de contrainsurgencia en el altiplano de Guatemala (Bahbah, 71,96, 100, 145-7).

El General Benedicto Lucas García, jefe del Estado Mayor del ejército guatemalteco y quien implementó las barridas genocidas, expresó su agradecimiento por " 'el asesoramiento y la transferencia de tecnología electrónica' de Israel: cuando hablaba en una ceremonia especial para la apertura de la Escuela de Transmisión y Electrónica del Ejército de Guatemala (Bahbah, 163, citando a Lucas García según lo citado en el Manchester Guardian, enero de 1982).

Según un amplio resumen sobre el papel de Israel en "la guerra sucia de Guatemala", el periodista Gabriel Schivone escribió en The Electronic Intifada sobre cómo Israel desempeñó este papel de proxy de EE UU. Yaakov Meridor, un exministro de economía de Israel, declaró: "Le diremos a los estadounidenses: No compitan con nosotros en Taiwán; no compitan con nosotros en Sudáfrica; no compitan con nosotros en el Caribe o en otros lugares donde no puedan vender armas directamente. Dejad que lo hagamos nosotros… Israel será vuestro intermediario".

Fijémonos en el general israelí, Mattityalu Peled que fue un combatiente de la primera organización paramilitar de élite sionista Haganá, administrador militar de la Gaza ocupada a finales de la década de 1950 y también general durante la guerra de 1967. Peled fue muy franco al explicar el papel de Israel en el mercado mundial de armas: "Israel ha dado a sus soldados formación práctica en el arte de la opresión y en métodos de castigo colectivo. No es de extrañar, pues, que tras su salida del ejército, algunos de esos oficiales opten por poner sus conocimientos al servicio de dictadores y que esos dictadores estén encantados de acoger a los expertos israelíes" (Rubenberg n.6).

El golpe del presidente Ríos Montt, en 1982, como él mismo explicó a ABC News, tuvo éxito porque "muchos de nuestros soldados fueron entrenados por los israelíes". El número de instructores y asesores israelíes, tanto para acciones militares como policiales, ascendía a 150-200, y algunos informes hablaban de 300 (Bahbah, 161). Cuando la matanza en el altiplano estaba en su punto álgido, el jefe del Estado Mayor de Ríos Montt, el general Héctor López Fuentes, admitió: "Israel es nuestro principal proveedor de armas y el amigo número uno de Guatemala en el mundo" (Rubenberg, n.61).

Un asesor israelí que trabajó extensamente en Guatemala, el teniente coronel Amatzia Shuali, se había tomado muy en serio el mensaje del gobierno israelí. Shuali mencionó a un colega israelí: "No me importa lo que los gentiles hagan con las armas. Lo importante es que los judíos se beneficien". El entrevistador añadió: "Shuali fue demasiado cortés para hacer semejante comentario a un no israelí". (Shuali citado de la entrevista de los Cockburn en Dangerous Liaison, p. 221, 381.n10). La actitud de Shuali era similar a la que salía de los labios de un antiguo jefe del comité de relaciones exteriores de la Knesset. Sobre la relación de Israel con Guatemala, el miembro de la Knesset explicó: "Israel es un Estado paria, no podemos permitirnos hacer preguntas sobre ideología. El único tipo de régimen al que Israel no ayudaría sería uno que fuera antiamericano" (Rubenberg, n.1).

Otro estratega israelí clave, Pesakh Ben Or, "tal vez el israelí más prominente en Guatemala" en la década de 1980, era un agente de Industrias Militares de Israel y de Tadiran (un grupo israelí de telecomunicaciones que prestaba servicios de vigilancia a los militares y al Palacio Nacional de Guatemala). También se las arregló para mantener "una villa cerca de Ramlah en Israel, completa con sirvientes guatemaltecos, piscina y establo para siete caballos de carreras" (Dangerous Liaison, 221 de entrevistas del 31 de octubre de 1988 y de Aluf Ben, escribiendo en Ha'ir, septiembre de 1987).

Gran parte de la ayuda militar de Israel forma parte de una red de asistencia que incluye ayuda agrícola. Un informe de NACLA realizado por el periodista de investigación George Black resumía desde Guatemala: "... hay un mosaico entrelazado de programas de asistencia: armas para ayudar al ejército guatemalteco a aplastar a la oposición y arrasar el campo, asesoramiento en seguridad e inteligencia para controlar a la población local y modelos de desarrollo agrario para construir sobre las cenizas del altiplano".

Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo y como Bahbah lo resume, "Con ayuda israelí, Guatemala incluso construyó una planta de municiones para fabricar balas para fusiles de asalto M-16 y Galil". Esta planta se abrió en la ciudad guatemalteca de Cobán, un lugar que mis estudiantes y yo habíamos visitado para entrevistar a activistas y líderes eclesiásticos. (Bahbah, 162).

Quince años de investigación y consultas con académicos con mucha más experiencia en Guatemala me han mantenido en sintonía con las conexiones militares entre Estados Unidos, Israel y Guatemala. Existe más investigación sobre las conexiones durante los años del genocidio en Guatemala de la que puedo resumir aquí. He encontrado patrones similares de la asociación entre Israel y Estados Unidos al visitar otros lugares en los que se han producido intervenciones militares estadounidenses, tanto abiertas como encubiertas (en Perú, Colombia, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Chiapas, México). Estos países también -pero especialmente y siempre Guatemala- me proporcionaron una primera visión de Estados Unidos e Israel como socios en el genocidio. Ahora, especialmente dentro de EE.UU., como ciudadano tengo que reconocer mi parte de responsabilidad en todo esto, dados los 3, 800 millones de dólares anuales en ayuda militar que EE.UU. envía a Israel para preservar estas formas de violencia contra palestinos y guatemaltecos.

Nuestros movimientos propalestinos deben alzarse para desafiar, de una vez por todas, esta asociación entre Estados Unidos e Israel en este escenario genocida.


Mark Lewis Taylor imparte la cátedra Maxwell Upson de Teología y Cultura en el Seminario Teológico de Princeton.




Publicado por La Cuna del Sol