Khalidi analiza el ataque dirigido por Hamás contra Israel del 7 de octubre de 2023 y la ferocidad de la guerra que el gobierno israelí lanzó en respuesta. También aborda la guerra de Israel en Líbano contra Hezbolá y contra otros aliados iraníes en la región del Oriente Medio. También detalla el indispensable apoyo de Washington a las guerras de Israel y la oposición del público en Estados Unidos y en todo el mundo a los objetivos bélicos estadounidenses e israelíes.
LA VENGANZA DE ISRAEL: ENTREVISTA CON RASHID KHALIDI
World-Outlook
El estudioso de la historia palestina habla acerca
de lo que le ha sorprendido y lo que no de la respuesta mundial al asalto de
Israel a Gaza.
El historiador, Rashid Khalidi, ha sido
durante muchos años un destacado intelectual árabe-estadounidense y uno de los
más críticos con el involucramiento de Estados Unidos en el conflicto entre
Israel y Palestina. Tras la incursión armada de Hamás y otros grupos militantes
en territorio israelí el 7 de octubre del año pasado, y de las campañas
militares israelíes en Gaza y Líbano que siguieron al ataque de Hamá, la relevancia de Khalidi y su obra no ha hecho sino aumentar. Su
libro, The Hundred Years' War on Palestine (La guerra de los cien
años contra Palestina, 2020), que enmarca la historia del despojo palestino
como un proyecto de colonización dependiente del apoyo de las élites en
Occidente, ha sido un habitual en la lista de los más vendidos del New York
Times durante gran parte del pasado año.
Khalidi nació en Nueva York, donde su padre
palestino era miembro de la Secretaría de las Naciones Unidas. Al tiempo que
relata la historia de Palestina a través de seis grandes actos de guerra contra
su pueblo, su libro recurre al archivo de la familia de su padre. Comienza, por
ejemplo, con una extraordinaria correspondencia de 1899 entre su tío
tatarabuelo, Yusuf Diya al-Din Pasha al-Khalidi, que había sido alcalde de
Jerusalén, y Theodor Herzl, el progenitor del sionismo político moderno.
Khalidi se ha jubilado recientemente de la
Universidad de Columbia, donde se desempeñaba como catedrático Edward Said de
Estudios Árabes Modernos en el Departamento de Historia. El pasado año lectivo fue
uno de los profesores que más apoyó las protestas estudiantiles en Columbia.
Mantuvimos esta conversación, por correo electrónico y videochat, a finales de
octubre y principios de noviembre de este año. — Mark O’Connell
Mark O'Connell: Me gustaría empezar preguntándole cuál fue
su reacción inicial, como palestino estadounidense y como historiador de
Oriente Medio, ante los atentados del 7 de octubre del año pasado.
Rashid Khalidi: Me sorprendió. No debería haberme
sorprendido, porque siempre he esperado que la intensidad de la represión
israelí acabaría produciendo una respuesta, pero desde luego me sorprendió el
alcance de esa respuesta. El asalto a las bases militares israelíes y a los
asentamientos fronterizos era algo que desde luego no esperaba.
Esa fue mi primera reacción. Mi segunda
reacción, cuando empezaron a llegar los informes sobre el número de víctimas
civiles, fue de conmoción. Y me preocupé profundamente: Sabía que tendría un
enorme impacto aquí en Estados Unidos y que provocaría una feroz respuesta
militar israelí.
O'Connell: ¿Le ha chocado o sorprendido en algo la
magnitud y ferocidad de esa respuesta, o la reacción a esa respuesta en
Occidente, en el transcurso de este último año?
Khalidi: No. El salvajismo de lo que ha hecho Israel,
su ataque intencionado contra civiles e infraestructuras civiles, es rutinario.
Su nivel no tiene precedentes, obviamente; el número de palestinos muertos y
ahora el creciente número de libaneses muertos superan lo que habíamos visto
antes. Pero que atacaran plantas desalinizadoras y depuradoras y universidades
y demolieran mezquitas y demás no me sorprendió en lo más mínimo.
Si hubo algo inesperado fue la participación
del gobierno estadounidense a todos los niveles y su total falta de voluntad
para frenar a Israel de forma significativa. Y por participación me refiero a
la repetición de las mentiras israelíes. La idea de que Israel no intentaba
matar gente a propósito; la idea de que cada vez que se mataba a palestinos era
porque se les utilizaba como escudos humanos; ignorando por completo la
destrucción intencionada de infraestructuras para hacer la vida imposible; el
hecho de que el gobierno estadounidense repitiera todas y cada una de las
justificaciones israelíes para hacer lo injustificable: Me pareció exagerado,
francamente. Esta administración ha hecho menos para frenar a Israel que
prácticamente cualquier administración, excepto quizás la anterior, la
administración Trump.
En otras palabras, remontándonos a
Eisenhower, o a Reagan, o a cualquiera, siempre fueron cómplices. Siempre
estuvieron involucrados. Siempre apoyaron a Israel hasta cierto punto. Pero ese
punto llegaba después de meses o semanas. Y aquí estamos en los trece meses y
ese punto no ha llegado.
O'Connell: Entonces, ¿en qué momento dejamos de hablar
de la “complicidad” de EE.UU. en esta matanza, y empezamos a hablar de EE.UU.
como un antagonista, de que EE.UU. está en guerra con Palestina?
Khalidi: Esa ha sido siempre mi opinión. Cuando
negociábamos con los israelíes en Washington, me di cuenta de que, en realidad,
los estadounidenses y los israelíes estaban del mismo lado, opuestos a
nosotros. Se trataba, en efecto, de una delegación conjunta. Ahora la prensa
estadounidense publica revelaciones sobre selección conjunta de objetivos y
operaciones de inteligencia para localizar y eliminar a dirigentes de Hezbolá y
Hamás. Si te fijas bien, verás que Estados Unidos está directamente en guerra.
Se trata de una colaboración intensa y de alto nivel en la planificación y selección
de objetivos. Por no hablar del hecho de que prácticamente cada proyectil, cada
misil, cada bomba es estadounidense, y de que el ejército israelí no podría tardar
más de tres meses sin esos cientos de cargamentos transportados por aire. Se
trata, por lo tanto, de una participación activa sin que haya, en su mayor
parte, tropas sobre el terreno.
O'Connell: Usted pronunció un discurso muy elocuente a
principios de este año en uno de los campamentos estudiantiles de la
Universidad de Columbia, en el que hizo una comparación con la guerra de
Vietnam, que terminó en gran parte gracias a las manifestaciones de la gente en
las calles. Me parece que la diferencia más obvia en este caso tiene que ver
precisamente, como usted ha dicho, con las tropas en el terreno. Esa guerra
terminó debido a la indignación popular, pero la indignación surgió porque
jóvenes estadounidenses estaban siendo reclutados para pelear en esa guerra. Me
pregunto hasta qué punto la guerra en la que Estados Unidos está involucrado en
este momento puede realmente manifestarse en casa, si los estadounidenses no
están luchando y muriendo.
Khalidi: Creo que estás en lo correcto. El hecho de
que no haya una participación activa de un gran número de tropas
estadounidenses hace que esta situación sea muy diferente a la de la guerra de
Irak o la de Vietnam. Pero, por otra parte, creo que aquí el cambio ha sido más
rápido. La opinión pública tardó años en volverse en contra de la guerra de
Vietnam. Incluso con Irak tardó uno o dos años. Ha habido un cambio
extraordinario en la opinión pública sobre esta guerra, relativamente rápido.
De más está decir que esto no ha tenido
ningún impacto en los responsables de la toma de decisiones ni en la élite. Los
principales medios de comunicación están tan ciegos como siempre, tan
dispuestos a secundar cualquier monstruosa mentira israelí, a actuar como amanuenses
del poder, repitiendo lo que se dice en Washington. Eso no ha cambiado. Pero
tampoco cambió con Vietnam durante bastante tiempo. No cambió con Irak durante mucho
tiempo. Las élites nunca responden a la opinión pública a menos que estén bajo muchísima
presión, creo, de lo que están ahora.
O'Connell: La velocidad de ese cambio en la opinión
pública en Estados Unidos, y la intensificación del mismo aquí en Europa, me
parece que tiene que ver en gran medida con la visibilidad de la violencia. La
gente suele hablar de ser testigo del “primer genocidio retransmitido en
directo”. No necesitamos a Seymour Hersh o a quien sea para desenterrar pruebas
de una masacre. Cogemos nuestros teléfonos e inmediatamente nos encontramos con
imágenes de la violencia y la depravación más horribles. Eso tiene que ser un factor.
Khalidi: Es cierto. Pero hay que tener mucho
cuidado al suponer que todo el público está expuesto a esas imágenes. Hay un
segmento del público -el de más edad, el más conservador- que no sabría
utilizar Instagram o TikTok aunque su vida dependiera de ello. Pero cuanto más
se desciende en la escala de la edad, lo que acabas de decir es cada vez más
cierto. Todos los que son lo suficientemente jóvenes e independientes de los
medios tradicionales ven lo que acabas de describir y se horrorizan. Saben que
los principales medios de comunicación mienten descaradamente y que todos los
políticos mienten. Lo mismo ocurre con muchas personas mayores. Pero repito: entre
más viejo, más rico y más blanco eres -al menos en Estados Unidos- menos
probable es que la gente vea o crea esas imágenes.
O'Connell: Independientemente de que las acciones de
Israel en Palestina puedan o no considerarse un genocidio, me parece muy
difícil dar sentido a lo que están haciendo si no se cree que, como mínimo,
está en marcha algún tipo de proyecto de limpieza étnica.
Khalidi: Hay que entender un par de cosas. Una, que
hay un deseo casi insaciable de venganza por lo que ocurrió el 7 de octubre del
año pasado: la destrucción no sólo de la división de Gaza del ejército israelí,
sino de un gran número de asentamientos a lo largo de la frontera de Gaza; la
matanza del mayor número de civiles israelíes desde 1948; el secuestro de más
de cien civiles y quizá cien soldados; la destrucción de la sensación de
seguridad, que es la piedra angular de cómo los israelíes se ven a sí mismos. Por
lo tanto, la sed de venganza por lo ocurrido parece insaciable. Eso es lo
primero.
Lo segundo es que el establishment de
seguridad israelí tiene un plan. Cada vez que Israel está en guerra, ataca a la
población civil con el pretexto de que allí hay un objetivo militar. Siempre lo
ha hecho. Siempre ha habido un objetivo militar aparente en alguna parte, pero
nunca se ha tratado sólo de ese objetivo militar. También se trataba de
castigar a la población civil y obligarla a volverse contra los insurgentes.
Esta es su práctica y siempre lo ha sido.
Está tomada directamente de la doctrina militar británica. Vayamos a las
guerras británicas en Kenia, vayamos a Malaya, y veremos que los militares
británicos hicieron lo mismo. Mi punto es, por lo tanto, que están matando
civiles a propósito. Están haciendo la vida imposible a propósito. Están
haciendo que Gaza se inhabitable a propósito, como medio -en las retorcidas
mentes criminales de guerra del Estado Mayor- de forzar a la población a
volverse contra los insurgentes.
Y lo tercero es que existe un proyecto de colonialismo
de asentamiento en el norte de Gaza: tomar una parte de Gaza, vaciarla de
población y poblarla con colonos. Puede que esto ocurra o puede que no, pero
varios ministros de alto rango han pedido nuevos asentamientos allí. Yo diría
que estos tres elementos explican las atrocidades que estamos viendo. Si eso no
se ajusta a la descripción de genocidio, entonces simplemente hay que desechar
la Convención sobre el Genocidio. Es absolutamente inútil.
O'Connell: Del mismo modo, es muy difícil entender cuál
podría haber sido el plan de Hamás para llevar a cabo los atentados del 7 de
octubre, a menos que se considere que sabían que se iba a producir alguna
versión de esto y que, por lo tanto, formaba parte de su plan.
Khalidi: Creo que hay que asumir tres cosas. La
primera es que Hamás tenía sin duda una serie de expectativas poco realistas
sobre lo que ocurriría en la región una vez que desencadenara esta ofensiva.
Parece que creían que habría levantamientos en toda Palestina, que todos sus
aliados irían a la guerra junto a ellos y que ésta sería la guerra que acabaría
con todas las guerras. Me refiero a la gente de los túneles, el ala militar de
Hamás; no hablo del resto de los dirigentes de Hamás fuera de Palestina, que no
creo que tuvieran necesariamente las mismas expectativas poco realistas. Las
personas que planearon este ataque no tenían un entendimiento muy claro de la
situación regional, ni de la situación en el resto de Palestina. Y por eso
hicieron algo que no produjo lo que esperaban.
Lo segundo es que no tomaron el control total
del campo de batalla que crearon, o quizá de sus propias fuerzas y las de sus
aliados. No impidieron que la gente traspasara las alambradas e hiciera lo que
hicieron. Además, parece que hubo sed de venganza por parte de muchas de las
personas que llevaron a cabo este asalto. Y esto condujo a atrocidades,
brutalidades, ataques contra civiles. No se puede decir que no tuvieran intención
de hacerlo.
Si retrocedemos y escuchamos la declaración
de Mohammed Deif, jefe del ala militar de Hamás, la mañana del ataque, él habla de ataques contra civiles. Parece que había un deseo de
venganza, aunque obviamente con medios más limitados que los que posee Israel.
Y no lo estoy comparando con este incesante, aparentemente insaciable deseo de
venganza por parte del ejército israelí que vemos a diario, pero creo que
también es parte del comportamiento de Hamás.
En tercer lugar -y no estoy tan seguro de
esto como de las dos primeras cosas que he mencionado-, puede que no se dieran
cuenta de hasta qué punto los ataques contra civiles justificarían y
permitirían la respuesta completamente desproporcionada de Israel. Se puede
contrastar esto con la forma en que Hezbolá parece haber intentado
cuidadosamente seleccionar instalaciones militares e industriales en sus
ataques. Ahora bien, sus ataques han matado a muchos civiles en el norte de
Israel, pero un número ínfimo en comparación con lo que ocurrió en los
alrededores de Gaza el 7 de octubre.
Eso refleja una percepción de que puede haber
formas de limitar las represalias de Israel. No estoy seguro de que eso tenga
que ver con el respeto de Hezbolá por las leyes de la guerra, o con una
comprensión del aspecto moral de la guerra; creo que tiene que ver con un frío
cálculo político, que muestra un grado de sofisticación política que no creo
que Hamás tuviera. Habrá jóvenes que digan: “¿Cómo puedes criticar a la
resistencia?”. Bueno, si no se quiere aceptar el derecho internacional, no se quiere
aceptar la moralidad, ¿qué tal la política? ¿Qué hay de lo que es inteligente?
¿Qué hay de lo que es estúpido? No intento alabar a Hezbolá. Sólo estoy
describiendo lo que pasó.
O'Connell: Usted está planeando, creo, un libro sobre
Irlanda como laboratorio para el tipo de prácticas coloniales que más tarde se
aplicaron en Palestina. Como irlandés, soy consciente de que mi país es un caso
atípico en Europa, y en Occidente en general, en cuanto al amplio apoyo a
Palestina entre su población, reflejado de forma muy suavizada por su gobierno.
Y una explicación obvia es que sabemos por lo que ha pasado Palestina, porque
lo hemos vivido. Aunque a menudo pienso que eso es exagerado; Margaret Thatcher
nunca bombardeó West Belfast para aplastar al IRA [Ejército Republicano
Irlandés] ...
Khalidi: Pero lo siento, no empezó con
Margaret Thatcher. Está perfectamente claro que todo el mundo en Irlanda piensa
en los 850 años de historia, remontándose a Enrique II y Strongbow. No piensan
sólo en the Troubles (los Problemas).
O'Connell: No, por supuesto. Tiene sentido que los
irlandeses, basándonos en esa historia, simpaticemos instintivamente con la
lucha palestina. Pero lo que me parece extraño es la idea de que se necesite
esa memoria cultural de la colonización -ser irlandés, o argelino, o keniano, o
lo que sea- para entender que lo que se ha hecho sufrir a los palestinos es
reprensible.
Khalidi: Bueno, ¿qué puedo decir? Creo que
Irlanda es realmente un caso especial, porque es la primera colonia europea de
ultramar, y ningún país ha tenido una experiencia colonial tan larga como la de
Irlanda. Eso explica en parte ciertas simpatías irlandesas.
Dicho esto, estoy de acuerdo con usted. Creo
que es monstruoso que los alemanes, por ejemplo, no puedan decir: “Cometimos un
genocidio contra los herero y los nama en el sudoeste de África, y nos
mantuvimos al margen mientras nuestros aliados otomanos cometían un genocidio
contra los armenios en la Primera Guerra Mundial, y cometimos un genocidio
contra los judíos en el Holocausto, por lo tanto Alemania tiene una
responsabilidad extraordinaria con respecto al genocidio, por no permitirlo
nunca más, y el genocidio está ocurriendo en Palestina”. Y eso simplemente no
ocurre en Alemania, esa vinculación entre los diferentes genocidios en los que
el país estuvo implicado de diferentes maneras. Nunca sucede. Me temo que eso
ocurre con todas las antiguas potencias coloniales.
O'Connell: Algo que he observado repetidamente durante
el último año, es que siempre que se habla de Oriente Medio en los medios de
comunicación europeos y estadounidenses, es con el entendimiento de que Israel,
por decirlo en términos literarios, es el protagonista.
Khalidi: Yo lo planteo de forma ligeramente
diferente. Mi objeción a los órganos de opinión como el The New York Times es
que lo ven absolutamente todo desde una perspectiva israelí. “¿Cómo afecta a
Israel?, ¿cómo lo ven los israelíes?”. Israel está en el centro de su visión
del mundo, y lo mismo se puede decir de nuestras élites en general, en todo
Occidente. Los israelíes, muy astutamente, al impedir el reportaje directo
desde Gaza, han posibilitado aún más esa perspectiva israelocéntrica.
El sitio privilegiado para informar sobre
Gaza es Israel, así que los periodistas occidentales llaman desde Israel a
estos pobres periodistas independientes de Gaza, a quienes los israelíes persiguen
sin cesar. Estas personas son seleccionadas para ser asesinadas porque trabajan
para periodistas occidentales. Y para cada medio de comunicación occidental que
se niegue a decir que “Israel no nos permite informar desde Gaza” y que Israel
está matando deliberadamente a periodistas, el oprobio y la vergüenza deberían
ser interminables.
O'Connell: En las primeras semanas de esta guerra, los
medios de comunicación se centraron incesantemente en la actividad política en
las universidades. Obviamente, estas protestas en los campus eran muy
importantes, pero había una clara sensación de que centrarse en ellas, y en las
líneas de batalla de la guerra cultural en torno a ellas, funcionaba como una
distracción de la violencia real que se estaba llevando a cabo en Palestina.
Khalidi: Estoy de acuerdo. En eso se convirtió ese
hecho importante y frustró por completo el propósito de los estudiantes y de
quienes se oponían a la guerra, que era centrar la atención en las atrocidades
que se estaban perpetrando en Gaza. Esto representa, una vez más, un éxito para
esta élite mediática y corporativa, al desviar la atención de lo que no querían
que viéramos hacia el supuesto antisemitismo, que por supuesto es el arma preferida
por la gente que no tiene argumentos. Si no tienes argumentos para justificar
lo que estás haciendo, entonces obstaculizas las argumentaciones de los otros
llamándoles antisemitas. Es una estrategia brillante.
O'Connell: Es de esperar que se vuelva menos potente
por el uso excesivo.
Khalidi: Está empeorando. La colaboración entre los
departamentos de seguridad de los campus, el involucramiento de los
departamentos de policía locales, la participación del FBI y del Departamento
de Justicia. La cooperación mutua entre la inteligencia israelí y la
inteligencia estadounidense, y entre los servicios de seguridad israelíes y los
departamentos de policía estadounidenses, y la forma en que todas las
universidades se han coordinado y han colaborado y se han consultado, significa
que se tiene un escenario uniforme, universidad tras universidad, college
tras college: una represión generalizada de las actividades en los
campus.
En Columbia tenemos lo que yo llamaría una
situación carcelaria de baja seguridad, con puestos de control y acceso
electrónico al campus. La persecución del profesorado y del personal, la
persecución de los estudiantes, el cierre de eventos, y mucho más -y eso está
ocurriendo en todos los campus estadounidenses, como resultado de la
colaboración y coordinación bastante intensas y de la presión de los
funcionarios electos, de los donantes, de los consejos de administración, de
los antiguos alumnos y de los padres.
O'Connell: Así pues, la preocupación de las
universidades no es tanto que se encuentren en el lado equivocado de la
historia, o que puedan ser cómplices de cualquier antisemitismo real. ¿Tiene
que ver más bien con cómo estas cosas podrían afectar a las donaciones y a
otras fuentes de ingresos?
Khalidi: Exactamente. Es el dinero y el miedo a la
responsabilidad jurídica. La forma en que la legislación estadounidense contra
la discriminación se ha convertido en un arma para reprimir la disidencia es
aterradora. No es el primer caso en la historia de Estados Unidos. También
sucedió durante la era McCarthy. Ha sucedido en diferentes periodos de la
historia americana. Pero es bastante aterrador.
O'Connell: Las presiones sobre la libertad de
expresión, el ritmo al que las universidades se están asemejando a grandes
corporaciones: ¿cree que estas cosas han contribuido a disminuir el papel de la
universidad en la sociedad?
Khalidi: A las universidades estadounidenses se les
ha caído la careta. Está claro que no son instituciones en las que las ideas y
opiniones del profesorado, o el bienestar de los estudiantes, sean su primera
preocupación. Está muy claro que las grandes universidades privadas son
principalmente instituciones financieras, enormes fondos de cobertura con
grandes carteras inmobiliarias, que tienen como objetivo secundario ganar
dinero con los estudiantes. Existe una retórica del bienestar estudiantil, que
se utiliza para promover los intereses de una minoría de estudiantes a expensas
de una mayoría de estudiantes. Pero esa retórica es completamente falsa. Como
instituciones, no respetan en absoluto ni prestan atención a las voces del
profesorado.
El pasado mes de mayo, en Columbia, la
Facultad de Artes y Ciencias votó una moción de censura contra la presidenta,
la baronesa Nemat Shafik, por el trato dado a los manifestantes estudiantiles.
Fue aprobada por dos votos a uno. Se podría pensar que esto significaría algo. Igualmente
podría no haber ocurrido. Los estudiantes no vienen a la universidad para ver
vicepresidentes y decanos con trajes caros. Vienen a aprender del profesorado.
Las opiniones de los estudiantes, se podría pensar, podría significar algo.
Pero no es así. “Somos un fondo de cobertura. Somos un imperio inmobiliario. Y
nos preocupamos principalmente por otros propietarios de fondos de cobertura
que son, en términos fiduciarios, nuestros propietarios”.
O'Connell: Estaba a punto de decir que, como usted se
jubila, esto ya no es su problema. Pero por supuesto, esto es problema de
todos.
Khalidi: Es un problema para la sociedad
estadounidense. Y es muy preocupante. Quiero decir, es congruente con la forma
en que nuestra política está completamente dominada por el dinero. Tiene que
ver con el hecho de que un Jeff Bezos, propietario de The Washington Post, o un
Patrick Soon-Shiong, propietario de Los Angeles Times, pueden modificar
completamente el rumbo de un periódico, como ocurrió con las recientes
decisiones de no apoyar a un candidato presidencial.
Son ejemplos al desnudo, pero estas cosas
ocurren todo el tiempo, en todos los medios corporativos. Lo cual es sólo una
de las razones por las cuales los medios alternativos, y las redes sociales,
van a ser una parte cada vez mayor de lo que la gente realmente le preste
atención. Porque la corrupción de todo ese mundo apesta tanto que tarde o
temprano hará que la gente pierda el interés. La muerte de los medios
corporativos, que espero fervientemente, creo que se ha acelerado. Se ha
revelado que es sólo el dinero lo que realmente importa.
O'Connell: ¿Qué efecto cree que tendrá el segundo
mandato de Trump en el ámbito académico en los EE.UU.?
Khalidi: La situación en los campus es
espantosa, lleva empeorando más de un año y seguirá empeorando. El ataque por
parte de los políticos, los medios de comunicación y los donantes a la libertad
de expresión, la libertad académica y la independencia de las universidades ha
sido feroz. No habrá ninguna diferencia fundamental, salvo que estos mismos
actores serán más descarados y menos hipócritas en sus acciones represivas.
Virginia Foxx, Elise Stefanik y los de su calaña ya tenían a los cobardes que
dirigen las universidades bailando al ritmo que ellos querían, con la
aprobación universal de los donantes y los medios de comunicación.
No espero ningún cambio fundamental,
simplemente una profundización y prolongación de las perniciosas tendencias
existentes. Más profesores y personal serán despedidos, provocando que otros
desistan de actuar en consonancia con sus conciencias; se disciplinará y
juzgará a más estudiantes, se cerrarán más programas y departamentos, y se
contratará a más agentes de la represión para vigilar las universidades e
incluso para “enseñar” en ellas. Apocalipsis Light se convertirá simplemente en
un apocalipsis más completo.
O'Connell: Aunque es difícil imaginar que las cosas se
pongan peor para los palestinos de lo que ya están con Biden en la Casa Blanca,
¿prevé usted un deterioro de la situación de los palestinos con Trump en el
poder?
Khalidi: Es imposible opinar qué hará Trump en
política exterior. Parece que se está produciendo una batalla entre los
neoconservadores de línea dura y los aislacionistas para ganarse la atención de
Trump. No está claro cómo afectará eso a Palestina. Las cosas que han sido
desastrosas pueden empeorar, o tal vez no. Es difícil pensar qué podría hacer
Trump que fuera peor que lo que ya han hecho Biden-Harris durante trece meses,
pero como aprendimos en los años setenta y ochenta durante la guerra del
Líbano, las cosas siempre pueden empeorar.
Dudo que Trump quiera una guerra con Irán, o
incluso que quiera que la violencia incontrolable de la guerra en Gaza y Líbano
todavía este causando estragos cuando asuma el cargo. Sin embargo, eso no necesariamente
hará que el gobierno de Netanyahu cambie de rumbo. La cola ha estado moviendo
al perro con mucha fuerza durante mucho tiempo, y la capacidad de los
responsables políticos estadounidenses para creer, o fingir creer, cada diáfana
mentira contada por sus interlocutores israelíes (“escudos humanos”, “se han
tomado todas las precauciones para evitar víctimas civiles”, “no hay limpieza
étnica”, “no hay genocidio”, “no hay intención de reasentar Gaza”, etc.) parece
ilimitada. Dudo que eso cambie un ápice con Trump.
O'Connell: Normalmente, este tipo de conversaciones
terminan con el interlocutor queriendo saber si hay algún atisbo de esperanza.
Pero dadas las realidades actuales, sería un insulto tan solo pensarlo.
Khalidi: Bueno, si lo hiciera, diría que los cambios
en la opinión pública que hemos visto en Occidente en lo que respecta a Israel
y Palestina son un presagio de cambio. No será rápido. Será más difícil que
Vietnam, más difícil que Irak, más difícil que el cambio en torno al apartheid
en Sudáfrica. Las élites lucharán con uñas y dientes para que no cambie nada.
Pero creo que este cambio que esta teniendo lugar, ofrece un poco de esperanza
para el futuro. Si se comprende cómo el proyecto israelí está íntima e
integralmente ligado a Occidente, entonces un cambio en la opinión pública
occidental tarde o temprano va a tener un impacto en Israel.
Israel siempre se ha beneficiado de un apoyo
incondicional en todos los países occidentales, con muy pocas excepciones.
Nunca había perdido la opinión pública. Ahora ha perdido la opinión pública.
Eso puede cambiar, y la evolución no es inevitable, pero si esa tendencia
continúa, las cosas tendrán que mejorar, por mucho que las élites proisraelíes
se resistan. Israel no puede seguir adelante sin el apoyo total de Occidente.
No es posible. El proyecto no funciona. Estamos en un mundo diferente al que
hemos vivido durante más de un siglo. Y eso puede ser una fuente de
optimismo.
La
entrevista fue originalmente publica en la edición del 19 de diciembre de 2024
de la revista New York Review of Books.
Publicado por La Cuna del Sol