domingo, 5 de enero de 2025

La venganza de Israel: Entrevista con Rashid Khalidi

Khalidi analiza el ataque dirigido por Hamás contra Israel del 7 de octubre de 2023 y la ferocidad de la guerra que el gobierno israelí lanzó en respuesta. También aborda la guerra de Israel en Líbano contra Hezbolá y contra otros aliados iraníes en la región del Oriente Medio. También detalla el indispensable apoyo de Washington a las guerras de Israel y la oposición del público en Estados Unidos y en todo el mundo a los objetivos bélicos estadounidenses e israelíes.

 

LA VENGANZA DE ISRAEL: ENTREVISTA CON RASHID KHALIDI



World-Outlook

El estudioso de la historia palestina habla acerca de lo que le ha sorprendido y lo que no de la respuesta mundial al asalto de Israel a Gaza.

El historiador, Rashid Khalidi, ha sido durante muchos años un destacado intelectual árabe-estadounidense y uno de los más críticos con el involucramiento de Estados Unidos en el conflicto entre Israel y Palestina. Tras la incursión armada de Hamás y otros grupos militantes en territorio israelí el 7 de octubre del año pasado, y de las campañas militares israelíes en Gaza y Líbano que siguieron al ataque de Hamá, la relevancia de Khalidi y su obra no ha hecho sino aumentar. Su libro, The Hundred Years' War on Palestine (La guerra de los cien años contra Palestina, 2020), que enmarca la historia del despojo palestino como un proyecto de colonización dependiente del apoyo de las élites en Occidente, ha sido un habitual en la lista de los más vendidos del New York Times durante gran parte del pasado año.

Khalidi nació en Nueva York, donde su padre palestino era miembro de la Secretaría de las Naciones Unidas. Al tiempo que relata la historia de Palestina a través de seis grandes actos de guerra contra su pueblo, su libro recurre al archivo de la familia de su padre. Comienza, por ejemplo, con una extraordinaria correspondencia de 1899 entre su tío tatarabuelo, Yusuf Diya al-Din Pasha al-Khalidi, que había sido alcalde de Jerusalén, y Theodor Herzl, el progenitor del sionismo político moderno.

Khalidi se ha jubilado recientemente de la Universidad de Columbia, donde se desempeñaba como catedrático Edward Said de Estudios Árabes Modernos en el Departamento de Historia. El pasado año lectivo fue uno de los profesores que más apoyó las protestas estudiantiles en Columbia. Mantuvimos esta conversación, por correo electrónico y videochat, a finales de octubre y principios de noviembre de este año. — Mark O’Connell

Mark O'Connell: Me gustaría empezar preguntándole cuál fue su reacción inicial, como palestino estadounidense y como historiador de Oriente Medio, ante los atentados del 7 de octubre del año pasado.

Rashid Khalidi: Me sorprendió. No debería haberme sorprendido, porque siempre he esperado que la intensidad de la represión israelí acabaría produciendo una respuesta, pero desde luego me sorprendió el alcance de esa respuesta. El asalto a las bases militares israelíes y a los asentamientos fronterizos era algo que desde luego no esperaba.

Esa fue mi primera reacción. Mi segunda reacción, cuando empezaron a llegar los informes sobre el número de víctimas civiles, fue de conmoción. Y me preocupé profundamente: Sabía que tendría un enorme impacto aquí en Estados Unidos y que provocaría una feroz respuesta militar israelí.

O'Connell: ¿Le ha chocado o sorprendido en algo la magnitud y ferocidad de esa respuesta, o la reacción a esa respuesta en Occidente, en el transcurso de este último año?

Khalidi: No. El salvajismo de lo que ha hecho Israel, su ataque intencionado contra civiles e infraestructuras civiles, es rutinario. Su nivel no tiene precedentes, obviamente; el número de palestinos muertos y ahora el creciente número de libaneses muertos superan lo que habíamos visto antes. Pero que atacaran plantas desalinizadoras y depuradoras y universidades y demolieran mezquitas y demás no me sorprendió en lo más mínimo.

Si hubo algo inesperado fue la participación del gobierno estadounidense a todos los niveles y su total falta de voluntad para frenar a Israel de forma significativa. Y por participación me refiero a la repetición de las mentiras israelíes. La idea de que Israel no intentaba matar gente a propósito; la idea de que cada vez que se mataba a palestinos era porque se les utilizaba como escudos humanos; ignorando por completo la destrucción intencionada de infraestructuras para hacer la vida imposible; el hecho de que el gobierno estadounidense repitiera todas y cada una de las justificaciones israelíes para hacer lo injustificable: Me pareció exagerado, francamente. Esta administración ha hecho menos para frenar a Israel que prácticamente cualquier administración, excepto quizás la anterior, la administración Trump.

En otras palabras, remontándonos a Eisenhower, o a Reagan, o a cualquiera, siempre fueron cómplices. Siempre estuvieron involucrados. Siempre apoyaron a Israel hasta cierto punto. Pero ese punto llegaba después de meses o semanas. Y aquí estamos en los trece meses y ese punto no ha llegado.

O'Connell: Entonces, ¿en qué momento dejamos de hablar de la “complicidad” de EE.UU. en esta matanza, y empezamos a hablar de EE.UU. como un antagonista, de que EE.UU. está en guerra con Palestina?

Khalidi: Esa ha sido siempre mi opinión. Cuando negociábamos con los israelíes en Washington, me di cuenta de que, en realidad, los estadounidenses y los israelíes estaban del mismo lado, opuestos a nosotros. Se trataba, en efecto, de una delegación conjunta. Ahora la prensa estadounidense publica revelaciones sobre selección conjunta de objetivos y operaciones de inteligencia para localizar y eliminar a dirigentes de Hezbolá y Hamás. Si te fijas bien, verás que Estados Unidos está directamente en guerra. Se trata de una colaboración intensa y de alto nivel en la planificación y selección de objetivos. Por no hablar del hecho de que prácticamente cada proyectil, cada misil, cada bomba es estadounidense, y de que el ejército israelí no podría tardar más de tres meses sin esos cientos de cargamentos transportados por aire. Se trata, por lo tanto, de una participación activa sin que haya, en su mayor parte, tropas sobre el terreno.

O'Connell: Usted pronunció un discurso muy elocuente a principios de este año en uno de los campamentos estudiantiles de la Universidad de Columbia, en el que hizo una comparación con la guerra de Vietnam, que terminó en gran parte gracias a las manifestaciones de la gente en las calles. Me parece que la diferencia más obvia en este caso tiene que ver precisamente, como usted ha dicho, con las tropas en el terreno. Esa guerra terminó debido a la indignación popular, pero la indignación surgió porque jóvenes estadounidenses estaban siendo reclutados para pelear en esa guerra. Me pregunto hasta qué punto la guerra en la que Estados Unidos está involucrado en este momento puede realmente manifestarse en casa, si los estadounidenses no están luchando y muriendo.

Khalidi: Creo que estás en lo correcto. El hecho de que no haya una participación activa de un gran número de tropas estadounidenses hace que esta situación sea muy diferente a la de la guerra de Irak o la de Vietnam. Pero, por otra parte, creo que aquí el cambio ha sido más rápido. La opinión pública tardó años en volverse en contra de la guerra de Vietnam. Incluso con Irak tardó uno o dos años. Ha habido un cambio extraordinario en la opinión pública sobre esta guerra, relativamente rápido.

De más está decir que esto no ha tenido ningún impacto en los responsables de la toma de decisiones ni en la élite. Los principales medios de comunicación están tan ciegos como siempre, tan dispuestos a secundar cualquier monstruosa mentira israelí, a actuar como amanuenses del poder, repitiendo lo que se dice en Washington. Eso no ha cambiado. Pero tampoco cambió con Vietnam durante bastante tiempo. No cambió con Irak durante mucho tiempo. Las élites nunca responden a la opinión pública a menos que estén bajo muchísima presión, creo, de lo que están ahora.

O'Connell: La velocidad de ese cambio en la opinión pública en Estados Unidos, y la intensificación del mismo aquí en Europa, me parece que tiene que ver en gran medida con la visibilidad de la violencia. La gente suele hablar de ser testigo del “primer genocidio retransmitido en directo”. No necesitamos a Seymour Hersh o a quien sea para desenterrar pruebas de una masacre. Cogemos nuestros teléfonos e inmediatamente nos encontramos con imágenes de la violencia y la depravación más horribles. Eso tiene que ser un factor.

Khalidi: Es cierto. Pero hay que tener mucho cuidado al suponer que todo el público está expuesto a esas imágenes. Hay un segmento del público -el de más edad, el más conservador- que no sabría utilizar Instagram o TikTok aunque su vida dependiera de ello. Pero cuanto más se desciende en la escala de la edad, lo que acabas de decir es cada vez más cierto. Todos los que son lo suficientemente jóvenes e independientes de los medios tradicionales ven lo que acabas de describir y se horrorizan. Saben que los principales medios de comunicación mienten descaradamente y que todos los políticos mienten. Lo mismo ocurre con muchas personas mayores. Pero repito: entre más viejo, más rico y más blanco eres -al menos en Estados Unidos- menos probable es que la gente vea o crea esas imágenes.

O'Connell: Independientemente de que las acciones de Israel en Palestina puedan o no considerarse un genocidio, me parece muy difícil dar sentido a lo que están haciendo si no se cree que, como mínimo, está en marcha algún tipo de proyecto de limpieza étnica.

Khalidi: Hay que entender un par de cosas. Una, que hay un deseo casi insaciable de venganza por lo que ocurrió el 7 de octubre del año pasado: la destrucción no sólo de la división de Gaza del ejército israelí, sino de un gran número de asentamientos a lo largo de la frontera de Gaza; la matanza del mayor número de civiles israelíes desde 1948; el secuestro de más de cien civiles y quizá cien soldados; la destrucción de la sensación de seguridad, que es la piedra angular de cómo los israelíes se ven a sí mismos. Por lo tanto, la sed de venganza por lo ocurrido parece insaciable. Eso es lo primero.

Lo segundo es que el establishment de seguridad israelí tiene un plan. Cada vez que Israel está en guerra, ataca a la población civil con el pretexto de que allí hay un objetivo militar. Siempre lo ha hecho. Siempre ha habido un objetivo militar aparente en alguna parte, pero nunca se ha tratado sólo de ese objetivo militar. También se trataba de castigar a la población civil y obligarla a volverse contra los insurgentes.

Esta es su práctica y siempre lo ha sido. Está tomada directamente de la doctrina militar británica. Vayamos a las guerras británicas en Kenia, vayamos a Malaya, y veremos que los militares británicos hicieron lo mismo. Mi punto es, por lo tanto, que están matando civiles a propósito. Están haciendo la vida imposible a propósito. Están haciendo que Gaza se inhabitable a propósito, como medio -en las retorcidas mentes criminales de guerra del Estado Mayor- de forzar a la población a volverse contra los insurgentes.

Y lo tercero es que existe un proyecto de colonialismo de asentamiento en el norte de Gaza: tomar una parte de Gaza, vaciarla de población y poblarla con colonos. Puede que esto ocurra o puede que no, pero varios ministros de alto rango han pedido nuevos asentamientos allí. Yo diría que estos tres elementos explican las atrocidades que estamos viendo. Si eso no se ajusta a la descripción de genocidio, entonces simplemente hay que desechar la Convención sobre el Genocidio. Es absolutamente inútil.

O'Connell: Del mismo modo, es muy difícil entender cuál podría haber sido el plan de Hamás para llevar a cabo los atentados del 7 de octubre, a menos que se considere que sabían que se iba a producir alguna versión de esto y que, por lo tanto, formaba parte de su plan.

Khalidi: Creo que hay que asumir tres cosas. La primera es que Hamás tenía sin duda una serie de expectativas poco realistas sobre lo que ocurriría en la región una vez que desencadenara esta ofensiva. Parece que creían que habría levantamientos en toda Palestina, que todos sus aliados irían a la guerra junto a ellos y que ésta sería la guerra que acabaría con todas las guerras. Me refiero a la gente de los túneles, el ala militar de Hamás; no hablo del resto de los dirigentes de Hamás fuera de Palestina, que no creo que tuvieran necesariamente las mismas expectativas poco realistas. Las personas que planearon este ataque no tenían un entendimiento muy claro de la situación regional, ni de la situación en el resto de Palestina. Y por eso hicieron algo que no produjo lo que esperaban.

Lo segundo es que no tomaron el control total del campo de batalla que crearon, o quizá de sus propias fuerzas y las de sus aliados. No impidieron que la gente traspasara las alambradas e hiciera lo que hicieron. Además, parece que hubo sed de venganza por parte de muchas de las personas que llevaron a cabo este asalto. Y esto condujo a atrocidades, brutalidades, ataques contra civiles. No se puede decir que no tuvieran intención de hacerlo.

Si retrocedemos y escuchamos la declaración de Mohammed Deif, jefe del ala militar de Hamás, la mañana del ataque, él habla de ataques contra civiles. Parece que había un deseo de venganza, aunque obviamente con medios más limitados que los que posee Israel. Y no lo estoy comparando con este incesante, aparentemente insaciable deseo de venganza por parte del ejército israelí que vemos a diario, pero creo que también es parte del comportamiento de Hamás.

En tercer lugar -y no estoy tan seguro de esto como de las dos primeras cosas que he mencionado-, puede que no se dieran cuenta de hasta qué punto los ataques contra civiles justificarían y permitirían la respuesta completamente desproporcionada de Israel. Se puede contrastar esto con la forma en que Hezbolá parece haber intentado cuidadosamente seleccionar instalaciones militares e industriales en sus ataques. Ahora bien, sus ataques han matado a muchos civiles en el norte de Israel, pero un número ínfimo en comparación con lo que ocurrió en los alrededores de Gaza el 7 de octubre.

Eso refleja una percepción de que puede haber formas de limitar las represalias de Israel. No estoy seguro de que eso tenga que ver con el respeto de Hezbolá por las leyes de la guerra, o con una comprensión del aspecto moral de la guerra; creo que tiene que ver con un frío cálculo político, que muestra un grado de sofisticación política que no creo que Hamás tuviera. Habrá jóvenes que digan: “¿Cómo puedes criticar a la resistencia?”. Bueno, si no se quiere aceptar el derecho internacional, no se quiere aceptar la moralidad, ¿qué tal la política? ¿Qué hay de lo que es inteligente? ¿Qué hay de lo que es estúpido? No intento alabar a Hezbolá. Sólo estoy describiendo lo que pasó.

O'Connell: Usted está planeando, creo, un libro sobre Irlanda como laboratorio para el tipo de prácticas coloniales que más tarde se aplicaron en Palestina. Como irlandés, soy consciente de que mi país es un caso atípico en Europa, y en Occidente en general, en cuanto al amplio apoyo a Palestina entre su población, reflejado de forma muy suavizada por su gobierno. Y una explicación obvia es que sabemos por lo que ha pasado Palestina, porque lo hemos vivido. Aunque a menudo pienso que eso es exagerado; Margaret Thatcher nunca bombardeó West Belfast para aplastar al IRA [Ejército Republicano Irlandés] ...

Khalidi: Pero lo siento, no empezó con Margaret Thatcher. Está perfectamente claro que todo el mundo en Irlanda piensa en los 850 años de historia, remontándose a Enrique II y Strongbow. No piensan sólo en the Troubles (los Problemas).

O'Connell: No, por supuesto. Tiene sentido que los irlandeses, basándonos en esa historia, simpaticemos instintivamente con la lucha palestina. Pero lo que me parece extraño es la idea de que se necesite esa memoria cultural de la colonización -ser irlandés, o argelino, o keniano, o lo que sea- para entender que lo que se ha hecho sufrir a los palestinos es reprensible.

Khalidi: Bueno, ¿qué puedo decir? Creo que Irlanda es realmente un caso especial, porque es la primera colonia europea de ultramar, y ningún país ha tenido una experiencia colonial tan larga como la de Irlanda. Eso explica en parte ciertas simpatías irlandesas.

Dicho esto, estoy de acuerdo con usted. Creo que es monstruoso que los alemanes, por ejemplo, no puedan decir: “Cometimos un genocidio contra los herero y los nama en el sudoeste de África, y nos mantuvimos al margen mientras nuestros aliados otomanos cometían un genocidio contra los armenios en la Primera Guerra Mundial, y cometimos un genocidio contra los judíos en el Holocausto, por lo tanto Alemania tiene una responsabilidad extraordinaria con respecto al genocidio, por no permitirlo nunca más, y el genocidio está ocurriendo en Palestina”. Y eso simplemente no ocurre en Alemania, esa vinculación entre los diferentes genocidios en los que el país estuvo implicado de diferentes maneras. Nunca sucede. Me temo que eso ocurre con todas las antiguas potencias coloniales.

O'Connell: Algo que he observado repetidamente durante el último año, es que siempre que se habla de Oriente Medio en los medios de comunicación europeos y estadounidenses, es con el entendimiento de que Israel, por decirlo en términos literarios, es el protagonista.

Khalidi: Yo lo planteo de forma ligeramente diferente. Mi objeción a los órganos de opinión como el The New York Times es que lo ven absolutamente todo desde una perspectiva israelí. “¿Cómo afecta a Israel?, ¿cómo lo ven los israelíes?”. Israel está en el centro de su visión del mundo, y lo mismo se puede decir de nuestras élites en general, en todo Occidente. Los israelíes, muy astutamente, al impedir el reportaje directo desde Gaza, han posibilitado aún más esa perspectiva israelocéntrica.

El sitio privilegiado para informar sobre Gaza es Israel, así que los periodistas occidentales llaman desde Israel a estos pobres periodistas independientes de Gaza, a quienes los israelíes persiguen sin cesar. Estas personas son seleccionadas para ser asesinadas porque trabajan para periodistas occidentales. Y para cada medio de comunicación occidental que se niegue a decir que “Israel no nos permite informar desde Gaza” y que Israel está matando deliberadamente a periodistas, el oprobio y la vergüenza deberían ser interminables.

O'Connell: En las primeras semanas de esta guerra, los medios de comunicación se centraron incesantemente en la actividad política en las universidades. Obviamente, estas protestas en los campus eran muy importantes, pero había una clara sensación de que centrarse en ellas, y en las líneas de batalla de la guerra cultural en torno a ellas, funcionaba como una distracción de la violencia real que se estaba llevando a cabo en Palestina.

Khalidi: Estoy de acuerdo. En eso se convirtió ese hecho importante y frustró por completo el propósito de los estudiantes y de quienes se oponían a la guerra, que era centrar la atención en las atrocidades que se estaban perpetrando en Gaza. Esto representa, una vez más, un éxito para esta élite mediática y corporativa, al desviar la atención de lo que no querían que viéramos hacia el supuesto antisemitismo, que por supuesto es el arma preferida por la gente que no tiene argumentos. Si no tienes argumentos para justificar lo que estás haciendo, entonces obstaculizas las argumentaciones de los otros llamándoles antisemitas. Es una estrategia brillante.

O'Connell: Es de esperar que se vuelva menos potente por el uso excesivo.

Khalidi: Está empeorando. La colaboración entre los departamentos de seguridad de los campus, el involucramiento de los departamentos de policía locales, la participación del FBI y del Departamento de Justicia. La cooperación mutua entre la inteligencia israelí y la inteligencia estadounidense, y entre los servicios de seguridad israelíes y los departamentos de policía estadounidenses, y la forma en que todas las universidades se han coordinado y han colaborado y se han consultado, significa que se tiene un escenario uniforme, universidad tras universidad, college tras college: una represión generalizada de las actividades en los campus.

En Columbia tenemos lo que yo llamaría una situación carcelaria de baja seguridad, con puestos de control y acceso electrónico al campus. La persecución del profesorado y del personal, la persecución de los estudiantes, el cierre de eventos, y mucho más -y eso está ocurriendo en todos los campus estadounidenses, como resultado de la colaboración y coordinación bastante intensas y de la presión de los funcionarios electos, de los donantes, de los consejos de administración, de los antiguos alumnos y de los padres.

O'Connell: Así pues, la preocupación de las universidades no es tanto que se encuentren en el lado equivocado de la historia, o que puedan ser cómplices de cualquier antisemitismo real. ¿Tiene que ver más bien con cómo estas cosas podrían afectar a las donaciones y a otras fuentes de ingresos?

Khalidi: Exactamente. Es el dinero y el miedo a la responsabilidad jurídica. La forma en que la legislación estadounidense contra la discriminación se ha convertido en un arma para reprimir la disidencia es aterradora. No es el primer caso en la historia de Estados Unidos. También sucedió durante la era McCarthy. Ha sucedido en diferentes periodos de la historia americana. Pero es bastante aterrador.

O'Connell: Las presiones sobre la libertad de expresión, el ritmo al que las universidades se están asemejando a grandes corporaciones: ¿cree que estas cosas han contribuido a disminuir el papel de la universidad en la sociedad?

Khalidi: A las universidades estadounidenses se les ha caído la careta. Está claro que no son instituciones en las que las ideas y opiniones del profesorado, o el bienestar de los estudiantes, sean su primera preocupación. Está muy claro que las grandes universidades privadas son principalmente instituciones financieras, enormes fondos de cobertura con grandes carteras inmobiliarias, que tienen como objetivo secundario ganar dinero con los estudiantes. Existe una retórica del bienestar estudiantil, que se utiliza para promover los intereses de una minoría de estudiantes a expensas de una mayoría de estudiantes. Pero esa retórica es completamente falsa. Como instituciones, no respetan en absoluto ni prestan atención a las voces del profesorado.

El pasado mes de mayo, en Columbia, la Facultad de Artes y Ciencias votó una moción de censura contra la presidenta, la baronesa Nemat Shafik, por el trato dado a los manifestantes estudiantiles. Fue aprobada por dos votos a uno. Se podría pensar que esto significaría algo. Igualmente podría no haber ocurrido. Los estudiantes no vienen a la universidad para ver vicepresidentes y decanos con trajes caros. Vienen a aprender del profesorado. Las opiniones de los estudiantes, se podría pensar, podría significar algo. Pero no es así. “Somos un fondo de cobertura. Somos un imperio inmobiliario. Y nos preocupamos principalmente por otros propietarios de fondos de cobertura que son, en términos fiduciarios, nuestros propietarios”.

O'Connell: Estaba a punto de decir que, como usted se jubila, esto ya no es su problema. Pero por supuesto, esto es problema de todos.

Khalidi: Es un problema para la sociedad estadounidense. Y es muy preocupante. Quiero decir, es congruente con la forma en que nuestra política está completamente dominada por el dinero. Tiene que ver con el hecho de que un Jeff Bezos, propietario de The Washington Post, o un Patrick Soon-Shiong, propietario de Los Angeles Times, pueden modificar completamente el rumbo de un periódico, como ocurrió con las recientes decisiones de no apoyar a un candidato presidencial.

Son ejemplos al desnudo, pero estas cosas ocurren todo el tiempo, en todos los medios corporativos. Lo cual es sólo una de las razones por las cuales los medios alternativos, y las redes sociales, van a ser una parte cada vez mayor de lo que la gente realmente le preste atención. Porque la corrupción de todo ese mundo apesta tanto que tarde o temprano hará que la gente pierda el interés. La muerte de los medios corporativos, que espero fervientemente, creo que se ha acelerado. Se ha revelado que es sólo el dinero lo que realmente importa.

O'Connell: ¿Qué efecto cree que tendrá el segundo mandato de Trump en el ámbito académico en los EE.UU.?

Khalidi: La situación en los campus es espantosa, lleva empeorando más de un año y seguirá empeorando. El ataque por parte de los políticos, los medios de comunicación y los donantes a la libertad de expresión, la libertad académica y la independencia de las universidades ha sido feroz. No habrá ninguna diferencia fundamental, salvo que estos mismos actores serán más descarados y menos hipócritas en sus acciones represivas. Virginia Foxx, Elise Stefanik y los de su calaña ya tenían a los cobardes que dirigen las universidades bailando al ritmo que ellos querían, con la aprobación universal de los donantes y los medios de comunicación.

No espero ningún cambio fundamental, simplemente una profundización y prolongación de las perniciosas tendencias existentes. Más profesores y personal serán despedidos, provocando que otros desistan de actuar en consonancia con sus conciencias; se disciplinará y juzgará a más estudiantes, se cerrarán más programas y departamentos, y se contratará a más agentes de la represión para vigilar las universidades e incluso para “enseñar” en ellas. Apocalipsis Light se convertirá simplemente en un apocalipsis más completo.

O'Connell: Aunque es difícil imaginar que las cosas se pongan peor para los palestinos de lo que ya están con Biden en la Casa Blanca, ¿prevé usted un deterioro de la situación de los palestinos con Trump en el poder?

Khalidi: Es imposible opinar qué hará Trump en política exterior. Parece que se está produciendo una batalla entre los neoconservadores de línea dura y los aislacionistas para ganarse la atención de Trump. No está claro cómo afectará eso a Palestina. Las cosas que han sido desastrosas pueden empeorar, o tal vez no. Es difícil pensar qué podría hacer Trump que fuera peor que lo que ya han hecho Biden-Harris durante trece meses, pero como aprendimos en los años setenta y ochenta durante la guerra del Líbano, las cosas siempre pueden empeorar.

Dudo que Trump quiera una guerra con Irán, o incluso que quiera que la violencia incontrolable de la guerra en Gaza y Líbano todavía este causando estragos cuando asuma el cargo. Sin embargo, eso no necesariamente hará que el gobierno de Netanyahu cambie de rumbo. La cola ha estado moviendo al perro con mucha fuerza durante mucho tiempo, y la capacidad de los responsables políticos estadounidenses para creer, o fingir creer, cada diáfana mentira contada por sus interlocutores israelíes (“escudos humanos”, “se han tomado todas las precauciones para evitar víctimas civiles”, “no hay limpieza étnica”, “no hay genocidio”, “no hay intención de reasentar Gaza”, etc.) parece ilimitada. Dudo que eso cambie un ápice con Trump.

O'Connell: Normalmente, este tipo de conversaciones terminan con el interlocutor queriendo saber si hay algún atisbo de esperanza. Pero dadas las realidades actuales, sería un insulto tan solo pensarlo.

Khalidi: Bueno, si lo hiciera, diría que los cambios en la opinión pública que hemos visto en Occidente en lo que respecta a Israel y Palestina son un presagio de cambio. No será rápido. Será más difícil que Vietnam, más difícil que Irak, más difícil que el cambio en torno al apartheid en Sudáfrica. Las élites lucharán con uñas y dientes para que no cambie nada. Pero creo que este cambio que esta teniendo lugar, ofrece un poco de esperanza para el futuro. Si se comprende cómo el proyecto israelí está íntima e integralmente ligado a Occidente, entonces un cambio en la opinión pública occidental tarde o temprano va a tener un impacto en Israel.

Israel siempre se ha beneficiado de un apoyo incondicional en todos los países occidentales, con muy pocas excepciones. Nunca había perdido la opinión pública. Ahora ha perdido la opinión pública. Eso puede cambiar, y la evolución no es inevitable, pero si esa tendencia continúa, las cosas tendrán que mejorar, por mucho que las élites proisraelíes se resistan. Israel no puede seguir adelante sin el apoyo total de Occidente. No es posible. El proyecto no funciona. Estamos en un mundo diferente al que hemos vivido durante más de un siglo. Y eso puede ser una fuente de optimismo.

 

La entrevista fue originalmente publica en la edición del 19 de diciembre de 2024 de la revista New York Review of Books.




Publicado por La Cuna del Sol

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