sábado, 17 de junio de 2023

La asociación "sin límites" entre China y Rusia se pondrá a prueba en Asia-Pacífico

No cabe duda de que el nordeste asiático constituye ahora una prioridad para China y Rusia, dados sus intereses coincidentes en la región. La expansión de la OTAN en Asia, y el fuerte aumento de la proyección de poder por parte de EE UU. deja ver con claridad a los estrategas de defensa de Pekín y Moscú que el Mar de Japón es un "patio trasero común" para los dos países donde su asociación estratégica "sin límites" debería ser óptima.

 

LA ASOCIACIÓN "SIN LÍMITES"
ENTRE CHINA Y RUSIA
SE PONDRÁ A PRUEBA
EN ASIA-PACÍFICO



M. K. Bhadrakumar
Indian Punchline

La dinámica de poder en el noreste de Asia está experimentando un cambio dramático teniendo como telón de fondo, la asociación estratégica "sin límites" entre China y Rusia. El colapso de la contraofensiva de Kiev" y la abyecta derrota en la guerra con Rusia pueden obligar a la administración Biden a desplegar "tropas de combate" en el oeste de Ucrania, desencadenando una confrontación global. Por otra parte, las relaciones entre Estados Unidos y China se encuentran en su punto más bajo desde su normalización en la década de 1970, al tiempo que la cuestión de Taiwán puede convertirse potencialmente en un casus belli de guerra.

No cabe duda de que el noreste asiático va a ser un escenario crucial en la confrontación entre las grandes potencias que se está gestando, ya que el Ártico se está calentando y la Ruta Marítima Septentrional está entrando en funcionamiento, lo que catapultará la importancia estratégica del Lejano Oriente ruso y Siberia como centro neurálgico de la economía mundial en el siglo XXI, además de su actual estatus como primera potencia nuclear del mundo. El desenlace de la guerra de Ucrania podría ser la última oportunidad de Estados Unidos para frenar a Rusia y evitar que mantenga su cita con el destino. Eso es lo que convierte al Lejano Oriente en la región más importante para Estados Unidos en su estrategia global.

Como una muestra de la serie de tensiones, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso citó el viernes al embajador japonés y presentó una protesta en un lenguaje extraordinariamente duro, al saberse que los 100 vehículos que Tokio prometió inocuamente la semana pasada a Ucrania serían en realidad vehículos blindados y todoterreno. Al parecer, Tokio estaba disimulando, ¡ya que las normas de exportación de Japón prohíben a sus empresas vender artículos letales en el extranjero!

Tokio está cruzando una "línea roja" y a Moscú no le hace ninguna gracia. El comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores del viernes "subrayaba que la administración del primer ministro Fumio Kishida debería estar dispuesta a compartir la responsabilidad por la muerte de civiles, incluidos los de las regiones fronterizas de Rusia... (y) llevar las relaciones bilaterales a un peligroso callejón sin salida. Tales acciones no pueden quedar impunes, las repercusiones serán muy graves".

De manera significativa, el viernes, en una videoconferencia con el general Liu Zhenli, jefe del Estado Mayor Conjunto de la Comisión Militar Central de China, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas y primer viceministro de Defensa, general Valery Gerasimov, expresó su confianza en la expansión de la cooperación militar entre ambos países y señaló: "La coordinación entre Rusia y la República Popular China en la arena internacional tiene un efecto estabilizador en la situación mundial".

Los medios de prensa chinos informaron posteriormente que los dos generales acordaron que Rusia participará (por segunda vez) en el ejercicio Northern/Interaction-2023 organizado por China, lo que señala un nuevo marco de ejercicios estratégicos conjuntos China-Rusia junto al patrullaje aéreo conjunto sobre el mar de Japón y el mar de China Oriental por parte de sus bombarderos estratégicos. Por cierto, el martes se llevó a cabo el sexto de estos patrullajes aéreos conjuntos desde que comenzó la práctica en 2019.

El panorama general muestra que el cambio en las políticas japonesas a lo largo del último año -estrecho alineamiento con EE UU. respecto a Ucrania; replicando las sanciones de Occidente contra Rusia; suministro de armamento letal a Ucrania, etc.- ha dañado gravemente la relación ruso-japonesa. Además, la remilitarización de Japón con el apoyo estadounidense y sus crecientes lazos con la OTAN (que está desplazándose abruptamente hacia la región Asia-Pacífico) convierten a Tokio en un adversario común tanto de Moscú como de Pekín.

El imperativo de hacer retroceder a este resurgente cliente estadounidense se siente con fuerza en Moscú y Pekín, y tiene también una dimensión global, ya que Rusia y China están convencidos de que Japón actúa como un agente del dominio estadounidense en Asia y está al servicio de los intereses occidentales. Por su parte, en un giro de 180 grados, Washington anima activamente a Japón a que sea una potencia regional asertiva, desechando sus límites constitucionales al rearme. A Washington le complace que Japón haya prometido un aumento a largo plazo del gasto en defensa superior al 60%.

Lo que preocupa a Moscú y Pekín es también el ascenso de elementos revanchistas -vestigios de la era imperial japonesa- en las altas esferas del poder en el período reciente. Por supuesto, Japón sigue negando las atrocidades que cometió durante la brutal colonización de China y Corea y los terribles crímenes de guerra de la Segunda Guerra Mundial.

Esta tendencia guarda una sorprendente similitud con lo que está ocurriendo en Alemania, donde también los elementos pronazis están reclamando un hábitat y un nombre. Curiosamente, un eje germano-japonés está presente en el núcleo de las estrategias de Washington contra Rusia y China en Eurasia y el noreste asiático.

La Bundeswehr alemana está ampliando sus maniobras de combate en los océanos Índico y Pacífico y el año próximo desplegará más unidades navales y aéreas en la región Asia-Pacífico. Un reciente informe alemán señalaba: "La intensificación de la participación alemana en las maniobras regionales de Asia-Pacífico tiene lugar en un momento en que Estados Unidos está llevando a cabo maniobras sin precedentes en el Sudeste Asiático, en sus intentos de intensificar su control sobre la región y desplazar a China en la medida de lo posible."

Las motivaciones de Japón son fáciles de comprender. Aparte del revanchismo japonés que alimenta los sentimientos nacionalistas, Tokio está convencido de que un acuerdo con Rusia sobre las islas Kuriles es imposible, ahora o en el futuro, lo que significa que no será posible un tratado de paz que ponga fin formalmente a las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial. En segundo lugar, Japón ya no ve a Rusia como un "contrapeso" en su problemática relación con China.

En tercer lugar, y esto es lo más importante, Japón ve el ascenso de China como una amenaza política y económica, y por esa razón se está militarizando rápidamente, lo que a su vez crea su propia dinámica en términos tanto de alterar su posición de poder en Asia, como de integrarse en Occidente ("globalizándose"). Inevitablemente, esto se traduce en la promoción de la OTAN en la dinámica de poder asiática, algo que afecta profundamente a las principales estrategias rusas de seguridad nacional y defensa. En consecuencia, todas las esperanzas que los estrategas moscovitas habían alimentado en el pasado de que Japón pudiera salir de la órbita norteamericana y ejercer su autonomía estratégica, se han desvanecido.

Podría decirse que, en su afán por integrar a Japón en el "Occidente colectivo", liderado por Estados Unidos, el primer ministro Kishida se ha extralimitado. Se comporta como si estuviera obligado a ser más leal que el propio rey. Así, el mismo día en que el presidente Xi Jinping visitó Moscú en marzo, Kishida aterrizó en Kiev, desde donde se desplazó para asistir a una cumbre de la OTAN y abiertamente se dedicó a presionar para que se estableciera una oficina de la OTAN en Tokio.

A continuación, Kishida recibió en Tokio al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y le ofreció una plataforma para reprender públicamente a China desde su país. No existe una explicación fácil para un comportamiento tan excesivo. ¿Se trata sólo de un comportamiento precipitado o es una estrategia calculada para ganar legitimidad para el ascenso de los elementos revanchistas que Kishida representa en la estructura de poder japonesa?

No cabe duda de que el nordeste asiático constituye ahora una prioridad para China y Rusia, dados sus intereses coincidentes en la región. La expansión de la OTAN en Asia, y el fuerte aumento de la proyección de poder por parte de EE UU. deja ver con claridad a los estrategas de defensa de Pekín y Moscú que el Mar de Japón es un "patio trasero común" para los dos países donde su asociación estratégica "sin límites" debería ser óptima. Los comentaristas chinos ya no restan importancia al hecho de que los lazos militares ruso-chinos "sirven de poderoso contrapeso a las acciones hegemónicas de EEUU".

Es totalmente concebible que, en algún momento en un futuro próximo, China y Rusia empiecen a considerar a Corea del Norte como protagonista de su alineamiento regional. Es posible que ya no se sientan comprometidos con el cumplimiento de las sanciones contra Corea del Norte lideradas por Estados Unidos. De hecho, si eso ocurriera, surgirían multitud de posibilidades. Los lazos militares ruso-iraníes sientan el precedente.




Publicado por La Cuna del Sol

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