jueves, 20 de noviembre de 2025

Las deportaciones masivas no ayudan a los trabajadores, sino que hunden la economía.

Nuestra economía explota deliberadamente a los trabajadores, sean ciudadanos o no. El inmigrante que vive bajo la amenaza de la deportación y el ciudadano que lucha por pagar el alquiler comparten el mismo papel en este sistema: mano de obra que explotar, no personas a las que valorar.

 

LAS DEPORTACIONES MASIVAS NO AYUDAN
A LOS TRABAJADORES, SINO QUE
HUNDEN LA ECONOMÍA.



A.J. Schumann
Counterpunch

Donald Trump retornó a la presidencia apoyándose en el mismo falso discurso populista que utilizó como arma hace una década: ¡los inmigrantes “les están quitando el trabajo”!

Desde entonces, Trump ha puesto en marcha una severa campaña de persecusion de inmigrantes de proporciones históricas. Sin embargo, en lugar de cambiar la situación para los trabajadores estadounidenses, estamos asistiendo al mercado laboral más débil en años.

El Departamento de Seguridad Nacional afirma que 1.6 millones de inmigrantes indocumentados han abandonado el país voluntariamente desde que Trump asumió el cargo. Otros 527 000 han sido deportados como resultado de las redadas generalizadas y a menudo brutales del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).

Eso debería significar más ofertas de empleo para los trabajadores nacidos en Estados Unidos, ¿no? Pues no. Durante el mismo periodo, las empresas anunciaron más de 946 000 recortes de empleo, la cifra más alta desde 2020, mientras que los planes de contratación han caído a su nivel más bajo en 14 años.

Se prevé que la expulsión forzosa de tantos trabajadores reduzca el producto interior bruto del país hasta en un 6.8 %, lo que supondría un impacto mayor que el sufrido durante la Gran Recesión.

En industrias clave, los resultados serán aún peores.

Por ejemplo, dado que los inmigrantes representan casi un tercio de los trabajadores del cuidado de la salud a largo plazo, la mitad de los hogares de ancianos han dejado de admitir nuevos residentes. Mientras tanto, las granjas familiares, que ya cuentan con poco personal, han visto cómo su mano de obra inmigrante se reducía, una tendencia con implicaciones preocupantes para la producción de alimentos.

El populismo de derecha de Trump convierte el sufrimiento económico en un agravio nacional. Insiste en que la gente común sufre no por culpa de los multimillonarios, los grupos de presión y los políticos influyentes -con quienes el presidente juega al golf-, sino por culpa de los inmigrantes.

Es una narrativa que ha tenido repercusión mundial.

El partido extremista alemán Alternativa para Alemania (AfD) ha experimentado un auge en los últimos tiempos. La dirección del partido ha pedido la deportación masiva de todos los ciudadanos “no asimilados”, a pesar de que los extranjeros han sido en gran medida responsables del crecimiento económico de Alemania en los últimos años.

En Japón, la política de línea dura del partido gobernante, Sanae Takaichi, debe su ascenso a la misma fórmula xenófoba. Pero con una tasa de natalidad en caída libre y una población que envejece, Japón también necesitará pronto trabajadores extranjeros para sostener su economía.

Si un viajero del tiempo de la década de 1930 fuera transportado a la actualidad, sería comprensible que pensara que las ideologías extremistas de su propia época simplemente habían recibido una nueva capa de maquillaje.

La creencia es simple: si expulsamos um buen número de ellos, todo volverá a funcionar para nosotros.

Esta fantasía asume que hay un sistema saludable y autosuficiente enterrado bajo la superficie del statu quo, pero no es así. No hay una prosperidad oculta esperando a emerger una vez que los “forasteros” se hayan ido.

Nuestra economía explota deliberadamente a los trabajadores, sean ciudadanos o no. El inmigrante que vive bajo la amenaza de la deportación y el ciudadano que lucha por pagar el alquiler comparten el mismo papel en este sistema: mano de obra que explotar, no personas a las que valorar.

Trump y sus imitadores confían en convertir a estos dos en rivales. Pero el espectacular fracaso de sus esfuerzos demuestra que no se puede mejorar la situación de algunos trabajadores declarando la guerra a otros.

El populismo genuino significa defender a todos los trabajadores, independientemente de su nacionalidad. Y los sindicatos están demostrando como se hace esto.

Los sindicatos de todo el país están creando redes de respuesta rápida para defender a los trabajadores indocumentados durante las redadas del ICE, negociando cláusulas contractuales favorables a los inmigrantes y respaldando leyes que garanticen que todos los trabajadores puedan acceder a los servicios esenciales sin correr el riesgo de ser deportados.

David Huerta, presidente de SEIU California, fue incluso arrestado este verano durante una protesta contra el ICE en Los Ángeles. Los líderes sindicales como Huerta entienden que la única manera en que los trabajadores pueden obtener avances significativos es ampliando el concepto de “nosotros”.

Si el populismo tiene futuro, dependerá de que una a los trabajadores, no de que los enfrente entre sí.

 

A.J. Schumann is a Henry A. Wallace Fellow at the Institute for Policy Studies. The fellowship, supported by the Wallace Global Fund, trains young advocates for economic, racial, and social justice as a living memorial to Wallace’s legacy.




Publicado por La Cuna del Sol