sábado, 21 de marzo de 2015

La vida no vale nada

Para muchos de los inmigrantes latinos que viven en una ciudad como Stamford, una de las más ricas y pujantes del Estado de Connecticut, pero sobre todo muy segura, si se compara con otras ciudades en los EE.UU o países como Guatemala, Honduras, El Salvador y México, y donde los casos de brutalidad policial son mínimos, crimines violentos como el cometido contra el inmigrante guatemalteco Antonio Muralles no dejan de producir una sensación de angustia, temor, impotencia y vulnerabilidad. Llegaron aquí en busca de mejores condiciones de vida, en muchos casos huyendo de la pobreza y la violencia que azota sus países de origen solo para encontrarse con la triste realidad que aquí al igual que los lugares que abandonaron, la vida no vale nada.


LA VIDA NO VALE NADA



El crimen fue brutal, Antonio Muralles un inmigrante guatemalteco de 52 años, trabajador muy dedicado como la mayoría de sus connacionales y con esperanzas de algún día retornar a su país de origen, fue violentamente asesinado de varias cuchilladas por un grupo de jóvenes negros de entre 15 y 22 años. El crimen tuvo lugar el 11 de marzo en uno de los lugares más céntricos y exclusivos de Stamford, una de las ciudades más afluentes del sur de Connecticut y considerada por su bajo índice de criminalidad entre las más seguras a nivel nacional. El motivo de semejante acto barbárico fue una mancha de café accidentalmente ocasionada por el inmigrante guatemalteco quien salía de un restaurant de comida rápida y tuvo el infortunio de tropezar con sus agresores, quienes a pesar de las disculpas ofrecidas por el inmigrante, decidieron atacarlo de manera violenta e irracional arrebatándole la vida de manera despiadada. Según los medios de prensa, el homicidio es el primero que se comete en la ciudad en lo que va del 2015.

Para una población acostumbrada a observar desde el confort de sus hogares a través de la television o You Tube, los indescriptibles actos de violencia criminal que a diario se cometen en otras partes del mundo, las características del crimen, del lugar, de la víctima y sus victimarios los sitúa frente a una situación donde la incredulidad, el repudio, la consternación y el temor se conjugan con las nociones preconcebidas y los prejuicios prevalecientes en amplios sectores del público cuando se trata de encontrar respuestas o juzgar la naturaleza o las causas de actos criminales violentos como el descrito. Veamos por ejemplo este comentario publicado en Live Leak:

“Y la gente me llama racista debido a mi política de disparar primero en el instante que un salvaje se aproxima a 10 pies de mí. ¿Todavía pretenden que ellos son normales como todos los demás? ¿Todavía quieren actuar como si su reiterada inclinación al crimen es la misma que la de cualquier otro grupo? La pobre victima puede que sea o no un ilegal, pero de cualquier manera, su excreta tiene más valor que cualquiera de esos fuera de control, violentos salvajes del gueto. Absolutas alimañas malditas. Nunca relajarse cuando hay negros a su alrededor”.

Ante una opinión así, uno no puede más que manifestar su total repudio pues es evidente el nivel de odio y rechazo existente. Sin embargo, no es un sentimiento que únicamente se le puede achacar a ciertas personas o grupos particulares que manifiestan ese tipo de prejuicios raciales. Por lamentable que parezca, es un sentimiento compartido por un buen segmento de la comunidad latina inmigrante sin importar su origen nacional o condición migratoria.

La explicación es sencilla; es el grupo que con mayor frecuencia es víctima de las acciones criminales perpetradas en su mayoría por individuos de piel negra. Esto tampoco quiere decir que no sean víctimas de criminales de su propia comunidad, aunque comparativamente hablando, en menor escala. Tampoco significa que este sentimiento sea producto de un marcado racismo, sobre todo si se toma en cuenta la diversidad de la comunidad latina y que entre sus miembros existen también afrodescendientes. El sentimiento simple y llanamente tiene que ver con el comportamiento criminal y sobre todo, esa inclinación del delincuente afroamericano a ver al latino inmigrante como su víctima preferida.

Este sentimiento de ser considerado el blanco predilecto -“un cajero automático ambulante”-  tal y como se hizo público hace un tiempo en referencia a los inmigrantes guatemaltecos, hace imposible cualquier reflexión sobre las posibles causas subyacentes, como la discriminación, el racismo y la exclusión social y económica que podrían llevar a encontrar respuestas sobre la disposición al crimen entre algunos miembros de la comunidad negra. Desafortunadamente cuando se ha sido víctima y se ha sido constantemente atacado la primera y más lógica reacción es ver al atacante como malvado, con una inclinación natural a delinquir y como tal no merecedor de ninguna consideración. Si alguien durante los sucesos de Ferguson se hubiera tomado la molestia de conducir una encuesta de opinión entre los inmigrantes latinos seguramente se habría sorprendido ante las respuestas.

Las características del crimen perpetrado contra el trabajador inmigrante originario de Guatemala, la alevosía, la saña, el total desprecio hacia la vida del otro exhibida por los atacantes, no han hecho más que acrecentar esos sentimientos en el inmigrante latino, pues no hay manera de aceptar o inventar otras explicaciones que no sean aquellas que se origina en su experiencia cotidiana de tener que sufrir en su humanidad los efectos traumatizantes de esa delincuencia en las calles o en los vecindarios donde viven. Por otra parte y aunado a lo anterior, existe la sensación de que a pesar de compartir en muchos casos los mismos vecindarios y niveles similares de pobreza y marginalización, el latino inmigrante es visto por sus vecinos afroamericanos con desprecio, como alguien inferior, lo que quizá sea interpretado por algunos de ellos como tener licencia para actuar contra él con total impunidad. Antonio Muralles fue violentamente asesinado por un incidente trivial, el robo ni siquiera se ha considerado como el posible móvil del crimen.


Para muchos de los inmigrantes latinos que viven en una ciudad como Stamford, una de las más ricas y pujantes del Estado y sobre todo muy segura, si se compara con otras ciudades en los EE.UU o países como Guatemala, Honduras, El Salvador y México, y donde los casos de brutalidad policial son mínimos, crimines violentos como el cometido contra el inmigrante guatemalteco no dejan de producir una sensación de angustia, temor, impotencia y vulnerabilidad sobre todo si se toma en cuenta que muchos han llegado aquí huyendo no solo de la pobreza, sino también de la violencia crónica que azota sus países de origen donde la vida prácticamente no tiene ningún valor. Resulta paradójico entonces que en busca de mejore condiciones de vida, lejos de sus países y sus familias  mucho se topan con la triste realidad de que aquí también la vida no vale nada, especialmente si se es un inmigrante latino, legal o ilegal.

Por ultimo queremos expresar a los familiares de Antonio Muralles, nuestras más sinceras condolencias y que sus restos descansen en paz.







Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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