martes, 23 de septiembre de 2014

El profesor & el presidente: ¿Quién es el bravucón?

Los valores de Hausmann se insinúan cuando castiga a Nicolás Maduro, llamando al presidente un “matón tropical”. Uno puede y debe denunciar la conducta matonezca, pero su uso del adjetivo “tropical” pone las cosas bajo una luz diferente. Aquellos de nosotros desde el Sur Global o familiarizados con el racismo de la clase dominante reconocemos fácilmente qué se entiende con el uso de la palabra.


COMO HARVARD EJERCE EL PODER


Por  Suren Moodliar

Comenzó con una llamada de su hija angustiada, escribe el profesor de Harvard Ricardo Hausmann. En la televisión nacional, Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, había amenazado al buen profesor con una investigación legal. Y la hija del profesor estaba preocupada. También lo estaban el Harvard Crimson, cuyos editores desafiaron el presunto “bullying” del Presidente Maduro, y el Boston Globe que de inmediato publicó de una misiva de Hausmann. En caso de que se tema por el bienestar del profesor,  él nos asegura que esta libre y sin temor, añadiendo que tiene “la protección de los EE.UU... la protección de Harvard”. Ahora todos podemos sentirnos bien, la robusta libertad de prensa de los EE.UU, junto con sus augustas instituciones académicas, y el propio Estado, parecen estar en defensa de la libertad académica y el empoderamiento de un humilde profesor para confrontar el poder presidencial. Un examen más detallado sugiere que todo lo contrario puede ser cierto.

Entonces, ¿cómo el profesor llegó a bailar el Joropo con el presidente? Este último estaba muy  indignado por un artículo de opinión que el profesor Hausmann co-escribió para Project Syndicate, “¿Debería Venezuela declarase en default? El presidente Nicolás Maduro reconoció que Hausmann es un actor influyente en la escena de la banca internacional y que su prescripción de declararse en default sólo causaría más miedo, incertidumbre y duda.

Y la percepción de riesgo tiene un precio. El artículo de Hausmann inicia con exactamente ese criterio. “Los mercados temen” que Venezuela no pueda pagar su deuda y el precio de este temor es que las tasas de interés de los bonos venezolanos sean significativamente más altos que los de México o Nigeria. Esto, a su vez, tiene un impacto negativo en las vidas de la gente común y corriente. Aunque Hausmann falla en tomar en cuenta las contramedidas gubernamentales para proteger a los pobres, la idea central de su discurso es cierta -tasas de interés más altas lastiman a la gente común... mientras que los réditos de los acreedores son incluso más seguros.

En una inusual inversión de papeles, Hausmann, un consultor de JPMorgan Chase y ex principal economista del Banco Interamericano de Desarrollo, concluye que “declararse en default  con 30 millones de venezolanos, en vez de  Wall Street, es una… señal de bancarrota moral”. El artículo  tuvo un resultado predecible. Las tasas de interés se dispararon aún más, estabilizándose un poco sólo después de las enérgicas garantías del presidente Maduro.

Todo esto debe disipar de inmediato cualquier imagen de Hausmann como un académico aislado analizando resmas de impresos de computadora en alguna oficina del sótano o perdido en las estanterías de la Biblioteca Widener. De hecho, Hausmann es una figura de peso en el escenario mundial y su danza con el liderazgo revolucionario de Venezuela comenzó hace mucho tiempo.

Algo que no se hace inmediatamente patente de su curriculum vitae de Harvard, es la gravedad de su participación en la década de 1980 en el gobierno de Venezuela. En concreto, a finales de 1980, Hausmann era parte del gabinete económico del presidente Carlos Andrés Pérez. Ellos implementaron un programa de austeridad al estilo FMI que provocó el Caracazo de 1989 -una rebelión popular que fue reprimida con una masacre que dejó como saldo más de mil vidas. Seguramente, dada la determinación que demuestra, esto es un hecho impresionante que merece su propia referencia en su  CV!

Este éxito fue seguido por su ascenso a Ministro de Planificación en la década de 1990 y luego, después de que Carlos Andrés Pérez fue destituido de su cargo por malversación de fondos, la carrera de Hausmann avanzó convirtiéndose en el Economista Jefe del Banco Interamericano de Desarrollo. Hoy en día, además de su empleo de Harvard, Hausmann es asesor de muchos bancos, gobiernos y organismos intergubernamentales.

Aparte de la masacre, nada de esto es particularmente objetable. De hecho estos son los sellos distintivos de una exitosa carrera dentro del mandarinato internacional que gobierna la economía global. Por supuesto, esto se contradice con la inocua y vulnerable imagen del profesor con la que abre la pieza de Hausmann en el Globe. Allí también sugirió la improbabilidad de un presidente estadounidense atacando a un profesor; si esto llegara a suceder, el especula que un juicio político podría seguir. Pero existe un precedente que implica a un poderoso presidente atacando a un profesor de verdad.

Ronald Reagan y el Profesor

Consideremos el caso de Ronald Reagan y E. Bradford Burns. Un historiador de América Latina de la UCLA, Burns desmintió las afirmaciones de Ronald Reagan sobre la Nicaragua Sandinista en un breve artículo de 1985. En un momento peligroso en la Guerra Fría, esto fue un acto verdaderamente valeroso, que podría dañar carreras y ser aun peor. De hecho, un conocido y premiado actor, Edward Asner, tuvo que experimentar la cancelación de su serie en la CBS, el Show de Lou Grant, tras criticar las políticas centroamericanas de Reagan en 1982. Activistas solidarios en Los Ángeles en donde residía Burns vivían en una atmósfera cargada frente a la amenaza real de represión violenta proveniente de un sinnúmero de fuentes. Durante 1988, los activistas informaron de amenazas de muerte y presuntos casos de secuestro y violación. Al mismo tiempo, el establishment en el sur de California prosperó como resultado de la inversión federal en la economía de guerra de Reagan. La oposición de Burns, que socavó la razón para la intervención en Centroamérica y de este modo, parte de la justificación de la carrera armamentista que hizo a Reagan tan popular entre las élites regionales, era, por tanto, un ejemplo real de un humilde profesor que confrontaba al poder.

La respuesta de Ronald Reagan fue un ataque televisado que etiquetó a Burns como un mercader de la desinformación, y en el clásico estilo de Reagan, el presidente prometió “orar por los estudiantes” [de Burns]. Esto también alimentó el macartismo académico y los resentimientos edípicos reemergentes de gente como David Horowitz, que más tarde publicaría su infame, Los Profesores: Los 101 académicos más peligrosos de América. Pero la gente se defendió; con buen humor, Burns evocó la respuesta de un estudiante, “como ciudadano, pido a Dios que ayude al presidente Reagan; profesor Burns los estudiantes están bien”.

Mientras ponderamos las diferencias entre Burns y Hausmann, vale la pena señalar la forma en que cada uno ha ejercido el poder. Dos años después del ataque de Reagan, Burns ganó un premio distinguido de enseñanza. A pesar de su bien recibido trabajo de investigación, la pasión de Burns era la enseñanza. Un antiguo alumno recuerda la idea de Burns sobre que, “tenemos que aprender a enseñar mejor... tenemos que transferir constantemente nuestra convicción de la importancia y relevancia de la historia a los jóvenes. El tedio no tiene lugar en nuestras aulas... debemos transmitir esa emoción”. Y esto fue parte de una perspectiva más amplia sobre el cambio social, “sigan adelante y hagan su investigación, publiquen sus libros”, el aconsejaba a sus colegas académicos, “algunos de sus colegas los leerán y los disfrutaran, pero si quieren cambiar el mundo... enseñan a los estudiantes de pregrado”. Para el cínico, este idealismo puede ser el largo juego de una izquierda debilitada en la actualidad, pero es cierta de la imagen que uno se imagina al escuchar la palabra “profesor”.

Más que un afable profesor o un editorialista engañoso, Hausmann es un hombre de acción. No hay premios de enseñanza que adornen su CV. Tal vez haya recibido algunos, pero estos no se consideran lo suficientemente importantes como para agregarlos. Desde principios de los 2000, él se ha asociado con la ultraderecha de la oposición venezolana. Al trabajar para Súmate de María Corina Machado y predecir rutinariamente la derrota de los chavistas a través de análisis estadísticos anticipándose a los resultados de las elecciones, para que luego sus pronósticos sean declarados falsos por los votantes del mundo real, Hausmann ha demostrado ser un actor partidista. Habiendo fracasado en el manejo de la economía venezolana en los años 80 y en los años 90, el ahora ataca desde los seguros parapetos de Harvard. Como se ha señalado, su ensayo impactó los mercados de manera totalmente predecibles.

Harvard como una empresa imperial

Les tocaría a los interesados ​​en el desarrollo de la economía mundial examinar más de cerca, de hecho, forensicamente, las conexiones entre Harvard, su facultad, y las políticas económicas de muchos gobiernos. Más allá del alcance de este artículo y la capacidad de este autor, tal escrutinio debe ir más allá de la mera influencia intelectual para descubrir los intereses relacionados con la institución, sus inversiones, su cuerpo docente, los consejos que ofrecen, y el flujo real de beneficios materiales.

Uno obtiene una idea de lo que estos pueden ser en VERITA $: Everybody Loves Harvard, un documental que explora las conexiones entre Harvard y las políticas económicas de Rusia. El fallecido director  Shin Eun-jung examinó la relación entre el Instituto de Harvard para el Desarrollo Internacional y la conversión de Rusia a una economía de mercado. Este fue el mayor proyecto del Instituto de Harvard. Anteriormente, estuvo involucrado en la liberalización financiera de Indonesia y ayudó a extender el Consenso de Washington a Zambia, Kenia y Pakistán.

Recibiendo más de $ 40 millones en subvenciones por su labor en Rusia, las políticas del Instituto de Harvard fueron adoptadas evadiendo el proceso democrático y ayudaron a enriquecer al privatizador de la economía rusa, Anatoly Chubais. Hoy en día un rico empresario, Chubais es también asesor de JPMorgan Chase. Junto con Chubais, el Instituto estableció el Centro de Privatización Ruso, que recibió más de $ 147 millones en fondos extranjeros que tendrían que ser devueltos en algún momento por el pueblo ruso. Sin un rol definido constitucionalmente, el Centro de pronto resultó totalmente envuelto en la corrupta transición de Rusia a una economía de mercado... y en beneficiar a la Harvard Management Company en el orden de millones de dólares hasta la crisis bancaria asiática de finales de los 90. Así de extrema fue la corrupción que incluso el Departamento de Justicia de Estados Unidos investigó el desastre. Más tarde les echo el guante a Harvard y al Instituto imputándoles cargos por falsos reclamos y conflictos de interés. Se demandó por $ 1.2 mil millones y en el 2005 se selló la disputa por $ 31 millones, la demanda más grande en la historia de Harvard de acuerdo con Shin.

Nada de lo anterior sugiere ningún tipo de comportamiento similar por parte Hausmann el compañero asesor de JPMorgan Chase de Chubais. Pero disipa el mito de Harvard como una institución puramente académica. En su lugar, Harvard es claramente un actor económico a escala global. Su cuerpo docente, especialmente aquellos con el curriculum vitae de Hausmann, tiene que ser evaluado a causa de esto.

Para aquellos de nosotros que respetamos la soberanía venezolana y admiramos el intento de ese país por transformar su economía en una que funcione para la gente trabajadora, tenemos que reconocer que este es un momento difícil. La Revolución Bolivariana de Venezuela se enfrenta a decisiones difíciles entre la profundización de la transformación económica con sus dislocaciones concomitantes y el acomodamiento de sectores de la escindida oposición. En este contexto, la intervención de Hausmann y su preocupación fingida por “30 millones de venezolanos” es un hábil movimiento probablemente dirigido a agravar la aguda escasez en divisas y provocar una crisis política.

Si hay alguna duda en cuanto a las preocupaciones de Hausmann por los pobres, nosotros debemos preguntarnos donde se encontraban estas cuando él estaba en el poder implementando un draconiano programa de austeridad. Los valores de Hausmann se insinúan cuando castiga a Nicolás Maduro, llamando al presidente un “matón tropical”. Uno puede y debe denunciar la conducta matonezca, pero su uso del adjetivo “tropical” pone las cosas bajo una luz diferente. Aquellos de nosotros desde el Sur Global o familiarizados con el racismo de la clase dominante reconocemos fácilmente qué se entiende con el uso de la palabra.

En lugar de sugerir cualquier debate sobre la libertad académica y los derechos del profesor Hausmann, mejor seria que los medios de comunicación le presten atención a su intervención y a la repulsa del presidente Maduro en vista de la extendida guerra de clases que se está desarrollando a escala global. Un análisis crítico de los medios revelará que el partisano Hausmann sabe cómo navegar entre la retórica súper cargada de un país en medio de una intensa lucha de clases y el mundo plácido de su universidad a orillas del Charles River de Cambridge. La retórica venezolana refleja la lucha de clases y también una retórica política diferente. Alma Llanera, el “segundo” himno de Venezuela, celebra claveles de pasión -“carnations of passion”-  mientras que los juegos de números de Hausmann en el  Charles River hablan del calmado ejercicio del poder de un bien peinado banquero protegido por los Estados Unidos, protegido por Harvard.


Suren Moodliar reside en Boston y encuentra que hay mucho que admirar en la Universidad de Harvard. Él puede ser contactado en suren <a.t> fairjobs >d o t< org. Aunque no son responsables por ninguno de los errores, Suren está muy agradecido de Dave Burt, Umang Kumar, Mirna Lascano, Ben Manski, Jorge Marín, Christine O’Connell, Jason Pramas and Sandra Ruiz-Harris por sus comentarios previo a la publicación.






Publicado por LaQnadlSol
USA.


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