lunes, 20 de junio de 2016

Corrupción, injerencismo o soberanía: las difíciles opciones para Guatemala

Los reclamos actuales por la soberanía nacional no provienen precisamente de la izquierda, sino de la derecha que ve en la entidad internacional, CICIG, la intromisión extranjera, como si no hubieran sido ellos, hace 61 años, que favorecieron el intervencionismo de los Estados Unidos en nuestro proceso democrático abortado en 1954. Ese podría ser un dilema: soberanía o corrupción.


CORRUPCIÓN, INJERENCISMO  O SOBERANÍA:
LAS DIFÍCILES OPCIONES  PARA GUATEMALA


Por Luciano Castro Barillas

Es un imaginario de espanto el ponernos a pensar cómo estarían las cosas en Guatemala si el 14 de enero de este año hubiera asumido como presidente de la república el inefable señor Manuel Baldizón, un no va más, del cinismo político, de la delincuencia organizada para tomar por asalto el Estado, de la peor manera de embaucar ciudadanos, pero sobre todo de volver, ahora sí, un total descrédito la práctica del sistema de partidos políticos guatemalteco.

Hay un escepticismo generalizado en el pueblo de Guatemala, no creer en ningún político, en ningún partido, en algunos casos plenamente justificados pero en otros casos promovida esa “crisis existencial” de credibilidad, prestigio y confianza; por la derecha que siendo la verdadera creadora de la crisis del sistema de partidos políticos, pretende desmarcase de la responsabilidad y hacer creer a los electores incautos que ningún político vale realmente la pena. En parte es cierto, pero tampoco puede ser una valoración absoluta, porque las diferentes izquierdas guatemaltecas, entendidas éstas como segmentos de población conscientes del reformar el sistema; sus prácticas políticas no necesariamente son consecuentes con esa filosofía o pensamiento político identificado con ese impulso civilizador integral a favor de los pobres  y que se llama democracia.

He dicho siempre, una y otra vez, que Guatemala nunca ha vivido  -desde 1986 cuando arranca el gobierno títere de la Democracia Cristiana con Vinicio Cerezo a la cabeza-  una proceso democrático, sino un simple proceso de apertura política que respetaba las mínimas reglas del juego, es decir, no ser muerto por disentir del pensamiento militar ultramontano que fue y sigue siendo, el mayor sustentador del principal partido político de los guatemaltecos de la burguesía y el proletariado: el Ejército de Guatemala. Debemos darnos, entonces, por enterados que el pueblo de Guatemala está totalmente derechizado (si lo idiotizado no podría ser una mejor definición) porque ¿cómo explicarnos que a menos de dos o tres meses de haberse deshecho de una obscena dictadura encabezada por Pérez Molina, este mismo pueblo vilipendiado, ofendido y masacrado elige con gran entusiasmo como sus núcleos gobernantes, direccionales y  conduccionales a militares vinculados con la estrategia de la “seguridad nacional”¸ que equivale a decir, militares creyentes y practicantes de la guerra total, genocidio, arrasamiento y destrucción total del agua al pez.

Ciertamente este trabajo lo han hecho los USA a través de su embajador Todd Robinson, sin embargo, la mea culpa de los Estados Unidos de llevarnos a este desastre social, político y económico, algo hizo bien después de todo, de tanto oprobio contra los guatemaltecos desde 1954 cuando destruyeron nuestra democracia burguesa donde ¡61 años! fueron más que suficientes para hacer pedazos a la nación guatemalteca. Ahora que el crimen político organizado se constituyó en un peligro para sus fronteras y que la burguesía delincuencial se volvió desafiante y rezongona con el poder económico acumulado, fue necesario intervenir e intentar hacer algunas correcciones en la superestructura jurídico-política del Estado porque era, realmente imposible, seguir viviendo así.

No es conveniente tener en el patio trasero una vecindad peligrosa y algo se tenía que hacer. Llevar a los empresarios y políticos más atrevidos a la cárcel a través de las desvelización de sus atrocidades criminales fortaleciendo un órgano supranacional, como la es la Comisión Internacional contra la Impunidad, CICIG y dándole respaldo irrestricto al Ministerio Público para perseguir sin timidez el delito. Dar esos apoyos políticos y económicos y proveer de la logística de la información rebasó, indudablemente, los límites de la cooperación, de los típicos tratados de cooperación y amistad de los norteamericanos. Es, sin paliativos, una política de injerencia sin disimulos entendida como la mea culpa de los gringos por el daño causado a lo largo de 61 años y para protegerse de los poderes guatemaltecos desafiantes de empresarios, militares y políticos que, literalmente, se salieron del bacín o bacina inmunda donde los gringos les permitieron flotar durante más de medio siglo.

Los guatemaltecos estamos tan postrados en la desgracia que la soberanía no puede asumirla nadie como prioridad. Este país con un prolongado proceso de apertura política y sin la mínima democracia consolidada, no tiene la dignidad para vociferar ante los foros nacionales e internacionales la violación de la soberanía nacional ¿cuál? Son 61 años de un inexistente valor ciudadano. Son 61 años de injerencismo norteamericano. Son 61 años de pérdida de la dignidad nacional. No tenemos mucho por elegir: o le damos lugar al injerencismo norteamericano para que coopere en arreglar un tanto los asuntos nacionales o reclamamos airadamente ante los foros del mundo el atropello a la soberanía nacional y vivimos por siempre con la corrupción.


¿Qué queremos realmente? Este injerencismo es intolerante para cubanos o venezolanos, que viven otra realidad política. Los guatemaltecos, pienso, lo necesitamos, porque nuestra debilidad es tal que las fuerzas democráticas aglutinadas en la izquierda no pueden posibilitar este cambio, como sería lo deseable. Conste, que los reclamos actuales por la soberanía nacional no provienen precisamente de la izquierda, sino de la derecha que ve en la entidad internacional, CICIG, la intromisión extranjera, como si no hubieran sido ellos, hace 61 años, que favorecieron el intervencionismo de los Estados Unidos en nuestro proceso democrático abortado en 1954. Ese podría ser un dilema: soberanía o corrupción.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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