domingo, 27 de noviembre de 2016

Aun en la muerte Fidel Castro desafía el imperialismo de los EE.UU

Fidel Castro fue un gigante que caminó a través de dos siglos. Era un gigante de intelecto y humanidad, cuya compasión por los oprimidos y su liberación de la explotación y la hegemonía a causa del hombre era tan luminosa como en los días de su juventud. Fidel fue una luz para el mundo, e incluso en la muerte resplandece su luz por la justicia social. Ni siquiera sus formidables enemigos políticos pueden disminuir a este radiante revolucionario.


AUN EN LA MUERTE FIDEL CASTRO DESAFÍA
EL IMPERIALISMO DE LOS EE.UU


Por Finian Cunningham

A los 90 años, falleció Fidel Castro después de décadas de lucha heroica por la justicia social, no sólo para su Cuba natal, sino para todas las personas de todo el mundo. Incluso en su última década de enfermedad, el revolucionario icónico todavía estuvo luchando activamente; escribiendo artículos sobre política internacional y defendiendo la causa del socialismo.

La magnitud de su importancia histórica queda de manifiesto en el hecho de que sobrevivió a 10 presidentes de Estados Unidos en el momento de su retiro oficial de la política en 2008, debido al deterioro  de su salud. Contando al titular Barack Obama, la vida política de Fidel abarcó 11 presidencias de los Estados Unidos. Todos ellos dirigieron una política bárbara para estrangular económicamente a Cuba con un bloqueo comercial sobre la pequeña nación caribeña. Varios de estos líderes estadounidenses autorizaron planes criminales para asesinar a Fidel e incitar al cambio de régimen. Todos fracasaron. Castro los derrotó a todos y murió pacíficamente en su cama habiendo vivido su vida al máximo.

A medida que las noticias de su muerte reverberaban en todo el mundo, incluso los países occidentales que habían conspirado en mayor o menor medida para frustrar la revolución cubana, se vieron obligados a reconocer el imponente legado de Fidel. Las noticias en los canales fueron interrumpidas con «noticias de última hora» a cerca de su muerte. La estadounidense CNN y la BBC de Gran Bretaña publicaron inmediatamente retratos biográficos del hombre y su pasado revolucionario. Entre los predecibles desaires que hacían referencia a una «figura autoritaria», incluso los propagandistas occidentales debieron admitir que Fidel liberó a su pueblo de la miseria y la pobreza, legando a Cuba con un desarrollo social inmenso y, lo que es más importante aún, dotando a los pueblos del mundo de una inspiración monumental para esforzarse continuamente para hacer de este mundo un lugar de justicia para todos. Defendió el socialismo hasta el final, al tiempo que denunciaba la explotación capitalista, la destrucción y su guerra imperialista.

Dos titulares matinales sobre su muerte fueron prominentes. El Washington Post no podía abstenerse de denigrarlo: «El ex dictador cubano Fidel Castro ha muerto». El uso de la palabra «dictador» era fútil y, sin duda, con la intención de perjudicar la grandeza del hombre, incluso en el momento de su muerte.

El New York Times parecía un poco más magnánimo con su titular: «Fidel Castro murió a los 90 años. El revolucionario cubano fue un enemigo de 11 presidentes estadounidenses».

Pero sus floridas palabras de aparente tributo contenían el veneno de la difamación. El Times de Nueva York atribuyó al «ardiente apóstol de la revolución» el haber «traído la Guerra Fría al hemisferio occidental en 1959... y empujar brevemente al mundo al borde de la guerra nuclear [en 1962]».

No fue Castro quien trajo la Guerra Fría al Hemisferio Occidental, ni tampoco fue él quien casi provocó la guerra nuclear. En ambos casos, fueron los gobiernos de los Estados Unidos. Sin embargo, insidiosamente, los medios de comunicación estadounidenses atribuyen a Fidel la maldad de sus propios gobiernos.

En 1960, meses después de que Fidel derrocó al corrupto dictador Fulgencio Batista, el líder de la revolución hizo una visita oficial a Estados Unidos en un gesto de amistad regional. Pero fue desairado por el entonces presidente Eisenhower quien se negó a reunirse con él.

Eisenhower promulgó entonces embargos diplomáticos y comerciales contra Cuba en venganza por las políticas económicas de Fidel dirigidas a sacar a la mayoría de los cubanos de décadas de pobreza inducida por Estados Unidos.

En abril de 1961, bajo la nueva presidencia de John F. Kennedy, la CIA y el Pentágono lanzaron la invasión de Bahía de Cochinos con un ejército mercenario privado compuesto por leales de Batista. JFK dio marcha atrás al ataque militar a gran escala, y las fuerzas de Fidel eventualmente derrotaron a los atacantes. La CIA y los exiliados cubanos nunca perdonaron a JFK por esta "traición" y en venganza le explotaron la cabeza al presidente mientras su caravana pasaba por Dallas el 22 de noviembre de 1963.

Contrariamente al retrato anterior en el NY Times, fueron los EE.UU bajo Eisenhower y posteriormente Kennedy, los que trajeron la Guerra Fría al Hemisferio Occidental, no Fidel Castro.
Si Castro respondió a la agresión estadounidense abrazando a la Unión Soviética y sus misiles nucleares, fue evidentemente una política de autodefensa. La crisis de los misiles cubanos en octubre de 1962, cuando JFK y el líder soviético Nikita Khrushchev se encararon en un dramático enfrentamiento nuclear, fue como resultado de que Estados Unidos ya había emprendido una política de guerra contra Cuba. La instalación de armas nucleares soviéticas en territorio cubano, a 90 millas del territorio continental de los Estados Unidos, fue en primer lugar, un acto legítimo de soberanía del gobierno cubano y, en segundo lugar, un acto razonable de legítima defensa ante la agresión criminal estadounidense del año anterior en la Bahía de Cochinos.

De nuevo, no fue Fidel Castro quien <<llevó al mundo al borde de la guerra nuclear>>. Fue la política agresiva de Estados Unidos hacia una nación empobrecida recientemente independiente, cuyo pueblo ejerció su derecho a la autodeterminación apoyando un gobierno socialista.

A la arrogancia oficial estadounidense le gusta recitar que JFK obligó a los soviéticos a retirar sus misiles nucleares de Cuba. Pero un hecho importante que se soslaya es que el acuerdo para evitar la guerra nuclear, elaborado por Kennedy y Khrushchev, se basó en el compromiso de Estados Unidos de abandonar sus planes de guerra encubierta contra Cuba.

Estados Unidos nunca cumplió completamente con su promesa de dejar a Cuba en paz. Los intentos de asesinato contra Castro y otros líderes cubanos continuaron durante las subsiguientes administraciones estadounidenses, al igual que otros actos de sabotaje y terrorismo de estado, como el derribo de un avión civil cubano en 1976. El embargo impuesto por Estados Unidos a la nación isleña de 11 millones de habitantes que comenzó en 1961, continúa hasta el día de hoy bajo el gobierno de Barack Obama, aunque con un ligero -algunos dirían «cosmético»- relajamiento.

Sin embargo, una pequeña consideración que se obtuvo del "borde de la guerra nuclear" en 1962, fue que Estados Unidos desistió de repetir el tipo de agresión manifiesta que se presenció en la Bahía de Cochinos.

Fidel Castro fue un gigante que caminó a través de dos siglos. Era un gigante de intelecto y humanidad, cuya compasión por los oprimidos y su liberación de la explotación y la hegemonía a causa del hombre era tan luminosa como en los días de su juventud. Fidel fue una luz para el mundo, e incluso en la muerte resplandece su luz por la justicia social. Ni siquiera sus formidables enemigos políticos pueden disminuir a este radiante revolucionario.

El NY Times dijo que "atormentó a 11 presidentes de Estados Unidos". Es otro intento despreciable de difamación. Fidel no los acosaba; él trascendió a todos ellos y sus esquemas malévolos con una humanidad que eclipsa su corrupción.

De su espléndido legado, tal vez un atributo es que la vida y la lucha de Fidel demuestran con claridad elocuente la naturaleza agresiva, destructiva y belicista del sistema político estadounidense. Durante su vida, el mundo pudo ver claramente que, a pesar de los intentos de difamar, fueron los gobiernos estadounidenses los que desataron la hostilidad de la Guerra Fría y que fueron de sobra temerarios criminales como para empujar el mundo a una guerra nuclear. Esta es una lección histórica legada por Fidel, que es tan importante ahora como lo fue entonces.

La agresión que Estados Unidos infligió a Cuba está vigente hoy en su beligerancia hacia Rusia, China o cualquier otro país que desafíe su conducta hegemónica. Comprender la historia de Cuba y la desafiante revolución de Fidel Castro nos permite comprender la causa real y los culpables de la agresión en el mundo actual.


Aun en la muerte, el espíritu revolucionario de Fidel vive, enseña, inspira.






Publicado por La Cuna del Sol 
USA.

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