La estratagema inició el 27
de enero de 2018 en San Lorenzo, cerca de la frontera norte con Colombia,
cuando el país sufrió la detonación de un coche bomba. Mientras las respuestas
gubernamentales eran escasas y descoordinadas, en tres días una comitiva del
Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos llegó al Ecuador.
EEUU NO QUIERE UNA BASE EN ECUADOR,
QUIERE ALGO MÁS DEVASTADOR
Por Martín Pastor
Estados Unidos no quiere recuperar una base militar en Ecuador por que es
altamente costosa; implica gastos en personal militar, mantenimiento e inversión
en infraestructura. Por esta razón el acercamiento entre la embajada
norteamericana y el Gobierno de Lenín Moreno es señal de algo más devastador.
Esto sería una renovada fase de injerencia directa e indirecta sobre las
Fuerzas Armadas, Policía Nacional y soberanía nacional.
La estratagema inició el 27 de enero de 2018 en San Lorenzo, cerca de la
frontera norte con Colombia, cuando el país sufrió la detonación de un coche
bomba. Mientras las respuestas gubernamentales eran escasas y descoordinadas,
en tres días una comitiva del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados
Unidos llegó al Ecuador.
Lo determinante de la situación es que ante “el primer gran reto de
seguridad la reacción del gobierno fue traer a Estados Unidos”, como lo señaló
Guillaume Long, exministro de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana. El
atentado terrorista dio paso a un incremento de ataques y paralela presencia de
los norteamericanos en las esferas militares y gubernamentales.
La explosión de una bomba casera en el retén de la Armada en Borbón y los
ataques a militares y policías en El Pan, el Alto Tambo y Mataje en la frontera
con Colombia desatarían la respuesta dirigida de la derecha oligárquica y
ciertos grupos de interés. El discurso compartido fue culpar estas agresiones a
la salida de la Base de Manta en 2009.
Para el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, la solución sería una base
militar con presencia norteamericana. A lo cual le hizo eco el excandidato
presidencial y General en servicio pasivo, Paco Moncayo, concluyendo que
"sacar la base de Manta y no tener con qué reemplazarla fue tonto e
irresponsable”. Incluso miembros de la prensa nacional se sumaron a la
propaganda arguyendo que la seguridad nacional recae en la necesidad de una
presencia extranjera militar.
En otras palabras, buscan justificar lo injustificable. La pérdida de
soberanía nacional, la presencia del ejército más peligroso del mundo en
Ecuador y el irrespeto a la Constitución son cuestiones secundarias. Pero para
lamento de ellos, Estados Unidos no quiere una base militar en Ecuador y aunque
la quisieran, no podrían, sería inconstitucional.
El artículo 5 de la carta magna del 2008 indica que “no se permitirá el
establecimiento de bases militares extranjeras ni de instalaciones extranjeras
con propósitos militares. Se prohíbe ceder bases militares nacionales a fuerzas
armadas o de seguridad extranjeras.” Entonces, ¿qué buscan los yanquis en
Ecuador?
Una clave para la respuesta la dio el embajador Todd Chapman durante la
celebración de los 154 años de vida institucional de la Policía Nacional. El
diplomático explicó que Estados Unidos quiere ser un “buen socio” para el país
ya que su “compromiso es dar seguridad a Ecuador” y cooperar con las
instituciones del Estado relacionadas a la seguridad nacional.
La cooperación ofertada incluye brindar capacitación, inteligencia,
intercambio de información y acceso a colegios militares, donde oficiales del
Ecuador podrán “formarse” nuevamente. Un escalofriante recuerdo que remonta al
funcionamiento de la Escuela de las Américas, institución de adoctrinamiento
militar e ideológico de los Estados Unidos, encargada de ‘capacitar y formar’ a
escuadrones de tortura y muerte en toda Latinoamérica durante los años 70, 80 y
90.
Esta de-formación ideológica, que implica la supuesta capacitación militar,
es una amenaza a los ecuatorianos y latinoamericanos ya que atenta directamente
a la democracia y la soberanía de las FFAA y elementos de seguridad nacional.
La experiencia reciente con fuerzas de seguridad en los países invadidos de
Irak y Afganistán lo demuestra.
No es casualidad entonces, que Moreno haya eliminado la Secretaría Nacional
de Inteligencia (Senain). Desmantelar instituciones y promover, con el apoyo de
los medios de comunicación, un discurso sobre cómo se “mermó” a las Fuerzas
Armadas es parte de la estrategia de ingeniería social, común de los
norteamericanos.
Esta funciona al crear/presentar un problema (tesis) para incitar una
reacción (antítesis) y de esa manera presentar una solución (síntesis), la cual
en una situación regular, no inducida, no sería aceptada por la gran mayoría.
Todas estas medidas están ligadas al objetivo principal que es lograr la
injerencia indirecta a través de la intervención en la toma de decisiones y el
manejo de influencias dentro de las Fuerzas Armadas y Policía ecuatoriana.
Es por este tipo de intrusión que Rafael Correa expulsó a diplomáticos
estadounidenses, una embajadora, y casi 20 funcionarios del Pentágono que
trabajaban en Ecuador. Uno de los casos más emblemáticos es el de Mark
Sullivan, exprimer secretario de la embajada, que en 2009 fue expulsado por
interferir en asuntos policiales e internos.
Sullivan amenazó con cortar la ayuda de su país a la policía después de que
el gobierno ecuatoriano cambió al jefe de la Unidad de Investigaciones
Especiales sin consultar a los estadounidenses, según un informe de la
Comandancia de la Policía. Las visitas del actual embajador estadounidense a
las distintas carteras de Estado muestran que su figura de ‘consultor’ se retomará.
De igual manera necesitan restablecer la relación directa con las Fuerzas
Armadas, obviando los canales oficiales y legales. Táctica que realizaban
habitualmente, como lo demostraron varios cables de la embajada desclasificados
por Wikileaks.
En uno que data al 2009, Heather Hodges, exembajadora en Ecuador, comenta
que habían desarrollado “una estrategia para mantener la interacción con las
fuerzas militares en Ecuador. Utilizando nuestra experiencia de cooperación con
la Policía Nacional ecuatoriana vamos a hacer que la presión contra el
liderazgo político del gobierno de Ecuador surja desde adentro de las fuerzas
militares…”.
Otro del 2005 detalla como los Estados Unidos ofrecerían “regalos” a los
oficiales ecuatorianos de las Fuerzas Armadas para que estos “presionen a sus
superiores para obtener regalos similares” y así logren inspirarlos a firmar
acuerdos en los intereses de los Estados Unidos.
Esa violación del derecho internacional, la diplomacia, y la
institucionalidad democrática, tiene un objetivo: crear quintas columnas dentro
de las FFAA y Policía Nacional. Finalidad que los norteamericanos persiguen
pero no con una Base militar sino con el acceso indiscriminado a las
instituciones que sostienen la seguridad nacional.
Ante esto su justificación pública sigue siendo la lucha contra el
narcotráfico. Pero si la presencia de los estadounidenses, en bases o a través
de cooperación fuera eficiente, ¿por qué luego de casi 20 años del Plan
Colombia, siete bases norteamericanas en territorio colombiano y más de 10 mil
millones de dólares (2016) en cooperación; los cultivos de coca en Colombia
incrementaron a 146.000 hectáreas en 2016, volviendo a aproximadamente los
mismos niveles de los primeros años del Plan en 2001?
La respuesta es que luchar contra el narcotráfico no es su prioridad o se
dedicarían a combatirlo en su propio territorio. Su objetivo, como imperio
basado en el poder bélico, es incrementar la presencia militar en la región con
el fin de asegurar sus ‘intereses
hemisféricos’; consolidar, a través de favores políticos, un bloque regional en
contra de Venezuela; y justificar su presencia en la zona, ya que con los diálogos de Paz no podrán
seguir operando como la han hecho durante casi dos décadas.
En palabras de Joseph Disalvo, subcomandante del Comando del Sur, “debemos
pensar en una estrategia nueva que más que un Plan Colombia sea un plan
Sudamérica, donde todo el mundo pueda combinar sus esfuerzos y así luchar
contra esto (narcotráfico).”
Este Plan Sudamérica de carácter neocolonial demuestra que para ellos este
es su continente y América Latina su ‘colonia’. Para lograr el cometido,
manipulan las débiles políticas de seguridad nacional y se aprovechan del
entreguismo de los gobiernos actuales de la región. Y es así que la renovada
presencia militar no pone en riesgo a un solo país, sino la soberanía y futuro
de toda América Latina.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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