Los racistas y xenófobos
mexicanos pretenden esconder sus crímenes de odio entre el mar de sangre que
cubre el país y para ello cuentan con la complicidad, desidia o incompetencia
de las autoridades.
DOS ESTAMPAS DEL RACISMO,
XENOFOBIA
DE MEXICANOS Y LA
COMPLICIDAD GUBERNAMENTAL
Por Fabián Campos
Hace dos semanas tres migrantes hondureños viajaban a bordo de La Bestia.
Los empleados del ferrocarril los convencieron de lo peligroso de mantenerse en
el tren debido a los productos químicos que transportaban y se bajaron entre
los municipios de Xaloztoc y Tzompantepec, en el estado de Tlaxcala. Su plan
era esperar el siguiente tren y continuar su recorrido. Mientras tanto se
resguardaron bajo un puente.
De entre la vegetación y al amparo de la noche empezaron a brotar sombras
de niños, jóvenes y viejos. En un primer momento ello no les causó miedo.
Podrían ser migrantes como ellos. De pronto empezaron los insultos. Alrededor
de 50 personas los rodearon, los amarraron y amenazaban con quemarlos vivos,
mientras grababan en video su “hazaña”.
Una patrulla de la Policía Estatal se acercó para averiguar qué pasaba. Al
tratar de quitarles a los migrantes secuestrados se vieron superados por la
muchedumbre, por lo que pidieron refuerzos. Otras dos patrullas fueron
necesarias para disuadir a las personas congregadas y que les fueran entregados
los migrantes. Se vio impedido el linchamiento, pero desde el interior de
“Fuente Ovejuna” se escucharon alaridos que increpaban a los policías:
“¿De qué lado están? ¿Del de ellos o del de nosotros?”
Toussaint Serge, un joven haitiano que hace unos meses salió de su país
huyendo de la violencia y la pobreza, para poder cumplir las reglas de
migración de Donald Trump se tuvo que quedar a vivir en Tijuana a la espera de
que sea estudiado su caso por las autoridades estadunidenses.
Migrante económico no puede sufragar en Tijuana una renta en un barrio
seguro. Tuvo que escoger uno donde sus pocos ingresos, sumados a los de otros
de sus connacionales, pudieran brindarle un techo y una dirección para recibir
las notificaciones, Módulos de Otay. Barrio popular donde el agua llega pocas
veces por semana y por “tandeo”. Pero la violencia sí es recurrente. Balaceras,
muertos arrojados en las calles al amparo de la noche son las noticias que
recorren sus calles todos los días.
El pasado 10 de noviembre, Toussaint Serge caminaba por una céntrica
avenida de su “colonia”. El bullicio propio de la noche de un barrio popular se
rompió de pronto. El estruendo de un balazo sobresaltó a los que junto con
Serge terminaban un día más de trabajo y sobrevivencia. Pero el joven haitiano
no sólo se vio sorprendido, un dolor agudo se le incrustó en el estómago. Con
el susto en los ojos recorrió dificultosamente las calles que lo separaban de
su “casa”. Un amigo lo llevó de inmediato a la Cruz Roja para que lo
atendieran.
Los médicos, siguiendo su protocolo para heridos de bala, informaron de
inmediato a las autoridades. Los policías que atendieron el reporte hicieron su
informe. Una periodista que cubría la fuente inquirió al respecto. La respuesta
fue la usual: habían desplegado un operativo, pero no habían dado con algún
sospechoso.
Los racistas y xenófobos mexicanos pretenden esconder sus crímenes de odio
entre el mar de sangre que cubre el país y para ello cuentan con la
complicidad, desidia o incompetencia de las autoridades.
En el caso de Tlaxcala era un grupo organizado, que sabía el lugar donde
podrían atacar migrantes, iban preparados para grabar su felonía y difundirla.
Se trata de un crimen de odio. Pero es eso sólo, un crimen de odio en un
territorio donde se comenten muchos más todos y cada uno de los días contra
mujeres e indígenas. ¿Qué importa uno más? ¿Para qué investigar? Sobre todo
cuando son cometidos contra esos seres invisibilizados por las propias
autoridades que se resistían a aceptar la recomendación 98/2019 de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos, bajo el argumento de que eran situaciones
ocurridas bajo el gobierno anterior.
En el caso de Toussaint Serge, la mano que detonó el arma se perdió en la
noche. La periodista completó su nota con otras informaciones sobre muertos y
balaceras. La historia de xenofobia y racismo se perdió entre el papel de un
informe burocrático más. ¿Qué importaba? Un negro más, un migrante ilegal más,
en medio de reportes policiacos de instituciones que son incapaces de brindar
seguridad a sus propios ciudadanos.
Las autoridades estatales no se ven presionadas por el nivel federal porque
tampoco ellos están interesados en investigar el tema. Para Marcelo Ebrard, lo
importante es detener a los migrantes centroamericanos. Darle muestras a Donald
Trump que sabe honrar su palabra y que nos hemos convertido en su primera
barrera migratoria. Esos crímenes de odio son, apenas, una nota más que se
perderá en un país hundido en la violencia. Pero están dejando crecer un
problema que, tarde o temprano, nos va a explotar en la cara.
Publicado por La Cuna del Sol
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