En Chile, Bolivia, Ecuador,
Colombia y Honduras la violencia sin límites que despliega la derecha está a la
vista de todos, no solo como un ejemplo,
sino como una práctica represiva de extrema violencia que la ha caracterizado a
lo largo de la historia de América Latina para sostenerse o arrebatar el poder.
LA DERECHA Y LA PRÁCTICA
DE LA VIOLENCIA
En estos días tumultuosos de revueltas y golpes de Estado que estremecen a
varios países latinoamericanos, algo ha quedado muy en claro: que la derecha recurre,
sin escatimar un ápice, a todo su arsenal de violencia cuando de proteger o
defender los intereses del orden burgués proimperialista se trata. En Chile,
Bolivia, Ecuador, Colombia y Honduras la violencia sin límites que despliega la
derecha está a la vista de todos, no solo como un ejemplo, sino como una práctica represiva de
extrema violencia que la ha caracterizado a lo largo de la historia de América
Latina para sostenerse o arrebatar el poder.
A diferencia de la pusilanimidad que muestran los gobiernos de izquierda ante
las amenazas o acciones desestabilizadoras que ponen en riesgo su existencia, la
derecha no titubea y pone inmediatamente en práctica todo su poder represivo
hasta eliminar, a cualquier costo, el último reducto de resistencia al orden
político y económico reinante. Ya lo estamos viendo en Chile donde las sanguinarias
fuerzas del orden al servicio del régimen derechista, proyanqui del
pinochetista Piñera, recurren al asesinato, detenciones, desapariciones,
violaciones y hasta -al mejor estilo del liberal Macron contra los Chalecos
Amarillos en Francia- disparan balines de goma directamente a los ojos de los
manifestantes -táctica represiva que ya ha ocasionado unos 200 heridos, algunos
de los cuales con la perdida permanente de uno de sus ojos. Lo hemos visto en
Ecuador donde al régimen derechista del impostor Lenin Moreno no le ha temblado
la mano a la hora de hacer uso del aparato represivo del Estado para reprimir
violetamente las manifestaciones en contra del orden neoliberal que él preside,
con el consabido saldo de muertos, heridos, detenidos, torturados,
desaparecidos, refugiados en consulados extranjeros y cacería de opositores.
En Bolivia tras el golpe de Estado, y desde antes, hemos visto como la
derecha fascista, con el ingrediente del fanatismo religioso cristiano, ha
desatado una ola de violencia salvaje, una cacería literalmente hablando, en
contra de la población indígena, activistas y líderes políticos que apoyan al
depuesto presidente, Evo Morales. El nivel de violencia y la saña desplegada
por el aparato represivo del régimen golpista boliviano, masacrando como perros
a los bolivianos que se oponen al golpe ha dejado a más de alguno estupefacto,
como si esto fuera algo nuevo o sin precedentes en la historia de Bolivia o de Latinoamérica
en general. No es así, la historia de Latinoamérica está plagada de numerosos
episodios que dan cuenta de la violencia sin límites que la derecha en su afán
de conservar o mantener la hegemonía de la clase dominante ha desatado contra todos
aquellos que se han atrevido a desafiar y luchar contra su dominio político y
económico. Los ejemplos abundan por doquier: desde el genocidio indígena en
Guatemala, la Guerra Sucia en Argentina, la represión de Pinochet en Chile, la
masacre de El Mozote en el Salvador, el Caracazo en Venezuela, los 40 de
Ayotzinapa en México, hasta lo de hoy en
día con la cacería de indígenas en Bolivia, y las decenas de muertos, de violaciones
y mutilaciones en Chile. En Honduras la violencia de la derecha narco
terrateniente y proyanqui no ha cesado de
ensañarse contra el pueblo hondureño desde el golpe de estado contra Manuel
Zelaya en 2009. Y qué decir de Haití, donde una de las burguesías más
descaradas y cruentas desde hace un buen rato viene masacrando al empobrecido
pueblo haitiano.
En todos estos casos como en otros
tantos que han pasado a formar parte del violento historial de la derecha en
Latinoamérica, la impunidad con la que ha actuado ha sido su mayor aliado, pues
a diferencia del trato que recibe la izquierda cuando timoratamente hace uso de
la fuerza para defenderse -precisamente de los acciones violentas de la
derecha- siempre ha contado con el respaldo inequívoco de todos sus compinches
de la derecha internacional encabezada
por Estados Unidos, quienes escudándose en falsos pretextos democráticos, como
la libertad y los derechos humanos, avalan todas sus atrocidades,
calificándolas de acciones en pro de la democracia. Así, por ejemplo, vemos
como el imperialismo y su maquinaria propagandística y organizaciones como la
OEA, la ONU, la UE y el Grupo de Lima que le sirven de fachada certifican como justas
y legítimas todas las acciones violentas de la derecha, mientras que a gobiernos
democráticos que aspiran a construir sociedades más justas, como el caso
particular de Venezuela -que sufren el asedio de las fuerzas reaccionarias- les
es arrebatada toda legitimidad y se les considera una amenaza extraordinaria e
inusual para la democracia (intereses del imperialismo) que debe ser eliminada.
La historia no puede ser ignorada y seguir repitiendo los mismos errores
del pasado que tanta sangre les ha costado a los pueblos latinoamericanos. Los
gobiernos de izquierda tienen que entender
que mientras sigan vacilando, mostrando señales de debilidad a la hora de
enfrentar a sus enemigos mortales -la derecha y el capital- solo servirá para
envalentonarlos, provocando que más temprano que tarde, inevitablemente,
recurran sin titubear al uso de la violencia para llegar al poder. Ninguna
revolución o proceso auténticamente democrático que aspire a cambios profundos podrá
resistir el embate del enemigo si no se hace uso de todo la fuerza y el poder del
que dispone. Pretender apaciguar al enemigo con concesiones o llamados al
dialogo es como ponerse un tiro en la sien.
Publicado por La Cuna del Sol
No hay comentarios.:
Publicar un comentario