Porque estamos en la
trinchera opuesta. No es tan difícil de entender; no hacen falta doctrinas muy
librescas. No obstante, donde hay una traición al lado siempre hay una doctrina
y hay a quien le gusta perder el tiempo en leerse la doctrina para olvidarse de
la traición, que es lo realmente importante, lo realmente definitorio.
TEORÍA Y PRÁCTICA DE LA
TRAICIÓN
Por Juan Manuel Olarieta
En el mundo lo más extendido es el pensamiento metafísico, que se atiene a
lo que las cosas “son” y a veces a lo que “deben ser”.
Las cosas “son” de una determinada manera y no pueden “ser” de otra, de
manera que cuando las cosas cambian nos quedamos estupefactos, sobre todo si se
convierten en lo contrario de lo que “son” o “deben ser”.
En la medida en que los trabajadores forman una clase social enfrentada a
su contraria, la burguesía, suponemos que deben actuar como tales, al unísono,
por ejemplo durante una huelga que defiende los intereses de todos ellos.
Sin embargo, en las huelgas hay trabajadores que se posicionan en favor del
contrario. Se llaman esquiroles, son traidores a sus compañeros y, desde luego,
a su clase social. Toman partido por el bando opuesto y siempre ha habido y hay
trabajadores que actúan de esa forma.
El traidor y el esquirol siempre se justifican con alguna explicación, más
o menos elaborada. En ocasiones esas explicaciones llegan a formar un cuerpo de
doctrina de la traición, como por ejemplo la libertad de elección individual.
“Vive y deja vivir”. El capitalismo es un sistema de libertad que permite optar
a cada cual por la huelga o por el derecho a trabajar, incluso en medio de una
huelga de los demás. “Trabaja y deja trabajar”, “Para y deja parar”...
Un esquirol no es otra cosa que una contradicción, pero los metafísicos
sólo tienen en cuenta que “es” un trabajador tan trabajador que quiere trabajar
incluso aunque haya huelga. En la realidad las cosas no “son” ni dejan de
“ser”. En una huelga, que es una lucha, un esquirol está en la trinchera
opuesta, es un instrumento de la patronal y como tal, a lo largo de la
historia, siempre ha sido objeto de los ataques del movimiento obrero, incluso
físicos y violentos.
Lo mismo ocurre en las batallas políticas, así que no cabe extrañarse de
que haya quien se ponga al servicio del bando contrario sin quitarse las
insignias por una muy buena razón: la mayor parte sólo se fija en las
insignias, en las apariencias, en las siglas. Para “ser” comunista basta con
autodefinirse uno mismo: levantando el puño, o la hoz y el martillo, o la
bandera roja...
El capitalismo es un gran supermercado político en el que es posible elegir
libremente, “a diferencia de las dictaduras”. Por eso hay quien se autodefine
como comunista, como anarquista, como independentista y así sucesivamente. Lo
realmente importante es que quienes se autodefinen quieren que los demás los
aceptemos tal y como ellos mismos se presentan, o sea, que “son” así.
A partir de ahí los posicionamientos políticos no son importantes. Da lo
mismo. Siempre hay una doctrina que “explica” los motivos por los que “son” una
cosa y “hacen” la contraria. Lo importante no son las prácticas sino las
doctrinas que las “explican” o las “justifican”.
De ahí que las bibliotecas, las redes sociales y los blogs estén repletos
de teorías, doctrinas y justificaciones, la mayor parte de las cuales tienen en
común la superficialidad porque sólo se trata de eso: de cubrir las
apariencias.
En el circo político el mayor problema es siempre el más sencillo: llamar a
las cosas por su nombre. Un ejemplo son los que apoyan al fascismo con las
insignias de la “izquierda”. No están en el bando de la lucha antifascista sino
en el contrario.
Es el caso de los trotskistas franceses que durante la ocupación de 1940 a
1945 no se unieron a la resistencia antinazi con pretextos pintorescos, a cada
cual más estrafalario. Incluso un trotskista notorio, como Paul Cognet, formó
parte del gobierno de Petain, para el que redactó el Estatuto del Trabajo. ¿Cómo
definir a Cognet?, ¿era trotskista?, ¿era fascista?, ¿o era ambas cosas?
A ese tipo de elementos políticos la Internacional Comunista los llamó por
su nombre, socialfascistas, o sea, socialistas de palabra y fascistas de hecho.
Los comunistas franceses siempre los llamaron hitlero-trotskistas. Si hay
alguien interesado por los laberintos doctrinales, puede leer artículos de la
época, como “¡Confraternicemos!, ¡Mano tendida a los soldados alemanes!”
publicado en el periódico trotskista “La Vérité”, el 22 de junio de 1944. Tres
meses después de publicarse el anterior apareció otro con un titular no menos
definitorio: “Por qué no nos hemos unido a la resistencia”.
Lo mismo ocurre con los “socialimperialistas”, es decir, toda esa mugre de
colectivos y medios de “izquierda” que se posicionan siempre con los
imperialistas con algún pretexto, alguna doctrina o alguna teoría. No les sirve
de nada que acontecimientos tan definitorios, como una guerra o la invasión de un
país soberano, definan dos bandos de manera inequívoca. Lo importante es la
doctrina, el pretexto o la teoría.
Recientemente una radio “alternativa” de Euskadi llevaba a dos invitados a
un debate sobre la Guerra de Siria, pero cada uno de ellos no representaba a
uno de los dos bandos combatientes porque alguien ha inventado un tercer género
en discordia: Rojava. Si los organizadores querían mostrar el abanico de
opiniones que hay sobre dicha guerra, podrían haber invitado también a un
miembro de Al-Qaeda o a un portavoz del Pentágono. ¿Por qué no?
En las guerras revolucionarias no hay más que dos bandos. En la Guerra
Civil no hubo más que dos bandos. En la Segunda Guerra Mundial también. Cuando
en plena guerra algunos medios como “Viento Sur” fabrican una entelequia
doctrinal intermedia, que no es carne pero tampoco pescado, es para camuflar
que están con el más fuerte, es decir, con el imperialismo. No es un error, no
es una equivocación, ni tampoco un desliz sino que han tomado partido, lo mismo
que los trotskistas franceses lo hicieron en 1940: están con los imperialistas
y en el futuro lo seguirán estando.
“¿Por qué no nos unimos a la resistencia antifascista?” Porque estamos con
el fascismo. “¿Por qué no nos unimos a la lucha antimperialista?” Porque estamos
en la trinchera opuesta. No es tan difícil de entender; no hacen falta
doctrinas muy librescas. No obstante, donde hay una traición al lado siempre
hay una doctrina y hay a quien le gusta perder el tiempo en leerse la doctrina
para olvidarse de la traición, que es lo realmente importante, lo realmente
definitorio.
A la mugre le encanta debatir sobre los papeles impresos, los artículos,
las reflexiones...
Publicado por La Cuna del Sol
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