Dios los crea, pero el
diablo los junta. Son las míseras variables de un mismo tema. Ambas son fuerzas
oscuras muy inclinadas a quedar bien con los diablos mayores, sus amos, y con
quienes son sumisos sirvientes.
NO HAY NINGUNA
DIFERENCIA ENTRE LA POLICÍA
RACISTA DE LOS ESTADOS
UNIDOS Y LA POLICÍA
CLASISTA DE GUATEMALA
Por Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
Dios los crea, pero el diablo los junta. Son
las míseras variables de un mismo tema. Ambas son fuerzas oscuras muy
inclinadas a quedar bien con los diablos mayores, sus amos, y con quienes son
sumisos sirvientes. Incondicionales granujas, que los mueve el amor al dinero,
el reconocimiento de sus jefes y el odio hacia todo aquél que no tenga
uniforme. Antes solo era el ejército el que concitaba a sus tropas el odio por los civiles, a los pachucos.
Ahora éstas fuerzas armadas civiles, los policías, no son simples policías sino
milicias disfrazadas, ideologizadas y sin disimulada inclinación a meter tiros,
romper cuellos, quebrar brazos o dejarle la boca a cualquier cristiano humilde
con un tratamiento instantáneo de botox en los labios.
La verdad y contadas con los dedos de las
manos, casi todas las policías son infames. No hay policía amable y para ellos
no hay nadie bueno, todos son culpables para ellos; ninguno es inocente. Y con
semejante manera de pensar insuflada en su cerebro por los capacitadores de
inteligencia israelí, por ejemplo, resulta que los policías se transforman día
a día en portentosas fuerzas de inseguridad públicas.
Encontrar a un policía en un lugar desolado significa un virtual asalto, es
usted desvalijado, robado con desembozo, y todavía amenazado si abre la boca y
tiene la infeliz ocurrencia de denunciarlo con su jefe, con quien es lo más
seguro, trabajan de la mano para hacer extras con los incautos que olvidaron su
licencia de conducción o la tienen vencida o no porta por algún olvido su
carnet de identidad.
Con la policía no se puede. A veces es
preferible encontrarse con los verdaderos rateros, los ladrones sinceros, que
con policías en patrulla, lamentablemente con una delegación de poder otorgada
por el Estado y arropados por sus jefe pillos y avorazados.
La Policía Nacional Civil de Guatemala da
muestras, por enésima vez, de su deplorable papel clasista y corrupto con el
caso de los nenes del Condado Concepción. No aprehendieron a ninguno de estos
descerebrados y descerebradas. Todos, desde muy jóvenes, van aprendiendo a
cubrirse con el manto de la impunidad y acostumbrándose también, como buenos
inútiles, a que papi apache todos sus clavos, sus clavillos de chicos traviesos,
diría una madre alcahuete, al intentar justificar a los engendros que ha
parido. Para estos chicos fresas no hubo ley. Nadie osó interrumpir su fiesta y
los policías, de seguro, con la mano bien aceitada, hicieron como que
pergeñaban algo en la libreta, mientras regresaban de su turno con buenos
billetes. Contentos de que no había pasado nada y que esa clase de clientela
pudieran atenderla todas las noches. No sería nada extraño que los mismos
policías fueran a comprarle un su par de botellas de licor para que el otro día
se quitaran la resaca y no sufrieran ninguna consecuencia. Es la policía
clasista de Guatemala, pues no pasa lo mismo cuando entran en operaciones con
los sectores populares. Pobre el vendedor de frutas que le rezongue, ese pelado
sí sabrá lo bueno de la autoridad uniformada.
Lo mismo sucede en Estados Unidos con la
policía racista. Son las mismas patrullas esclavistas que recorrían
el sur de los Estados Unidos para capturar a los negros evadidos de los grandes
campos de algodón. Por eso es que no tienen tolerancia con los negros, porque
en la profundidad de su imaginario de Nación del Sur Esclavista, saben que los
negros pueden venderse, alquilarse y por supuesto matarse. Valen poco. Son casi
bestias. Pues a los Estados Unidos la han hecho los blancos y pese a que el
hombre ya descubrió hace algunos años el mapa genético del ser humano, eso que
digan que el hombre nació en las llanuras africanas son puras pamplinas, los
blancos de América, más que de Inglaterra, vinieron de Utah, y los negros son
tan negros, porque están malditos por Dios, según José Smith. ¡Cajum, cajum!
Estos sin son verdaderamente locos de atar e inspiran a la policía racista de
los Estados Unidos. Por lo cual, matar a un negro no tiene, no debería tener
ningún agravante, porque son hijos de Satanás e igualmente malditos los dos.
Ese pensamiento está en lo profundo de la oscuridad humana y va a ser un asunto
muy difícil de hacerlo distinto. Una tarea contra la peor obtusidad mental.
Pero esperemos, confiemos en que el mundo será mejor, muy a pesar de la
existencia de esta clase de policías.
Publicado por La Cuna del Sol
No hay comentarios.:
Publicar un comentario