Cuándo, por Dios,
tendremos los guatemaltecos noticias alentadoras en esta tierra hermosa,
marcada por lo sombrío y lo desesperado. Esta tierra se ha vuelto el lugar
menos fértil para que florezca la esperanza.
¡AY GUATEMALA!,
COMO SIEMPRE,
EN LAS FAUCES DE TUS
HIJOS RAPACES
Por Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
Cuándo, por Dios, tendremos los guatemaltecos
noticias alentadoras en esta tierra hermosa, marcada por lo sombrío y lo
desesperado. Esta tierra se ha vuelto el lugar menos fértil para que florezca
la esperanza. Ya lo dijo don Iván Velásquez, el ilustre colombiano alguna vez:
¡Guatemala, florecerás! Y ojalá sus palabras fueran proféticas, porque aquí en
Guatemala todo pareciera estar de cabeza, ir a contrapelo, del dislate a la
tontería, de la maldad simple a la perversión más refinada, del profesional
brillante mal ponderado al ignorante enaltecido, del honrado visto como tonto
al pillo visto como vivaracho, del respetuoso de las leyes visto como un bruto,
al irreverente y violador de las normas visto como audaz, de Giammattei visto
como el poder formal al CACIF siendo el poder real.
El actual presidente no es de los millonarios,
pero piensa como ellos. Empatiza de tal modo con la clase dominante que se
siente muy satisfecho con ser su criado o fiel escudero. No sé cuándo los
guatemaltecos vamos a tener presidente. Porque son sesenta y seis años, sí,
sesenta y seis años, ya casi bordeando el siglo, en que nos hundimos en el
estercolero de la Contrarrevolución. En que la infamia se enseñoreó en nuestro
cielo. Sesenta y seis años que el imperialismo de los Estados Unidos echó a
perder nuestro luminoso destino. Sesenta y seis años en que ya no vimos la luz
sino que entramos en la boca de un negro túnel del que, vuelta y vuelta, no
encontramos la salida. Por eso la razón de la violencia en sus horrorosas
expresiones: contra la mujer, contra los niños, contra la institucionalidad,
contra la democracia, contra el amor propio de quedar bien con los demás y ante
uno mismo.
Tenemos lo último de los desaprensivos. Un
sujeto pelo lacio, liso, peinado hacia atrás, a la gomina, como los gánsteres
de los años veinte de origen italiano. El caradura por antonomasia del ámbito
nacional, Felipao Alejos. Ama el
dinero este joven más que cualquier otra cosa. Sus padres le enseñaron esos
feos modales y creció así, no queriendo ser médico, ingeniero o abogado. No, él
no quería ninguna profesión liberal ¿para qué? Allí el dinero se hace un poco
despacio y a veces con esfuerzo. No, él pensaba en algo más grandioso. En algo
avasallador y admirable. Soñaba con un enorme promontorio de mierda y gritaba
en las noches en tremendas pesadillas. Y cosas, su alucinante pesadilla se hizo
realidad. Se hizo diputado y algo peor, miembro de la Junta Directiva. Allí se
hizo todo un profesional de la artimaña y la estafa al Estado. Podía acelerar
cualquier trámite fiscal para que a los empresarios mafiosos les reembolsara el
Estado el dinero no pagado.
Felipao es lo que podríamos llamar, sin
paliativos, una auténtica basura. Un humano de desecho. Una mierda que se
pasa de pestilente porque este granuja se las tiene todas: pretende enjuiciar a
cuatro magistrados de la Corte Suprema de Justicia que votaron para removerle
la inmunidad parlamentaria. Felipao atacó con la complicidad de nueve
magistrados granujas y quiso defenestrar a los cuatro magistrados honestos. Un
recurso interpuesto ante la Corte de Constitucionalidad por la Procuraduría de
los Derechos Humanos a favor de los cuatro magistrados honorables contuvo por
el momento el desaguisado. Este es otro de los bandidos Alejos, los herederos
malditos de la Contrarrevolución, cuyo pariente lejano (abuelo o bisabuelo
quizá) quería cargarse a Fidel Castro en ya lejanos días. El cáncer sigue allí,
por eso tenemos tantos problemas los guatemaltecos para ver la luz al final del
túnel. Porque Felipao es una de tantas flores mustias en el jardín de la
porquería.
Publicado por La Cuna del Sol
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