A 41 años de lo sucedido, cada mañana se pregunta ¿dónde están? y no pierde las esperanzas de obtener una respuesta. Regresó a Guatemala para dar seguimiento al caso en el Ministerio Público (MP) con apoyo del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) y por primera vez considera que hay avances y no pierde la esperanza de obtener una respuesta.
ADRIANA PORTILLO, UNA MADRE
QUE SOLO QUIERE SABER EL
PARADERO DE SUS HIJAS
Por Mónica Duarte -15 noviembre, 2022
La Hora
Adriana Portillo es una las víctimas del Conflicto Armado Interno, sufrió
la desaparición forzada de sus familiares de quienes no tiene razón desde
septiembre de 1981. Su misión en la actualidad es responder a una sola pregunta
que le de paz a su corazón ¿dónde están sus hijas?
Una niña 9 y otra de 10 años en ese entonces fueron desaparecidas
abruptamente por las fuerzas de seguridad del gobierno, explica Portillo. Ella
es una sobreviviente y junto a sus otras hijas se exiliaron en Estados Unidos.
A 41 años de lo sucedido, cada mañana se pregunta ¿dónde están? y no pierde
las esperanzas de obtener una respuesta. Regresó a Guatemala para dar
seguimiento al caso en el Ministerio Público (MP) con apoyo del Grupo de Apoyo
Mutuo (GAM) y por primera vez considera que hay avances y no pierde la
esperanza de obtener una respuesta.
“Me llamo Adriana Portillo soy
hermana, hija y madre de seis personas desaparecidas por el Estado de Guatemala
en 1981, 41 años han pasado y han sido de dolor, angustia, rabia e irá. No es
posible que un Estado califique de enemigo interno a niñas de 10, 9 y año y
medio. No hay día en qué yo no piense en mis hijas o en mi papá, hasta hoy no
he conseguido justicia”, detalló en una entrevista para La Hora.
Menciona que se vio forzada salir de Guatemala a finales de 1984, ya que
después del secuestro y desaparición de su familia no se sentía segura en el
país.
“Algunos de mis hermanos están en Canadá, México y Estados Unidos. Vi
patrullas de la Policía Nacional, jeeps y camiones del Ejército rodear la casa
donde vivía mi padre” recuerda Portillo.
LH: ¿Cómo se dio el
secuestro?
Adriana Portillo: Mí papa, su esposa y su niña habían
llegado a la ciudad a pasar unos días, el día jueves 10 de septiembre decidimos
todos hacer una fiestecita de cumpleaños para uno de mis sobrinos en la casa de
mi papá aquí en la capital. La fiesta la íbamos hacer el sábado 12 de
septiembre.
El 11 vienen ellos para acá y mi papá se trajo con él a mis dos niñas
mayores Chagüita de 10 y Glenda de 9 años. Mi cuñada con el cumpleañero, su
hermanita y yo teníamos que salir el día siguiente hacia la capital a las nueve
de la mañana.
Algo sucedió y ya no salimos de Jutiapa a la hora acordada, salimos más
tarde. Entonces cuando llegamos a la casa de mi papá notamos que había un gran
operativo militar en la zona 11 cerca del Trébol.
LH: ¿Cuál fue el escenario
que presenció cuando llegó a la casa de su padre?
AP: La casa tenía un garaje y la puerta estaba
abierta, nos quedamos paradas afuera en la acera viendo para adentro. El hombre
que parecía ser el jefe cabe mencionar que era muy refinado, y muy amable, nos
interrogó y yo fui la única que respondió a sus preguntas.
Las preguntas eran muy generales, quién vivía allí, qué relación teníamos
con las personas de la casa, etc. Respondí con la verdad, lo curioso de todo
esto es que los demás oficiales me decían que entrará a la casa, pero yo les
decía que mejor llamaran a mi papá para que saliera porque él nos estaba
esperando.
Me sentía terrible, sentí que mi espíritu se me salió del cuerpo. Mientras
contestaba todo yo miraba hacia dentro, y había unos hombres que estaban
lavando los pisos.
LH: ¿Qué piensa usted que le
ocurrió a su padre?
AP: Nunca he tenido el valor de detenerme a pensar en
eso que vi, por la significancia y es algo que evito pensar. Conociendo al
Estado de Guatemala especialmente en esos años, esa escena habla por sí misma.
Cuando yo vi que los policías estaban en ese juego de que entráramos y de
sí y no. Mejor decidimos irnos incluso hasta las gracias les di. No había
entendido lo que había sucedido, llegué a pensar que mi papá se había cambiado
de casa y no nos había dicho.
Cuando empezamos a caminar al Trébol, de golpe pensé que a mis familiares
se los habían llevado o los habían matado. Decidimos salir de allí, un taxi
tenía las puertas abiertas, entramos y partimos. No nos preguntó nada he
incluso no nos cobró, le di una dirección para que nos llevará.
LH: ¿Cómo se enteraron de lo
ocurrido?
AP: A las dos horas vimos en las noticias de parte
oficial del Ejército que habían encontrado una casa de seguridad de la
guerrilla con material para hacer bombas y todas esas cosas y que en esa casa
no había nadie, que los delincuentes posiblemente se habían dado a la fuga. Dos
horas más tarde me entero que a mi papá se lo habían llevado de su lugar de
trabajo. Los vecinos dicen que escucharon balazos.
LH: ¿Cuánto tiempo se
quedaron acá en Guatemala, después de lo sucedido?
AP: Nos quedamos tres años después de lo ocurrido acá
en la capital. Vivíamos en Jutiapa y nos venimos a la capital pensando que aquí
nos íbamos a perder en esta ciudad gigante. Pero no fue así, iban a dejar
cadáveres cerca de la casa. Vivíamos en la Primero de Julio a la orilla del
barranco de las Guacamayas y ahí era cosa diaria ver a los bomberos sacando
cuerpos descompuestos del fondo del barranco.
LH: ¿Con quiénes se fue a
Estados Unidos?
AP: Mis dos hijas menores, mi exesposo y yo. Cuando
llegamos a Estados Unidos mi exesposo estuvo con nosotras cinco meses, pero
luego se regresó sin decirnos nada. Entonces yo me quedé sola con mis hijas.
LH: ¿Cómo decidieron irse a
Estados Unidos?
AP: Si no hubiera sido por mi hermano que ya había
salido de Guatemala y se había contactado con el Movimiento Santuario de los
años 80 que era de personas de todas las denominaciones religiosas en los
Estado Unidos que apoyaban a personas como nosotros que no teníamos a donde ir;
nos ayudaron y así pudimos salir.
LH: ¿Cómo fue la travesía
del viaje a Estados Unidos?
AP: Salimos un día sin decir absolutamente nada a
nadie y se quedó todo en la casa. Mi hermano que tenía contacto con el
Movimiento nos mandó un dinero. En diciembre salimos ese día como que íbamos
para el mercado, yo llevaba una bolsa plástica solo con ropa interior y con
fotografías de la familia que fue lo que se me ocurrió. Agarramos para la
Terminal de buses, salimos para la frontera de noche, estando ahí dijimos que
solo íbamos a Tapachula, pasamos y tomamos un bus hacia la ciudad de México.
Durante el camino nos bajaron del autobús unas cuatro veces ya que había
puesto de Migración, nos separaban por hombres y mujeres y nos iban quitando el
dinero. Cuando llegamos a los Estados Unidos ya no llevábamos nada.
Caminamos tres días y tres noches por el desierto de Arizona, parábamos de
noche y nos quitábamos la ropa porque iba húmeda del sudor de caminar todo el
día. Nos metíamos en las bolsas de dormir. Para comer solo nos daban
chocolates, naranjas o manías.
Hasta que llegamos a Tucson, nos recibió el movimiento Santuario. Llegamos
a Estado Unidos arrastrándonos, yo le llamo el “país de las libertades”. Fuimos
a Texas. Tiempo después, conocí a mi actual esposo y ahora tenemos casi 28 años
de estar juntos.
LH: Tiempo después, ¿usted
buscó a sus hijas?
AP: Yo aquí en Guatemala no denuncie la desaparición
de mis hijas porque estaba aterrorizada, ya que aún me quedaban dos niñas y no
quería que les hicieran daño. Pero lo que yo hacía era que todas las mañanas
después que las niñas se fueran a la escuela y mi esposo para el trabajo, yo
tomaba un ruletero o un bus y me iba hacia el final de la “Línea” viendo a
todas las mujeres y niñas que bajan del bus, viendo sí talvez las miraba en
alguna calle o algo. Por supuesto nunca las encontré.
LH: ¿Cómo recuerda a sus
padres?
AP: Mi papá era indígena, un hombre muy bueno y
carismático. Él era salvadoreño y mi mamá también, aquí consiguió un trabajo de
Gerente de Seguros de Vida. Destaco que era un hombre de principios, nos
inculcó mucha conciencia social y la solidaridad humana.
Él en el Salvador fue sindicalista y fue expulsado por su propio gobierno.
Entregó su vida por el pueblo de Guatemala, no era un criminal (suspira) yo
creo que él está dentro de los héroes anónimos, no era un criminal. Él no fue a
la escuela, aprendió a leer hasta los 19 años y se puso su primer par de
zapatos con su primer sueldo.
Mi mamá era 28 años menor que mi papá, pertenecía a una familia adinerada
del Salvador. Mi mamá había sufrido mucho a pesar de que era adinerada, era
hija ilegítima porque su mamá estaba casada con otro hombre y la tuvo a ella
con un español. Físicamente era preciosa, toda la vida fue dedicada a sus hijos
y esposo. Lamentablemente murió a los 38 años de cáncer.
LH: ¿Puede contar alguna
anécdota de sus hijas?
AP: (Suspira) De eso sí no me atrevo a contar.
LH: ¿Ha recibido ayuda
psicológica?
AP: En Estados Unidos recibí mucha ayuda por un grupo
de guatemaltecos que viven allá que de igual forma pasaron lo mismo que yo.
Aprendimos terapia de grupo, asistí a psicología. Lo maravilloso de ese centro
es que le dan ayudan integral, nos conectan con Sacerdotes Mayas, Pastores o
Sacerdotes.
Si no hubiera sido por eso yo me hubiera suicidado, sigo compartiendo la
historia porque quiero sensibilizar a la gente.
LH: ¿Qué acciones legales
inició en Estados Unidos por el crimen cometido?
AP: Yo empecé a denunciar a nivel internacional el
crimen cometido, el caso lo llevé ante las Naciones Unidas. La Organización
Mundial de los Derechos Humanos, Amnistía Internacional tomó el caso, pero lo
tuvo cómo por 20 años y nunca hubo respuesta del Estado.
Cuando se firmó la paz en Guatemala yo estaba aquí, tres meses después del
acontecimiento pude por primera vez denunciar en mi propio país lo que le
ocurrió a mí familia. Fui a los Derechos Humanos del Arzobispado, di mi
testimonio.
El caso está incluido en el reporte de Guatemala Nunca Más. En el 98 con
una firma de abogados y La Hora presentamos el caso ante el Ministerio Público.
LH: ¿Cómo llegó su caso al
GAM?
AP: Desde hace cinco años que el GAM tomó el caso y
es por ello que se ha movido el proceso en el Ministerio Público, porque se le
fue asignado un Fiscal que es de lo mejor, muy solidario, responsable y
profesional.
Hemos visto que ha avanzado y muchísimo. Yo estoy muy agradecida con ellos,
porque sí no es así el caso no inicia un proceso. Por primera vez yo empiezo a
deslumbrar la justicia que está por llegar no sé cuándo, pero sé que va a
llegar.
LH: ¿Aún tiene familia acá
en Guatemala?
AP: No tengo familia acá, cuando vengo me tengo que
quedar en un hotel y siento que en las noches me va a ir a sacar y no me quedo
más de una semana. Cuando pienso en Guatemala yo añoro mi patria, pero no puedo
volver. Ahora mis otras dos hijas están allá. No puedo volver por la situación
tan crítica, además el trabajo que estoy haciendo me pone en riesgo porque
estoy demandando justicia para mi familia.
LH: Finalmente ¿Qué le exige
al Estado de Guatemala?
AP: Así como el Estado es responsable de proteger la
vida de sus ciudadanos y sus derechos, también es su responsabilidad proteger y
garantizar la justicia para las víctimas de ese Conflicto Armado que ha vivido
Guatemala.
Demando y exijo mis derechos como madre, hermana e hija, merezco conocer la
verdad, no estoy pidiendo un favor.
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