sábado, 30 de septiembre de 2017

El ejército de Guatemala, fue, es y seguirá siendo, no se sabe hasta cuando, el mayor y más prestigioso partido político de la mayoría de guatemaltecos

Esa vieja tradición militarista del pueblo de Guatemala ha creado un sustrato ideológico muy fuerte, cuasi cultural,  que hace del Ejército de Guatemala el mayor y más prestigioso partido de derecha del país por el que votan la mayoría de guatemaltecos altamente derechizados.


EL EJÉRCITO DE GUATEMALA,
FUE, ES Y SEGUIRÁ SIENDO, NO SE SABE  HASTA CUANDO,
EL MAYOR Y MÁS PRESTIGIOSO PARTIDO POLÍTICO
DE LA MAYORÍA DE GUATEMALTECOS


Luciano Castro Barillas

Contrario a las tesis de los sociólogos y politólogos nacionales sobre la historia y el comportamiento de las ideas políticas de Guatemala y del porqué un proletariado, cachazudamente, opta por las opciones de derecha (unos veinte partidos de derecha con matices diferenciales pueblan el espectro político nacional guatemalteco) que viene desde los Capitanes Generales del colonialismo español, pasando por los militares conservadores y liberales del período independiente del siglo XIX, grandes constructores del capitalismo dependiente de Guatemala como el Capitán Rafael Carrera y Turcios (presumido este indígena de inventadas alcurnias con ese uso de aristocrática conjunción de la i griega), gran analfabeto con poder que poco le faltó para rebuznar con su ignorancia invencible. Le sucede el mariscal Vicente Cerna, también de rusticidad implacable, a quien con su Revolución Liberal le sucede el autonombrado General, pues era notario; Justo Rufino Barrios, gran expoliador de la tierra comunal indígena que fue otorgada a la naciente burguesía cafetalera. A este general de ninguna batalla se lo bajaron los guanacos de su yegua de un tiro certero en el corazón, en Chalchuapa, pues a quién se le ocurre subir a un altozano para visualizar el campo de batalla. Era obvio que era un “militar” sin entrenamiento, sino con despachos otorgados por las escaramuzas ventajeras cuando invadió Guatemala y se enfrentó con desarrapados. Le sucedió a este arbitrario sujeto el General Manuel Lisandro Barillas, que por su formidable dentadura, fue conocido como “Dientes de Caballo” Barillas, sin regatearle el mérito de haber sido un gran mecenas de poetas y escritores emergentes durante el quinquenio final de la década de los años 80, hasta llegar con otro general de escasas batallas como lo fuera el general José María Reyna Barrios (sobrino de Tata Justo) alienado por la cultura de la France y que llenó de edificios y boulevares afrancesados la tropical ciudad capital de Guatemala de finales del siglo XIX, el cual fue muerto en la calle de tremendo pistoletazo por un señor suizo de apellido Zollinger y a que a saber por qué oscuras y amorosos motivos le apagó la luz sin mediar razón.

La muerte del general Reyna Barrios dio lugar a que asumiera el poder el Primer Designado a la presidencia, el abogado quezalteco y pícaro liberal Manuel Estrada Cabrera, heredero de la tradición militar y que gobernara con mano dura de militar contrainsurgente a Guatemala por 22 años, con un servicio de inteligencia tan sofisticado, que hubiera sido la envidia de la SS de Hitler y cuyos métodos alucinantes de envenenamiento superaba al de los nobles romanos (pócimas perfeccionados a tal punto por este sujeto perverso que apenas a la víctima le quedaba tiempo para echarse un único y patético pujido antes de caer fulminado estrepitosamente. Este esquizofrénico fue defenestrado por Decreto Legislativo que lo declaró loco y fue separado definitivamente del cargo; le sucedió otro general (¡uf, por favor, ya basta de militares!) de nombre José María Orellana y a éste irrelevante creador de la moneda –el quetzal- que usamos hasta hoy, le sucedió un procónsul romano (pues le gustaba fotografiarse con el cabello arreglado como los bustos de los emperadores romanos porque, ciertamente, tenía un perfil envidiable y castigador con las jovencitas de esos años que se hacían ilusiones con este guapo, malvado y ciclán militar que fingía ser honrado, pero con buenas cuentas bancarias en Nueva Orleáns, donde se exilió, casualmente esta ciudad de los Estados Unidos era la sede de la United Fruit Company, UFCO, a la cual había favorecido en sus 14 años de gobierno con usufructos generosos de grandes territorios para el cultivo del banano en la costa norte y sur de Guatemala. Renuncia este presidente que, en el momento de su primera elección fue ampliamente votado y cae de bruces cuando la pequeña burguesía guatemalteca, asfixiada porque no la dejaba crecer económica y socialmente, ser organiza en contra de sus férreos controles del Estado, de la economía y la sociedad y vienen entonces apenas 10 años de respiro de un régimen democrático en cuyo segundo lapso presidencial también (¡oh, no, otra vez!) accede otro militar, el coronel Jacobo Arbenz Guzmán, al menos con la sana intención de sacar al país del feudalismo y las propias relaciones de servidumbre por parte de los ciudadanos más humildes e intentar consolidar una revolución, no popular aunque con esa proyección, conocida como Revolución de Octubre de 1944; todo un experimento de protagonismo de una fracción de la burguesía y pequeña burguesía para crear un capitalismo moderno que nunca llegó y (¡oh, Dios mío!) fue etiquetado por el conservadurismo más rancio nacional, más recalcitrante, como  “como comunismo made in Chapín”, con el auspicio de la Unión Soviética.

Pero la lista interminable de milicos sigue y tras el golpe fraguado por el imperialismo norteamericano por la gran encabronada que le dio Arbenz con eso del Decreto 900 o Reforma Agraria, que significaba en todo caso recuperar para Guatemala sus mejores tierras y dárselas al campesinado que eran quienes, al final, las hacían productivas. Emerge tras el golpe imperialista el truhán mercenario más destacado de todos, un sujeto verdaderamente siniestro y feo de cara, el coronel Carlos Castillo Armas, conocido popularmente entre los guatemaltecos como “Cara de Hacha” o “Nariz de Zope”, quienes sus propios compinches, a los dos años, lo sacaron de circulación. Con toda maña ocupó el cargo el coronel Oscar Mendoza Azurdia, le siguió el coronel Guillermo Flores Avendaño, después el locazo general populista Miguel Ydígoras Fuentes que fue echado a puro golpe de botín por el también coronel Enrique Peralta Azurdia, ultraderechista ultramontano. Le sucede después un civil totalmente dominado por los militares, al punto de que tuvo que firmar un pacto con ellos para no ser echado a botinazos, buen catedrático de derecho y ebrio consuetudinario de nombre Julio César Méndez Montenegro, que por su filiación “izquierdista” involucró al Partido Comunista  -PGT- de la década de los años 60 cuyos dirigentes cayeron por mulas u oportunistas promoviendo el voto a su favor por todo el territorio Guatemalteco y que como premio se fue ponchando selectivamente a muchos de su Comité Central. Luego del fracaso “civilista” de Julio César Méndez Montenegro sale elector “El Chacal de Oriente”, el cual se avergonzaba de haber nacido en Ciudad Bastarda, es decir, Barberena, Santa Rosa. Acto seguido de terminado su período presidencial llegó al poder el general Kjell Eugenio Laugerud García, famoso por disponer de un extraordinario hocico (perdón, boca), el cual le entregó el poder al innombrable general Romeo Lucas García, el cual terminó sus días totalmente loco en Venezuela, o sea una condición que eufemísticamente hoy se le llama mal alzaimer, posiblemente por los grandes sentimientos de culpa por las barrabasadas que organizó en Guatemala en contra del movimiento democrático. A este malvado le sucede otro de la misma calaña, el famoso “Energúmeno del Verbo”, alias Efraín Ríos Montt. Este demente criminal que se la llevaba de inteligente (muy seguramente para el mal) fue proverbial por “hablar mucho y decir poco”, como Cantinflas, cuyas diatribas del fin de semana con su “Usted mamá, usted papá…”, era poco más que un auténtico tormento y sacaba de onda al más paciente ciudadano. Terminó sus días igualmente loco, con la diferencia notoria que este viejito desgraciado todavía vive. Le da a este extraño evangélico su trancazo el abusivísimo general Oscar Humberto Mejía Víctores y luego de él llega otro títere civil al poder, para aminorar el mal color que tenía el ejército a nivel internacional por la desmedida represión, se trata nada más y nada menos que el labioso sujeto Vinicio Cerezo Arévalo que tuvo que capear 27 intentos de golpe de Estado y que lo tenían por comunista porque en sus discursos solía decir “compañeros”.

Después de una sucesión de presidente civiles intrascendentes, todos puestos a marcar el paso por el ejército, entre los que podemos mencionar a Jorge Serrano Elías, Ramiro de León Carpio, Álvaro Arzú, Alfonso Portillo, Oscar Berger, Álvaro Colom (auténtico papanatas), los presidentes civiles se perciben en gran “gran descrédito” ante la población derechizada de Guatemala, que odia los derechos humanos; me refiero en esta ocasión al gran masacrador del triángulo de los pueblos ixiles: Otto Pérez Molina, gran corrupto y que irremediablemente tuvo que terminar en el bote. Le sucede un abogado bueno para la paja jurídica, Alejandro Maldonado Aguirre y militar también de corazón, para llegar por último al trono, un capamediero urgido de acceder al poder económico para lucir como un potentado, se trata de Jimmy Morales. Este sujeto es un militar de corazón y el único caso de un presidente civil que se pegó un arrancón de macho viejo poniéndose a marchar, sí, a marchar, en el desfile militar. Este hombre es un militar de corazón, aunque civil de calzón.


Para concluir, creo que esa vieja tradición militarista del pueblo de Guatemala ha creado un sustrato ideológico muy fuerte, cuasi cultural,  que hace del Ejército de Guatemala el mayor y más prestigioso partido de derecha del país por el que votan la mayoría de guatemaltecos altamente derechizados. La verdad es que muchos han sido electos legítimamente, otros por fraudes y varios impuestos por la vía del golpe de Estado. Por lo tanto, con pesadumbre, las izquierdas débiles y fragmentadas, aunque no nos guste, tendríamos que comprender esa realidad política y no necesariamente aceptarla. Se tiene que luchar por cambiar ese destino manifiesto. Es una hipótesis no difícil de comprobar. No es antilógica y podría ser que se entienda y acepte mejor por la vía de una definición por género próximo. Realmente, vaya usted a saberlo, apreciado lector.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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