jueves, 17 de noviembre de 2022

Adriana Portillo, una madre que solo quiere saber el paradero de sus hijas

A 41 años de lo sucedido, cada mañana se pregunta ¿dónde están? y no pierde las esperanzas de obtener una respuesta. Regresó a Guatemala para dar seguimiento al caso en el Ministerio Público (MP) con apoyo del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) y por primera vez considera que hay avances y no pierde la esperanza de obtener una respuesta.

 

ADRIANA PORTILLO, UNA MADRE
QUE SOLO QUIERE SABER EL
PARADERO DE SUS HIJAS



Por Mónica Duarte -15 noviembre, 2022
La Hora

Adriana Portillo es una las víctimas del Conflicto Armado Interno, sufrió la desaparición forzada de sus familiares de quienes no tiene razón desde septiembre de 1981. Su misión en la actualidad es responder a una sola pregunta que le de paz a su corazón ¿dónde están sus hijas?

Una niña 9 y otra de 10 años en ese entonces fueron desaparecidas abruptamente por las fuerzas de seguridad del gobierno, explica Portillo. Ella es una sobreviviente y junto a sus otras hijas se exiliaron en Estados Unidos.

A 41 años de lo sucedido, cada mañana se pregunta ¿dónde están? y no pierde las esperanzas de obtener una respuesta. Regresó a Guatemala para dar seguimiento al caso en el Ministerio Público (MP) con apoyo del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) y por primera vez considera que hay avances y no pierde la esperanza de obtener una respuesta.

 “Me llamo Adriana Portillo soy hermana, hija y madre de seis personas desaparecidas por el Estado de Guatemala en 1981, 41 años han pasado y han sido de dolor, angustia, rabia e irá. No es posible que un Estado califique de enemigo interno a niñas de 10, 9 y año y medio. No hay día en qué yo no piense en mis hijas o en mi papá, hasta hoy no he conseguido justicia”, detalló en una entrevista para La Hora.

Menciona que se vio forzada salir de Guatemala a finales de 1984, ya que después del secuestro y desaparición de su familia no se sentía segura en el país.

“Algunos de mis hermanos están en Canadá, México y Estados Unidos. Vi patrullas de la Policía Nacional, jeeps y camiones del Ejército rodear la casa donde vivía mi padre” recuerda Portillo.

LH: ¿Cómo se dio el secuestro?

Adriana Portillo: Mí papa, su esposa y su niña habían llegado a la ciudad a pasar unos días, el día jueves 10 de septiembre decidimos todos hacer una fiestecita de cumpleaños para uno de mis sobrinos en la casa de mi papá aquí en la capital. La fiesta la íbamos hacer el sábado 12 de septiembre.

El 11 vienen ellos para acá y mi papá se trajo con él a mis dos niñas mayores Chagüita de 10 y Glenda de 9 años. Mi cuñada con el cumpleañero, su hermanita y yo teníamos que salir el día siguiente hacia la capital a las nueve de la mañana.

Algo sucedió y ya no salimos de Jutiapa a la hora acordada, salimos más tarde. Entonces cuando llegamos a la casa de mi papá notamos que había un gran operativo militar en la zona 11 cerca del Trébol.

LH: ¿Cuál fue el escenario que presenció cuando llegó a la casa de su padre?

AP: La casa tenía un garaje y la puerta estaba abierta, nos quedamos paradas afuera en la acera viendo para adentro. El hombre que parecía ser el jefe cabe mencionar que era muy refinado, y muy amable, nos interrogó y yo fui la única que respondió a sus preguntas.

Las preguntas eran muy generales, quién vivía allí, qué relación teníamos con las personas de la casa, etc. Respondí con la verdad, lo curioso de todo esto es que los demás oficiales me decían que entrará a la casa, pero yo les decía que mejor llamaran a mi papá para que saliera porque él nos estaba esperando.

Me sentía terrible, sentí que mi espíritu se me salió del cuerpo. Mientras contestaba todo yo miraba hacia dentro, y había unos hombres que estaban lavando los pisos.

LH: ¿Qué piensa usted que le ocurrió a su padre?

AP: Nunca he tenido el valor de detenerme a pensar en eso que vi, por la significancia y es algo que evito pensar. Conociendo al Estado de Guatemala especialmente en esos años, esa escena habla por sí misma.

Cuando yo vi que los policías estaban en ese juego de que entráramos y de sí y no. Mejor decidimos irnos incluso hasta las gracias les di. No había entendido lo que había sucedido, llegué a pensar que mi papá se había cambiado de casa y no nos había dicho.

Cuando empezamos a caminar al Trébol, de golpe pensé que a mis familiares se los habían llevado o los habían matado. Decidimos salir de allí, un taxi tenía las puertas abiertas, entramos y partimos. No nos preguntó nada he incluso no nos cobró, le di una dirección para que nos llevará.

LH: ¿Cómo se enteraron de lo ocurrido?

AP: A las dos horas vimos en las noticias de parte oficial del Ejército que habían encontrado una casa de seguridad de la guerrilla con material para hacer bombas y todas esas cosas y que en esa casa no había nadie, que los delincuentes posiblemente se habían dado a la fuga. Dos horas más tarde me entero que a mi papá se lo habían llevado de su lugar de trabajo. Los vecinos dicen que escucharon balazos.

LH: ¿Cuánto tiempo se quedaron acá en Guatemala, después de lo sucedido?

AP: Nos quedamos tres años después de lo ocurrido acá en la capital. Vivíamos en Jutiapa y nos venimos a la capital pensando que aquí nos íbamos a perder en esta ciudad gigante. Pero no fue así, iban a dejar cadáveres cerca de la casa. Vivíamos en la Primero de Julio a la orilla del barranco de las Guacamayas y ahí era cosa diaria ver a los bomberos sacando cuerpos descompuestos del fondo del barranco.

LH: ¿Con quiénes se fue a Estados Unidos?

AP: Mis dos hijas menores, mi exesposo y yo. Cuando llegamos a Estados Unidos mi exesposo estuvo con nosotras cinco meses, pero luego se regresó sin decirnos nada. Entonces yo me quedé sola con mis hijas.

LH: ¿Cómo decidieron irse a Estados Unidos?

AP: Si no hubiera sido por mi hermano que ya había salido de Guatemala y se había contactado con el Movimiento Santuario de los años 80 que era de personas de todas las denominaciones religiosas en los Estado Unidos que apoyaban a personas como nosotros que no teníamos a donde ir; nos ayudaron y así pudimos salir.

LH: ¿Cómo fue la travesía del viaje a Estados Unidos?

AP: Salimos un día sin decir absolutamente nada a nadie y se quedó todo en la casa. Mi hermano que tenía contacto con el Movimiento nos mandó un dinero. En diciembre salimos ese día como que íbamos para el mercado, yo llevaba una bolsa plástica solo con ropa interior y con fotografías de la familia que fue lo que se me ocurrió. Agarramos para la Terminal de buses, salimos para la frontera de noche, estando ahí dijimos que solo íbamos a Tapachula, pasamos y tomamos un bus hacia la ciudad de México.

Durante el camino nos bajaron del autobús unas cuatro veces ya que había puesto de Migración, nos separaban por hombres y mujeres y nos iban quitando el dinero. Cuando llegamos a los Estados Unidos ya no llevábamos nada.

Caminamos tres días y tres noches por el desierto de Arizona, parábamos de noche y nos quitábamos la ropa porque iba húmeda del sudor de caminar todo el día. Nos metíamos en las bolsas de dormir. Para comer solo nos daban chocolates, naranjas o manías.

Hasta que llegamos a Tucson, nos recibió el movimiento Santuario. Llegamos a Estado Unidos arrastrándonos, yo le llamo el “país de las libertades”. Fuimos a Texas. Tiempo después, conocí a mi actual esposo y ahora tenemos casi 28 años de estar juntos.

LH: Tiempo después, ¿usted buscó a sus hijas?

AP: Yo aquí en Guatemala no denuncie la desaparición de mis hijas porque estaba aterrorizada, ya que aún me quedaban dos niñas y no quería que les hicieran daño. Pero lo que yo hacía era que todas las mañanas después que las niñas se fueran a la escuela y mi esposo para el trabajo, yo tomaba un ruletero o un bus y me iba hacia el final de la “Línea” viendo a todas las mujeres y niñas que bajan del bus, viendo sí talvez las miraba en alguna calle o algo. Por supuesto nunca las encontré.

LH: ¿Cómo recuerda a sus padres?

AP: Mi papá era indígena, un hombre muy bueno y carismático. Él era salvadoreño y mi mamá también, aquí consiguió un trabajo de Gerente de Seguros de Vida. Destaco que era un hombre de principios, nos inculcó mucha conciencia social y la solidaridad humana.

Él en el Salvador fue sindicalista y fue expulsado por su propio gobierno. Entregó su vida por el pueblo de Guatemala, no era un criminal (suspira) yo creo que él está dentro de los héroes anónimos, no era un criminal. Él no fue a la escuela, aprendió a leer hasta los 19 años y se puso su primer par de zapatos con su primer sueldo.

Mi mamá era 28 años menor que mi papá, pertenecía a una familia adinerada del Salvador. Mi mamá había sufrido mucho a pesar de que era adinerada, era hija ilegítima porque su mamá estaba casada con otro hombre y la tuvo a ella con un español. Físicamente era preciosa, toda la vida fue dedicada a sus hijos y esposo. Lamentablemente murió a los 38 años de cáncer.

LH: ¿Puede contar alguna anécdota de sus hijas?

AP: (Suspira) De eso sí no me atrevo a contar.

LH: ¿Ha recibido ayuda psicológica?

AP: En Estados Unidos recibí mucha ayuda por un grupo de guatemaltecos que viven allá que de igual forma pasaron lo mismo que yo. Aprendimos terapia de grupo, asistí a psicología. Lo maravilloso de ese centro es que le dan ayudan integral, nos conectan con Sacerdotes Mayas, Pastores o Sacerdotes.

Si no hubiera sido por eso yo me hubiera suicidado, sigo compartiendo la historia porque quiero sensibilizar a la gente.

LH: ¿Qué acciones legales inició en Estados Unidos por el crimen cometido?

AP: Yo empecé a denunciar a nivel internacional el crimen cometido, el caso lo llevé ante las Naciones Unidas. La Organización Mundial de los Derechos Humanos, Amnistía Internacional tomó el caso, pero lo tuvo cómo por 20 años y nunca hubo respuesta del Estado.

Cuando se firmó la paz en Guatemala yo estaba aquí, tres meses después del acontecimiento pude por primera vez denunciar en mi propio país lo que le ocurrió a mí familia. Fui a los Derechos Humanos del Arzobispado, di mi testimonio.

El caso está incluido en el reporte de Guatemala Nunca Más. En el 98 con una firma de abogados y La Hora presentamos el caso ante el Ministerio Público.

LH: ¿Cómo llegó su caso al GAM?

AP: Desde hace cinco años que el GAM tomó el caso y es por ello que se ha movido el proceso en el Ministerio Público, porque se le fue asignado un Fiscal que es de lo mejor, muy solidario, responsable y profesional.

Hemos visto que ha avanzado y muchísimo. Yo estoy muy agradecida con ellos, porque sí no es así el caso no inicia un proceso. Por primera vez yo empiezo a deslumbrar la justicia que está por llegar no sé cuándo, pero sé que va a llegar.

LH: ¿Aún tiene familia acá en Guatemala?

AP: No tengo familia acá, cuando vengo me tengo que quedar en un hotel y siento que en las noches me va a ir a sacar y no me quedo más de una semana. Cuando pienso en Guatemala yo añoro mi patria, pero no puedo volver. Ahora mis otras dos hijas están allá. No puedo volver por la situación tan crítica, además el trabajo que estoy haciendo me pone en riesgo porque estoy demandando justicia para mi familia.

LH: Finalmente ¿Qué le exige al Estado de Guatemala?

AP: Así como el Estado es responsable de proteger la vida de sus ciudadanos y sus derechos, también es su responsabilidad proteger y garantizar la justicia para las víctimas de ese Conflicto Armado que ha vivido Guatemala.

Demando y exijo mis derechos como madre, hermana e hija, merezco conocer la verdad, no estoy pidiendo un favor.







Publicado por La Cuna del Sol

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