viernes, 13 de junio de 2014

La revolución del esquisto de EE.UU. y el peligro del mito de la independencia energética

Los partidarios de la independencia energética consagran la llamada "revolución del esquisto" de Estados Unidos como un elemento de cambio geopolítico, lo que permite a Estados Unidos hacer uso de sus exportaciones potenciales de petróleo de esquisto bituminoso y gas para debilitar a los poderes productores de hidrocarburos que no cooperan. A continuación, Flynt Leverett y Hillary Mann Leverett argumentan que la revolución del esquisto no le dará a los Estados Unidos nada que se aproxime a la independencia significativa de energía, algo que de todos modos Estados Unidos no debería tratar. Los autores sugieren que la adopción de la mitología de la independencia energética refuerza la aversión oficial de Washington a la diplomacia seria con rivales estratégicos, exacerbando así las confrontaciones auto-perjudiciales e innecesarias de los Estados Unidos con países como Rusia e Irán.


LA REVOLUCIÓN DEL ESQUISTO DE EE.UU Y EL PELIGRO
DEL MITO DE LA INDEPENDENCIA ENERGÉTICA


Por  Flynt Leverett and Hillary Mann Leverett

Las elites estadounidenses han estado hablando de la "independencia energética" durante cuarenta años -desde que los Estados Unidos se convirtió en un importador neto de petróleo a principios de 1970, en la época de la primera crisis petrolera. Aunque rara vez han sido precisos o analíticamente rigurosos en el uso del término, que parece significar, en su formulación más ambiciosa, que los Estados Unidos nunca volvería a tener que importar moléculas de hidrocarburo, en forma líquida o gaseosa. En una versión más moderada (pero aún bastante ambiciosa), la demanda de importaciones de petróleo y gas de los EE.UU se reduciría a niveles que podrían  satisfacerse con los suministros de “amigables” vecinos, en lugar de los países geopolíticamente en desacuerdo con Washington.

Pero, de una u otra forma, la noción de la independencia energética es un mito, y uno que es  peligroso. Es un mito porque ignora las realidades de hoy del mercado internacional del petróleo y el gas, es peligroso porque estipula opciones de política exterior mal aconsejadas.

Visiones cambiantes

Durante gran parte de los últimos cuarenta años, las élites estadounidenses han hablado de la independencia energética mayormente en términos de sustitución de hidrocarburos con fuentes alternativas de energía y/o en términos de gestión de la demanda. Esta visión trata la dependencia del mundo de los hidrocarburos, de más de un ochenta por ciento de su energía, como patológica, como una "adicción" que necesita tratamiento. De hecho, la dependencia mundial de los hidrocarburos es muy racional. Los hidrocarburos son de alta densidad, son combustibles eficientes; especialmente en su forma líquida, son más baratos para transportar y almacenar que otros tipos de combustible. Por otra parte, los propios hidrocarburos son baratos: un barril de petróleo (incluso a un precio de más de $100) es más barato que volúmenes iguales de cualquier otro líquido en el planeta -leche, Diet Coke, champú, incluso el agua. Esto hace que sea muy difícil desplazar el petróleo crudo y otros hidrocarburos, y explica por qué las visiones basadas en la demanda de la independencia energética no han tenido un impacto estratégicamente significativo en el balance energético global.

En años recientes, el discurso sobre la independencia energética se ha desplazado de una narrativa basada en la demanda a una posición basada en la oferta, dando por sentado que Estados Unidos puede producir suficiente petróleo y gas como para obviar la necesidad de importar hidrocarburos. La clave de esto ha sido la "revolución del esquisto", conseguido mediante la aplicación del fracturamiento hidráulico, o "fracking", en la producción de petróleo y gas en los EE.UU. Visiones basadas en la oferta para la independencia energética sostienen que el esquisto no sólo va a mejorar la seguridad energética de Estados Unidos, sino que resucitará su primacía mundial mediante el aumento de los suministros de petróleo y gas y la reducción de los precios de la energía, a su vez provocando un renacimiento económico de los EE.UU al tiempo que socava a las potencias productoras de hidrocarburos que no cooperan, arrebatándoles su cuota de mercado y reduciendo sus ingresos por concepto de exportaciones.

El juego del esquisto

Sin duda, la revolución del esquisto ha tenido un impacto significativo en la producción de energía en los EE.UU. Tan recientemente como el 2007, el esquisto representaba sólo el cinco por ciento de la producción de gas natural estadounidense; para el 2012, representaba el treinta y cinco por ciento de la producción de gas, y esa cifra parece que va a seguir subiendo. Muchos sostienen que el esquisto hará que Estados Unidos sea autosuficiente y aun más en el gas en los próximos años.

La producción convencional de petróleo en los Estados Unidos -la producción de los yacimientos convencionales sin el fracking -alcanzó su punto máximo en 1970 con 9,7 millones de barriles por día (bpd) y luego disminuyó, alcanzando un mínimo de 5 millones de bpd en el 2008. Pero con el arribo de la producción de esquisto, los Estados Unidos aumentó su producción a 7,5 millones de barriles diarios de petróleo crudo en 2013, convirtiéndose en el tercer mayor productor del mundo (después de Arabia Saudita y Rusia); al sumar los gases naturales líquidos y condensados, tenemos que la producción de combustibles líquidos de los EE.UU superó los 11 millones de bpd. Eso es reducir la demanda de EE.UU por el petróleo importado -en 2005, las importaciones estadounidenses ascendieron a 60 por ciento de la demanda de combustible líquido; para el año 2011, esta cifra se había reducido a 45 por ciento, los datos preliminares para el 2013 sugieren que puede ahora ser de hasta 35 por ciento.

¿Cuál revolución?

Todo esto es una buena noticia, hasta cierto punto. Durante la última década, las importaciones de energía han representado aproximadamente la mitad del enorme déficit comercial de Estados Unidos. En la medida en que los EE.UU tengan que importar menos petróleo y gas, esto resulta claramente positivo para la balanza de pagos de los EE.UU. También hay mediciones del PIB y el crecimiento del empleo asociados a la producción de esquisto. Sin embargo, hay fuertes razones para el escepticismo en cuanto al alcance y sostenibilidad de la revolución del esquisto, y si la independencia energética basada en la oferta será tan poderosa estratégicamente para Washington, como algunos dicen.

Ciertamente, la idea de que Estados Unidos exportará suficiente gas de esquisto en forma de gas natural licuado (GNL) a precios suficientemente bajos para socavar las enormes ventajas que un importante productor de gas ya establecido como Rusia disfruta en los mercados de exportación de gas en Eurasia, parece muy fantasioso. Hasta ahora el gobierno de EE.UU ha aprobado cinco solicitudes para proyectos de exportación de gas natural licuado, con otros  diecinueve pendientes. Pero está lejos de ser claro cuánto gas estadounidense estará realmente disponible para la exportación en los próximos años.

Las compañías han conseguido muy buenos resultados en la producción de gas de esquisto en los EE.UU -y, en el trayecto, han bajado tanto los precios del gas en América del Norte como para debilitar el caso de mayor inversión en nueva producción. (Grandes compañías energéticas que siguieron a las empresas independientes más pequeñas en el negocio del gas de esquisto estadounidense están perdiendo dinero en sus emprendimientos.) Y para aquellos que piensan que los Estados Unidos podrían exportar gas a Europa y a la ex Unión Soviética en cuestión de meses, si tan solo Washington emitiera más licencias, el desarrollo de un tren de licuefacción de GNL toma, literalmente, años.

Es además demasiado oneroso. Para cuando el primero de los trenes de GNL a los que el gobierno de EE.UU ha dado licencias de exportación entre en funcionamiento el próximo año, tendrá un costo de al menos $10 mil millones; el costo para los trenes futuros serán por lo menos de tal magnitud. Los altos costos iniciales significan que los inversores sólo financiarán proyectos para los clientes comprometidos a comprar los contratos de producción, durante veinte o veinticinco años, razón por la cual la mayoría de los trenes de GNL que han solicitado certificados de exportación nunca seran construidos. (Algunos productores peticionan para estimular los bajos precios del gas norteamericano mediante el fomento de la percepción de la demanda en el extranjero.)

Incluso si varios trenes de licuefacción entran en operación, su producción será una fracción de las exportaciones de gas de Rusia a Europa. Y, mientras que los precios europeos del gas son más altos que los de Norteamérica, es prácticamente seguro que la mayoría del GNL estadounidense irá a Asia, donde los precios son incluso más altos que en Europa.

De manera similar existen serias interrogantes acerca de auge del petróleo de esquisto bituminoso en Estados Unidos. La Agencia Internacional de la Energía proyecta que la producción de petróleo de esquisto en los EE.UU alcanzará el punto máximo en el 2020, un período de estabilización durante unos años, luego declinará. La producción de petróleo convencional de los EE.UU continúa en declive, al igual que la producción del Golfo de México. Esto significa que la canibalización del esquisto para reemplazar la producción perdida en otros ámbitos se acelerará; después de una década más o menos, el petróleo de esquisto bituminoso no evitará que la producción total de petróleo de EE.UU alcance su punto máximo -y decline- de nuevo. De esta manera, la AIE prevé que el mundo seguirá mirando a Oriente Medio para el incremento gradual de la producción de petróleo en el largo plazo.

Ilusiones peligrosas

La búsqueda de la independencia energética, desafiando la realidad en los mercados de petróleo y gas de hoy en día, no sólo es quijotesco -es contraproducente para el prestigio y la influencia de Estados Unidos. Es contraproducente de manera más inmediata, ya que refuerza la convicción de larga data de Washington, de que los Estados Unidos no tiene que empeñarse en la diplomacia real con los rivales estratégicos –es decir, la diplomacia, que reconoce y acomoda sus intereses nacionales legítimos (por ejemplo, el interés de Rusia en no querer que Occidente convierta a otros estados post-soviéticos en plataformas anti-rusas, o el interés de Irán en el desarrollo de las capacidades del ciclo del combustible nuclear vigilado pero gestionados de manera autóctona).

En términos más generales, las clases gobernantes estadounidenses deben entender que lo opuesto a la independencia energética no es la dependencia, es la interdependencia energética. Desde la Segunda Guerra Mundial, la estabilización de la interdependencia energética ha sido un elemento fundamental en la posición de los Estados Unidos como una gran potencia.

Durante décadas, los intereses de Estados Unidos en la estabilización de la interdependencia energética se han encarnado en su compromiso de defender el libre flujo de los hidrocarburos del Golfo Pérsico a los mercados internacionales. Pero el interés de EE.UU en el petróleo del Golfo Pérsico, desde sus orígenes en la Segunda Guerra Mundial, nunca ha sido fundamentalmente acerca de sus propias necesidades energéticas.

Los Estados Unidos emergieron de la Segunda Guerra Mundial autosuficientes y algo más en la producción de petróleo -fue, de acuerdo a las definiciones que figuran más arriba,  energéticamente independiente. Los EE. UU no se convertirían en un importador neto de petróleo hasta la década de 1970, más de un cuarto de siglo después del fin de la guerra. E incluso después de convertirse en un importador neto, los EE.UU nunca han recurrido a las importaciones del Oriente Medio para balancear el alto porcentaje de su propia demanda de petróleo. El interés de los EE.UU en el Golfo Pérsico nunca ha sido a cerca del petróleo de esa región para satisfacer su propia demanda de energía, es a cerca de la habilidad para controlar quien tiene acceso al petróleo del Golfo Pérsico.  

Al salir de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos quería garantizar los flujos de petróleo del Golfo Pérsico a Europa Occidental y Japón, porque juzgaba (mucho antes de la Guerra Fría) que proveyendo de un suministro energético seguro y barato a estos estados sería esencial para su recuperación de posguerra -y su recuperación era considerada esencial para las propias perspectivas económicas de Estados Unidos a largo plazo. En una perspectiva más amplia, la seguridad energética provista por los EE.UU  confinaba a Europa y Japón en asociaciones económicas y de seguridad a largo plazo con los Estados Unidos. Durante casi setenta años, incluso después de la revolución de la OPEP de la década de 1970 que puso fin a la capacidad de Occidente para controlar los precios de la energía, esto se ha mantenido como la base real del interés de Estados Unidos en el mantenimiento de una significativa influencia sobre la producción y comercialización de hidrocarburos del Golfo Pérsico: para reforzar su posición estratégica en otras partes importantes del mundo.

La necesidad percibida de dominar los flujos de hidrocarburos del Golfo Pérsico también ha llevado a Washington a tratar asiduamente de suprimir la aparición de centros de poder independientes en la región (por ejemplo, el golpe de la CIA en 1953 que derrocó a un gobierno nacionalista elegido democráticamente en Irán). Desde el fin de la Guerra Fría, los Estados Unidos ha redoblado imprudentemente este enfoque, buscando un nivel de supremacía hegemónica en el Golfo Pérsico del cual se vio limitado durante la Guerra Fría. La aspiración hegemónica ha llevado a las administraciones de los Estados Unidos a buscar políticas, que en realidad, han disminuido la seguridad de los flujos de hidrocarburos del Golfo Pérsico a los mercados internacionales -por ejemplo, mantener un nutrido contingente militar sobre el terreno en la región después de la primera Guerra del Golfo Pérsico, el mantenimiento de las sanciones internacionales contra Irak que mataron a más de un millón de iraquíes (la mitad de ellos niños), la invasión de Irak en 2003 y la posterior ocupación que duró varios años, y amenazas de imponer sanciones extraterritoriales (por lo tanto ilegales) a las entidades de terceros países que realicen transacciones con Irán.

Tanto como tales políticas han operado en contra de la seguridad energética global, también han dañado la posición internacional de Estados Unidos. Pero el impacto negativo de estas políticas no significa que el logro de una condición (mítica) de la independencia energética, haría a los Estados Unidos más fuerte. En realidad, reduciría las herramientas disponibles para los políticos estadounidenses para promover la perspectiva y la influencia de Estados Unidos en todo el mundo.

La otra cara de la afirmación de que la revolución del esquisto permitirá a los Estados Unidos socavar a las potencias productoras de hidrocarburos que no cooperan, es la afirmación de que la independencia energética basada en la oferta, permitirá a los Estados Unidos desentenderse de sus problemas en el Oriente Medio y sus desafíos. Esto es un error, incluso si se cumplen las proyecciones más optimistas de gas de esquisto y la producción de petróleo de esquisto bituminoso en los Estados Unidos, los productores de esquisto estadounidenses todavía estarán operando en un mercado global, especialmente para el petróleo. Por lo tanto, los Estados Unidos todavía va a tener que preocuparse por lo que ocurre en el Golfo Pérsico, porque lo que sucede allí tiene un gran efecto en los precios de la energía.

Más fundamentalmente, los que dicen que la revolución de esquisto permitirá que los Estados Unidos se interesen menos en el Oriente Medio, están básicamente diciendo que los Estados Unidos deben removerse de las cuestiones que atañen a las superpotencias. En realidad, los Estados Unidos tienen que abandonar  los delirios de la hegemonía de la Guerra Fría, y tomar en serio lo de ser una gran potencia -mediante el empleo del poder diplomático estratégicamente basado y equilibrado, con otros Estados globales y regionales importantes, y trabajando con otros en una forma genuinamente cooperativa para asegurar el bien público global de la seguridad energética.



Traducido del inglés por Marvin Najarro







Publicado por LaQnadlSol
USA.

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