El intervencionismo ha
estado siempre contra el pueblo de Guatemala: 61 años miserables de
intervención y ésta (convengamos que va implícita la intervención, pues nadie
que tengamos dos dedos de frente podemos pasar por alto los intereses
económicos y políticos de los Estados Unidos) es la menos perjudicial que hemos
tenido. Nadie podía ya luchar contra la superestructura del Estado guatemalteco
(jurídica, política e ideológica) dirigida por un monstruo de mil cabezas.
PÉRDIDA DEL SENTIDO
COMÚN
DE LA IZQUIERDA
GUATEMALTECA
EN EL XXII ENCUENTRO
DEL FORO DE SAO PAULO
Por Luciano Castro Barillas
Flaco favor nos hizo a los revolucionarios
guatemaltecos uno de los máximos dirigentes del Frente Farabundo Martí para la
Libración Nacional, FMLN, Medardo González, al afirmar en ese foro que la
presencia de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, CICIG
y por consiguiente el otro ente que hace trabajo al alimón, el Ministerio
Público, responden a “esquemas políticos intervencionistas que
más bien lo que hacen es debilitar la política interna y están evidenciando que
están usando a Guatemala como un laboratorio político”, declaración que
resulta una verdad a medias y que sería mejor que este dirigente salvadoreño
viera primero la viga en el ojo propio y no la paja en la realidad
guatemalteca. Él, pienso, puede hablar con propiedad de su proceso
histórico-político, pero no del guatemalteco, que escasamente conoce por lo
afirmado.
Los diagnósticos sin compenetración originan
esos lamentables pronunciamientos, igualmente intervencionistas; porque el
principio del internacionalismo proletario pasa, en primer lugar, por el
respeto a las realidades particulares de cada conglomerado nacional. ¿Acaso nos
es intervencionismo el otorgamiento de los TPS a los trabajadores salvadoreños
en los Estados Unidos o el nulo esfuerzo por devolver la dignidad e identidad
nacional salvadoreña sacando de circulación el dólar norteamericano? El pueblo
salvadoreño pobre sigue consumiendo en dólares pero devengando salarios en
colones. ¿No es acaso el peor intervencionismo esto?
Al parecer la diarrea sigue incontenible en la
izquierda guatemalteca porque si asistieron al foro de Sao Paulo celebrado en
San Salvador del 23 al 26 de junio los tres débiles partidos de la izquierda
guatemalteca como lo son URNG, Winaq y Convergencia, solo hubo una posición de
madurez ante el desatino de la declaración conjunta y fue la del señor Alvaro
Velásquez, diputado al Congreso por Convergencia, que no firmó la declaración de San Salvador
porque la realidad guatemalteca no es exactamente como lo afirma la minuta
final de este encuentro político.
El surgimiento de la CICIG en Guatemala es un
fruto, digamos, diferido que se contempló en los Acuerdos de Paz suscritos
entre el gobierno de Guatemala y las fuerzas revolucionarias en su expresión
unitaria, URNG. Los grupos paramilitares de Guatemala auspiciados por el
ejército y la oligarquía nunca fueron desmovilizados, solo la fuerza irregular
de los revolucionarios en armas. Por eso la razón del surgimiento de la CICIG,
cuyo objetivo final era la erradicación de las bandas armadas ilegales
responsables de cometer una y mil tropelías contra la población civil.
La sociedad guatemalteca en su conjunto
aspiraba a un orden en ese sentido y por la intermediación de las
organizaciones de derechos humanos, por siempre preocupadas y comprometidas con
la lucha por la justicia de los miles de desaparecidos, torturados y
asesinados; es que tiene lugar el aparecimiento de este ente internacional a
través de las intermediación de las organizaciones humanitarias. Lo dicho por
Medardo González del FMLN es una simplificación argumental impropia de un alto
dirigente revolucionario vecino de los guatemaltecos y una actitud intrusiva,
pero hay algo peor, en esa declaración final, los otros partidos de izquierda
(URNG y Winaq) no ilustraron a la concurrencia, sino asumieron una actitud
dócil, acomodaticia, dogmática y de insólita “consecuencia y solidaridad revolucionaria” con el
enunciado político de los despistados hombres de izquierda muy influidos
todavía por el chavismo decadente que insiste en la línea política de la paz y
el diálogo heredada de su otrora máximo dirigente y que está haciendo
insostenible ese régimen si las medidas contra reaccionarios rabiosos sigue
siendo la prudencia y la moderación.
Muchas revoluciones se caen solas, pero es
mejor que caigan en primer lugar las cabezas de los enemigos irreconciliables
de clase junto a los que lucha por un mundo mejor. El intervencionismo ha
estado siempre contra el pueblo de Guatemala: 61 años miserables de
intervención y ésta (convengamos que va implícita la intervención, pues nadie
que tengamos dos dedos de frente podemos pasar por alto los intereses
económicos y políticos de los Estados Unidos) es la menos perjudicial que hemos
tenido. Nadie podía ya luchar contra la superestructura del Estado guatemalteco
(jurídica, política e ideológica) dirigida por un monstruo de mil cabezas.
No es lo deseable que ocurra esto a una Nación,
pero con los fraccionamientos y rivalidades de las fuerzas democráticas y
revolucionarias nada se puede hacer. Una sociedad capitalista menos brutal nos
aliviaría mucho, porque un régimen político más avanzado es una lejana utopía
para la realidad de Guatemala. Un capitalismo moderno como lo pensó Arbenz
sería un gran avance para los guatemaltecos sumidos en la peor ignominia
social, política y económica. ¿Tenemos acaso los guatemaltecos fortaleza para
enfrentar esos poderes fácticos negativos que asuelan nuestra realidad? Solo
fue cuando empezaron a desafiar al poder tradicional de los USA, cuando se les
volvieron rezongones y un peligro para la seguridad de los Estados Unidos, que
se decide desembozadamente apoyar el esfuerzo de depuración de las
instituciones políticas y jurídicas del Estado guatemalteco. No podemos en este
estado de debilidad los guatemaltecos aspirar a más. No es lo ideal; correcto.
Pero es lo único que tenemos.
El ejército sigue siendo el partido político de
mayor prestigio en la gran masa desleída de guatemaltecos. El desprestigio de
los militares, como parte de los ricos se desvanece pronto. Los errores de los
revolucionarios son sobredimensionados y una constante que se enrostra a cada
paso. No existe simetría en la sanción moral y en el enfoque ideológico. Y todo
porque estamos débiles, porque nosotros les dimos lugar a nuestros enemigos
históricos a solazarse con nuestros desencuentros. Es una izquierda boba la
nuestra. Una izquierda impresionable y pueblerina. Allí están los grandes controles
mediáticos del mexicano Angel Remigio González en El Salvador, Nicaragua y
Ecuador y nadie se escandaliza. Conviven con él discretamente. Por eso no es
aceptable lo declarado en el Foro de Sao Paulo, porque el “experimento político” no
es lo mejor para los guatemaltecos, pero en esta desgracia social sin
paliativos, es lo único que tenemos.
¿Qué propone la izquierda que debemos hacer? Yo
les hago una propuesta a ella: por favor, hagamos uso del sentido común, que
tampoco es oportunismo o laxitud moral. Es pragmatismo y dependerá de las
organizaciones reconvertir, darle la vuelta a la tortilla, a estos apoyos del
intervencionismo norteamericano, que claro que lo es. Pero no nos
escandalicemos: las propuestas del trilateralismo norteamericano (alianza de banqueros,
industriales y políticos) de la década de los años 70 son las que asumimos
todos latinoamericanos, los de izquierda,
porque eran constructivas: la lucha por los derechos humanos, por el
etnicismo y por la igualdad de género. ¿Cuál es, entonces, el escándalo por el
intervencionismo norteamericano a través de la CICIG? Los años de las posmodernidad nos están dando
(y ojalá se corrija) una izquierda desinformada y sin memoria. ¡Joder!
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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