La última vez no estaba la
vendedora de café. Pregunté por ella y me dijeron que se fue del barrio, pero
que esta bien y feliz. Con lo de siempre: el café y la Revolución.
LA VENDEDORA DE CAFÉ
Por Guillermo Cieza
En el año 2013 conocí a una mujer que vendía café en la estación Petare.
Esa mujer me dijo que todas las mañanas se paraba a las cinco de la madrugada
para llegar con el café a tiempo cuando empezaba el servicio de Metro.
Trabajaba 8 horas o más, no era una floja, y ganaba muy bien. Cinco veces
más que un servidor publico, tres veces más que un obrero y diez veces más que
un campesino. Ocurrió un tiempo que se acabo el café porque la burguesía
cafetera se llevó el dinero afuera y los hijos del campesino que sembraba café
se fueron a Caracas donde vendiendo café se ganaba diez veces mas. A eso no lo
leyeron en ningún periódico, el negrito que le hacía competencia para vender
café en la Estación Petare era hijo de campesinos.
Cuando se acabó el café en el Ministerio hubo mucho alboroto y se hicieron
muchas reuniones. El problema de gestionar el Estado burgués son los sillones
de los Ministerios, que son veteranos en hacer reposar funcionarios, y en
deglutirlos.
A la vendedora de café se le hubiera ocurrido que si hacía falta café había
que producir más café. Al funcionario se le ocurrió que, para joder a los
burgueses, lo mejor era importarlo.
Por aquellos días Chávez, que ya estaba muy enfermo, se puso arrecho y dijo
que “Comunas o Nada”. Ni siquiera la vendedora de café se dio cuenta de que
estaba hablando del café.
Al principio todo fue muy bien con la importación y la vendedora de café
apenas notó algunos cambios en la marca y el origen del café que compraba para
vender a sus clientes. Pero cuando se cayeron los precios del petróleo, no hubo
dólares para importar, la burguesía escondio lo poco que quedaba de producción
local, y a sus clientes cada vez le alcanzaba menos el dinero para comprar
café.
Y allí empezó el lamento. Lloraba la vendedora de café frente a su nevera
vacía y lloraba el funcionario desde la finca con piscina que se compró con el
negocio de la importación.
Conocí a la vendedora de café por su marido que era militante. El hombre
cobraba un sueldo magro en el Ministerio, pero estaba conforme. Su militancia
no tenía horario, trabajaba diez o doce horas por día, ocupado en la tarea de
llevar a Revolución a su comunidad.
La elección del 6D casi provocó el divorcio de la pareja porque la mujer se
olvidó de ir a votar. Y de allí en mas cada vez que Ramos Allup salía por
televisión el marido le decía a la negra, porque era negra la vendedora de
café, que había que aguantar a ese loco porque ella era olvidadiza.
La bronca no duró mucho, porque hubo que ocuparse de cosas más importantes.
Al problema de no conseguir algunas mercaderías, se sumaba el problema de que
los bolívares no alcanzaban para comprar lo necesario para la casa.
El poco café que vendía la negra era suficiente para seguía ganando cinco
veces mas que el marido militante de sueldo estatal, por lo que cuando hubo que
elegir quien cambiaba de trabajo no hubo mucho que discutir.
El trabajo salió por casualidad en una conversación con el negrito que
también vendía café en la Estación Petare.
- Mi familia se vuelve al campo. Hay unas plantaciones de café que se
pueden recuperar. El problema es que en mi pueblo al café lo pagan muy poco…
El militante se interesó mucho por ese comentario, consiguió el teléfono de
la familia de los campesinos y los conectó con un productor de la zona que
había instalado un molino y un horno artesanal para procesar el café.
Con la negra decidieron invertir los últimos ahorros de la familia para
alquilar un transporte y poderle pagar mil kilos de café a los campesinos.
- Para nosotros es mucho café, dijo la negra.
- Se lo vendemos por kilo a los vecinos, opinó el marido.
- Pero nosotros no somos bachaqueros, advirtió la vendedora de café
Y allí fue que empezaron a vender café en el barrio a un precio muy barato
y sin mucho esfuerzo de propaganda porque esas noticias vuelan.
El año pasado alguien me dijo que en Petare hay tres precios del café. El
regulado, que no se consigue; el de los bachaqueros, que es muy caro y el de la
Negra, que es sabroso y barato.
Por casualidad me encontré al marido de la vendedora de café y me comentó
que dejo el trabajo en el Estado. Le va muy bien intermediando con ganancias
razonables con el café, pero se ha encariñado cada vez mas con el campo ya le
han ofrecido un lote y unas maticas de café para que las trabaje. La esta
tironeando a la Negra, para que toda la familia se vaya al campo a producir
- ¿Y la militancia?, le pregunté.
- Más fuerte que nunca. Y nadie puede decirme que cobro un sueldo por ser
chavista.
La última vez que fui a la estación Petare, no estaba la vendedora de café.
Pregunté por ella y me dijeron que se fue del barrio, pero que esta bien y
feliz. Con lo de siempre: el café y la Revolución.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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