Fidel ha partido, y ese
pueblo al que le dedicó su vida en una muestra de agradecimiento, respeto y
amor en un desborde multitudinario sin precedentes se ha volcado por todos los
rincones de la patria cubana para acompañarlo a su destino final; al altar de
la inmortalidad reservado para los grandes héroes revolucionarios, donde están
Martí, el Che y ahora Fidel. En un mensaje claro el digno y soberano pueblo de
Cuba, ante todo el mundo, le ha dicho a su líder y maestro, ¡somos Fidel! Y no
importa que la historia fabricada por tus enemigos imperialistas, sus lamebotas
y gusanos no te absuelva…. ¡Hasta la victoria siempre! Comandante Eterno.
FIDEL REVOLUCIONARIO A
PERPETUIDAD
Fidel pudo haber escogido muy temprano en su vida la comodidad y los
placeres mundanos propios de su condición económica y de clase en la Cuba pre-revolucionaria,
la de la era Batistiana. Sin embargo, como todo hombre excepcional, forjador de
la historia, se decidió por los avatares de la lucha revolucionaria. No fue
asunto de un capricho, de vanidad, o de
un deseo de figurar. No, fue el producto de convicciones profundas y de un
enorme sentido por la justicia social, la igualdad, la hermandad y la solidaridad, lo que llevo a Fidel, primero a tomar el
fusil y luego erigirse como jefe de estado y guía de la revolución. Fidel es la
revolución misma, nació, creció y murió con ella y vivirá por siempre como uno,
sino su máximo exponente.
Durante su enorme recorrido por la vida, la mayoría al servicio de la
revolución, navegando entre dos siglos, como jefe de estado y líder
revolucionario, Fidel tuvo que emplearse a fondo con mucho valor, inteligencia
y aplomo, pero sobre todo con el convencimiento que el proyecto revolucionario
de Cuba, el socialismo cubano, era el único capaz de cumplir con las
expectativas de un pueblo que aspiraba a ser libre, soberano y digno. Esos
valores por los que se sacrificó Martí, que el imperialismo pisoteó y que la revolución
con Fidel al frente rescataban como la aspiración sublime de ese pueblo
ultrajado que luego sabría responder a las exigencias de la revolución,
asediada desde su infancia por el poderío y la arrogancia del violento y voraz Leviatán
del norte.
Fue en Playa Girón, durante la Crisis de los Misiles, en el Periodo
Especial (que siguió a la caída de la Unión Soviética y se pronosticaba el fin
del experimento socialista cubano) o cuando la locura belicista de G.W. Bush se
convertía en un serio peligro, y en el interminable bloqueo, cuando Fidel
Castro y el pueblo cubano le demostraron al mundo que la Revolución no era una
quimera, era una realidad concreta que estaba ahí, un gran proceso humanista en
construcción, haciendo su historia, y que le ha brindado al mundo lo mejor de
sí. Ha sido un gran ejemplo, en la resistencia y el desafío al enemigo, en la
inspiración y el apoyo de las causas enmancipatorias de los pueblos que han
luchado por romper el yugo colonial, pero sobre todo, ese grandioso ejemplo de
solidaridad humana que ha hecho acto de presencia en todos los rincones de la
tierra. En aquellos lugares donde los valores de la civilización occidental han
sembrado destrucción, caos, explotación y muerte, la solidaridad de la
revolución cubana ha hecho renacer la esperanza y la ilusión de que un mundo
mejor es una realidad posible. El ejemplo de Cuba revolucionaria y Fidel, el
ser humano, están ahí como ejemplos concretos de esa realidad humana que está
labrando su historia.
El legado de Fidel, aparte de su decidida posición anti-imperialista
enfrentando a la mayor potencia imperial de la historia, los EE.UU, a escasa
distancia de sus costas, es decir, en las propias fauces del monstro que por
más de medio siglo ha asediado a la pequeña isla revolucionaria ocupando
incluso una porción de su territorio, Guantánamo -hoy la muestra más palpable
de la maldad y la degradación imperial- incluye su gran aporte al desarrollo
humano no solo en Cuba sino también en otras regiones necesitadas del planeta
que han visto con sus propios ojos lo que la verdadera solidaridad encarna, al
contrario de la caridad y la “ayuda” que disfrazan el intervencionismo
neocolonial. Pero sin duda lo más importante de su legado es el haber sido el
artífice directo en la concreción de una nueva sociedad cubana con actitudes y
valores diferentes a los que caracterizan aquellas de las llamadas democracias
avanzadas donde el culto al individualismo, el consumismo, la ambición y la
acumulación desmedida de riqueza se consideran como sinónimos de libertad y
democracia. La sociedad cubana, muy a pesar de sus detractores que esperaban
ansiosos verla repudiar a su líder, es hoy en día una de las más desarrolladas,
educadas, sanas y seguras del mundo, donde la libertad y la democracia tienen
otro significado, contrario a la idea que sobre ellas prevalece en las
democracias capitalistas de occidente.
Fidel ha partido, y ese pueblo al que le dedicó su vida en una muestra de
agradecimiento, respeto y amor en un desborde multitudinario sin precedentes se
ha volcado por todos los rincones de la patria cubana para acompañarlo a su
destino final; al altar de la inmortalidad reservado para los grandes héroes
revolucionarios, donde están Martí, el Che y ahora Fidel. En un mensaje claro
el digno y soberano pueblo de Cuba, ante todo el mundo, le ha dicho a su líder y maestro, ¡somos Fidel! Y no importa que la historia fabricada por tus enemigos
imperialistas, sus lamebotas y gusanos no te absuelva…. ¡Hasta la victoria
siempre! Comandante Eterno.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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